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  Félix Peña

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  Diario El Cronista | 1 de marzo de 1993

Pactar con EE.UU. pero sin sacrificar otros ejes de integración


Cómo relacionarnos con Nafta es un tema de actualidad en nuestro país. Incluso se ha señalado que tal relación podría ser una alternativa al Mercosur. Planteada como alternativa no sería sólo una cuestión económica. Tendría profundas implicancias políticas, especialmente en la relación con el Brasil. Se transformaría entonces en una cuestión mayor de nuestra política exterior.

Tres hechos no pueden ser ignorados en cualquier análisis serio sobre esta cuestión.

El primer hecho es que hemos celebrado, básicamente por iniciativa argentina, un acuerdo internacional con el Brasil, el Paraguay y el Uruguay, para establecer en plazos determinados las bases de un mercado común, a partir del establecimiento de una unión aduanera. Fue concebido y debe seguir siendo, un acuerdo flexible que permite conciliar realidades cambiantes con seguridad jurídica. Pero requiere de nosotros y de nuestros socios un comportamiento predecible en materia de alianzas económicas internacionales y, sobre todo, una cierta disciplina macroeconómica y comercial colectiva. Caso contrario afectaríamos nuestra imagen internacional de socios confiables.

El segundo hecho es que Nafta no hay entrado todavía en vigencia. Debe sortear aún el difícil paso por el Congreso Americano. Hay claras resistencias y cuestiones a resolver en materia laboral y de medio ambiente. Cuesta imaginar que antes de 1994 pueda dialogarse seriamente sobre una eventual ampliación. Las condiciones de acceso tampoco son claras.

El tercer hecho es que no se conocen evaluaciones sobre los efectos que podría tener un eventual acceso de la Argentina al Nafta. El excelente libro publicado recientemente por Roberto Bouzas y Nom Lusting, sobre Liberalización comercial e integración regional: de Nafta a Mercosur, aporta elementos de juicio valiosos sobre la cuestión y constituye una base indispensable para un análisis más de fondo.

Estos tres hechos llevan a recomendar mucha prudencia en el manejo del tema. Por eso es acertada la forma en la que la reciente Cumbre del Mercosur abordara la cuestión. Los presidentes acordaron proponer a los Estados Unidos realizar en el ámbito del acuerdo 4+1, conversaciones preliminares para dar inicio cuando las partes lo consideren oportuno, a negociaciones entre el Mercosur y los Estados Unidos, "sobre las opciones comerciales que se abren a partir de la nueva realidad hemisférica de acuerdo a la iniciativa de las Américas y a la firma del Tratadod e Libre Comercio de América del Norte, del cual son signatarios asimismo México y Canadá".

La redacción es muy cuidadosa y deja abiertas todas las opciones. Centra el diálogo en los Estados Unidos que es lo que importa desde el punto de vista económico. Nada excluiría en efecto, que primero se encarara un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos y recién luego, un acuerdo más amplio con Nafta. Es una opción como puede haber otras.

La próxima reunión del 4+1, en abril en Washington, es una excelente oportunidad para avanzar en la preparación de las negociaciones que propusieron los presidentes. La naturaleza de los temas a tratar, torna indispensable involucrar activamente al sector privado en la preparación de la reunión y luego en su desarrollo. Ello está previsto en el artículo 4to. del Acuerdo 4+1.

Parece conveniente encarar en nuestro país un debate con la participación del sector privado, sobre opciones y consecuencias en la relación con Nafta, que parta de los hechos antes apuntados y en el que colaboren los centros académicos especializados.

En tal debate y sin perjuicio de otras, tres preguntas merecen una respuesta fundada, a fin de permitir la articulación de una estrategia negociadora con los Estados Unidos y luego con Nafta.

La primera pregunta es sobre si no convendría centrar las negociaciones con los Estados Unidos en torno de las restricciones no arancelarias y a la previsibilidad en el acceso al mercado americano, dejando de lado por el momento, mecanismos de desgravación arancelaria. En el sector siderúrgico ha quedado evidenciado recientemente que la administración Clinton continuará recurriendo a medidas unilaterales restrictivas del comercio. Y esto es lo que realmente nos afecta, pues la precariedad en el acceso al mercado americano puede desestimular en algunos sectores la inversión y los esfuerzos de transformación productiva. Quizás una negociación orientada a establecer en el ámbito del 4+1, mecanismos de revisión de medidas comerciales unilaterales por paneles independientes, siguiendo los lineamientos del capítulo XIX del Acuerdo de Libre Comercio entre los Estados Unidos y el Canadá, retomados en Nafta, podría ser de mayor interés para nuestros países. Esta negociación podría estar vinculada a compromisos de disciplina colectiva macroeconómica en el Mercosur y a la calidad de las legislaciones relacionadas con el comercio, las inversiones y la propiedad intelectual. Podría incluso quizás, el compromiso de aumentar en el futuro los niveles arancelarios con respecto a los existentes en el momento de entrada en vigencia del acuerdo, acordemos al respecto, que los países del Mercosur ya se han comprometido en la reciente Cumbre con un arancel externo bajo.

La segunda pregunta es como se puede vincular el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, con tales alcances con los otros ejes de nuestra estrategia de integración, en especial con Chile y con la CEE, en el marco de un GATT fortalecido. Es una cuestión central para países como el nuestro, con intereses económicos fuertemente diversificados a escala global. Una estrategia de alianzas múltiples que tiene en cuenta la creciente vinculación de nuestra economía a la de los países europeos, puede ser la más conveniente para el interés nacional.

Y la tercera pregunta es como pueden las empresas argentinas extraer provecho de las oportunidades de inversión que se generarían en un acuerdo entre el Mercosur y los Estados Unidos. Es en definitiva la pregunta clave: es en que medida los acuerdos de integración y de libre comercio, se justifican por un lado, como pasos transitorios hacia una economía globalmente abierta, pero sobre todo, con resultados prácticos de desarrollo del marco apropiado para los intentos internos de modernización tecnoloógica y de reconversión industrial a fin de alcanzar, en un clima de estabilidad macroeconómica, reglas de competitividad empresaria a escala global. Concebidas las alianzas para la productividad y competitividad y en la medida que sean efectivos, estos acuerdos pueden ser un instrumento central de una política activa de transformación productiva.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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