El Mercosur enfrenta una crisis de credibilidad. Los empresarios e inversores, comienzan a dudar que sea un factor de previsibilidad en las reglas de juego para el comercio y las inversiones. Temen que se ha introducido el virus de la "aladificación": esto es que nada es seguro, todo es precario. Objetivos, plazos y reglas de juego se cumplen en la medida que sea posible. Cada país determina -en este escenario de hiperpragmatismo- qué es lo posible.
La integración económica "en serio" tipo "primer mundo" como la de la Unión Europea y la del NAFTA, requiere de reglas de juego estables custodiadas por expertos. Caso contrario, la precariedad originada en la primacía de la visión unilateral sobre la del conjunto es percibida como fuente de actitudes arbitrarias de los socios. Erosiona la confianza recíproca, sin la cual la integración como proceso económico y político deja de ser viable.
Confianza implica comunicación fluida. Entre quienes gobiernan, pero también entre dirigentes empresariales. Es evidente que en la decisión del gobierno del Brasil de restringir las importaciones, incluso las del Mercosur, ha fallado la comunicación con sus socios y ha primado sólo la visión unilateral. Este comportamiento no es propio de socios que comparten un proyecto estratégico común. No lo es cuando se origina en el Brasil. Como tampoco lo fue cuando se originó en la Argentina (casos "tasa estadística" y "arancel 0 para bienes de capital", ambos en 1992).
Puede cuestionarse la legalidad de esta evidente restricción unilateral desde la perspectiva de las obligaciones asumidas en el Mercosur. Pueden comprenderse las razones económicas e incluso aceptarse que se eligió el menor de los males para encarar un problema que puede comprometer la estabilidad del ideal -interés común de los socios del Mercosur-. Pueden encontrarse con voluntad política, soluciones imaginativas que no comprometan los intereses del Brasil ante la OMC, como por ejemplo las que pueden resultar de la utilización del mecanismo de pagos de la ALADI.
Pero lo que es urgente y esencial es que los cuatro socios encaren de inmediato la cuestión de la calidad y de la solidez de las reglas de juego del Mercosur. No es un problema menor. Subestimar las cuestiones institucionales, en su sentido más amplio que hace a la eficacia política y económica del proyecto común que han encarado la Argentina y el Brasil, puede ser un severo error estratégico y metodológico, y lo que es peor aún, una expresión de flagrante ingenuidad. |