Hay en torno del Mercosur un debate oportuno y necesario. Oportuno pues
tiene problemas en su funcionamiento, acentuados por un mal año
económico, que erosionan su legitimidad interna y su credibilidad
externa. Necesario pues son acciones y omisiones de los protagonistas
ante realidades críticas, las que lo inclinarán a una etapa
superadora o a la irrelevancia.
El debate ha sido instalado por Beatriz Nofal, Elvio Baldinelli y Alejandro
Mayoral, escuchados y respetados referentes del tema.
Con diferentes alcances plantean como opción a una unión
aduanera "que no va en serio", el sinceramiento del Mercosur
y su concentración en lograr una zona de libre comercio.
No se cuestionaría la validez de la unión aduanera como
base de un mercado común, pero sí la conveniencia de un
juego de engaño colectivo de creer que se la podría lograr
sin extraer consecuencias necesarias a su funcionamiento normal.
Recientemente ha terciado Martín Redrado, con su informe para
ABA. Es una contribución útil para orientar el debate, ya
que al análisis agrega propuestas para encarar cuestiones sustantivas
del Mercosur.
Su enfoque de fondo coincide con el del Gobierno, en el sentido que ante
dificultades económicas y desafíos planteados por complejas
negociaciones comerciales lo que corresponde es un "más Mercosur"
prudente, esto es procurar una profundización realista de los compromisos
asumidos y rechazar la inclinación a la irrelevancia.
Hay consenso en muchos participantes del debate, incluyendo contribuciones
de Roberto Lavagna y de políticos que se han referido a la cuestión
recientemente, en cuanto a la valoración de la alianza estratégica
con Brasil -confianza mutua en seguridad y política exterior, e
integración económica como sus ejes vertebrales-, y a no
retroceder en lo avanzado desde 1986 y en especial desde la creación
del Mercosur, en 1990.
También existiría consenso en que tal como está
el Mercosur no puede cumplir bien sus objetivos políticos y económicos.
No por ser una unión aduanera "imperfecta", pero sí
por parecerse a veces a una unión aduanera "vergonzante".
El eje del debate es qué hacer ante un Mercosur tentado por el
síndrome latinoamericano de "integración-ficción".
Por cuatro razones no comparto la idea de retroceder a una zona de libre
comercio: afectaría la credibilidad externa del Mercosur y de sus
socios, y su capacidad de negociar y de atraer inversiones; desorientaría
a los empresarios, sensibles a los efectos de discontinuidades en las
señales gubernamentales a los mercados; no resolvería la
falta de previsibilidad en el acceso a los mercados y el del desnivelamiento
del campo de juego originado en distorsiones artificiales que inciden
en el comercio e inversiones, y debilitaría disciplinas colectivas
necesarias por el acceso irrestricto a los mercados para todos los bienes.
Creo en cambio conveniente un "más Mercosur" razonable,
resultante de iniciativas realistas que no impliquen saltos al vacío.
Hay espacio para ello, pues ninguno de los socios podría hoy afrontar
el costo de un Mercosur irrelevante.
El debate debería centrarse en cómo extraer consecuencias
lógicas de lo comprometido en materia de acceso irrestricto a los
mercados, cementado en el caso argentino, a diferencia de otros socios,
por la reforma constitucional de 1994.
Tres serían las prioridades: efectiva preferencia Mercosur para
todos los bienes y servicios; disciplinas colectivas en políticas
macroeconómicas, comerciales y sectoriales y reglas de juego que
neutralicen el efecto del comportamiento discrecional de socios que desnivelan
el campo de juego en el comercio (restricciones) y en las inversiones
(incentivos), y que permitan flexibilizar los compromisos en emergencias.
Deberían tratarse, entre otras, cuestiones sobre ¿cómo
mejorar la organización gubernamental y de los sectores sociales,
con el fin de negociar sobre la base de una participación efectiva?
o ¿cómo utilizar los acuerdos sectoriales, con el fin de
potenciar la proyección regional e internacional de nuestras empresas?
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