JACQUES CHIRAC, acertó. En el momento oportuno produjo una iniciativa oportuna. Su idea de una Cumbre Europa-Mercosur, ampliada luego a los demás países latinoamericanos, introduce un saludable equilibrio en la inserción del Mercosur en las relaciones interregionales de este fin de siglo. La idea la había planteado originalmente, en Chile, José María Aznar. Pero el presidente de Francia, al centrar el foco de la iniciativa en el Mercosur -sin excluir el resto de los países latinoamericanos-, introduce una dimensión realista y operacional. La iniciativa tuvo fuerte trascendencia pública. Ello ayuda a instalarla en la agenda de la política externa del Mercosur. Junto con la del ALCA. Eso es positivo.
El momento elegido ha sido oportuno. Inserta la iniciativa ALCA en un contexto amplio que capta la complejidad de las relaciones externas, en su triple dimensión política, económica y cultural, del Mercosur y de sus; asociados. Para la Argentina y sus socios, ni los Estados Unidos, ni Europa, ni el propio Mercosur pueden constituir dimensiones exclusivas o excluyentes de sus respectivas vinculaciones externas. Sumados representan el 70% de los flujos de comercio y más aún, en el caso de los flujos de inversión. Son parte de un necesario triángulo del que se han nutrido históricamente sus realidades nacionales y, si bien el acuerdo marco entre la Unión Europea y el Mercosur, firmado en Madrid en 1995, constituyó un sensible paso adelante, su riesgo es de que sufra una creciente anemia política y de opinión pública.
La iniciativa fue consultada con otros gobiernos europeos. Refleja la experiencia que la Unión Europea adquirió en la Cumbre interregional con el Asia, primero a nivel gubernamental en Bangkok, luego a nivel empresario en París. Se prevé un período de preparación para culminar en el segundo semestre de 1998 con la Cumbre Euro-Mercosur, aparentemente en Río de Janeiro.
Dos dimensiones deberán ser trabajadas para que sea relevante, de lo contrario el riesgo es que se diluya en un ejercicio de relaciones públicas.
La primera es la dimensión estratégica; ella implica profundizar las visiones comunes entre las dos regiones. Varias sobresalen, en primer lugar la idea de un sistema político mundial equilibrado, lejos de las tentaciones antagónicas al unipolarismo o a la anarquía internacional. Ello necesariamente conduce a incluir explícita o implícitamente a los Estados Unidos en el diálogo interregional Euro-Mercosur. En segundo lugar, la idea de trabajar juntos para consolidar en ambas regiones un entorno favorable a la democracia y a la seguridad, a la inversión productiva, a la cohesión social y a la competitividad empresaria. En tercer lugar, la idea de fortalecer la OMC y sus disciplinas, como marco para la necesaria solución a problemas de la agenda birregional, especialmente los de la agricultura y la agroindustria. Esta cuestión es central. Es auspicioso que Francia y España-serán quienes impulsen el dialogo político interregional. Saben que todo el ejercicio carecería de sentido "si de eso no se habla".
La segunda es la dimensión metodológica. De la Cumbre debería surgir una dirección estratégica y un plan de trabajo. Para ello, el proceso de preparación debería ser incremental y participativo. Debe ser incremental pues sólo a través de pasos limitados pero concretos, orientados hacia una dirección estratégica, será posible construir una alianza interregional. Corresponde primero, confirmar la voluntad política.
Las visitas del primer ministro de Bélgica y del jefe del Gobierno de España son la oportunidad para ratificar el alcance europeo de la iniciativa. El encuentro bilateral de los presidentes Menem y Cardoso-, y luego la Cumbre Mercosur de Asunción, son la ocasión, para confirmar que hay dos para el tango. Y el proceso preparatorio debe ser participativo, pues sólo involucrando a empresarios, parlamentarios y otros protagonistas sociales, es posible lograr que la iniciativa se nutra en la realidad. La cooperación entre inversores y empresarios debe ser destacada. En inversiones y comercio el horizonte interregional es muy amplio. El interés europeo en acrecentar su participación en la explosión de crecimiento del Mercosur, explica en gran medida la iniciativa, tanto de Chirac como antes de Aznar. Como ya ocurriera en el caso del diálogo interregional Euroasiático, un foro de inversores y empresarios Euro-Mercosur, sería un natural complemento a la dimensión intergubernamental de la Cumbre de 1998. En particular, ayudaría a que luego sus conclusiones penetren en la realidad. |