El nuevo consenso
Comenzó su exposición el Dr. Félix Peña aludiendo
aun artículo periodístico publicado por Guido Di Tella en
1990, en "La Nación", que aportaba una interpretación
muy pertinente para el momento actual. Decía Di Tella que se está
culminando un largo ciclo del desarrollo argentino, en el cual el país
ha recorrido ya, con creces, muchas de las etapas que algunos de nuestros
competidores -incluso en las Américas-, a pesar de sus éxitos
económicos relativos, no han transitado aún. Así,
el año 1912 significó en su momento la apertura del sistema
político a la clase media urbana; los años '40 significaron
la incorporación de la clase trabajadora, los sindicatos, los sectores
urbanos y rurales más pobres. Y en los últimos años,
con el advenimiento de la democracia, se produce la reinserción
de la Argentina en el mundo, proceso que estamos viviendo en este momento.
Además aludió Peña a otro artículo periodístico,
también publicado en "La Nación" y firmado por
Manuel Mora y Araujo, cuyo título era "El nuevo consenso"
y donde se plantea que la sociedad comparte hoy acuerdos básicos
en torno a las ideas de democracia, transformación económica
e inserción competitiva en el mundo.
Esta idea de fin de un largo ciclo, de nuevo consenso social que está
surgiendo en la Argentina de hoy, nos permite entender en su verdadera
perspectiva el tema de la inserción de la Argentina en las Américas,
el Mercosur y la integración concebida como subproducto de esta
nueva realidad económica, política y social de nuestro país.
Los rasgos de la década
El nuevo cuadro que presenta la realidad argentina se relaciona con la
nueva realidad internacional que está emergiendo, no sólo
a raíz del fin de la guerra fría sino corno consecuencia
de las nuevas condiciones que plantea la competencia económica
internacional, que se ha ido delineando en un largo proceso que tomó
forma más nítida hacia finales de los '80.
Uno de los rasgos del nuevo escenario internacional, citado ya por Vegh
Villegas, es el de una competencia económica tripolar -dijo Peña,
continuando su intervención-, dentro de un contexto de marcada
globalización de la economía mundial, y de naciones que
compiten -y que seguirán haciéndolo duramente- por aquello
que ha sido tradicional objeto dé la competencia económica:
mercados, recursos naturales y capitales.
La competencia se va a centrar cada vez más en dos nuevos protagonistas.
Por un lado, el competidor global: empresas, organizaciones industriales,
comerciales y financieras, con capacidad para movilizarse por vastas áreas
del mundo, con una gran flexibilidad organizativa. El otro protagonista
es el consumidor global, particularmente el de las democracias industrializadas,
que se vuelve cada vez más homogéneo en sus características
y cuya demanda distintiva es la calidad.
El foco de acción dé estos competidores globales - un poco
herederos de las viejas multinacionales-va a ser, por un lado, la captación
del ahorro mundial: van a tratar de penetrar en un pool limitado de ahorro
mundial. Y por otro lado, intentarán preservar el liderazgo relativo,
tecnológico, que es condición necesaria para mantenerse
como competidor global.
Fuerzas centrífugas, inestabilidad e impredictibilidad
Otro rasgo del nuevo escenario internacional es la aparición,
ya más en el plano político pero con gran implicancia en
lo económico, de las viejas fuerzas centrífugas que tantas
veces han llevado al mundo a la anarquía: nacionalismo, racismo,
religión, territorio. Una vez más, lo estamos viendo en
Europa.
Y se verifica además la emergencia de nuevas fuerzas centrífugas
-siguió explicando Peña-, que van a estar muy próximas
a nuestra realidad en el futuro: por un lado, el narcotráfico.
Por otro, las migraciones, ese fenómeno que ha aparecido con una
fuerza nueva en Europa, el tema que algún francés ha denominado
"el proletariado extra-mundos".
Otro rasgo dominante en el cuadro internacional en que nos moveremos
en los próximos años estará dado por la inestabilidad
y la impredictibilidad, esos dos "peores enemigos", así
definidos por el presidente Bush en una conferencia de prensa en Washington,
el año pasado. Pero estas dos características que para muchos
implicarán peligros reales, para Otros presentarán oportunidades.
Una sociedad empieza a ser decadente cuando se interroga constantemente
sobre qué va a pasar y, en cambio, es vital cuando la pregunta
es "¿qué puedo hacer?" -dijo Peña, citando
a un pensador francés-. Esta distinción entre dos actitudes
refiere al tema de la inestabilidad e impredictibilidad como peligro u
oportunidad.
Iniciativa Bush, Mercosur y democracia consolidada
La relevancia práctica principal del tema de las Américas
como nueva escala para los negocios -como nueva escala para la inserción
internacional de la Argentina- surge del diagnóstico que antes
citaba Vegh Villegas, referido al mundo tripolar: Japón, Europa
y EE.UU.
Muchas veces nos olvidamos que en ese mundo tripolar, el único
bloque del cual podemos aspirar a ser miembros y en el que podríamos
tener influencia desde adentro, es el que lideran los EE.UU. Por más
esfuerzos que hagamos, en el horizonte de lo posible está descartado
que podamos ser, algún día, miembros de la Comunidad Económica
Europea o que nos incorporemos al mercado común informal del sudeste
asiático. La posibilidad concreta, real para nuestro país,
es la de su incorporación a una zona de libre comercio de las Américas.
El tema de las Américas como nueva escala de los negocios surge
de dos iniciativas que son simultáneas, que de alguna manera tienen
en su origen alguna clase de cordón umbilical -comentó Peña-.
Por un lado, la Iniciativa para las Américas, del presidente Bush,
con tres pilares: 1) deuda, fundamentalmente la deuda pública con
EE.UU.; 2) inversiones, y 3) comercio. El del Comercio es un pilar vagamente
definido, pero implica la idea de un objetivo de largo plazo, de un sistema.
Y la palabra que se utiliza es "sistema", no "zona"
-aclaró el orador-: la diferencia es importante porque zona o área
de libre comercio evoca el artículo 24 del GATT, que es una forma
concreta de organizar espacios económicos preferenciales. "Sistema"
de libre comercio es un concepto mucho más amplio, que puede estar
referido más a la facilitación del comercio que a negociaciones
arancelarias. Y la segunda iniciativa -que desde nuestra visión
es como la otra cara de una misma moneda- es la del Mercosur, que comienza
a delinearse en julio del año pasado y cobra forma con el Tratado
de Asunción, a punto de entrar en vigencia.
Hay una tesis crucial para entender ambas iniciativas -sostuvo luego
el orador-. Ambas iniciativas suponen que los procesos de democratización,
de transformación económica y de inserción competitiva
en los mercados mundiales, que están ocurriendo prácticamente
en toda América Latina y en particular en el Mercosur, van a consolidarse
y perfeccionarse. Detrás de la Iniciativa de las Américas
está la idea de una contrapartida entre la reforma económica
en un ambiente de democracia y la ampliación de los mercados, a
través del desarrollo de un sistema hemisférico de libre
comercio. Esta es la idea central de la Iniciativa de las Américas.
Es la contracara en la región, en los planos del comercio y la
inversión, de lo que Camdessus llamaba, con razón, "la
revolución silenciosa" que se está produciendo en América
Latina.
Lo que asoma y lo profundo
La idea del vínculo entre la alianza argentino-brasileña
y la consolidación de la democracia está presente desde
el comienzo mismo del camino que nos lleva al Mercossur: el Programa de
Integración y Cooperación Argentina-Brasil de 1985. Pero
lo que agrega el lanzamiento de una idea más audaz, la del Mercado
Común -que es básicamente una unión aduanera- con
sus elementos fundacionales para 1994, es la decisión de que las
cuatro economías están firmemente orientadas, más
allá de cualquier diferencia en modalidades o ritmos, a la transformación
económica. Esta transformación significa, en un marco de
democracia, incorporar progreso técnico, resolver el problema de
la equidad e insertarse competitivamente en los mercados mundiales. No
se trata entonces de cualquier cambio sino la transformación económica
que permita crear las condiciones estructurales, sistémicas, para
que cada una de estas economías se inserte competitivamente en
los mercados mundiales.
Esta es la idea básica del Mercosur. Por eso decía antes
que el Mercosur es un subproducto de procesos más profundos -recalcó
Peña, quien aludió luego a lo que llamó "corolarios
prácticos"-. En cuanto a los plazos, no se trata solamente
de lo que insuma llegar a una unión aduanera, sino del plazo que
nuestros países han estimado como razonable para haber creado las
condiciones estructurales, incluyendo la apertura de los mercados recíprocos
para lanzarse a competir en los mercados mundiales.
Considerando los plazos que insumieron las transformaciones económicas
de países como España, México o Chile, y tomando
en cuenta las exigencias de un mundo altamente inhóspito para ineficientes
y solitarios, los cuatro años estipulados para el pleno funcionamiento
del Mercosur parece un plazo muy razonable para alcanzar los objetivos
propuestos. Es obvio, además, que el Mercosur sería inviable
sin el supuesto del cual estamos partiendo: que los cuatro países
que lo integran -y sobre todo Argentina y Brasil- obtengan un grado de
estabilidad y de control de su economía.
Con respecto a la compatibilidad entre Mercosur y otros ámbitos
de inserción de la economía argentina en la economía
mundial, dijo Peña: No es correcto plantear alternativas, "o
se elige la vía Mercosur o la inserción abierta y unilateral
en toda la economía mundial o se hace primero el Mercosur y luego
se inserta la economía argentina en el mundo..." Son formas
demasiado esquemáticas de plantear las cosas: el esfuerzo de competitividad
de una nación es indivisible. Se es competitivo o no se lo es.
Lo que puede ocurrir con propuestas como la Iniciativa de las Américas
o con el Mercosur es que sirvan para potenciar el esfuerzo de competitividad
internacional de nuestro país, no para sustituirlo, no para generar
la idea de "un paso primero y otro después".
Perspectivas del Brasil y de la Argentina
Uno de los interrogantes que surge es si existe realmente una reciprocidad
de intereses entre los países del Merco-sur -señaló
más adelante Peña-; si en efecto el Mercosur es igualmente
interesante para el Uruguay, el Paraguay, la Argentina y el Brasil. Esta
es una de las preguntas que merece mayor reflexión por parte de
nuestro país y, sobre todo, en el sector empresario. Tengo la impresión
de que si hay una dificultad en el Mercosur, ella reside en la asimetría
de intereses, producto de la asimetría de dimensiones económicas
entre Brasil, por un lado, la Argentina por el otro y Uruguay y Paraguay,
naturalmente.
Más allá de contratiempos circunstanciales, Brasil está
firmemente orientado a recuperar su competitividad internacional, después
de haber constatado su obsolescencia tecnológica de los últimos
años. Por un lado está el tema de los alimentos y el sector
agroindustrial, por otro, el tema energético y, en tercer lugar,
está el tema de las habilidades -no tanto de las tecnologías-,
de los recursos humanos necesarios para sustentar un desarrollo tecnológico.
Hay que tener en cuenta, además, que el Brasil, por sus dimensiones,
está acostumbrado a pensar en el mediano y el largo plazo -dijo
Peña-. Así como para los argentinos el tema Mercosur es
fundamentalmente mercado -y mercado brasileño: 150 millones de
habitantes, en un país que ha tenido "la tradición
de crecer"-, yo tengo la impresión de que, para quienes piensen
en el esfuerzo de competitividad estructural que debe hacer Brasil, es
fundamentalmente suministros: alimentos, energía y tecnologías
o habilidades.
¿Sabes quién viene a cenar?
Otra pregunta es si se podrán desarrollar, en el futuro inmediato,
las reglas de juego que permitan solucionar en el Mercosur la ecuación
"seguridad-flexibilidad". Si no hay un mínimo de seguridad
jurídica o de estabilidad en las reglas de juego, sería
difícil transformar al Mercosur en un atractivo para competir por
capitales en los mercados internacionales. Y en cuanto a la flexibilidad,
la tarea de construcción del Mercosur se desarrolla entre países
que todavía están haciendo los esfuerzos necesarios para
salir de un largo período de inestabilidad.
También cabe preguntarse si las empresas de nuestro país
están realmente dispuestas a desarrollar una estrategia de competitividad
internacional, "palanqueada" en el Mercosur y la Iniciativa
de las Américas. Se tiene a veces la sensación de que sucede
con esto lo que le pasaba a Spéncer Tracy, en la película
"¿Sabes quién viene a cenar?" El gran actor americano
interpretaba allí a un liberal cuyas convicciones se ponían
realmente a prueba sólo cuando su propia hija anunciaba la visita
de su pretendiente: un negro. El tema de la competitividad, de la eficiencia,
ha sido muy reclamado por nuestro sector privado. Pues bien, ha llegado
la hora de la verdad y habrá que sacar todas las conclusiones sobre
lo que implica realmente competir en los mercados mundiales.
En las empresas que se dispongan a aceptar el desafío de la competitividad,
el esfuerzo a realizar será muy superior al que se hizo en los
años de inestabilidad, en lo que atañe al planeamiento estratégico.
Los hombres del área van a tener un papel cada vez más relevante
en las empresas -conjeturó Peña-. Hay que considerar además
que, en los próximos años, navegaremos aguas muy contradictorias,
surcadas por las fuerzas que apuntan a la globalidad de la economía
y aquellas otras que reforzarán el proteccionismo en los grandes
bloques. Los resultados finales de la Ronda Uruguay del GATT darán,
en los próximos meses, un buen indicio en ese sentido.
Mucha de nuestra acción encaminada a crear un hábitat favorable
a la competitividad internacional, deberá estar referida a cuatro
esquemas de integración que, sumados, representan entre el 70 y
el 80 % de nuestro comercio exterior, según se lo compute desde
el ángulo de las exportaciones o de las importaciones. Lo que ocurra
en el N. A.F.T. A., en la Comunidad Europea, en el Mercosur y, en menor
escala, lo que suceda en la ALADI, va a ser crucial para definir la capacidad
de nuestras exportaciones para penetrar en los mercados mundiales. Y sobre
todo dependerá de cómo se resuelva esta tensión entre
la tendencia a una mayor globalidad y porosidad de los mercados, o la
tendencia a un mayor proteccionismo.
La verdadera definición de las características finales
del Mercosur se va a producir entre los años tercero y cuarto del
período de transición del Tratado de Asunción -pronosticó
Peña-: una vez que se hayan consolidado los procesos de transformación
en las dos principales economías y que se hayan restablecido efectivamente
las posibilidades de crecimiento, sobre todo en la principal economía
del área, la brasileña. En cuanto a la Iniciativa de las
Américas, habrá que ver qué sucede con el paso del
Acuerdo de Libre Comercio con México por el Congreso americano.
Una tarea prioritaria será el definitivo control .de las macroeconomías,
particularmente la de Brasil. Y una tarea común es el desarrollo
de una cierta disciplina colectiva para el manejo de la macroeconomía.
Un dato clave para entender la lógica interna del Mercosur y prever
su desarrollo es que, para Brasil, la Argentina sólo representa
el 4 % de su comercio exterior. También habrá que desarrollar
las reglas de juego del Mercosur, que el Tratado de Asunción define
de manera muy general. Y hay que hacerlo pronto, para extraer del Mercosur
todo su provecho como estímulo, como incentivo para las inversiones
en nuestras economías.
Otro tema crucial es el mecanismo de solución de controversias.
Se trata de lograr un sistema objetivo, eficaz, para resolver los múltiples
problemas de tipo comercial que se van a plantear en el futuro, como consecuencia
de la apertura de los mercados.
Pero más allá de lo mucho que los gobiernos debemos hacer
para insertar a la Argentina competitiva en el mundo, lo esencial será
la capacidad de respuesta del sector empresario, en todos los órdenes.
|