En el contexto de los cambios que se están operando en América
Latina y del surgimiento del Mercado Común del Sur (MERCORSUR),
este texto está orientado a sugerir algunas líneas de acción
con respecto al marco institucional a través del cual pueda canalizarse
en el futuro próximo, la necesaria interacción entre la
integración europea y la latinoamericana.
Se parte de la base que la profundidad de los cambios operados requiere
repensar las prioridades y los mecanismos de las relaciones entre distintas
áreas de integración económica en el mundo,- y en
este caso particular, entre las de Europa y América Latina.
La tesis básica que se quiere plantear es la de que, sin perjuicio
de la validez del marco institucional más amplio establecido a
través del diálogo político formal entre la Comunidad
y el Grupo de Río, lo esencial de la interacción debería
ser canalizada en los próximos tiempos, a través de los
esquemas subregionales de integración económica en América
Latina, ya que ellos son los focos operativos a través de los cuales
se articulan en la actualidad, las aperturas recíprocas de los
mercados de la región. No existe hoy en sentido estricto un proceso
de integración económica de América Latina. Existen
sí múltiples esfuerzos de integración económica,
subregionales y bilaterales, algunos de los cuales se insertan en el marco
más amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración
(ALADI), especie de "casa común" de la integración
económica latinoamericana.
La interacción entre la Comunidad y América Latina, debería
estar centrada en torno al interés común de que los procesos
de integración económica, cualquiera que sean sus modalidades
y alcances (por ej. zonas de libre comercio, uniones aduaneras o mercados
comunes), se transformen en las Américas, en Europa y en el resto
del mundo, en elementos positivos para la construcción de un sistema
multilateral del comercio mundial, a partir de los resultados de la Rueda
Uruguay del GATT y en base a la afirmación del principio de no
discriminación, y a la liberación efectiva de los accesos
a los mercados de bienes y de servicios. Es entonces la idea de crear
un "hábitat" económico internacional que favorezca
la democracia, la transformación productiva con equidad social
y la competitividad, lo que permitirá nutrir un diálogo
fecundo entre la Comunidad y los países latinoamericanos, agrupados
éstos en sus propios esquemas de integración económica,
insertos a su vez, en el marco más amplio de la ALADI hoy y quizás
mañana, en el que resulte de la evolución de la idea de
un sistema hemisférico de libre comercio, elemento central de la
Iniciativa para las Américas. La existencia de disciplina comercial
internacional común, en torno a las reglas de juego del GATT o
de la futura organización mundial del comercio, constituirá
la mejor garantía para los países latinoamericanos, de que
la actual tendencia mundial a los mega-mercados, no alimentará
las naturales inclinaciones al proteccionismo y a la confrontación
económica entre las grandes potencias. La garantía al acceso
a los mercados mundiales, es crucial para estimular en nuestros países
la inversión y espíritu de empresa, condición a su
vez para la consolidación de la democracia.
Apertura de mercados mundiales, inversión, competitividad, equidad
social, democracia son en América Latina conceptos profundamente
vinculados entre sí, y explican porqué se le atribuyen tal
importancia política y económica, a los resultados positivos
de la actual Rueda Uruguay.
En la perspectiva aquí planteada, la constitución del MERCOSUR,
por la gravitación que tiene en la economía de América
del Sur - medida por su participación relativa en la población
total de la región, en su producto bruto, en su producto industrial
y en su comercio exterior, abre las puertas a una nueva etapa en las relaciones
entre la Comunidad y nuestra región. En esta etapa y quizás
por los próximos años, la cuestión central serán
las reglas del juego de la competencia económica entre los grandes
mercados, y los protagonistas serán la CEE, NAFTA, MERCOSUR y los
otros esquemas subregionales de integración económica, tales
como el Grupo Andino y los de la Cuenca del Caribe y Centroamérica.
El desarrollo de la Iniciativa para las Américas, será sin
dudas un factor que tendrá fuerte incidencia en la forma en que
se encare esa cuestión central.
Así como el acuerdo marco de comercio e inversión entre
los cuatro países del MERCOSUR y los Estados Unidos (el 4+1), constituye
el cuadro institucional a partir del cual se articulará en el futuro
la relación comercial entre los dos grandes espacios económicos
de las Américas, un marco institucional similar debería
ser desarrollado entre Mercosur y la Comunidad. Su evolución posterior
permitiría articular en torno a la triada comercio-inversión-tecnología,
los vasos comunicantes entre dos espacios económicos que ya están
estrechamente vinculados entre si, en particular, por la fuerte presencia
en los países del MERCOSUR de población y de inversiones
originados en los países miembros de la Comunidad.
Dada la realidad de los mega-mercados, acentuada sin duda por la emergencia
de NAFTA, el futuro del sistema multilateral de comercio internacional
estará fuertemente condicionado entonces, por la forma en que se
compatibilicen en su marco, los bloques económicos, las zonas de
libre comercio y los procesos regionales de integración económica.
Ello torna más urgente la necesidad de consultas sistemáticas
e institucionalizadas al respecto, entre la Comunidad y el MERCOSUR.
La nueva realidad latinoamericana
América Latina aparece hoy con una firme tendencia a salir de
una larga década de crisis. Sale, como era natural, cargada de
experiencia y de problemas. Experiencias en cuanto al agotamiento de un
modelo de desarrollo económico que respondió a otras circunstancias
históricas y que, más allá de cualquier legítimo
debate sobre sus defectos y virtudes, quedó superado por las realidades
internacionales. Problemas económicos y financieros, de endeudamiento
externo, pero por sobretodo de una inmensa deuda social interna. Se han
acentuado las inequidades en la distribución del ingreso y, se
han ampliado los sectores sociales en situación de marginalidad
y de extrema pobreza.
A pesar de las múltiples dificultades que habrá aún
que encarar, que se han puesto en evidencia recientemente en los problemas
que se han enfrentado en Perú y en Venezuela, el optimismo empieza
a ser hoy, la tónica dominante en relación a la región.
Un optimismo cauteloso pero que contrasta con el pesimismo reinante hasta
hace muy poco, tanto dentro de los países como en el exterior con
respecto a ellos. Esta nueva tónica se refleja en el cambio de
imagen que sobre América Latina se ha producido en la prensa internacional.
La pobreza y la injusticia social, la corrupción, el narcotráfico,
siguen siendo y con razón, noticia. Pero también lo es el
hecho que la región ha vuelto a crecer, que la democracia se ha
extendido a prácticamente todos los países y, en particular,
que vuelve a ser de interés hacer negocios e invertir en nuestros
países.
Es un optimismo cauteloso por lo menos por tres razones. La primera es
que el grado de frustración, por momentos de irritación,
con respecto a la performance económica de los países latinoamericanos
ha sido muy grande. El legado en tal sentido de la década de los
80 es muy negativo. América Latina no sólo fue sinónimo
de "deuda". Fue sinónimo de frivolidad y falta de seriedad
de su clase dirigente. Apreciación quizás exagerada, quizás
injusta, quizás también interesada. Pero lo cierto es que
esta era la imagen dominante en el mundo industrializado hasta finales
de la década pasada.
La segunda razón es que se sabe que los problemas a encarar son
enormes. El endeudamiento externo aún tiene un peso significativo
en algunas de las principales economías del área. La lucha
por controlar la inflación y para crear condiciones macro-económicas
sólidas favorables al crecimiento, está lejos aún
de haber terminado. Sin embargo los avances son notables y los ponen de
manifiesto los resultados ya alcanzados en México, Chile y más
recientemente, en la Argentina. Pero, por sobretodo, la cuestión
social aparece en toda la región agravada y se ha transformado
en el principal desafío interno para la eficacia de los procesos
de transformación productiva, tal como se pusiera de manifiesto
en los debates de la última Asamblea del Banco Interamericano de
Desarrollo (BE) y de la última Conferencia de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), celebradas en San
Domingo y en Santiago de Chile, respectivamente.
La tercera razón es que la situación de la economía
mundial también es incierta. El mundo industrializado, en particular
los Estados Unidos, ofrece un cuadro de crecientes dificultades para superar
las tendencias recesivas y las consiguientes tentaciones proteccionistas.
Las dificultades para concluir siquiera con éxito relativo la Rueda
Uruguay en el GATT, alimenta un panorama económico internacional
por momentos sombrío. A ello se suma el clima de inestabilidad
y de marcada impredecibilidad que se manifiesta con respecto a la antigua
Unión Soviética y en particular a Rusia. La desintegración
del imperio soviético no está aún digerida por el
mundo industrializado y en tal perspectiva, el "nuevo orden internacional",
aparece por momentos más que como una realidad, como un intento
de exorcizar las tendencias centrífugas que amenazan al Este europeo.
Sin embargo, protagonistas, analistas y mercados, dentro y fuera de la
región, se inclinan a tener un comportamiento positivo con respecto
a América Latina. Se refleja ello en los mercados de capitales
y en los flujos de inversión hacia varios de los países
de la región.
Quizás tal actitud positiva esté basada en las siguientes
razones:
a) la tendencia secular al crecimiento de las economías latinoamericanas.
En efecto, si bien los años ochenta contribuyeron a generar la
imagen de que los países del Sudeste asiático han tenido
una mejor trayectoria de crecimiento económico que los del área,
lo cierto es que en el largo plazo, son las economías latinoamericanas
las que más han crecido en el mundo. Un reciente estudio publicado
por la OECD (Angus Maddison, The World Economy in the 20th Century,
1989), demuestra que entre 1900 y 1987, los países latinoamericanos
han tenido un crecimiento promedio del 3.8%, superior al promedio de
los otros grupos de países objeto del estudio, que fueron los
de Asia con un promedio anual del 3.2% y los de la OECD con un promedio
del 2.9%. De todos los países estudiados, el que más creció
en el período de los 87 años, fue el Brasil, con un promedio
de 5% anual. En cuanto a la Argentina, su promedio anual en el mismo
período fue de 3.3%.
b) la relativa consolidación de la democracia en la región,
que a su vez refleja un cambio pronunciado de cultura política.
No sólo se ha recuperado la democracia en todos los países
latinoamericanos, salvo Cuba y Haití, cualquiera que sean las
limitaciones, imperfecciones e incluso retrocesos relativos, que se
observan en varios de ellos, sino que aparecen signos evidentes de la
emergencia de una cultura política más proclive a la concertación
y a la negociación. La forma en que se ha producido la transición
democrática en Chile es un ejemplo, pero también lo es
la administración del problema de la violencia en Colombia o
la experiencia reciente de Nicaragua. Las frustraciones parecen canalizarse
más dentro del sistema político democrático que
a través de su ruptura. Las situaciones de violencia o los retrocesos
que se observan en la marcha hacia la consolidación democrática,
sirven para recordarnos la dualidad de una realidad latinoamericana,
en la que se observan a la vez el desmantelamiento de viejas revoluciones
y el intento del armado de nuevas.
c) el cambio de actitud de los Estados Unidos con respecto a América
Latina. Sin duda facilitado por el fin del impacto de la guerra fría
en la región, lo cierto es que la administración del Presidente
Bush ha puesto de manifiesto un nuevo interés en América
Latina, que se traduce en el nítido apoyo a la democracia y en
el lanzamiento de la Iniciativa Empresa de las Américas, anunciada
en junio de 1990. Cualesquiera que sean los comentarios que puedan efectuarse
en cuanto al contenido práctico de esta Iniciativa, lo cierto
es que ha significado enviar el mensaje, especialmente a la comunidad
de negocios, que el gobierno americano sí cree que están
dándose las condiciones de un profundo cambio económico
en el área y que para los Estados Unidos, América Latina
tiene una alta prioridad, superior a la de Europa del Este. Recordemos
que en el momento de lanzamiento de la iniciativa, el temor que existía
en la región era el de un fuerte desplazamiento del interés
americano hacia la Europa del Este conmovida por los hechos revolucionarios
iniciados en 1989. La Iniciativa significa avalar al más alto
nivel político americano, lo que Michael Camdessus y Enrique
Iglesias, venían sosteniendo desde sus altas posiciones en el
Fondo Monetario Internacional y en el BID, en el sentido que en América
Latina se estaba produciendo una verdadera "revolución silenciosa",
menos publicitada y menos espectacular, pero tan o más profunda
que la de Europa del Este, y por cierto, en un terreno mucho más
fértil para el florecimiento del espíritu de empresa y
el restablecimiento de la tradición de crecimiento económico.
d) el hecho que se ha generalizado un consenso regional sobre la necesidad
de aplicar políticas económicas orientadas a superar la
obsolescencia y a crear condiciones estructurales de competitividad
internacional. Tres elementos caracterizan tal consenso regional. El
primero es el reconocimiento que los sistemas económicos se encontraban
incapacitados de generar el bienestar requerido por los procesos de
apertura democrática, y esperado por poblaciones familiarizadas
a través de los medios de comunicación masivos, sobre
el bienestar que el progreso técnico puede producir. En los países
más avanzados de la región se reconoce además que
la obsolescencia tecnológica generalizada los coloca aceleradamente
fuera de condiciones de competir en el comercio mundial de manufacturas
y de servicios. El segundo, es la aceptación de que sólo
con el control de las respectivas macroeconomías, se pueden crear
condiciones de mercado para que a través del florecimiento del
espíritu de empresa y de la inversión privada, se opere
la transformación productiva necesaria para competir en los mercados
mundiales. Y el tercero, es precisamente el de que es necesario hacer,
si se quieren alcanzar niveles de bienestar y de equidad social compatibles
con la consolidación de la democracia, un enorme esfuerzo societal
para capacitarse para competir como naciones en los grandes mercados
industrializados. Este esfuerzo cruza por la transformación del
Estado, la desregulación de la economía, la apertura al
comercio mundial, la inversión privada y la modernización
tecnológica, a fin de que a través de la incorporación
de valor agregado intelectual a la actividad productiva, poder generar
empleo y producir el tipo de bienes y de servicios, que demandan mercados
internos y mundiales, cada vez más poblados de consumidores exigentes
en calidad. El que nadie en el mundo compra caro lo malo, pudiendo adquirir
barato lo bueno, como recuerda con acierto Enrique Iglesias, se ha transformado
en un axioma, que más allá de cualquier ideología,
señala una regla central de la competencia económica internacional
de este fin de siglo.
e) la generalización de políticas exteriores orientadas
a la cooperación e integración, dentro de la región
y con el mundo. La crisis de los ochenta arroja el saldo de una América
Latina más proclive al pragmatismo en su comportamiento internacional.
Quizás como resultante de la nueva cultura política, que
reconoce el valor de la competitividad, el compromiso y la negociación,
es evidente en todas las latitudes nacionales e ideológicas de
la región, la idea de trabajar dentro de las reglas de juego
dominantes en el sistema internacional. Los viejos conflictos aparecen
diluidos en espacios de cooperación y paz. El caso centroamericano
es un ejemplo al respecto. Pero fue quizás en el Sur que se sentó
el precedente de un nuevo espíritu de cooperación política
y económica, a través de los entendimientos que se desarrollaron
entre la Argentina y el Brasil a partir del acuerdo de tripartito de
1980 y, especialmente, a partir de la recuperación democrática
y los acuerdos de 1985. Los acuerdos en materia nuclear fueron el comienzo
de un proceso de claras señales al mundo sobre el espíritu
de cooperación que reinaba en la región, reiterado con
posterioridad por hechos concretos producidos por los gobiernos de Argentina
y Brasil.
En un período de inestabilidad y de cambios revolucionarios en
todo el sistema internacional, difícil resulta hacer pronósticos
sobre cuál será la evolución futura de América
Latina. Son épocas ambivalentes: de cautela para el analista, de
optimismo para el protagonista. La agenda latinoamericana del fin del
siglo aparece plagada de dificultades y de desafíos. Pero quizás
los cambios en la propia región sumados a los que se están
operando, con signo equívoco, en la vieja Europa, abren una ventana
de oportunidad para recolocar a los países latinoamericanos en
la ruta del crecimiento y del desarrollo.
Estas reflexiones sólo intentan destacar algunos rasgos de una
nueva realidad regional que quizás estén apuntando a una
larga etapa de progreso y de libertad en la región, y que sin duda
constituyen el punto de partida para cualquier acción orientada
a entablar una relación de cooperación estrecha entre la
Comunidad y nuestra región.
El Mercosur: reflejo de la nueva realidad
Quizás sea la idea del MERCOSUR una de las que mejor reflejen
la nueva realidad latinoamericana y ello explique el interés que
ha despertado en el mundo industrializado. Valga como ejemplo, lo que
muy recientemente señalaba el poderoso Keidanren, al concluir la
Quinta Reunión Conjunta del Comité de Cooperación
Económica Brasil-Japón: los participantes japoneses se mostraron
vivamente impresionados con el firme empeño brasileño, tanto
en el sector público como en el privado, en la promoción
del MERCOSUR y resaltaron la importancia de esa integración para
alcanzar un mayor fortalecimiento y una más amplia inserción
internacional de los países de América del SUR.
A diferencia de experiencias anteriores en materia de integración,
el MERCOSUR se presenta como una alianza para la consolidación
democrática, la transformación productiva y la competitividad
internacional.
En una época en que el concepto de zonas de libre comercio de
calidad (qualityfree trade areas) - como las que surgen en América
del Norte y en Europa, caracterizadas por la sumatoria de las aperturas
recíprocas de los mercados y una disciplina macroeconómica
colectiva, tiende a borrar las tradicionales fronteras entre los conceptos
de zona de libre comercio, unión aduanera y mercado común,
lo relevante en el MERCOSUR no es tanto cuál de estas categorías
predominará en 1994 al finalizar el período de transición,
sino el hecho que los cuatro países y muy probablemente luego Chile
y Bolivia, han aceptado compartir el objetivo de reconvertir sus economías
creando a nivel subregional, un "hábitat" favorable a
los esfuerzos nacionales de competitividad estructural y empresaria.
En esta perspectiva, la validez del MERCOSUR y su viabilidad, reside
en el hecho de ser una alianza para la modernización y la inserción
competitiva en todos los mercados mundiales. El formato final y los instrumentos
son en cierta forma accesorios. Lo esencial es que se mantenga el sentido
de dirección en los cambios políticos y económicos
que se están operando, a veces quizás con distintos ritmos
y nunca por cierto, en forma lineal, en las cuatro economías del
área, como parte de un esfuerzo hemisférico más amplio,
de crear en las Américas n espacio de crecimiento, de libertad
y de equidad social.
En que estado se encuentra a comienzos de 1992 el MERCOSUR? Se ha avanzado
sustancialmente en la definición de las reglas de juego y en las
señales al mercado con respecto a lo que los cuatro países
que lo integran, desean lograr durante el período de transición
que culminará en diciembre de 1994.
En cuanto a las reglas de juego, se ha puesto en vigencia el Tratado,
que contó con la aprobación sin oposición en los
cuatro Parlamentos nacionales. El MERCOSUR está plenamente sustentado
en la legitimidad democrática. Sus órganos, basados en la
experiencia práctica adquirida por la Argentina y el Brasil en
el proceso de integración bilateral iniciado en 1985, ya están
en funcionamiento, especialmente el Grupo Mercado Común y sus once
subgrupos de trabajo, que son el eje del sistema de negociación
y de ejecución del proceso subregional de integración. Además
se han firmado o aprobado en la primera reunión del Consejo del
MERCOSUR (Brasilia, diciembre de 1991), órgano máximo de
decisión política que sesiona con la participación
de los Jefes de Estado, importantes instrumentos que regularán
el funcionamiento del Mercado Común, tales como el Protocolo de
Solución de Controversias, que incluye el arbitraje obligatorio
y prevé mecanismos para que los particulares defiendan los derechos
que les genera el Tratado de Asunción; o la decisión sobre
acuerdos sectoriales, que establece las pautas a que deberán atenerse
los empresarios para pactar la integración y especialización
intrasectorial en forma compatible con los objetivos del MERCOSUR, o la
decisión que establece sanciones administrativas para el incumplimiento
de los requisitos de origen, que como se sabe son cruciales en un proceso
de integración como el que se esta desarrollando entre la Argentina,
el Brasil, el Paraguay y el Uruguay.
En cuanto a las señales al mercado, los gobiernos han reafirmado
al más alto nivel político que los mecanismos de desgravación
comercial y los plazos habrán de cumplirse inexorablemente. Así
el 31 de diciembre 1991 de se profundizó automáticamente
la preferencia arancelaria y así ocurrirá nuevamente al
final de cada semestre hasta concluir el 31 de diciembre de 1994 con arancel
cero para todo el universo arancelario. También al finalizar 1991,
cada uno de los países cumplió con su compromiso de eliminación
de un porcentaje de los productos incluidos en las Listas de Excepciones,
correspondiendo a la Argentina y al Brasil una reducción del 20%
de sus respectivas Listas. Se ha comenzado a trabajar en la metodología
para la definición del arancel externo común, que deberá
facilitar la competencia externa de sus respectivas economías,
y en las medidas anunciadas por el Brasil el 19 de febrero de 1991 para
activar sus exportaciones, se incluyó un anticipo en el cronograma
de reducción de su protección arancelaria, reiterándose
explícitamente que a partir del 1 de enero de 1995 regirá
el arancel externo común.
La coordinación de políticas económicas, en la medida
necesaria para facilitar el establecimiento de la Unión Aduanera,
es una preocupación central del MERCOSUR. Por ello, al más
alto nivel político en diciembre de 1991, se reiteró la
definición que ya habían efectuado los Ministros de Economía
y los Presidentes de los Bancos Centrales, en el sentido que tres son
las prioridades centrales de las políticas económicas de
los cuatro países: a) la estabilidad económica, a ser alcanzada
mediante políticas fiscales y monetarias austeras; b) la mayor
apertura de las economías para una inserción más
competitiva en la economía global, y c) la mayor modernización
de las economías, mediante la desregulación y la privatización.
Más allá de circunstanciales dificultades originadas en
cada país como consecuencia inevitable a veces, de las propias
políticas de estabilización y de transformación productiva,
lo cierto es que el MERCOSUR está asentado en una percepción
común de lo que es necesario hacer en el interior de cada país,
para superar la obsolescencia económica y tecnológica, e
insertarse competitivamente en la economía internacional. Es en
el marco dinámico de una coordinación de facto de las políticas
económicas que corresponde analizar los problemas de asimetrías
de costos relativos, que pueden aún manifestarse como consecuencia
de los efectos de arrastre de políticas macroeconómicas
que los cuatro países están firmemente empeñados
en superar.
La agenda de prioridades para 1992, también definida en su reunión
de diciembre 1991 por los cuatro Presidentes y el Consejo del MERCOSUR,
ilustran sobre los alcances y las características de un proceso
de integración claramente orientado hacia la competitividad internacional
de las respectivas economías nacionales. Ellas son: a) profundizar
el examen para la definición del arancel externo común a
partir de los criterios metodológicos acordados; b) adoptar las
medidas que aseguren condiciones efectivas de competencia leal para el
comercio entre los países del MERCOSUR con terceros países;
c) avanzar en la desregulación del transporte entre los cuatro
países para reducir sustancialmente sus costos y para estimular
la necesaria inversión privada; d) dar la máxima prioridad
a las acciones orientadas a obtener normas técnicas, que a la vez
que aseguren la calidad y la competitividad internacional, faciliten la
expansión del comercio entre los países del MERCOSUR y la
protección de los legítimos intereses del consumidor; e)
promover iniciativas orientadas a concretar proyectos que permitan un
mayor aprovechamiento de los recursos energéticos del MERCOSUR,
y f) coordinar posiciones en los foros económicos multilaterales,
en especial en el GATT, el Grupo Cairns y otros. A pesar de las dificultades
económicas y al contexto e inestabilidad que se han manifestado
aún en 1991, el comercio entre la Argentina y el Brasil, ha continuado
creciendo en forma superior al comercio exterior global, especialmente
por el lado de las exportaciones, confirmándose la firme tendencia
que en tal sentido se manifestara tras los acuerdos celebrados entre los
dos países en el contexto del Programa de Cooperación e
Integración (PICAB) iniciado en 1985. También en 1991 y
1992, se ha puesto de manifiesto un fuerte interés del sector empresario
en participar activamente en el comercio subregional, reflejado en múltiples
acuerdos a nivel de empresas o el acuerdo sectorial siderúrgico
(abril de 1992), que retoma en el marco de las nuevas pautas establecidas
por el Consejo del MERCOSUR, los esfuerzos de integración intra-sectorial
desarrollados al amparo del PICAB.
Tanto para la Argentina como para el Brasil, las dos principales economías
del área, que además mantienen vigente entre sí su
propio proceso bilateral de integración (el ACE 14-ALADI), el MERCOSUR
es percibido como un instrumento clave - a pesar de la distinta importancia
relativa que el comercio bilateral actual tiene para ambas economías
- de sus respectivas estrategias de inserción competitiva en los
mercados mundiales, y como tal de sustento de sus procesos de transformación
productiva en el marco del sistema democrático.
Ninguno de los dos países lo percibe sólo en función
del aprovechamiento de sus respectivos mercados internos, ni como alternativa
a la necesaria apertura al comercio mundial. La opción entre integración
en el MERCOSUR o integración en el mundo, no es realista ni tiene
vigencia práctica en ninguno de los dos países.
La opción realista es la del MERCOSUR para facilitar la integración
competitiva en el mundo.
Y en los dos casos además, la construcción del MERCOSUR
es parte de un proceso más amplio de creación de un entorno
subregional que facilite la cooperación en todos los planos, y
que sustente el enorme progreso alcanzado en los años posteriores
al reestablecimiento democrático en el campo nuclear, extendiéndolo
crecientemente al de la cooperación política y en especial,
científica y tecnológica.
La institucionalización de las relaciones entre la Comunidad
y América Latina: el caso del Mercosur
Desde sus inicios los países miembros del MERCOSUR le han atribuido
una importancia especial a sus relaciones con la Comunidad. Apenas firmado
el Tratado de Asunción, los cuatro Ministros de Relaciones Exteriores
visitaron Bruselas y efectuaron allí, ante la Comisión,
la primera presentación internacional del nuevo esquema de integración.
Como el resultado de ese hecho se ha preparado un acuerdo de cooperación
inter-institucional, que habrá de ser firmado entre la Comisión
de la Comunidad y Los cuatro países, representados por el Consejo
del MERCOSUR.
Este primer acuerdo de cooperación brindará sin dudas las
bases institucionales para la canalización de cooperación
de la Comunidad hacia el MERCOSUR. Muchos son los campos en que la experiencia
europea puede ser valiosa para los países del MERCOSUR, a pesar
de las diferencias que se observan en las metodologías de integración
y en los mecanismos institucionales utilizados en un caso y en el otro.
Lo importante sin embargo, será la flexibilidad y la rapidez con
que tal cooperación pueda canalizarse, tomando en cuenta la agenda
de acción que los países del MERCOSUR se han fijado en el
período de transición que culmina el 31 de diciembre de
1994. Tal cooperación, por lo demás, será adicional
y complementaria de la que la propia Comunidad canaliza a través
de sus relaciones bilaterales con cada uno de los países miembros
del MERCOSUR, y a la que también canalizan cada uno de los países
miembros de la Comunidad.
Si embargo, el marco institucional que se establecerá por medio
del acuerdo de cooperación parece suficiente para cubrir las necesidades
de un diálogo más amplio en tomo a las cuestiones centrales
de las relaciones comerciales entre ambos espacios económicos,
y las del necesario fortalecimiento del sistema multilateral del comercio
mundial ambiciosas en el relacionamiento entre la Comunidad y el MERCOSUR.
Un mecanismo de consulta como el propuesto puede ser más importante
aún, si es acompañado con un mecanismo de participación
del sector empresario, con carácter asesor, ya que aquél
estaría concentrado en cuestiones vinculadas al comercio, la inversión
y la transferencia de tecnología, es decir cuestiones de interés
primordial del sector privado. En el caso de las relaciones del MERCOSUR
con la Comunidad, este nivel de interacción es esencial, si se
tiene en cuenta la importancia de la presencia de empresas europeas en
los cuatro países. El 70% del stock de inversión de origen
europeo en América Latina, se concentra en el MERCOSUR, según
datos de 1989, y es posible que este porcentaje haya aumentado o aumente
sustancialmente en el futuro inmediato, a través de la participación
de inversores europeos en las privatizaciones en la Argentina y en el
Brasil.
En la perspectiva de un fortalecimiento del sistema multilateral de comercio
internacional y sin prejuicio de otras, cuatro grandes cuestiones aparecerían
como prioritarias para su tratamiento en un marco consultivo como el sugerido.
Ellas son: a) las reglas de juego de la competencia económica internacional;
b) el efecto de la "guerra de subsidios agrícolas" sobre
las economías del MERCOSUR; c) la disciplina multilateral de las
políticas y prácticas comerciales de los países miembros
del GATT, especialmente en lo que se refiere a las medidas unilaterales
que pueden tener efectos discriminatorios, y d) la actualización
de las normas del GATT (art. XXIV y cláusula de habilitación),
referidas a la compatibilización de los distintos esquemas de integración
y de libre comercio con el principio de no discriminación.
Conclusiones
Se abre una nueva etapa en las relaciones entre la Comunidad y América
Latina. La creación de un "hábitat" internacional
favorable a la "revolución silenciosa" de América
Latina, debería ser la gran prioridad. Implica el fortalecimiento
del sistema multilateral de comercio internacional, a fin de que el acceso
efectivo a todos los mercados, con todo tipo de bienes y servicios, faciliten
los esfuerzos de transformación productiva y de competitividad,
que son cruciales para la consolidación de la democracia, tanto
en América Latina como en Europa.
Para ello aparece como esencial que en el marco de las reglas de juego
de la competencia económica internacional, que tendrán que
ser en el futuro uno de los ejes centrales del sistema multilateral de
comercio internacional, se establezcan vasos comunicantes institucionalizados
entre los grandes espacios económicos en torno a los cuales se
están agrupando los principales protagonistas del comercio mundial.
En las Américas, la idea de un sistema hemisférico de comercio
libre, basado en la interconexión de los distintos esquemas de
integración económica y de libre comercio, entre los cuales
NAFTA y el MERCOSUR aparecen como los principales por su dimensión
económica, se esta enhebrando en torno a mecanismos de consulta
y comunicación, como el que se ha establecido en el denominado
"4+1" entre los Estados Unidos y los países del MERCOSUR.
Sin prejuicio de la importancia de canales formales de diálogo
político, como el que se ha establecido entre la Comunidad y el
Grupo de Río, la institucionalización de las relaciones
de la Comunidad con los esquemas de integración en América
Latina, parece una vía más práctica, no sólo
para canalizar cooperación técnica y económica, sino
también para explorar la utilización más efectiva
de mecanismos como el Sistema General de Preferencias, pero por sobretodo,
para examinar el desarrollo de intereses comunes, en torno a las grandes
cuestiones de la agenda del comercio mundial.
Dada la gravitación económica y política que está
llamado a tener el MERCOSUR, parecería recomendable que la Comunidad
entable desde ya una relación institucional con este esquema de
integración económica, con objetivos más avanzados
que los importantes pero limitados, que se han fijado para el primer acuerdo
de cooperación interinstitucional que han de firmar próximamente,
la Comisión de la Comunidad con los cuatro países del MERCOSUR.
Un acuerdo de consulta similar en sus lineamientos y alcances, al denominado
"4+1", ya vigente entre los Estados Unidos y el MERCOSUR, podría
brindar un marco adecuado para encarar una relación institucionalizada
entre la Comunidad y el MERCOSUR, en la que ambos esquemas de integración
económica, a pesar de las diferencias de avances, de metodologías
y de mecanismos institucionales que existen entre ellos, puedan visualizarse
como protagonistas significativos, igualmente interesados en el fortalecimiento
del sistema multilateral de comercio internacional, a partir de los resultados
de la Rueda Uruguay del GATT.
Una participación efectiva del sector privado, en el asesoramiento
a este mecanismo consultivo, afirmaría la vinculación de
su agenda con las cuestiones centrales que hacen al comercio, la inversión
y la cooperación tecnológica, entre la integración
europea y la del MERCOSUR.
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