I. La inserción internacional de una Argentina renovada
La actual estrategia de inserción argentina en la economía
mundial, deriva de la opción que ha hecho el país por la
democracia, la modernización económica a través de
la incorporación del progreso técnico y en condiciones de
equidad social, y por la competitividad a escala global Es por lo tanto,
la expresión externa de una Argentina que ha encarado en los últimos años
un profundo proceso de transformación, para superar los rasgos
de sociedad introvertida y poco competitiva que la caracterizaron durante
las últimas décadas.
Responde tal estrategia, a un consenso nacional que se ha desarrollado
tras el retorno del país a la democracia, en el sentido de lograr
la consolidación de valores e instituciones propios de una sociedad
que aspira a ser abierta y pluralista, y que comienza a percibirse con
un gran potencial para competir con mayores ventajas que antes, en el
escenario económico global de este fin de siglo.
Lo antes afirmado refleja sin dudas, una visión optimista de una
sociedad que tuvo una fuerte tendencia en las últimas décadas,
a percibirse como marginada y marginal en el escenario mundial, especialmente
en su relación con los países de la OECD. Más allá
de los datos objetivos que ilustran tal marginalidad en términos,
por ej. de participación relativa en las importaciones de la OECD,
quizá lo mas grave fue la incidencia que los datos de la realidad
tuvieron en la idea que la sociedad se formó sobre su lugar en
el mundo.
La Argentina fue una sociedad marcada durante mucho tiempo por la inseguridad
que plantea el síndrome de la pérdida de status, de la decadencia,
de lo que en alguna oportunidad se denominó el fenómeno
de la atimia. De ahí incluso esa persistente tendencia que hubo
en el pasado entre los argentinos a debatir la pertenencia o no al "tercer
mundo" o al "primer mundo", o el auge que en los años
setenta tuvo la cuestión de la "dependencia" frente a
la "inserción en el mundo occidental y cristiano".
El desarrollo de una actitud pesimista frente al valor relativo a las
posibilidades del país en el mundo, llevó a acentuar un
comportamiento internacional defensivo, poco proclive a la competitividad
y en cambio inclinado, a magnificar los obstáculos, tales como
los que fueron planteando a partir de los años setenta sobre nuestras
exportaciones agrícolas, los efectos de la política agrícola
común de la CEE. Al perderse los reflejos competitivos, la sociedad
y su economía, debilitaron en grado extremo su capacidad para comprender
primero y adaptarse luego, a los grandes cambios que se fueron produciendo
en la economía mundial, por ejemplo, por el fenómeno del
desarrollo que tuvieron las economías del Japón y del Sudeste
Asiático.
No es el de la Argentina en tal sentido un caso único. Por lo
contrario la historia demuestra que constantemente las naciones, como
los individuos, afirman su identidad en la percepción que tienen
-basada en una mezcla variable según los casos, de factores subjetivos
y objetivos- de su importancia relativa en el mundo que las rodea. De
Gaulle lo señalaba para el caso de Francia en la introducción
misma de sus Memorias, el "euro-optimismo" lo refleja recientemente
en el caso de Europa y la incomodidad que produjo en los Estados Unidos
el libro de Paul Kennedy, también nos indica que ni los mismos
americanos escapan a la inseguridad que produce el ser percibidos como
decadentes. La furia que en los últimos tiempos producen afirmaciones
de líderes japoneses sobre la inferioridad de los trabajadores
americanos, ilustra también que el . dejar de ser "número
uno" es algo difícil de digerir por una sociedad.
Lo cierto es que luego de su espectacular crecimiento desde el anterior
fin del siglo hasta los años de la gran crisis económica
mundial en los años treinta, la Argentina -especialmente a partir
de las postrimerías de la década del cuarenta-, no sólo
comenzó a estancarse, sino que empezó a tener serias dificultades
objetivas en su real inserción en la economía mundial y
por consiguiente, en la percepción de su rol en el mundo. Perdió
su relación económica especial con Gran Bretaña,
disminuyó su posición privilegiada en el ranking de naciones
latinoamericanas y el sector externo de su economía planteó
recurrentes crisis económicas internas pasados los primeros años
de la posguerra. La historia es conocida y no es necesario recordarla
aquí. Pero puede sintetizarse en una realidad expresada en casi
todos los indicadores económicos que se consideren, de un aumento
creciente por el doble fenómeno del fin de la guerra fría
y la globalización de la economía mundial.
El colapso del comunismo soviético agotó una de las principales
fuentes externas de desestabilización política en la región
latinoamericana, que semanifestó especialmente en pronunciadas
diferencias con los Estados Unidos acerca de la verdadera naturaleza y
los reales alcances de los procesos de cambio que intentaron desarrollarse:
en los años 60 y en los 70 en varios de los países hemisféricos,
y en el hecho real que la puja Este-Oeste también tenia como campo
de acción a América Latina. La última manifestación
regional de este fenómeno fue la guerra civil que azotó
a Centroamérica durante la última década. La asociación
constante entre "cambio", "progreso" y "comunismo",
especialmente en la percepción americana y de las élites
internas, creó serias dificultades para los procesos democráticos
en la región y para muchos de los intentos que se efectuaron en
aquellos años para superar algunas de las causas estructurales
del atraso económico, a través de reformas fiscales, agrarias
y del comercio exterior.
El conflicto ideológico este-oeste introducido en la región,
frenó la marcha hacia sociedades más abiertas, competitivas
y democráticas- que se había i-niciado a finales de los
cincuenta, especialmente en el Sur del Continente. Los conflictos internos
se radicalizaron, por un lado por la percepción de que todo cambio
profundo implicaba, explícita o implícitamente, una opción
por el modelo marxista y, por el otro, pues efectivamente en muchos casos
el modelo marxista, en su versión soviética o luego china,
fue percibido en la puja política interna como una alternativa
viable.
Lo antes afirmado explica en parte las dificultades que tuvo la Argentina,
entre otros países latinoamericanos, de encontrar un modelo económico
alternativo al predominante a partir de los años 30, centrado en
el rol dinámico del Estado en el desarrollo económico. Los
fracasos de los intentos democráticos renovadores de comienzos
de los sesenta, hizo que cualquier modelo económico alternativo
al dominante, que estuviera basado en el predominio del mercado, de la
iniciativa privada y de la competencia económica, comenzara a ser
asociado con el autoritarismo, la negación de la democracia y la
represión política. El problema se agravó por el
hecho que en la práctica, los sistemas buro-cráticos-militares
pusieron más énfasis en la retórica del liberalismo
económico que en una efectiva transformación de las pautas
que regulaban la actividad económica. El temor a la libertad los
llevó a confiar más en la acumulación centrada u
orientada básicamente en la acción del Estado, que en el
efecto de la competencia y de la iniciativa de la sociedad civil.
Es posible entonces sostener que la guerra fría tuvo su impacto
más negativo en América Latina, al anular en la práctica
la posibilidad de la opción por la sociedad abierta en la que la
contradicción y la actitud contestataria, en un clima de libertad
y en un marco de predominio del Derecho, se pudiera transformar en la
fuente más rica de la innovación, la creatividad y, por
ende, del progreso social. La falta de competencia política anuló
o al menos disminuyó sustancialmente las posibilidades de introducir
en la región política económicas eficaces basadas
en el mercado y en la competencia económica. Conjugada a partir
de 1982 con el agotamiento de las posibilidades de endeudamiento externo,
terminó manifestándose en una acelerada obsolescencia tecnológica
del aparato productivo y, por ende, en una pérdida creciente de
competitivi-dad internacional.
La globalización de la economía mundial, a su vez, ha tenido
un doble efecto sobre la Argentina y, en general, sobre la región
latinoamericana. Por un lado, acentuó la velocidad del desplazamiento
de las ventajas competitivas entre las naciones, tanto en relación
al comercio mundial como a los flujos de capitales. Como consecuencia
de ello, las exportaciones de la Argentina y de los otros países
latinoamericanos fueron perdiendo gradualmente competitividad en los mercados
de la OECD, en particular frente a las del Sudeste Asiático, y
en el Campo agrícola, a las propias de los países de la
CEE. Por el otro, aceleró las tendencias a la formación
de megamercados, con un enorme potencial para ser, o enormes fortalezas
proteccionistas o eficaces plataformas de lanzamiento para competir en
los mercados mundiales. Los capitales encontraron más atracción
en aquellos países con acceso asegurado a un gran mercado de alto
nivel de consumo, que en los de los países latinoamericanos, que
además de su desorden macroeconómico ofrecían pocas
posibilidades de acceso asegurado al mercado de la Comunidad, de los Estados
Unidos o del Japón.
Al fenómeno de los "tigres" asiáticos, competidores
formidables de los países latinoamericanos, tanto en la atracción
de capitales como en la eficacia para penetrar los mercados industrializados,
se sumó a partir de 1989, el de las economías de Europa
del Este, que quizás apresuradamente fueron percibidas en un primer
momento también como temibles competidores potenciales para América
Latina, sea en la atracción de financiamiento público internacional,
o de inversiones directas o en el otorgamiento de tratamientos comerciales
preferen-ciales, especialmente por parte de Europa occidental.
Ambos fenómenos pusieron de manifiesto en América Latina
y también en la Argentina, que en el mundo de la globalización,
los megamercados, la posguerra fría y la poscrisis de la deuda
externa, no había muchas alternativas que organizarse para competir
como naciones en los mercados mundiales, introduciendo para ello profundos
cambios económicos internos, a través de la aplicación
de lo que se ha dado en llamar el modelo económico del "consenso
de Washington", basado en la apertura comercial, las privatizaciones,
la desregulación económica y un gran esfuerzo de incorporación
del progreso técnico para alcanzar niveles satisfactorios de competitividad
internacional. El muy reciente informe de la CEPAL sobre "Equidad
social y transformación productiva: un enfoque integrado"
(LCL 668, del 6 de enero de 1992), pone de manifiesto que este modelo
puede y debe ser compatible con los esfuerzos para superar el pronunciado
deterioro social que produjeron los recientes años de estancamiento
en América Latina. De hecho este informe conduce el debate latinoamericano
actual hacia un enriquecimiento conceptual y operativo del "consenso
de Washington", en búsqueda de políticas que permitan
conciliar efectivamente a-juste estructural, transformación productiva,
equidad social, democracia y competitividad internacional.
II. Un esfuerzo nacional de competitividad internacional
El eje central de la actual estrategia de inserción argentina
en la economía mundial, cruza por la necesidad de desarrollar un
entorno económico externo favorable al triple esfuerzo de consolidación
democrática, de transformación productiva y de competitividad
internacional.
Como en el caso de la mayoría de los países latinoamericanos,
el sentido de la estrategia es la creación de un "habitat"
externo favorable a los esfuerzos internos de renovación política
y económica. La estrategia parte entonces de lo interno hacia lo
externo. Proyecta en la acción externa, los valores e intereses
de sociedades que quieren afirmar una cultura de la competitividad en
todas sus dimensiones, especialmente en lo político y en lo económico.
El esfuerzo de competitividad es percibido crecientemente como la resultante
de una movilización societal y no sólo como un fenómeno
económico centrado en el imperativo de exportar. De allí
la preocupación central de afirmar la competitividad de la nación
en un sólido tejido de solidaridad y organización societal,
que lleva a transformar la cuestión de la equidad social interna
en una condición esencial para la inserción competitividad
en la economía mundial, tal como lo plantea el antes citado informe
de la CEPAL para su Conferencia de abril de 1992.
Al partir del cambio interno, la estrategia está íntimamente
asociada con los esfuerzos para controlar la macroeconomía y recrear
condiciones de estabilidad sólidas para la inversión, la
incorporación del progreso técnico, la productividad y la
competitividad. Su objetivo principal es tornar la economía nacional
en fuertemente atractiva para la inversión productiva, de los propios
capitales y de los internacionales. El mensaje al inversionista atraído
por las múltiples opciones que se le abren en el mundo, como consecuencia
del impacto de la globalización en los flujos de capitales y de
tecnología, es de que también invirtiendo en la Argentina
puede aspirar a producir competitivamente para penetrar los mercados mundiales,
especialmente los de los países de la OECD.
De allí que parte del esfuerzo orientado a crear un "habitat"
interno favorable a la inversión y a la competitividad, presente
además del control de la macroeconomía, por lo menos tres
elementos que son esenciales para atraer la inversión: a) la reducción
sustancial del "costo argentino" a través de las reformas
que se han encarado en materia financiera y fiscal, en el campo energético
y de los transportes, y en el laboral; b) la creación de un cuadro
jurídico interno que sea competitivo a nivel internacional, para
garantizar al inversor, incluyendo la legislación de propiedad
intelectual y los convenios de garantía a la inversión extranjera,
y c) el apoyo a los esfuerzos de negociación de un marco multilateral
favorable a la liberación y expansión del comercio mundial,
especialmente en el marco del GATT, así como el trazado de una
red de alianzas económicas internacionales que reduzcan o eliminen
las incertidumbres en el acceso, desde la Argentina, a los mercados mundiales.
Se tiene claro que en una sociedad abierta y pluralista, una estrategia
de inserción en la economía mundial no puede ser sólo
del gobierno ni su ejecución estar sólo centrada en él.
La idea que la acción gubernamental sólo puede facilitar
el marco adecuado para la proyección externa de la sociedad civil,
en particular de los empresarios. Así como en el plano interno
el mayor esfuerzo de competitividad cruza por el nivel empresario, para
lo cual sí es necesario crear condiciones estructurales de competitividad
a través de la política macroeconómica, también
en el plano externo la esencia de la acción cruzará por
la que realicen las empresas al proyectar hacia los mercados mundiales
su capacidad de producir bienes y de prestar servicios, o al desarrollar
una estrategia global y regional de abastecimiento de insumos que permita
bajar costos y mejorar sustancialmente la calidad, y por tanto competitividad,
de sus productos y de sus servicios.
III. Los principales frentes de negociación externa.
Cuatro son los principales frentes de negociación externa a través
de los cuales se articula la actual estrategia de inserción argentina
en la economía mundial: el de la deuda externa, el de la liberalización
del comercio mundial, el del desarrollo de la idea implícita en
la denominada Iniciativa para las Américas y el del MERCOSUR.
Los cuatro están estrechamente asociados entre sí y si
bien tienen una dimensión temporal distinta puesto que sus efectos
se gradúan en forma diferenciada en el tiempo, se condicionan recíprocamente
ya que la evolución en cada uno de ellos necesariamente toma en
consideración lo que va ocurriendo en el conjunto. Por ejemplo,
la evolución de la estrategia de desarrollo del MERCOSUR dependerá
en gran medida de los avances que se alcancen en las negociaciones en
el GATT, para lograr una disciplina comercial internacional que permita
neutralizar las actuales tendencias al proteccionismo y a las acciones
unilaterales discriminatorias en los países de la OECD, y para
lograr la introducción de cambios radicales en las políticas
agrícolas de los países industrializados, incluyendo una
reducción sustancial de los subsidios a las exportaciones de productos
agrícolas.
a. La deuda externa:
El frente negociador en relación a la deuda externa, se centra
fundamentalmente en las actuales negociaciones con el Fondo Monetario
Internacional y con los bancos, con el objetivo de lograr en el marco
del denominado Plan Brady, una sustancial reducción de la carga
fiscal que significa el cumplimiento de los compromisos incurridos en
el pasado, con clara implicancia inflacionaria, y restablecer plenamente
así la credibilidad financiera del pais y su capacidad de participar,
activamente en los flujos de fihanciamiento internacional. Podría
afirmarse que el objetivo es el restablecer una normalidad perdida durante
la década del ochenta, a fin de consolidar condiciones macroeconómicas
sólidas y razonables para el esfuerzo nacional de competitividad
internacional.
Los otros tres frentes negociadores, suponen el logro de tales condiciones
macroeconómicas de competitividad y están fuertemente centrados
en mejorar sustancialmente las condiciones de acceso a los mercados externos
principales para el país y atraer así, al inversor internacional
y nacional hacia actividades productivas orientadas tanto al mercado interno
como al mercado mundial.
En el trazado de las respectivas estrategias negociadoras en estos frentes,
se parte del reconocimiento de una realidad económica internacional
dominada por la formación de megamercados y por una fuerte propensión
hacia el proteccionismo y el comercio administrado. Se comparte el diagnóstico
de Arthur Dunkel en el sentido que la precariedad en los accesos a los
mercados mundiales, constituye una de las formas más eficaces de
restricciones no arancelarias al comercio mundial. Se reconoce que todos
nuestros competidores buscan en la alianza con otras naciones en torno
a bloques económicos, adquirir una suerte de seguro contra el proteccionismo,
transformando su acceso a los mercados del respectivo bloque, en un derecho
jurídicamente protegido y no en un privilegio unila-teralmente
concedido -y por lo tanto fácil de remover en forma unilateral
y eventualmente arbitraria. Se extraen así consecuencias conceptuales
y prácticas de las motivaciones que llevaron por ejemplo al Canadá
a negociar el FTA con los Estados Unidos y posteriormente a México,
a iniciar las actuales negociaciones trilaterales para la formación
de NAFTA.
b. El GATT y el acceso a los mercados de la OECD:
Las negociaciones de la Rueda Uruguay, tendientes a lograr una mayor
apertura de los mercados mundiales y a asegurar una disciplina multilateral
internacional en el comercio mundial, son cruciales para nuestro país,
especialmente para sus relaciones comerciales con los países de
la OECD. Así lo ha expresado en el marco del Grupo Cairns, en especial
en relación a los cambios qué se aspira a introducir en
las políticas agrícolas de los países industrializados,
no sólo de la CEE y, en particular, en relación a los subsidios
a las exportaciones.
Sólo en el cuadro de una negociación multilateral internacional
que concluya con un fortalecimiento del GATT y de sus reglas de juego,
se entiende posible lograr un cambio radical en las políticas agrícolas
de la CEE y en la denominada "guerra de los subsidios agrícolas",
que tanto daño han producido al comercio agrícola de nuestro
país.
La experiencia de las últimas dos décadas ha demostrado
fehacientemente que los esfuerzos aislados de la Argentina, tanto con
respecto a la CEE como con respecto a los Estados Unidos, eran ineficaces
para lograr el mínimo de cambios requeridos por una economía.altamente
eficiente y competitiva en el comercio de productos agrícolas.
Una idea de la importancia relativa de esta cuestión para la economía
argentina, lo da el hecho que un cuarto de nuestras exportaciones totales
están compuestas en la actualidad, por productos primarios y manufacturas
de origen agrícola orientadas hacia el mercado de la CEE.
El enorme potencial agrícola del país se vería sin
duda beneficiado por la mayor apertura y la mayor seguridad en el acceso
a los mercados de la OECD, y por la reducción sustancial del denominado
proteccionismo de terceros mercados, logrado a través de una política
de subsidios a las exportaciones agrícolas de los Estados Unidos
y de la CEE, que nos han desplazado, han puesto techo o lian rodeado de
incertidumbre nuestro propio acceso a mercados de terceros países,
en particular en el mundo en desarrollo. Sin duda que, junto con factores
originados en nuestras propias políticas macroeconómicas,
las limitaciones- y las incertidumbres en los accesos a los mercados mundiales,
han significado en los últimos años un poderoso factor disuasivo
de la inversión orientada a la expansión de la producción
agrícola del país.
Pero para la Argentina las negociaciones de la Rueda Uruguay no agotan
su importancia en la cuestión agrícola. Se las visualiza
como el inicio de un proceso negociador más amplio en el que, a
partir de los resultados finales de la actual Rueda, se logre un marco
multilateral que efectivamente discipline a los principales protagonistas
del comercio mundial.
El interés nacional de un país mediano, con limitada significación
en los mercados mundiales, que se ha abierto al comercio internacional
y que tiene razonables perspectivas de ser un competidor eficiente, cruza
necesariamente por la efectividad de las reglas de juego del comercio
mundial, que neutralicen las acciones arbitrarias unilaterales de países
o de bloques, que reduzcan sustancialmente las prácticas desleales
de comercio y que aseguren un acceso fluido a los mercados más
desarrollados de la OECD.
De allí la importancia que tienen para nuestro país por
ejemplo, un sistema eficaz de solución de controversias comerciales,
las reglas de juego para la competencia económica mundial, e incluso
las normas y prácticas ecológicas que incidan en nuestras
exportaciones. Estos son algunos de los temas centrales del GATT sobre
los que la Argentina deberá actuar en el futuro en su carácter
de Parte Contratante, asociándose con otras Partes Contratantes
con intereses comunes al respecto, tal como lo ha hecho en los últimos
años en el marco de la Rueda Uruguay.
c. La Iniciativa para las Américas y el acceso al mercado americano:
El desarrollo de la idea implícita en la Iniciativa para las Américas,
representa otro frente negociador de indudable importancia para el interés
nacional de una Argentina dispuesta a ser un competidor eficiente en los
mercados mundiales. Es un frente negociador crucial para la relación
económica de la Argentina con los Estados Unidos, país al
cual exporta en la actualidad un valor reducido de bienes considerando
la dimensión del mercado americano.
La idea implícita en la Iniciativa, es que existe un interés
compartido entre todas las naciones americanas, de desarrollar un sistema
de libre comercio hemisférico, que permita otorgar gran fluidez
a los flujos comerciales y de inversión en la región. Supone
el desarrollo de una alianza para el comercio y la inversión, entre
los Estados Unidos y el Canadá, y las naciones del hemisferio,
abierta al comercio con todo el mundo.
Para la Argentina, el objetivo con respecto a la Iniciativa, es que contribuya
a crear un entorno económico regional favorable a sus esfuerzos
de competitividad internacional, centrado en un acceso fluido y asegurado
al mercado de los Estados Unidos, y en el establecimiento de reglas de
juego en todos los países del Hemisferio, que faciliten el movimiento
de capitales y los flujos tecnológicos.
En ese objetivo también ocupa un lugar privilegiado, fortalecer
y renovar profundamente la ALADI, como marco para la expansión
del comercio y para la integración abierta al mundo, de los países
latinoamericanos que la integran. Incluso se puede visualizar en la ALADI,
el precedente de una metodología institucional y de un marco sumamente
flexible extensible a escala hemisférica, para una disciplina común
en las aperturas recíprocas de los mercados, y para compatibilizar
las acciones orientadas a la interacción económica entre
pares o grupos de países.
No hay aún una negociación formal orientada a darle contenido
al componente comercial y de inversiones de la Iniciativa para las Américas.
Ha habido una primera exploración de ideas, en torno al concepto
de un sistema de libre comercio hemisférico en el marcado de una
reciente Conferencia sobre Comercio en el marco de la OEA (octubre de
1991). Se ha establecido en el Banco Interamericano de Desarrollo, a través
del Fondo Multilateral de Inversiones, un instrumento financiero idóneo
para fortalecer el necesario papel de la institución como agente
catalizador de financiamiento externo para la región y para su
sector privado. Han habido también exploraciones de ideas sobre
el desarrollo del componente comercial de la Iniciativa, entre los socios
latinoamericanos en el marco de la ALADI (setiembre y en diciembre de
1991), e incluso en el marco del SELA. Se ha establecido un acuerdo marco
de libre comercio entre los Estados Unidos y los cuatro países
del MERCOSUR, y su Consejo Consultivo ya ha celebrado una primera reunión
(noviembre de 1991) y en mayo se reunirá nuevamente en Buenos Aires.
Es muy probable que en el seno de ese Consejo Consultivo EE.UU.-MERCOSUR,
en encuentros como los mencionados de la OEA y de la ALAD1, y en otros
celebrados por el sector privado en el ámbito del BID, se siga
desarrollando en el futuro inmediato la exploración de ideas en
torno a las modalidades que podrían adquirir en el futuro las relaciones
de comercio e inversión en el Hemisferio. Estas exploraciones estarán
fuertemente condicionadas por los resultados de la actual Rueda Uruguay,
por los de las negociaciones en curso para el establecimiento de NAFTA
y por la propia evolución de los procesos de integración
económica en América Latina, en especial el del MERCOSUR.
¿Serán NAFTA y el MERCOSUR los principales ejes del desarrollo
de un sistema de libre comercio hemisférico, teniendo en cuenta
la participación relativa de los países involucrados en
el producto industrial y en el comercio de la región? ¿Es
posible visualizar una asociación entre ambos esquemas de libre
comercio y de integración? O por el contrario, ¿será
NAFTA el polo principal al cual deberán ir accediendo gradualmente
los otros países o grupos de países del Hemisferio, en la
medida que reúnan las condiciones macroeconómicas y de reglas
de juego para el comercio y la inversión, que se requiere para
participar en lo que crecientemente se denomina un "quality free-trade
área"?
Las anteriores son sólo algunas de las preguntas principales que
comienzan a aflorar en los países del Hemisferio en torno al componente
comercial y de inversiones de la Iniciativa para las Américas.
Las respuestas a éstas y otras preguntas que sin duda surgirán
en el curso de las consultas y negociaciones, tendrán un profundo
impacto, político y económico, en el fvituro del sistema
interamericano. Ellas serán respondidas, entre otros factores,
en función de las expectativas de comercio que se generen a partir
de una alianza comercial con los Estados Unidos y de los efectos macroeconómicos
que se puedan estimar como consecuencia de tal alianza, ya que no en todos
los países puede darse una respuesta tan nítida como la
que resulta del mismo análisis efectuado desde la perspectiva de
una economía ya tan integrada a la americana como es la de México.
En lo inmediato, las respuestas a estas preguntas estarán fuertemente
condicionadas por el comportamiento futuro de la economía americana,
que en el caso de la Argentina incide más por el efecto en el servicio
de la deuda externa de la reducción de tasas de interés,
o por el efecto que la recesión americana produce sobre la economía
de los países de la OECD y en su propensión al proteccionismo,
que en el comportamiento de las exportaciones argentinas hacia los Estados
Unidos, dada la baja elasticidad ingreso de la demanda de las principales
exportaciones agrícolas del país.
d. El MERCOSUR y el acceso al mercado del Brasil:
El frente negociador del MERCOSUR es el que actualmente tiene mayor prioridad
para la Argentina. Primero, porque no se lo concibe como contradictorio
con las estrategias negociadoras en los otros frentes mencionados. Por
el contrario, para la Argentina el MERCOSUR y el desarrollo de un sistema
de comercio libre hemisférico, en el marco de un fortalecimiento
de la disciplina comercial y la apertura de los mercados mundiales a través
del GATT, son partes indisociables de su estrategia de inserción
en la economía mundial. Segundo, porque es a través de la
alianza económica con el Brasil y sus otros socios en el MERCOSUR,
que el país aspira a adquirir una mayor capacidad competitiva y
negociadora, en una economía mundial crecientemente influenciada
por los megamercados y por las fuertes tentaciones proteccionistas de
los países de la OECD.
¿En qué estado se encuentra a comienzos de 1992 el MERCOSUR?
Se ha avanzado sustancialmente en la definición de las reglas de
juego y en las señales al mercado con respecto a lo que los cuatro
países que lo integran, desean lograr durante el período
de transición que culminará en diciembre de 1994.
En cuanto a las reglas de juego, se ha puesto en vigencia el Tratado,
que contó con la aprobación sin oposición en los
cuatro Parlamentos nacionales. El MERCOSUR está plenamente sustentado
en la legitimidad democrática. Sus órganos, basados en la
experiencia práctica adquirida por la Argentina y el Brasil en
el proceso de integración bilateral iniciado en 1985, ya están
en funcionamiento, especialmente el Grupo Mercado Común y sus once
subgrupos de trabajo, que son el eje del sistema de negociación
y de ejecución del proceso subregional de integración. Además
se han firmado o aprobado en la primera reunión del Consejo del
MERCO-SUR (Brasilia, diciembre de 1991), órgano máximo de
decisión política que sesiona con la participación
de los Jefes de Estado, importantes instrumentos que regularán
el funcionamiento del Mercado Común, tales como el Protocolo de
Solución de Controversias, que incluye el arbitraje obligatorio
y prevé mecanismos para que los particulares defiendan los derechos
que les genera el Tratado de Asunción; o la decisión sobre
acuerdos sectoriales, que establece las pautas a que deberán atenerse
los empresarios para pactar la integración y especialización
intrasectorial en forma compatible con los objetivos del MERCOSUR, o la
decisión que establece sanciones administrativas para el incumplimiento
de los requisitos de origen, que como se saben son cruciales en un proceso
de integración como el que se está desarrollando entre la
Argentina, el Brasil, el Paraguay y el Uruguay.
En cuanto a las señales al mercado, los gobiernos han reafirmado
al más alto nivel político que los mecanismos de desgravación.
comercial y los plazos habrán de cumplirse inexorablemente. Así
el 31 de diciembre pasado se profundizó automáticamente
la preferencia arancelaria y así ocurrirá nuevamente al
final de cada semestre hasta concluir el 31 de diciembre de 1994 con arancel
cero para todo el universo arancelario. También al finalizar 1991,
cada uno de los países cumplió su compromiso de eliminación
de un porcentaje de los productos incluidos en las Listas de Excepciones,
correspondiendo a la Argentina y al Brasil una reducción del 20%
de sus respectivas Listas. Se ha comenzado a trabajar en la metodología
para la definición del arancel externo común, que deberá
facilitar la competencia externa de sus respectivas economías,
y en las medidas anunciadas por el Brasil el 19 de febrero último
para activar sus exportaciones, se incluyó un anticipo en el cronograma
de reducción de su protección arancelaria, reiterándose
explícitamente que a partir del 1ro. de enero de 1995 regirá
el arancel externo común.
La coordinación de políticas económicas, en la medida
necesaria para facilitar el establecimiento de la Unión Aduanera,
es una preocupación central del MERCOSUR. Por ello, al más
alto nivel político en diciembre de 1991, se reiteró la
definición que ya habían efectuado los Ministros de Economía
y los Presidentes de los Bancos Centrales, en el sentido que tres son
las prioridades centrales de las políticas económicas de
los cuatro países: a) la estabilidad económica, a ser alcanzada
mediante políticas fiscales y monetarias austeras; b) la mayor
apertura de las economías para una inserción más
competitiva en la economía global, y c) la mayor modernización
de las economías, mediante la desregulación y la privatización.
Más allá de circunstanciales dificultades originadas en
cada país, como consecuencia inevitable a veces, de las propias
políticas de estabilización y de transformación productiva,
lo cierto es que el MERCOSUR está asentado en una percepción
común de lo que es necesario hacer en el interior de cada país,
para superar la obsolescencia económica internacional Es en el
marco dinámico de una coordinación de facto de las políticas
económicas, que corresponde analizar los problemas de asimetrías
de costos relativos, que pueden aún manifestarse como consecuencia
de los efectos de arrastre de políticas macroeconómicas
que los cuatro países están firmemente empeñados
en superar.
La agenda de prioridades para 1982, también definida en su reunión
de diciembre pasado por los cuatro Presidentes y el Consejo del MERCO-SUR,
ilustran sobre los alcances y las características de un proceso
de integración claramente orientado hacia la competitividad internacional
de las respectivas economías nacionales. Ellas son: a) profundizar
el examen para la definición del arancel externo común a
partir de los criterios metodológicos acordados; b) adoptar las
medidas que aseguren condiciones efectivas de competencia leal para el
comercio entre los países del MERCOSUR y con terceros países;
c) avanzar en la desregulación del transporte entre los cuatro
países para reducir sus-tancialmente sus costos y para estimular
la necesaria inversión privada; d) dar la máxima prioridad
a las acciones orientadas a obtener normas técnicas, que a la vez
que aseguren la calidad y la competitividad internacional, faciliten la
expansión del comercio entre los países del MERCOSUR y la
protección de los legítimos intereses del consumidor; e)
promover iniciativas orientadas a concretar proyectos que permitan un
mayor aprovechamiento de los recursos energéticos del MERCOSUR,
y f) coordinar posiciones en los foros económicos multilaterales,
en especial en el GATT, el Grupo Cairns y otros.
A pesar de las dificultades económicas y al contexto de inestabilidad
que se han manifestado aún en 1991, el comercio entre la Argentina
y el Brasil, ha continuado creciendo en forma superior al comercio exterior
global, especialmente por el lado de las exportaciones, confirmándose
la firme tendencia que en tal sentido se manifestara tras los acuerdos
celebrados entre los dos países en el contexto del Programa de
Cooperación e Integración (PI-CAB) iniciado en 1985. Y también
en 1991 se ha puesto de manifiesto un fuerte interés del sector
empresario en participación activamente en el comercio subregional,
reflejado en múltiples acuerdos a nivel de empresas o el recientemente
negociado acuerdo sectorial siderúrgico (marzo de 1992), que retoma
en el marco de las nuevas pautas establecidas por el Consejo del MERCOSUR,
los esfuerzos de integración intrasectorial desarrollados al amparo
del PICAB.
Tanto para la Argentina como para el Brasil, las dos principales economías
del área, que además mantienen vigente entre sí su
propio proceso bilateral de integración (el ACE 14-ALADI), el MERCOSUR
es percibido como un instrumento clave -a pesar de la distinta importancia
relativa que el comercio bilateral actual tiene para ambas economías-
de sus, respectivas estrategias de inserción competitiva en los
mercados mundiales, y como tal de sustento de sus procesos de transformación
productiva en el marco del sistema democrático.
Ninguno de los dos países lo percibe sólo en función
del aprovechamiento de sus respectivos mercados internos, ni como alternativa
a la necesaria apertura al comercio mundial. La opción entre integración
en el MERCOSUR o integración en el mundo, no es realista ni tiene
vigencia práctica en ninguno de los dos países. La opción
realista es la del MERCOSUR para facilitar la integración competitiva
en el mundo.
Y en los dos casos además, la construcción del MERCOSUR
es parte de un proceso más amplio de creación de un entorno
subregional que facilite la cooperación en todos los planos, y
que sustente el enorme progreso alcanzado en los años posteriores
al restablecimiento democrático en el campo nuclear, extendiéndolo
crecientemente al de la cooperación política y, en especial,
científica y tecnológica.
IV. Conclusión: una estrategia de alianzas múltiples.
La nueva estrategia de inserción argentina en la economía
mundial, apunta entonces a crear un sistema de alianzas múltiples
con todos aquellos países de la región y del mundo, que
comparten el interés por un comercio mundial más abierto
y menos discriminatorio.
No está centrada en un solo ámbito de acción económica
internacional. Si la alianza económica en el MERCOSUR, sustentada
en la alianza bilateral con el Brasil, tiene un lugar privilegiado, ella
es abierta a la integración en el ámbito de la ALADÍ
con los otros países latinoamericanos, en especial los contiguos
como Chile y Bolivia, y en el ámbito americano, al establecimiento
de un relacionamiento económico estrecho con los Estados Unidos,
en el contexto del desarrollo de la idea contenida por la denominada Iniciativa
para las Américas. Pero a su vez, estas alianzas económicas
regionales, se insertan en la perspectiva más amplia de una vinculación
estrecha con las otras economías del mundo, en especial las otras
de la OECD y las del Sudeste Asiático, para lo cual se atribuye
una prioridad especial al desarrollo de una disciplina comercial internacional
multilateral en el marco del GATT.
La estrategia de alianzas múltiples refleja la diversidad del
comercio exterior de la Argentina, que está simultáneamente
orientado, tanto en las exportaciones como en las importaciones, a los
principales mercados industrializados y a la región. No hay un
mercado dominante. También refleja la diversidad de origen de las
inversiones extranjeras en el país y crecientemente, la diversidad
de origen de las inmigraciones.
No es una estrategia sólo externa ni sólo gubernamental.
Implica la transformación productiva interna para alcanzar niveles
razonables de competitividad sistémica, a través del control
de la macroeconomía y de la competitividad empresaria, resultante
ésta de un gran esfuerzo de productividad y de incorporación
del progreso técnico. Implica, por lo demás, la movilización
societal, en el cuadro democrático y de la equidad social, para
que sea la propia sociedad civil, incluyendo sobre todo a los empresarios
privados y a los sindicatos, la que asuma la tarea de tornar competitiva
a la nación, proyectando a los mercados mundiales la capacidad
del país de producir bienes y de prestar servicios, con los niveles
de precio y calidad que requieren hoy en día los consumidores de
los países industrializados, y que requerirán crecientemente
los propios consumidores del país.
Su éxito dependerá finalmente de la respuesta empresaria
y societal, a las nuevas condiciones macroeconómicas y de competitividad
que resultan de las medidas de transformación productiva en curso,
y a los desafíos que implican la mayor apertura de la economía
nacional en un cuadro económico mundial, a la vez cargado de incertidumbres
y de tentaciones proteccionistas originadas, principalmente, en las actuales
dificultades de los países de la OECD, pero también de oportunidades
planteadas por la globalización de la economía mundial,
fruto no tanto de voluntades nacionales como de poderosas fuerzas de cambio
tecnológico o incluso, ideológico
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