Un eje vertebral del planteamiento estratégico del Mercosur es
la creación de un ámbito económico atractivo para
los inversores. Se sale así a competir con otros megamercados que
también ofrecen condiciones atrayentes para competidores globales.
El mensaje que todos envían es claro y similar: "Invierta
en nuestra región pues le ofrecemos un amplio mercado propio, políticas
y reglas de juego de calidad -es decir, favorables a la inversión,
y al esfuerzo de productividad y competitividad- y además, podrá
desde nuestro espacio económico penetrar otros mercados con los
cuales tenemos accesos fluidos y previsibles".
Es en esta perspectiva que hay que colocar el desarrollo de la nutrida
agenda externa que el Mercosur deberá encarar en los próximos
meses. La cuestión central es saber hasta qué punto las
negociaciones con países sudamericanos y con los que integran el
NAFTA, así como las que se encararán con la Unión
Europea, abrirán para los inversores del Mercosur un espacio económico
de mayor amplitud.
Lo prioritario para los países del Mercosur, caracterizados por
la gran diversificación del origen y destino de su comercio exterior
-al menos en el caso de las dos economías mayores- será
desarrollar a través de tales negociaciones amplias posibilidades
para que sus empresas penetren los mercados mundiales, en una forma compatible
con el GATT. En el largo plazo la consolidación y pleno desarrollo
de la nueva Organización Mundial del Comercio, deberían
permitir crear tales condiciones de acceso fluido y previsibles a los
mercados mundiales, especialmente de los países industriales. Mientras
tanto debemos enfrentar la realidad de bloques económicos con un
alto contenido de discriminación comercial para los terceros países
que no están con ellos vinculados por algún tipo de acuerdo
preferencial.
Santiago, Bruselas y Miami son las ciudades que simbolizan la agenda
inmediata de las relaciones externas del Mercosur. En efecto, la suma
de las negociaciones que se articularán con Chile, con la Unión
Europea, y con el NAFTA definirán por un tiempo el perfil externo
del proceso de integración.
No es necesario resaltar la importancia que para nuestro país
tiene intensificar la integración con Chile y concretar su vinculación
con el Mercosur. Por cierto, que no es el único país sudamericano
que ha manifestado su interés de tener una relación especial
con el Mercosur. Incluso el presidente Caldera planteó recientemente
en Brasil la intención de Venezuela de acceder como miembro pleno.
Y es fácil imaginar que para el Brasil la vinculación de
los países amazónicos con el Mercosur es del mayor interés
estratégico. Pero lo inmediato es la negociación con Chile
y luego con Bolivia.
Dos preguntas será necesario responder en relación a las
negociaciones con Chile, y luego con los otros países sudamericanos.
La primera es saber si se trata de una negociación extra o intra
Mercosur. Negociación extra Mercosur es la que se realiza con terceros
países. Negociación intra sería, en cambio, si su
objetivo final -inmediato o mediato- fuera la incorporación de
un país como miembro pleno. Corresponde a Chile definir si desea
ser o no miembro pleno como resultado final del proceso actualmente iniciado.
Las señales no han sido claras al respecto. La segunda cuestión
es la de saber si da lo mismo ser o no miembro del Mercosur, para gozar
de las ventajas del espacio económico ampliado. Es obvio que si
los países sudamericanos, empezando por Chile, lograran en la práctica
para sus inversores las mismas condiciones de acceso a cada uno de los
mercados del Mercosur -en especial los del Brasil y la Argentina- a través
de un área de libre comercio que las que resultarían de
la condición de miembro, poco interés tendrían en
pagar el costo que ella implica, en términos de disciplinas económicas
y comerciales colectivas. Creo que la señal del Mercosur a los
inversores debe ser clara en el sentido que el ser miembro pleno tendrá,
al menos en los próximos años, privilegios que no son compartibles.
La experiencia reciente del fast track, que el Ejecutivo americano tuvo
que retirar del Congreso, confirma la impresión que muchos hemos
tenido desde hace tiempo, en el sentido de que la ampliación del
NAFTA o la posibilidad de nuevos acuerdos de libre cvomercio con los EStados
Unidos puede demandar aún tiempo, incluso mucho. Este hecho debería
estimular aún más a Chile a buscar su ingreso pleno al Mercosur.
Pero también debería estimular al Mercosur a desarrollar
mecanismos, instrumentos y políticas comerciales, que permitan
lleva a la práctica una estrategia agresiva de alianzas múltiples
y flexibles con otros países o bloques. Cuanto más flexible
sea el Mercosur -sin abandonar los parámetros básicos de
una Unión Aduanera-, más fácil concretar la incorporación
de países como Chile, o modalidades de asociación con otros
países sudamericanos, e incluso con países como Sudáfrica.
Siempre hemos creído que ésta es una época en que
la integración económica debe responder más a criterios
de redes flexibles que de alianzas rígidas y excluyentes: época
de relaciones económicas poligámicas y no monogámicas.
Por ello es tan importante lo que ocurra en los dos otros ámbitos
de negociaciones externas del Mercosur. En primer lugar, la negociación
con la Unión Europea. Fueron los europeos quienes primero lanzaron
la iniciativa de un acuerdo de implique un salto cualitativo en las relaciones
económicas con el Mercosur. Ya en abril de 1992 lo insinuaron en
la reunión que los cancilleres europeos tuvieron con sus países
del Mercosur. Luego concretaron la idea este año. Se sabe que será
una negociación compleja y difícil. Caso contrario no sería
relevante. Por ejemplo, si sólo se limitara a tener un contenido
de buenas intenciones políticas -defensa de la democracia- y algo
de cooperación técnica e industrial. Para ser relevante
tiene que tener contenido concreto en términos de previsibilidad
en el acceso a los mercados, de displinas colectivas en prácticas
desleales de comercio -incluyendo las exportaciones agrícolas subsidiadas-
y de estímulo a las inversiones y a a la cooperación tecnológica.
En segundo lugar, las negociaciones para el desarrollo de las idea que
los EStados Unidos lanzaran en 1990, en el sentido de desarrollar un amplio
espacio de comercio libre a escala hemisférica. La próxima
cumbre de Miami será una gran oportunidad para avanzar ideas concretas
en este plano, las que en lo posible deberían evitar requerir su
posterior paso por el Congreso Americano, para ser efectivas. Mucho se
podría avanzar en términos de estandarización de
reglas de juego de los respectivos esquemas de libre comercio e integración
que existen en el hemisferio, incluyendo las referidas al origen de los
productos y a prácticas desleales de competencia; así como
en materia de solución de controversias originadas en políticas
comerciales unilaterales, o en materia de subsidios a las exportaciones
agrícolas. Como contrapartida también habría que
avanzar en el campo de disciplinas macroeconómicas, de regulaciónde
calidad en materia de inversiones y de transferencia de tecnologías,
e incluso en la consolidación de aranceles a niveles inferiores
que en el GATT.
El 4 + 1 entre el Mercosur y los Estados Unidos debería ser reactivado
como ámbito apropiado para profundizar ideas como las antes mencionadas.
Un mecanismo similar debería ser replanteado con la Unión
Europea. Dado el establecimiento del arancel externo común, a partir
de 1995 deberán ser mecanismos 1 + 1. Quizás si Chile optara
por una negociación intra con el Mercosur, un paso hacia su posterior
incorporación plena podría ser su participación en
estos esquemas de consultas en materia de comercio e inversiones con los
Estados Unidos -eventualmente luego con el NAFTA- y con la Unión
Europea.
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