La integración de Chile al Mercosur es lo natural. Sólo
así, este espacio común podrá lograr todo su potencial
de alianza estratégica y alcanzar la plenitud que requiere su calidad
de plataforma para la competitividad global de nuestras empresas. La cuestión
del arancel externo común no es el problema principal, pero si
será esencial la aceptación de parte de Chile de una disciplina
común en el manejo futuro de eventuales modificaciones arancelarias
y consulta recíproca en cualquier negociación comercial
con terceros países. Corresponde ahora a Chile interrogarse sobre
si el sentido final de las negociaciones actuales sería conducir,
en algún momento, su membresía plena
Desde el comienzo Chile fue percibido como un participante natural en
la ambiciosa, pero posible, tarea histórica de crear un espacio
de paz y cooperación en el Sur de las Américas. Por razones
geográficas por cierto. Pero sobre todo por proximidad cultural
y existencial: por compartir su renovada democracia, la idea central de
trabajar juntos para modernizarnos e insertarnos mejor en un mundo en
mutación continua.
1995 es el año apropiado para concretar una vinculación
formal de Chile, con el Mercosur. Para Chile ya debe estar claro que el
Mercosur es una realidad política y económica. Para el Mercosur
su vinculación con Chile enriquecería la imagen ele una
de las áreas más atractivas para invertir en el mundo. Por
lo demás, los efectos de la crisis mexicana en América Latina,
han reforzado la necesidad de sumar esfuerzos en el Sur de las Américas.
La economía de Chile está crecientemente integrada en las
economías de los socios del Mercosur. Cerca del 20% de su comercio
exterior está orientado al Mercosur, siendo el porcentaje superior
en el caso de los productos manufacturados. Las empresas chilenas tienen
una presencia creciente en los países del Mercosur, y sólo
en la Argentina sus inversiones ya superan los 2 mil millones de dólares.
Tanto en el comercio como en las inversiones, la tendencia es a un aumento
significativo del intercambio en los próximos años, estimulado
por la apertura comercial y el crecimiento económico, tanto en
la Argentina como en el Brasil.
Una alianza estratégica
Debe ser bienvenida, entonces, la idea de una vinculación sistemática
e institucionalizada entre Chile y el Mercosur. Enriquece al Mercosur
y fortalece su sentido estratégico.
Hace casi 2 años sostuvimos en un artículo en "El
Cronista" que "la necesaria participación de Chile en
el Mercosur es condición para que alcance la plenitud que requiere
su calidad de plataforma para la competitividad global de nuestras empresas.
Sólo así podrá desarrollar todo su potencial de alianza
estratégica entre naciones conscientes a la vez de sus individualidades,
como de los requerimientos planteados por un mundo de incertidumbres y
desafíos".
En todo proceso de integración entre naciones lo que importa es
preservar la visión estratégica y el sentido de dirección.
Esto es válido por cierto para el Mercosur. Fue concebido como
una plataforma para competir a escala global; como un "hábitat"
para consolidar la democracia, lograr la transformación productiva
e insertarse competitivamente en la economía mundial.
Chile: socio natural
De allí, desde el comienzo, se consideró a Chile como un
socio natural. El gobierno de Chile participó incluso en la reunión
ministerial de fin de julio de 1990, en Brasilia, punto inicial del camino
que llevara -como dos caras de una misma moneda- a concretar el Mercosur
y el "4 + 1" con los Estados Unidos, entendido como un primer
paso hacia una futura negociación conjunta con el principal mercado
hemisférico. La disparidad de niveles de protección externa
y de políticas comerciales, que en aquel entonces tenía
con los principales socios del Mercosur, fue la causa aparente para que
Chile se auto-marginara.
Luego en 1991 se le planteó a Chile la posibilidad de concluir
un "4 + 1", entendido como un acuerdo marco que tuviera como
objetivo mediato y programado, la conformación de una zona de libre
comercio con el Mercosur. Los cuatro estaban de acuerdo en efectuar la
propuesta. Chile prefirió no aceptarla. Se perdió una oportunidad.
La integración de Chile al Mercosur como miembro pleno, es entonces
lo natural. Facilitarla, contemplando todos los intereses en juego y fortaleciendo
el perfil del Mercosur como pieza central de un sistema de alianzas múltiples
de cada uno de los asociados, es también lo natural.
La cuestión del arancel externo común no es necesariamente
el escollo principal. Durante un período de transición se
pueden aplicar mecanismos que permitan neutralizar las disparidades que
existen. En cambio, sí es esencial la aceptación por parte
de Chile de una disciplina común en el manejo futuro de eventuales
modificaciones arancelarias. Y sobre todo, sí es esencial una disciplina
común, una gran transparencia y consulta recíproca en cualquier
negociación comercial con terceros países, sean estos miembros
o no de la ALADI.
¿Miembro pleno?
Corresponde ahora a Chile interrogarse sobre si el sentido final de las
actuales negociaciones sería conducir, en algún momento,
a su membresía plena. La pregunta tiene sentido por el hecho que,
simultáneamente, Chile está negociando su acceso al NAFTA.
Cualquiera sea la incertidumbre sobre los resultados finales de esta
negociación, es válida la pregunta sobre de qué lado
de la mesa desea estar Chile cuando en un futuro, quizás no lejano,
se entablen negociaciones comerciales entre el Mercosur y el NAFTA.
Quizás sea innecesario responder plenamente a esta pregunta a
esta altura. Lo que sí es importante saber, es que tarde o temprano
tendrá que ser contestada. Una forma de anticipar su respuesta,
sería que Chile se incorpore al actual mecanismo de consulta establecido
entre los países del Mercosur y los Estados, el llamado "4
+ 1" que evolucionaría de tal forma hacia un "5 + 1".
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