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  Félix Peña

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 Diario La Nación | 12 de marzo de 1996

Los riesgos de hacer equilibrio sin red


El Mercosur es, a la vez, un sistema de decisiones y de reglas de juego, una realidad de mercado y una marca. Como sistema de decisiones y de reglas de juego el Mercosur cumple tres funciones esenciales, que son las que permiten caracterizarlo como un proceso de integración y no sólo como un marco precario de cooperación económica. Las tres funciones son:

  • garantizar el acceso irrestricto al mercado de los socios como un derecho protegido jurisdiccionalmente,
  • proveer un marco de disciplina colectiva en materia de políticas comerciales externas, macroeconómicas y sectoriales y,
  • diferenciar los derechos de los socios en materia de acceso a los respectivos mercados de los derechos de terceros países.

Hasta el presente, las tres funciones se cumplen sólo para los bienes y aun así, imperfectamente: por ejemplo, la protección jurisdiccional al derecho de acceder a los respectivos mercados no ha sido sometida a prueba. Los servicios no están incluidos.

Estas tres funciones permiten alcanzar una finalidad económica esencial: crear un cuadro de estabilidad y previsibilidad, que al estar objetivado y no tolerar actos discrecionales arbitrarios de una autoridad gubernamental debería permitir a inversores y demás operadores económicos tomar decisiones racionales con efectos de mediano y largo plazo.

Es la expectativa de operar con certeza en la escala de un mercado único, lo que explica decisiones de inversión como las que han anunciado empresas automotrices en la Argentina y Brasil, por valor de once mil millones de dólares.
Cada vez que se cambian arbitrariamente las reglas de juego -incluso por consenso de los socios- se pierde credibilidad frente a los inversores.

Como realidad de mercado, el Mercosur se refleja en corrientes de comercio e inversión estimuladas por las expectativas de estabilidad en las condiciones de acceso a los respectivos espacios económicos.

Las estrategias de ciertos operadores económicos así lo indican, tanto en materia de bienes como de servicios. El Mercosur de las interacciones económicas es de geometría variable. Sus límites espaciales no son definidos y cambian incluso por sectores. En materia de inversiones y comercio, abarca sin duda a Chile. En materia de energía y de transporte, abarca además a Bolivia, Perú y Venezuela.
El mapa del Mercosur de las decisiones y las reglas no coincide, necesariamente con el de la realidad de mercado. Es una imperfección que las negociaciones deberán ir superando.

Como marca, el Mercosur diferencia una región del mundo, en muchos aspectos emergente, compuesta por países dispuestos a trabajar juntos con el fin de potenciar su voluntad de introducir cambios profundos en sus economías -en un marco de democracia y creciente solidaridad social-, consolidando así el desarrollo de sociedades abiertas, capaces de negociar y competir mejor en la economía globalizada del siglo XXI.

En ninguno de los tres planos el Mercosur gira en el vacío. Por el contrario, su existencia y sus características se definen con respecto a terceros.

Globalización
Su entorno externo real es el de la globalización (como fenómeno de acortamiento de distancias económicas impulsado por profundos cambios tecnológicos) y el de las tendencias al regionalismo, de naturaleza ambivalente, ya que pueden ser funcionales a la integración de la economía mundial como a su fragmentación.

Su entorno externo formal es, sobre todo, el del sistema de decisiones y reglas de juego de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Ambos entornos incluyen los servicios y las compras públicas. Son objeto de disciplinamiento colectivo en la OMC, la Comunidad Europea y el Nafta.

Esto tiene sentido económico por el valor de las transacciones envueltas: por ejemplo, el mercado europeo de compras públicas tiene un valor anual de trescientos mil millones de dólares.

Reglas regionales
La OMC prevé la posibilidad de reglas regionales que abarquen la totalidad de los servicios y las compras públicas. Esta posibilidad debe ser aprovechada. Por lo demás, un Mercosur que no englobe los servicios y las compras públicas no sólo es una obra incompleta; es desbalanceada.

Nuestro país tiene y puede desarrollar ventajas competitivas en ambos campos. Demorar la negociación necesaria para concretar el Mercosur de los servicios puede afectar la preservación del cuadro de ganancias mutuas que sustenta la voluntad de los socios de .trabajar juntos. Puede demorar además la inclusión de Chile como socio pleno del Mercosur.

Ninguna de las dos demoras es conveniente ni para nuestro país ni para la sustentabilidad del Mercosur como proyecto de largo, plazo creíble para los inversores.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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