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  Félix Peña

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  Revista Ejecutivos de finanzas | Noviembre de 1991

Integración americana: el gran desafío


 

Si el atraso es un largo túnel, no basta abandonarlo para disfrutar de las abiertas praderas de la abundancia. Quedan todavía tramos difíciles y terrenos escarpados, que habrá que transitar con sabiduría y paciencia. El gran desafío de la integración americana es conciliar la diversidad, ponerse en marcha desde las propias limitaciones, transformándolas en aptitudes. El túnel ha quedado atrás y con él, las tinieblas. En la luz que asumimos, debemos acomodar nuestras diferentes visiones, no enceguecernos con coartadas ni atajos. Nadie vendrá a ayudarnos si nos internamos por el camino equivocado. Porque ahora somos responsables del rumbo elegido.

El nuevo consenso

Comenzó su exposición el Dr. Félix Peña aludiendo aun artículo periodístico publicado por Guido Di Tella en 1990, en "La Nación", que aportaba una interpretación muy pertinente para el momento actual. Decía Di Tella que se está culminando un largo ciclo del desarrollo argentino, en el cual el país ha recorrido ya, con creces, muchas de las etapas que algunos de nuestros competidores -incluso en las Américas-, a pesar de sus éxitos económicos relativos, no han transitado aún. Así, el año 1912 significó en su momento la apertura del sistema político a la clase media urbana; los años '40 significaron la incorporación de la clase trabajadora, los sindicatos, los sectores urbanos y rurales más pobres. Y en los últimos años, con el advenimiento de la democracia, se produce la reinserción de la Argentina en el mundo, proceso que estamos viviendo en este momento.

Además aludió Peña a otro artículo periodístico, también publicado en "La Nación" y firmado por Manuel Mora y Araujo, cuyo título era "El nuevo consenso" y donde se plantea que la sociedad comparte hoy acuerdos básicos en torno a las ideas de democracia, transformación económica e inserción competitiva en el mundo.

Esta idea de fin de un largo ciclo, de nuevo consenso social que está surgiendo en la Argentina de hoy, nos permite entender en su verdadera perspectiva el tema de la inserción de la Argentina en las Américas, el Mercosur y la integración concebida como subproducto de esta nueva realidad económica, política y social de nuestro país.

Los rasgos de la década

El nuevo cuadro que presenta la realidad argentina se relaciona con la nueva realidad internacional que está emergiendo, no sólo a raíz del fin de la guerra fría sino corno consecuencia de las nuevas condiciones que plantea la competencia económica internacional, que se ha ido delineando en un largo proceso que tomó forma más nítida hacia finales de los '80.

Uno de los rasgos del nuevo escenario internacional, citado ya por Vegh Villegas, es el de una competencia económica tripolar -dijo Peña, continuando su intervención-, dentro de un contexto de marcada globalización de la economía mundial, y de naciones que compiten -y que seguirán haciéndolo duramente- por aquello que ha sido tradicional objeto dé la competencia económica: mercados, recursos naturales y capitales.

La competencia se va a centrar cada vez más en dos nuevos protagonistas. Por un lado, el competidor global: empresas, organizaciones industriales, comerciales y financieras, con capacidad para movilizarse por vastas áreas del mundo, con una gran flexibilidad organizativa. El otro protagonista es el consumidor global, particularmente el de las democracias industrializadas, que se vuelve cada vez más homogéneo en sus características y cuya demanda distintiva es la calidad.

El foco de acción dé estos competidores globales - un poco herederos de las viejas multinacionales-va a ser, por un lado, la captación del ahorro mundial: van a tratar de penetrar en un pool limitado de ahorro mundial. Y por otro lado, intentarán preservar el liderazgo relativo, tecnológico, que es condición necesaria para mantenerse como competidor global.

Fuerzas centrífugas, inestabilidad e impredictibilidad

Otro rasgo del nuevo escenario internacional es la aparición, ya más en el plano político pero con gran implicancia en lo económico, de las viejas fuerzas centrífugas que tantas veces han llevado al mundo a la anarquía: nacionalismo, racismo, religión, territorio. Una vez más, lo estamos viendo en Europa.

Y se verifica además la emergencia de nuevas fuerzas centrífugas -siguió explicando Peña-, que van a estar muy próximas a nuestra realidad en el futuro: por un lado, el narcotráfico. Por otro, las migraciones, ese fenómeno que ha aparecido con una fuerza nueva en Europa, el tema que algún francés ha denominado "el proletariado extra-mundos".

Otro rasgo dominante en el cuadro internacional en que nos moveremos en los próximos años estará dado por la inestabilidad y la impredictibilidad, esos dos "peores enemigos", así definidos por el presidente Bush en una conferencia de prensa en Washington, el año pasado. Pero estas dos características que para muchos implicarán peligros reales, para Otros presentarán oportunidades. Una sociedad empieza a ser decadente cuando se interroga constantemente sobre qué va a pasar y, en cambio, es vital cuando la pregunta es "¿qué puedo hacer?" -dijo Peña, citando a un pensador francés-. Esta distinción entre dos actitudes refiere al tema de la inestabilidad e impredictibilidad como peligro u oportunidad.

Iniciativa Bush, Mercosur y democracia consolidada

La relevancia práctica principal del tema de las Américas como nueva escala para los negocios -como nueva escala para la inserción internacional de la Argentina- surge del diagnóstico que antes citaba Vegh Villegas, referido al mundo tripolar: Japón, Europa y EE.UU.

Muchas veces nos olvidamos que en ese mundo tripolar, el único bloque del cual podemos aspirar a ser miembros y en el que podríamos tener influencia desde adentro, es el que lideran los EE.UU. Por más esfuerzos que hagamos, en el horizonte de lo posible está descartado que podamos ser, algún día, miembros de la Comunidad Económica Europea o que nos incorporemos al mercado común informal del sudeste asiático. La posibilidad concreta, real para nuestro país, es la de su incorporación a una zona de libre comercio de las Américas.

El tema de las Américas como nueva escala de los negocios surge de dos iniciativas que son simultáneas, que de alguna manera tienen en su origen alguna clase de cordón umbilical -comentó Peña-. Por un lado, la Iniciativa para las Américas, del presidente Bush, con tres pilares: 1) deuda, fundamentalmente la deuda pública con EE.UU.; 2) inversiones, y 3) comercio. El del Comercio es un pilar vagamente definido, pero implica la idea de un objetivo de largo plazo, de un sistema. Y la palabra que se utiliza es "sistema", no "zona" -aclaró el orador-: la diferencia es importante porque zona o área de libre comercio evoca el artículo 24 del GATT, que es una forma concreta de organizar espacios económicos preferenciales. "Sistema" de libre comercio es un concepto mucho más amplio, que puede estar referido más a la facilitación del comercio que a negociaciones arancelarias. Y la segunda iniciativa -que desde nuestra visión es como la otra cara de una misma moneda- es la del Mercosur, que comienza a delinearse en julio del año pasado y cobra forma con el Tratado de Asunción, a punto de entrar en vigencia.

Hay una tesis crucial para entender ambas iniciativas -sostuvo luego el orador-. Ambas iniciativas suponen que los procesos de democratización, de transformación económica y de inserción competitiva en los mercados mundiales, que están ocurriendo prácticamente en toda América Latina y en particular en el Mercosur, van a consolidarse y perfeccionarse. Detrás de la Iniciativa de las Américas está la idea de una contrapartida entre la reforma económica en un ambiente de democracia y la ampliación de los mercados, a través del desarrollo de un sistema hemisférico de libre comercio. Esta es la idea central de la Iniciativa de las Américas. Es la contracara en la región, en los planos del comercio y la inversión, de lo que Camdessus llamaba, con razón, "la revolución silenciosa" que se está produciendo en América Latina.

Lo que asoma y lo profundo

La idea del vínculo entre la alianza argentino-brasileña y la consolidación de la democracia está presente desde el comienzo mismo del camino que nos lleva al Mercossur: el Programa de Integración y Cooperación Argentina-Brasil de 1985. Pero lo que agrega el lanzamiento de una idea más audaz, la del Mercado Común -que es básicamente una unión aduanera- con sus elementos fundacionales para 1994, es la decisión de que las cuatro economías están firmemente orientadas, más allá de cualquier diferencia en modalidades o ritmos, a la transformación económica. Esta transformación significa, en un marco de democracia, incorporar progreso técnico, resolver el problema de la equidad e insertarse competitivamente en los mercados mundiales. No se trata entonces de cualquier cambio sino la transformación económica que permita crear las condiciones estructurales, sistémicas, para que cada una de estas economías se inserte competitivamente en los mercados mundiales.

Esta es la idea básica del Mercosur. Por eso decía antes que el Mercosur es un subproducto de procesos más profundos -recalcó Peña, quien aludió luego a lo que llamó "corolarios prácticos"-. En cuanto a los plazos, no se trata solamente de lo que insuma llegar a una unión aduanera, sino del plazo que nuestros países han estimado como razonable para haber creado las condiciones estructurales, incluyendo la apertura de los mercados recíprocos para lanzarse a competir en los mercados mundiales.

Considerando los plazos que insumieron las transformaciones económicas de países como España, México o Chile, y tomando en cuenta las exigencias de un mundo altamente inhóspito para ineficientes y solitarios, los cuatro años estipulados para el pleno funcionamiento del Mercosur parece un plazo muy razonable para alcanzar los objetivos propuestos. Es obvio, además, que el Mercosur sería inviable sin el supuesto del cual estamos partiendo: que los cuatro países que lo integran -y sobre todo Argentina y Brasil- obtengan un grado de estabilidad y de control de su economía.

Con respecto a la compatibilidad entre Mercosur y otros ámbitos de inserción de la economía argentina en la economía mundial, dijo Peña: No es correcto plantear alternativas, "o se elige la vía Mercosur o la inserción abierta y unilateral en toda la economía mundial o se hace primero el Mercosur y luego se inserta la economía argentina en el mundo..." Son formas demasiado esquemáticas de plantear las cosas: el esfuerzo de competitividad de una nación es indivisible. Se es competitivo o no se lo es. Lo que puede ocurrir con propuestas como la Iniciativa de las Américas o con el Mercosur es que sirvan para potenciar el esfuerzo de competitividad internacional de nuestro país, no para sustituirlo, no para generar la idea de "un paso primero y otro después".

Perspectivas del Brasil y de la Argentina

Uno de los interrogantes que surge es si existe realmente una reciprocidad de intereses entre los países del Merco-sur -señaló más adelante Peña-; si en efecto el Mercosur es igualmente interesante para el Uruguay, el Paraguay, la Argentina y el Brasil. Esta es una de las preguntas que merece mayor reflexión por parte de nuestro país y, sobre todo, en el sector empresario. Tengo la impresión de que si hay una dificultad en el Mercosur, ella reside en la asimetría de intereses, producto de la asimetría de dimensiones económicas entre Brasil, por un lado, la Argentina por el otro y Uruguay y Paraguay, naturalmente.

Más allá de contratiempos circunstanciales, Brasil está firmemente orientado a recuperar su competitividad internacional, después de haber constatado su obsolescencia tecnológica de los últimos años. Por un lado está el tema de los alimentos y el sector agroindustrial, por otro, el tema energético y, en tercer lugar, está el tema de las habilidades -no tanto de las tecnologías-, de los recursos humanos necesarios para sustentar un desarrollo tecnológico. Hay que tener en cuenta, además, que el Brasil, por sus dimensiones, está acostumbrado a pensar en el mediano y el largo plazo -dijo Peña-. Así como para los argentinos el tema Mercosur es fundamentalmente mercado -y mercado brasileño: 150 millones de habitantes, en un país que ha tenido "la tradición de crecer"-, yo tengo la impresión de que, para quienes piensen en el esfuerzo de competitividad estructural que debe hacer Brasil, es fundamentalmente suministros: alimentos, energía y tecnologías o habilidades.

¿Sabes quién viene a cenar?

Otra pregunta es si se podrán desarrollar, en el futuro inmediato, las reglas de juego que permitan solucionar en el Mercosur la ecuación "seguridad-flexibilidad". Si no hay un mínimo de seguridad jurídica o de estabilidad en las reglas de juego, sería difícil transformar al Mercosur en un atractivo para competir por capitales en los mercados internacionales. Y en cuanto a la flexibilidad, la tarea de construcción del Mercosur se desarrolla entre países que todavía están haciendo los esfuerzos necesarios para salir de un largo período de inestabilidad.

También cabe preguntarse si las empresas de nuestro país están realmente dispuestas a desarrollar una estrategia de competitividad internacional, "palanqueada" en el Mercosur y la Iniciativa de las Américas. Se tiene a veces la sensación de que sucede con esto lo que le pasaba a Spéncer Tracy, en la película "¿Sabes quién viene a cenar?" El gran actor americano interpretaba allí a un liberal cuyas convicciones se ponían realmente a prueba sólo cuando su propia hija anunciaba la visita de su pretendiente: un negro. El tema de la competitividad, de la eficiencia, ha sido muy reclamado por nuestro sector privado. Pues bien, ha llegado la hora de la verdad y habrá que sacar todas las conclusiones sobre lo que implica realmente competir en los mercados mundiales.

En las empresas que se dispongan a aceptar el desafío de la competitividad, el esfuerzo a realizar será muy superior al que se hizo en los años de inestabilidad, en lo que atañe al planeamiento estratégico. Los hombres del área van a tener un papel cada vez más relevante en las empresas -conjeturó Peña-. Hay que considerar además que, en los próximos años, navegaremos aguas muy contradictorias, surcadas por las fuerzas que apuntan a la globalidad de la economía y aquellas otras que reforzarán el proteccionismo en los grandes bloques. Los resultados finales de la Ronda Uruguay del GATT darán, en los próximos meses, un buen indicio en ese sentido.

Mucha de nuestra acción encaminada a crear un hábitat favorable a la competitividad internacional, deberá estar referida a cuatro esquemas de integración que, sumados, representan entre el 70 y el 80 % de nuestro comercio exterior, según se lo compute desde el ángulo de las exportaciones o de las importaciones. Lo que ocurra en el N. A.F.T. A., en la Comunidad Europea, en el Mercosur y, en menor escala, lo que suceda en la ALADI, va a ser crucial para definir la capacidad de nuestras exportaciones para penetrar en los mercados mundiales. Y sobre todo dependerá de cómo se resuelva esta tensión entre la tendencia a una mayor globalidad y porosidad de los mercados, o la tendencia a un mayor proteccionismo.

La verdadera definición de las características finales del Mercosur se va a producir entre los años tercero y cuarto del período de transición del Tratado de Asunción -pronosticó Peña-: una vez que se hayan consolidado los procesos de transformación en las dos principales economías y que se hayan restablecido efectivamente las posibilidades de crecimiento, sobre todo en la principal economía del área, la brasileña. En cuanto a la Iniciativa de las Américas, habrá que ver qué sucede con el paso del Acuerdo de Libre Comercio con México por el Congreso americano.

Una tarea prioritaria será el definitivo control .de las macroeconomías, particularmente la de Brasil. Y una tarea común es el desarrollo de una cierta disciplina colectiva para el manejo de la macroeconomía. Un dato clave para entender la lógica interna del Mercosur y prever su desarrollo es que, para Brasil, la Argentina sólo representa el 4 % de su comercio exterior. También habrá que desarrollar las reglas de juego del Mercosur, que el Tratado de Asunción define de manera muy general. Y hay que hacerlo pronto, para extraer del Mercosur todo su provecho como estímulo, como incentivo para las inversiones en nuestras economías.

Otro tema crucial es el mecanismo de solución de controversias. Se trata de lograr un sistema objetivo, eficaz, para resolver los múltiples problemas de tipo comercial que se van a plantear en el futuro, como consecuencia de la apertura de los mercados.

Pero más allá de lo mucho que los gobiernos debemos hacer para insertar a la Argentina competitiva en el mundo, lo esencial será la capacidad de respuesta del sector empresario, en todos los órdenes.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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