Para ser sólido el Mercosur implica disciplinas colectivas. Si
las reglas son muy rígidas es preferible flexibilizarlas.
Institucionalizar la flexibilidad de las reglas es mejor que consentir
violaciones. Reglas descartables que se cumplen sólo si se puede
son un camino directo a la erosión de la credibilidad en el Mercosur.
Dada la orientación de nuestro comercio exterior y las asimetrías
de dimensión económica, ésta no es una cuestión
banal, es una cuestión central de nuestra política exterior.
Estas reflexiones veraniegas las motivan medidas restrictivas que ha
estado aplicando Brasil, al requerir autorizaciones previas para la entrada
de algunos productos a su mercado (alimentos, lácteos, textiles).
Lo que importa no es sólo el efecto práctico que puedan
tener sobre las exportaciones argentinas, incluso tal efecto podría
ser mínimo, lo que importa es su efecto sobre la previsibilidad
en el comercio internacional. Este es un tema central también en
la OMC, como se puso en evidencia en el informe del panel sobre medidas
comerciales adoptadas por la Argentina. Es decir, lo que importa es que
los flujos comerciales puedan quedar expuestos a restricciones originadas
en actos unilaterales discrecionales de uno de los socios del MERCOSUR
cualesquiera que sean sus fundamentos.
La ganancia en previsibilidad de las regias de juego en el comercio recíproco
es precisamente uno de los aportes sustanciales del Tratado de Asunción
que originó en 1991 el Mercosur. Se expresa en un derecho adquirido
por los socios y sus ciudadanos al acceso irrestricto a los respectivos
mercados, con las limitaciones excepcionales que se reconocieron en Ouro
Preto y que son improrrogables, salvo mediante una nueva modificación
del Tratado original. Se refiere tanto a aranceles como a restricciones
no arancelarias, de cualquier tipo y nominación. Lo dice la ley,
no la teoría.
Este derecho irrevocable al acceso de los respectivos mercados conforma
la trilogía de pilares de la construcción económica
del Mercosur, junto con el supuesto básico de las disciplinas macroeconómicas
en cada uno de los socios y con el "nivelamiento del campo de juego",
o sea la eliminación gradual pero cierta, de asimetrías
artificiales que distorsionan las competitividades relativas entre socios.
El arancel externo común es consecuencia de tal trilogía,
y cobra todo su sentido en función de un objetivo de fuerte contenido
político, cual es el negociar juntos frente a terceros países,
por ejemplo en el ALCA.
Dimensión política
La cuestión de la previsibilidad de las reglas de juego adquiere
toda su dimensión política cuando se la examina en la perspectiva
de la asimetría de dimensión económica entre los
socios. Puede ser eventualmente una cuestión de menor importancia
relativa para el Brasil, por la dimensión relativa de su mercado.
Es, en cambio, de vital importancia para la Argentina -y debería
serlo para Paraguay y Uruguay- por tres motivos: el mercado es relativamente
menor que el de Brasil (lo mismo ocurre entre Canadá y los Estados
Unidos), sus exportaciones están fuertemente orientadas hacia el
Brasil, y la previsibilidad formalmente establecida en el Tratado de Asunción
tiene una clara garantía constitucional (Art. 75.22 de la Constitución
Nacional), fácilmente exigible en la justicia.
De hecho el Brasil ha establecido un régimen de autorización
previa por un Comunicado de un funcionario de Comercio Exterior publicado
en el Diario Oficial de la Unión, el 17 de diciembre último.
"De palabra" se habría prometido que no se aplicará
al Mercosur. El problema es que la previsibilidad pasaría entonces
a depender no de reglas objetivas sino de la voluntad de funcionarios
de segundo nivel; podría implicar el retrotraer potencialmente
el comercio recíproco, a lo que en los viejos tiempos se conocía
como el "cajón de Benedito", que era el lugar donde solían
reposar las guías de importación.
Suponemos que esa no es la intención política del gobierno
del Brasil, incluso uno podría imaginar que todo se debe a una
distracción de la temporada veraniega. Pero es prudente que las
mejores intenciones queden cubiertas por criterios y reglas objetivas.
Para ello, incluso, puede ser conveniente activar los mecanismos de los
Protocolos de Brasilia y Ouro Preto. El Mercosur "de palabra"
puede tener "patas cortas", puede exponer algo muy valioso como
es la relación política -y no sólo económica-
entre la Argentina y el Brasil, al síndrome de la precariedad.
Si así fuera, entonces la cuestión de la orientación
de nuestro comercio exterior-la denominada "Brasil-dependencia"-
adquiriría otra dimensión política.
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