El Mercosur deja perplejos a muchos observadores. Hacia atrás
ha sido un éxito, al menos hasta 1998. Hacia el futuro su potencial
es enorme. Hoy parece sumido en una crisis sin salida clara. Es ésta
una hora para debatir en profundidad problemas, desafíos y requerimientos
de acción. Es un debate útil para clarificar necesidades,
posibilidades y opciones en la perspectiva de cada uno de los socios.
Es un requisito indispensable a la hora de entablar negociaciones para
encauzar el Mercosur. Y es un debate que debe partir de lo mucho que se
ha avanzado, sin caer en la tentación tan común en nuestras
latitudes de estar siempre comenzando de cero.
Ya hay contribuciones importantes al debate sobre el futuro del Mercosur.
El presidente de Brasil, Fernando Cardoso, reconoció implícitamente
al plantear la visión de Brasil sobre un Mercosur de alcance sudamericano,
desarrollado en torno de ejes estratégicos, que el proceso no puede
generar exclusiones ni ser un juego suma cero. Señala que no se
puede construir un espacio de integración a costa de la des-industrialización
argentina. Otras contribuciones apuntan a aportar ideas para atacar el
problema central del efecto de las disparidades cambiarias en el comercio
recíproco. En mi opinión, el Mercosur plantea a la Argentina
desafíos y requerimientos de acción prioritarios por lo
menos en tres planos: diseño, estrategia y organización.
En el plano del diseño, el desafío prioritario consiste
en restablecer una relación funcional positiva entre tres elementos:
la diferencia de dimensión de las respectivas economías
(una realidad); el libre comercio irrestricto, más las disciplinas
comerciales externas (una realidad jurídica difícilmente
reversible para la Argentina) y la coordinación macroeconómica
y cambiaria (realidad formalmente inexistente). Las contradicciones en
este plano no serían fácilmente resueltas sin perjuicio
de que hay que intentarlo, parecería más factible encararlas
en el contexto de una negociación orientada hacia abrir una tercera
etapa de la integración (1986 el Picab; 1990 el Mercosur actual)
en la que participen activamente y como nuevos socios Chile y Bolivia.
El canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia, ha planteado recientemente
la idea de la incorporación de ambos países como socios
plenos. La operacionalización de conceptos como doble velocidad
, geometría variable y extraversión permitiría encontrar
respuestas ad hoc , temporarias y de conclusión automática,
para los sectores más sensibles afectados por la disparidad cambiaria
y su impacto en los costos relativos. La apertura de una tercera etapa
del Mercosur, que construya a partir de los resultados ya logrados, debería
permitir restablecer la reciprocidad de intereses entre los socios, hoy
afectada de manera tal que incide sobre la eficacia, la legitimidad y
la credibilidad de todo el proceso.
En el plano de la estrategia, el desafío prioritario para el país
consiste en conciliar una mayor penetración en los mercados del
Mercosur (insuficiente aprovechamiento del mercado brasileño) con
una marcada diversificación hacia otros mercados en todo el mundo
(evitar la concentración en el mercado brasileño). En tal
sentido, es recomendable concentrar la capacidad de acción en un
ente público-privado -por ejemplo, una Fundación Export
Ar redefinida en las líneas de lo planteado por Diego Pérez
Santisteban en estas mismas páginas el 15 de este mes-. Junto con
la Agencia Brasilera de Exportaciones, con Pro-Chile y otros, deberían
transformarse en un instrumento de la idea de extravertir el Mercosur
como plataforma para la conquista de otros mercados a partir de redes
productivas de escala regional.
Finalmente, en el plano de la organización, el desafío
prioritario consiste en superar una casi genética propensión
a la fragmentación y a la discontinuidad de la acción gubernamental
en relación con el Mercosur. En tal sentido es fundamental, como
lo ha hecho Brasil, concentrar la capacidad de negociación en un
funcionario full time dentro de la Cancillería, que actúe
coordinado por la misma Cancillería, pero con activa participación
de Economía y de otras instancias gubernamentales, incluyendo las
provincias. Un fortalecimiento de la capacidad de gestión nacional
es precondición para abordar con nuestros socios la cuestión
de una mejor utilización de las actuales instituciones del Mercosur.
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