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  Félix Peña

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  Revista Integración Latinoamericana | Agosto de 1990

La integración latinoamericana en el decenio de 1990: ¿tiene aún sentido?


 

Notas basadas en las originalmente preparadas para el Foro Internacional: México y sus perspectivas de negociación comercial con el exterior organizado por la Universidad Tecnológica de México y para el Inter American Dialogue (mayo de 1990). La génesis del enfoque aquí planteado se encuentra en trabajos del INTAL en la década de 1970, en especial, en el del autor, titulado: "Tendencias y perspectivas de la Integración Latinoamericana", INTAL (Sem. 26/dt 4/Rev. 1 del 5 de junio de 1974). Véase también del autor: "El esquema latinoamericano de interdependencia", diario La Opinión, Buenos Aires, 28 de marzo de 1976; "Integración y cooperación en América Latina" Síntesis de la ALALC, N° 121, enero-febrero 1977; "Interdependencia latinoamericana y Nuevo Orden Económico Internacional", en Las organizaciones regionales en el Nuevo Orden Económico Internacional, ICI, Madrid, 1978.

Este trabajo refleja la opinión personal del autor y no necesariamente las del Banco Interamericano de Desarrollo, institución en la que se desempeña.

Félix Peña, ex-director del INTAL; asesor especial del presidente del BID en Asunión de Integración.


1. Se ha generalizado en América Latina el replanteo de conceptos, ideas, políticas, instrumentos e instituciones, vinculados con el desarrollo y la inserción en la economí mundial de cada país de la región. Lo que se ha denominado con acierdo la "revolución silenciosa", ha impactado también en un tema tradicional de la agenda latinoamericana de las últimas tres décadas como es el de la integración económica regional.

Estas notas sólo pretenden efectuar algunos apuntes que faciliten un debate sobre esta cuestión central del actual momento latinoamericano y que es también relevante para la agenda de las relaciones hemisféricas.

Es un debate que cobra gran actualidad como consecuencia de los profundos cambios que han conmovido en los últimos meses las relaciones internacionales. En realidad, la revisión del tema de la integración regional se alimenta en por lo menos cuatro vertientes principales: a) la constatación de que las experiencias pasadas de integración regional, si bien han dejado algunas secuelas positivas, están lejos de haber generado los resultados esperados en términos de expansión del comercio intralatinoamericano y la formación de un megamercado regional; b) los procesos de ajuste estructural y de transformación productiva en que están embarcados los países latinoamericanos, que han dado lugar a políticas comerciales más abiertas y favorables a una inserción competitiva de las economías nacionales en los mercados mundiales, con la consiguiente erosión de las ventajas comerciales preferenciales que se habían negociado en los esquemas de integración; c) la tendencia mundial a la constitución de grandes bloques económicos, en uncontexto de acentuada interdependencia económica global, y d) las negociaciones comerciales en curso en el ámbito de la Rueda Uruguay, de las cuales se espera que emerja un sistema comercial internacional más abierto y una mayor disciplina en las políticas y prácticas comerciales de todos los países.

Dos hechos en particular le dan mayor relevancia hemisférica a la cuestión. Uno, es el impacto en todos los países del sistema interamericano de los acontecimientos europeos, en particular la concreción del mercado único europeo a finales de 1992. El otro es la anunciada iniciativa para un acuerdo de comercio libre entre México y Estados Unidos, y la más reciente "Iniciativa para las Américas", planteada en junio de 1990 por el Presidente de Estados Unidos.

¿Tiene sentido, a la luz de las nuevas realidades regionales y mundiales la idea de una integración económica regional? ¿Es realista esperar en la presente década la conformación de un megamercado regional? ¿Abarcaría a toda América Latina o serían aproximaciones parciales de tipo subregional o sectorial? ¿Qué metodología se emplearía para lograrlo? ¿Qué características tendrá? ¿Qué lugarr ocupará la idea de integración regional, en el contexto de las nuevas políticas económicas y en la estrategia para penetrar todos los mercados mundiales? ¿Cómo se conciliaría en el caso de algunos de los países de la región, con su vinculación formal con otros bloques comerciales? ¿Es viable para cada país latinoamericano un sistema de alianzas económicas múltiples y la pertenencia simultánea a distintos bloques? ¿Todos ellos podrran aspirar en los próximos años a tener algún tipo de participación formal en los bloques comerciales del mundo industrializado?

Desde la perspectiva de la agenda de diálogo intrarregional y del hemisférico, asrcomodesde la perspectiva del sistema de comercio internacional que surgirá dela Rue­da Uruguay, éstas parecen ser algunas de las preguntas relevantes.

2. Más allá de las continuas expresiones políticas favorables a la integración, subsiste en muchos círculos la duda integración latinoamericana, agosto de 1990
sobre cómo contestar la pregunta, desde laperspectiva de cada país, de qué ventajas y qué desventajas puede tener el desarrollar una estrategia de integración económica con la región. Estas dudas se manifiestan dentro de la región, pero también fuera de la región, y ello explica ciertas dificultades para poder definir actitudes y políticas de apoyo internacional a la idea de integración latinoamericana.

No se trata tanto de identificar ventajas y desventajas teóricas. En general se las conoce y mucho se ha escrito so­bre ellas desde la perspectiva de la teoría económica.

Tampoco se trata de hacer sólo ejercicios en torno a ventajas y desventajas, teóricas o prácticas, desde la perspectiva de hipotéticas racionalidades regionales. No necesariamente lo que es bueno para la región es percibido por actores nacionales como bueno· para su respectivo país.

Se trata más bien de explorar las ventajas y desventajas concretas, que cada país, particularmente su gobierno y sus operadores económicos, puedan percibir en la perspectiva práctica de sus necesidades e intereses. Y éste es un ejercicio que sólo se puede hacer, por razones obvias, desde la óptica de cada país y de cada momento histórico concreto. ¿Qué función puede cumplir el entorno económico regional?, es una pregunta que requiere respuesta a nivel nacional. En la década de 1960, el lNTAL hizo algunos trabajos técnicos con tal perspectiva. Luego predominó en estudios y propuestas la óptica regional o subregiopal. Habría que volver ahora a profundizar el análisis del tema integración desde la perspectiva de cada país, con fuerte énfasis en la de sus operadores económicos, o sea de quienes eventualmente van a invertir en función del mercado regional, o van a operar a escala transfronteriza en la región. Esto es particularmente válido, en un momento en que también se ha generalizado la idea de que el sector privado debe asumir un papel protagónico en el desarrollo de la región y en su comercio exterior.

Lo que parece enseñar la experiencia histórica de otras regiones es que sólo puede tener fuerza y durabilidad una estrategia de integración (voluntaria y consensual) de un país con otro u otros, en la medida que se inserte en la agenda agenda de cuestiones políticas y económicas relevantes de los protagonistas nacionales de cada momento histórico concreto. Ven la medida, por cierto, en que éstos intereses nacionales puedan articularse y mantenerse articulados con los intereses nacionales del otro u otros países, lo cual requiere un ejercicio continuo de negociación y de adaptación, y mecanismos institucionales aptos a tal
efecto.

Y también enseña la experiencia que el liderazgo de un proceso de integración sólo puede surgir del o de los países con mayor gravitación económica entre todos los participantes. Puestos en otros términos, los mayores costos de una integración de distintas economías nacionales deben ser absorbidos por las principales economías del grupo. El actual caso de la reintegración de las economías alemanas así lo demuestra. Pero también lo demuestra la integración a la CEE de las economías más atrasadas de los países mediterráneos. Este es un tema sobre el cual no se ha profundizado aún el debate en América Latina, a pensar de lo mucho que se ha tratado el tema de los paises de menor desarrollo económico relativo.

¿Están dispuestas las principales economías del área a asumir los eventuales costos del desarrollo de un mega­mercado regional? ¿Se compensan tales costos con los eventuales beneficios de un espacio económico integrado? ¿Se han medido tales costos y estimado tales beneficios desde la perspectiva concreta de cada una de las principales economías.del área?

3. Pero aun para poder contestar la pregunta del primer párrafo del apartado anterior en esa perspectiva práctica, se requiere definir qué se entiende en tal caso por "integrar" un país a otro u otros. Hay distintas formas y distintos grados de integración económica, y los caminos que conducen a cada una de ellas también pueden ser distintos, en sustancia o en matices.

Precisamente lo más importante que está ocurriendo en este momento en la región en relación con este tema, es que parece consolidarse un cierto consenso sobre un nuevo planteamiento estratégico de la integración, construido en torno a un concepto muy amplio, flexible y abierto de integración y cooperación económica.

Es un planteamiento que no se centra en formas prede­finidas de alcance global, tendientes a conformar en plazos determinados un sólo espacio económico y un único ámbito de políticas económicas, que eventualmente se extienda a toda el área latinoamericana.

Por el contrario, si bien el objetivo del mercado común latinoamericano sigue siendo reconocido como válido en el largo plazo, el nuevo planteamiento supone poder contar con un menú amplio de opciones que incluya tanto fórmulas reconocidas de integración (por ejemplo, unión aduanera o zona de comercio libre) como fórmulas de cooperación econ6mica, en toda su gama.

En tal sentido, Enrique Iglesias, presidente del BID, señalaba recientemente al inaugurar la Asamblea de la Institución en Montreal (abril de 1990) "que un proceso de cooperación económica amplio, pragmático y abierto puede cumplir un papel fundamental en la creación de comercio entre los países de la región, y dar lugar a una mayor eficiencia que redunde en una creciente competitividad de la región en los mercados internacionales y en la transformación de los sistemas productivos".

Estas palabras reflejan ese renovado planteamiento estratégico de la integración económica regional que se ha generalizado en América Latina. Prueba de ello es que los presidentes del Grupo de Río de Janeiro, en su pasada reunión de Ica (Perú, octubre 1989), enfocan la integración regional desde la perspectiva más amplia del esfuerzo de capacitarse para competir.

En un mundo en que se ha acentuado la competencia económica entre naciones; la idea de integrarse para Competir y para exportar, pasaa ser el eje de un planteamiento estratégico que se aparta del que caracterizara la idea de integración en la época en que las políticas económicas nacionales privilegiaban la sustitución de importaciones.

Carlos Massad analiza muy bien este tema en el artículo "Una nueva estrategia para la integración" que se publicó en la revista Integración Latinoamericana, enero-febrero de 1989, y en la Revista de la CEPAL en abril de 1989, número 37, pág. 105 y ss. También lo hacen Alfredo Fuentes y Javier Villanueva, en el libro Economía mundial e integración de América Latina, que publicó el INTAL (Buenos Aires, abril de 1989). El profesor Klaus Esser desarrolla, en el mismo sentido, un planteamiento sumamente interesante en su artículo "Hacia la competitividad industrial en América Latina", publicado en la revista Integración Latinoamericana del INTAL (N° 148, pág. 16 y ss).

En todos estos enfoques la integración es percibida como parte de una estrategia para crear un "hábitat" favorable a la competltividad internacional de las naciones del área y por lo tanto, para la de sus empresarios. En el mundo de la interdependencia global quienes compiten son sistemas nacionales que crean para ello -a través de sus propias políticas y de un eficaz tejido de alianzas multinacionales­ un entorno favorable a la eficiencia y competitividad de sus operadores económicos, siendo la cohesión social y la equidad un elemento central de tal entorno. ¿No es éste acaso el sentido profundo de Europa 1992?

También en el Grupo Andino, en la CARICOM y en Centroamérica, se ha afirmado al más alto nivel esta nueva orientación estratégica. La pasada reunión presidencial de Galápagos (Ecuador), coloca firmemente la integración andina en esta perspectiva. Y es quizás en el Caribe inglés, donde más clara resulta la definición de la integración subregional como un proceso destinado a reforzar la aptitud de cada uno de los respectivos paises para extraer provecho de la doble inserción del área en los megamercados de Europa (Lomé) y de América del Norte (CBI y Carican).

4. Este nuevo planteamiento permite además superar en el plano conceptual y práctico, la aparente contradicción entre los requerimientos del ajuste estructural y de la transformación productiva, con los de la integración económica regiional.

Un papel reciente de Ulrich Lachler ("Regional lntegration and Economic Development, noviembre de 1989; The World Bank Industry and Energy Department, PPR, Industry Series Paper, n.14) reconoce las ventajas que para las economías en desarrollo pueden derivarse de un proceso de integración concebido en función de políticas económicas orientadas a asegurar la competitividad internacional en mercados abiertos.

Y desde una perspectiva ya específica de América Latina, el documento de la CEPAL para su reunión de Caracas de mayo de 1990 ("Transformación prodúctiva con equidad", capítulo sobre "La transformación productiva y la integración económica" -LC.L. 548, del 9 de febrero de 1990), reconoce explícitamente que las políticas de liberalización comercial, tendientes a mejorar la inserción de los países en la economía mundial, no son por fuerza antagónicas con los compromisos integradores dentro de la región. Al contrario, sostiene, "elevar el nivel de interdependencia económica intrarregional facilitaría a la vez el objetivo de adquirir competitividad internacional, con el beneficio adicional de que tendería a diversificar las estructuras productivas de la región".

5. Otra fuerte ventaja del nuevo planteamiento estratégico es que permite a cada país mantener abiertas múltiples opciones para su inserción en la economía mundial. También en este plano América Latina parece alejarse de visiones antinómicas. La multiplicidad de alianzas económicas dentro y fuera de la región, tanto gubernamentales como empresarias, puede ser una de las estrategias abiertas a los países de la región para competir en un mundo que parece no tolerar solitarios ni alianzas exclusivas o excluyentes. Cómo conciliar una estrategia de alianzas múltiples, con la disciplina económica y comercial que implica la participación en un bloque económico, o la asociación formal con un megamercado, va a ser uno de los problemas concretos que tendrá que resolver cada país latinoamericano en el futuro inmediato, en particular aquellos para quienes puede ser factible plantearse la opción desintegrarse a uno de los megamercados industrializados. En el futuro previsible y con los parámetros actuales, esta opción sólo estaría abierta para algunos países de la región, sea a través de la idea del Mercado Común de Norteamérica, o del CBI y Carican. o de Lomé.

Lo que sí parece claro es que en los próximos años los países latinoamericanos no van a estar proclives a sacrificar o siquiera debilitar, sus posibilidades de inserción competitiva en los grandes mercados mundiales, en aras del desarrollo de un potencial mercado regional. Por el contrario, e insisto en este punto que es clave, es probable que en los hechos los países latinoamericanos sólo se inclinarán seriamente al desarrollo del mercado, regional -o de cada uno de los subregionales- en la medida·en que les permita resolver algunos de los problemas que plantea su esfuerzo de transformación productiva, y además les permita mejorar las posibilidades de su inserción competitiva en los grandes mercados mundiales. En la América Latina de hoy están claras cuáles son las prioridades.
Sin embargo, este cuadro podría sufrir marcadas alteraciones si se frustraran las expectativas de que como resultado de la Rueda Uruguay, emerja un sistema multilateral de comercio mundial. con reglas de juego transparentes, que garantice efectivamente el acceso a los mercados y logre establecer una disciplina comercial internacional, limitando las tendencias al proteccionismo, al comercio administrado y a las políticas unilaterales. Una estrategia de alianzas económicas múltiples supone, paratener sentido, la existencia de megamercados abiertos y no la de "fortalezas" cerradas.

Un sistema con tales características es particuiarmente necesario para los países que no pueden protegerse contra el proteccionismo asociándose a uno de los megamercados industrializados, ya que en definitiva esta es la ventaja principal de estar dentro de un bloque comercial. Ser miembro de un bloque económico es la mejor gararitía que tiene un país de no ser afectado por eventuales políticas proteccionistas de los otros miembros del bloque. Y transforma el acceso al mercado de los demás países en un derecho y no sólo en un privilegio que pueda ser anulado unilateralmente.

6. También se está generalizando el consenso en torno a la necesidad de que el nuevo planteamiento estratégico de lugar a una renovación de la metodología de la integración. Como se señaló antes, la tendencia es alejarse de los enfoques totalizadores y ensayar, en cambio, aproximaciones pragmáticas que permitan aprovechar el potencial de cooperación existente en cuestiones y sectores específicos.

Un modelo que se aprecia es el de la integración en el Cono Sur; particularmente entre Argentina y Brasil, en el que se ha buscado además del desarrollo de proyectos puntuales en el campo nuclear, de la biotecnología, de la energía, complementariedades productivas intrasectoriales, tendientes a otorgar a las empresas de los sectores elegidos (bienes de capital, alimentos, automotriz) ventajas en materia de economías externas y de escala que redunden en reducciones de los costos medios de producción. A pesar de las dificultades económicas recientes de ambos países, que alteraron sustancialmente los supuestos bajo los cuales se formuló el Programa en el auge de los planes "austral" y "cruzado", se han obtenido ya resultados concretos, que se reflejan en el comportamiento del comercio bilateral en 1989.

7. Este proceso de renovación conceptual y de flexibilización metodológica, se inicia en realidad al comienzo de la pasada década, con la creación de la ALADI. El esquema anterior de la ALALC se había agotado, en parte debido a la rigidez de los instrumentos disponibles y en mucho debido a que era imposible continuar negociando preferencias comerciales sin afectar poderosos intereses proteccionistas. La ALALC se había transformado de hecho en un esquema de "préstamos precarios de mercados", para la colocación de excedentes o el abastecimiento de faltantes circunstanciales. El Tratado de Montevideo de 1980, por el contrario, establece un marco jurídico e institucional, sumamente flexible, que permite desarrollar en una forma compatible con el GATT, acuerdos parciales por pares o grupos de países, o acuerdos por sectores.

Parece razonable, entonces, la idea ahora prevaleciente de volver a centrar en el marco de la ALADI los esfuerzos de integración económica regional. Su flexibilidad e incluso el hecho de que no contenga un programa específico de integración, da a este marco jurídico e iristitucional, una marcada ventaja para canalizar formalmente acciones específicas de cooperación e integración, en las que no participen, necesariamente, todos sus países miembros o que estén limitadas a sectores puntuales, sean de la producción o de los servicios de apoyo al comercio, incluyendo por cierto las comunicaciones, el transporte y el financiamiento.

El hecho de que todos los países miembros de la ALADI tengan hoy gobiernos democráticos, y el hecho de que la estructura jurídica de la Asociación permite vincular a los países centroamericanos y del Caribe a sus actividades, facilitaría la idea de transformar la Asociación en el eje insti­tucional multilateral y regional del nuevo planteamiento de la integración.

En tal sentido, se puede vislumbrar un próximo perrada en el que la integración entre países latinoamericanos se canalice a través de múltiples mecanismos y acuerdos cobijados en el gran paraguas de la estructura jurídica de la ALADI, tales como el de Argentina y Brasil; o el más amplio del Cono Sur; o el de las tres subregiones (andina, centro­americana y del Caribe); o los que se están dando en materia comercial o en torno a proyectos específicos (productivos o de infraestructura) en casi todos los ejes bilaterales de la región; o los sectoriales, sean estos bilaterales (por ejemplo, el de bienes de capital entre Argentina y Brasil) o multilaterales, como los múltiples que se han firmado y están vigentes en el ámbito de la ALADI. O el de los grandes corredores de transporte terrestre y fluvial, como los ferrocarriles de Buenos Aires y de Santos al puerto de Matarani en el Pacifico, o el de la Hidrovía Paraguay-Paraná en la Cuenca del Plata.

8. En esta perspectiva de una integración latinoamericana abierta al mundo, flexible y pragmática en sus métodos, es previsible que la ALADI cumpla crecientemente, al igual que en otros planos el SELA, la función de dar un marco global y una visión de conjunto, a un proceso multidimensional de regional market building que permitirá alcanzar en los próximos años, quizá más que un "mercado único" al estilo de Europa 1992, un grado razonable de interdependencia económica basada en el predominio de la cooperación y no del conflicto. Hoy, cuarenta años después del Plan Schuman, vemos que también éste es uno de los resultados más sólidos de la genial iniciativa de Jean Monnet.

¿Cuáles serían, en tal caso, los principales aportes concretos que podría brindar la ALADI a esta "arquitectura latino­americana"? Por cierto que en primer lugar estaría la función de "paraguas jurídico e institucional" del Tratado de Montevideo, que tiene significativa importancia en relación con el GATT y que también la tiene, por su artículo 44, que establece la cláusula de la nación, más favorecida entre todos los países miembros, con respecto a las ventajas o concesiones que éstos pudieran otorgar a terceros paises. Es indudable que en relación con esta función de la Asociación se podrían presentar algunos problemas en el futuro, si es que no se logra conciliar en la práctica, la simultánea pertenencia de un país a la Asociación y a otro bloque comercial.

En segundo lugar, la Asociación tiene el instrumental necesario para desarrollar una preferencia arancelaria regional y para la eliminación de restricciones no aran.celarias al comercio intrarregional. Sin embargo, ha habido serias dificultades para lograr progresos significativos hasta el presente en esta área. La reciente Reunión de Cancilleres celebrada en México (30 de abril y 1 de mayo de 1990) no pudo concretar su objetivo de profundizar la mencionada preferencia arancelaria regional, que finalmente fuera logrado en Montevideo, en junio pasado.

En tercer lugar, la Asociación dispone de las mejores estadísticas desagregadas sobre comercio intralatino­americano, y una vasta experiencia en la promoción de encuentros y acuerdos empresariales. Tiene, en tal sen­tido, una clara ventaja comparativa para facilitar apoyo técnico y estadístico al proceso de cooperación in­terempresaria, que se ha intensificado en los últimos arios en la región.

En cuarto lugar, la Asociación puede ser el ámbito pa­ra un gradual proceso de diálogo primero y luego de coordinación, de aquellas pol.fticas macroeconómicas y de comercio exterior de los países miembros, que más pueden incidir en el comercio intralatinoamericano y en la complementación económica de la región. En un momento en que existe una mayor homogeneidad de los respectivos enfoques de políticas económicas, tal proceso no sólo se torna más factible sino que puede ser más productivo en términos de efectiva coordinación de
políticas.

En quinto lugar, la Asociación puede seguir cumpliendo una función valiosa en el campo de la cooperación aduanera y, particularmente, en el de los pagos. En tal sentido, salvo dificultades circunstanciales, el sistema de pagos y créditos recíprocos de la ALADI constituye uno de sus aportes más positivos al desarrollo del comercio regional.

El gran desafío que tendrá en el período inmediato la Asociación será el de conciliar en un marco común, la tendencia en lo intrarregional a múltiples esquemas y mecanismos de integración, y a la vez, la tendencia de los países miembros a preservar un fuerte margen de maniobra para insertarse en la economía mundial, incluso participando activamente de otros bloques comerciales. Tal conciliación sólo podría resultar del establecimiento a nivel regional, en la ALADI, y a nivel mundial, en el GATT, de una disciplina multilateral eficaz en relación con el acceso a los mercados de los respectivos
países.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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