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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 29 de julio de 1990

La Integración latinoamericana debe servir para insertarnos en el mundo


El especialista en relaciones internacionales explica a El Cronista en qué sentido está planteado el mundo desarrollado sus posibilidades de relación económica integral con áreas "nuevas" como América Latina y el este europeo.

Gustavo Javier Wrobel
para el Cronista


A cien años de la propuesta estadounidense de la Unión Panamericana, finalmente frustrada, parecería surgir un nuevo panamericanismo en el continente, cuyo aspecto más visible son los distintos intentos integracionistas.

- ¿A qué se debe esto que está sucediendo?
- Casualmente, tuve la oportunidad de analizar los antecedentes de la Conferencia Panamericana. Se habló mucho de unión aduanera, del ferrocarril transcontinental, de transportes. Había una euforia de progreso extraordinaria. Pero lo más importante es que el panamericanismo surgió bajo el signo del comercio. Lo que Estados Unidos planteó a los países latinoamericanos en la conferencia del 90 fue una gran alianza comercial. Yo creo que 100 años después, la propuesta del presidente Bush esta replanteando la idea de esta gran alianza comercial de las Américas. Y esto le está dando un nuevo contenido al sistema interamericano de relaciones hemisféricas. Los tres pilares de la propuesta del presidente Bush son el comercio, las inversiones y la deuda. Pero básicamente lo que está diciendo es "hablemos de comercio".

-Pero la "pregunta del millón de dólares" es si hay algún trasfondo detrás de la propuesta de Estados Unidos, que de pronto recordó a sus vecinos pobres del Sur…
- Yo no estoy en condiciones de responder eso. Lo que sí puedo observar son dos cosas. En primer lugar que esta iniciativa del presidente Bush significa mandar el mensaje a la comunidad de negocios del mundo y de los Estados Unidos de que en América Latina sí se están produciendo cambios muy pronunciados. Alguien lo denominó, con mucho acierto, como "la revolución silenciosa", frente a la revolución más publicitada de Europa del Este. Los cambios son muy dramáticos, muy profundos, y en el lenguaje del propio presidente Bush deben ser estimulados y apoyados. En segundo lugar, yo creo que esta iniciativa, y el proceso que ya está abriendo como consecuencia de la misma -la reunión entre la Argentina y Brasil los primeros días de agosto, para iniciar un diálogo más formal con Estados Unidos-, están reflejando también los cambios profundos que se están produciendo en las relaciones económicas internacionales. Estados Unidos, la Comunidad Económica Europea y Japón, que son los protagonistas de la competencia económica internacional de este siglo, están envueltos en un proceso de desarrollo de grandes mercados y grandes espacios económicos. Esta es la era de los megamercados. En ese contexto se inserta esta iniciativa.

-En un mercado de libre comercio, ¿América Latina puede competir y ganar a una economía tan desarrollada como la de Estados Unidos?
-Comercio significa competencia, y competencia es probablemente el tema central de la década del 90. Todo el mundo se está organizando, todo el mundo se está capacitando para competir. Ese es el tema central de la perestroika, de Europa 92, y de los propios cambios que están ocurriendo en Estados Unidos para adaptarse a las necesidades económicas internacionales, en buena medida impulsada por la revolución tecnológica, los cambios financieros, y por el dinamismo que ha introducido al comercio internacional el fenómeno del Japón. La región no puede estar ajena a esta nueva realidad internacional. Organizarnos y capacitarnos para competir es algo que puede ser incentivado por esta iniciativa de una relación comercial hemisférica que planteó Estados Unidos. Pero aun si no hubiese existido esta iniciativa, es una necesidad que tenemos. Ahora, si podemos o no competir va a depender de hasta qué punto en cada una de estas economías, de nuestras sociedades, podemos crear un ambiente favorable para la competitividad internacional. Hay que tener en cuenta que quienes competirán en el 90 no son empresas aisladas: son sociedades, naciones. Es una competencia económica entre naciones. Y el grado de eficiencia que tenga una nación para organizarse, para competir, es lo que va a determinar la suerte de la competitividad de cada uno de operadores económicos de esa nación.

-¿Cuál es su evaluación de la decisión de la Argentina y Brasil de acelerar la conformación de un Mercado Común e impulsar en conjunto el libre comercio con Estados Unidos?
- En lo personal, lo observo como muy positivo. También destaco el consenso sobre el nuevo concepto estratégico de la integración. Los países latinoamericanos conciben la integración como un medio para capacitarse y organizarse para competir, entre nosotros y en los mercados mundiales. En las últimas reuniones entre países entre países latinoamericanos surge claramente este concepto, al igual que el de integrarse para negociar en la mejores condiciones.

- Esto marca una diferencia con respecto al concepto de integración en la década del 60, que era integrarse para, virtualmente, aislarse de los mercados internacionales.
- Yo no diría que en los 60 el planteamiento estratégico fuera integrarnos para aislarnos. Lo que había era una correspondencia en relación funcional entre el planteamiento estratégico de la integración y el nivel de desarrollo industrial que estábamos llevando adelante los países latinoamericanos, signado por la idea de sustitución de importaciones. Por lo tanto, el planteamiento de la estrategia de integración en los 60 estaba adecuado a la época. Pero al promediar los años 70, al agotarse ese modelo de desarrollo, entra en crisis también la idea de integración. Ahora los países latinoamericanos tienen más claro lo que quieren hacer con sus políticas económicas y cómo se quieren insertar en la economía internacional. También tienen más claro que la integración debe ser un elemento funcional a la idea de integrarse e insertarse en la economía mundial. Esto también caracteriza la europea. Europa 92, en el fondo, es un gran trampolín que se están creando los países europeos para competir con los mercados mundiales.

- Así como en los 60 los países latinoamericanos basaban su crecimiento en la sustitución de importaciones, ahora suponen que el crecimiento puede venir a través de ajustes estructurales de las economías, estímulo a las exportaciones y apertura y apertura a las importaciones, desregulación y privatización de "empresas públicas". A su juicio ¿es ése un camino acertado?
-Yo creo que en todas partes se está dando un gran fenómeno de liberación de energías sociales. En el caso de América Latina, esto es consecuencia del retorno a la democracia. En el caso de Europa, de una valoración de la libertad individual y social, y también del retorno a la democracia en los países de Europa del este. Esta liberación de energías esta llevando a darle nuevamente a la sociedad civil, por lo tanto al sector privado, un rol impulsor de las energías creativas, de la innovación, del progreso. Yo creo que lo que está ocurriendo en América Latina es un gran fenómeno de privatización de la economía, en el sentido de que una vez -como lo fue a principios de siglo- se le está dando a la sociedad civil, al particular, al individuo, un rol motor en el crecimiento la innovación. La sociedad civil asume todas las consecuencias de este nuevo rol que tiene en el desarrollo y el crecimiento económico.

-¿Esto es una consecuencia de la década perdida del 90?
- En buena medida sí. La falta de opciones de alguna manera lleva a nuestros países a redescubrir un camino que debe ser de crecimiento, basado en la liberación de energías sociales, y por lo tanto la privatización de los impulsos básicos del desarrollo. A uno le cuesta imaginar en este momento economías que se cierra; muy pocos países preservan este esquema. Mucha gente se inclina a la apertura por convicción, pero mucha otra se inclina simplemente porque no hay opciones. De todas maneras, no sé si la del 80 es una década perdida, porque las sociedades aprenden incluso en ocasiones duras. Quizás en una perspectiva histórica, lo que se llama década perdida no lo sea; quizás haya sido una década de largo, duro y por momentos dramático aprendizaje.

-¿Se anima a predecir algún futuro para América Latina en la década del 90, a luz de los cambios que están ocurriendo?
-En este momento yo soy muy optimista. Se está produciendo un punto de inflexión, un cambio muy radical en nuestro territorio económico. Estamos saliendo de una etapa muy complicada en lo económico y creo que empezando a descubrir las oportunidades que se están planteando como consecuencia de los cambios en el escenario económico internacional. Uno nota en Europa y en Estados Unidos que se está poniendo en relieve eso que mencioné antes, que es la "revolución silenciosa" de América Latina. Los frenéticos cambios que se han producido hacen que de repente la región empiece a parecer un ámbito económico que puede llegar a tener un crecimiento significativo en el resto de esta década.

-Pero ¿los gobiernos y empresarios del primer mundo tomaron nota de esta "revolución silenciosa"?
-Yo veo que crecientemente se están dando cuenta, están revalorizando a América Latina. Indudablemente los empresarios, y en general los políticos, son gente muy concreta. Y América Latina para ellos puede llegar a ser una abstracción. Se están fijando en lo que está pasando en países concretos. Uno puede observar un grado de atención para México, Chile, y yo diría que una creciente atención para los cambios profundos de la Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Venezuela. Todas las noticias sobre América Latina aparecidas en las últimas cuatro semanas están reflejando cambios dramáticos. Todo lo que ocurre en el continente está poniendo en manifiesto que la "revolución silenciosa" está adquiriendo una dimensión y magnitud poco previstas hace seis meses.

- Los cambios que están ocurriendo en América Latina, ¿nos podrían dar alguna ventaja con respecto a Europa del Este, pese a que la atención mundial está centrada allí?
- Es natural que la atención esté centrada en Europa del este porque los cambios que allí se están produciendo son dramáticos, como así también la reunificación alemana. Pero además es buena noticia para América Latina, porque el impacto de la revolución de Europa del Este puede ser positivo en términos de crecimiento de las economías de los países industrializados. Y eso, a su vez, es bueno para nosotros. También desde el punto de vista del estímulo a la competencia en la región. Europa del este va a acentuar la competencia por mercados, va a acentuar la competencia por capitales, por recursos financieros, por tecnología. Va a ser más difícil conseguir financiamiento, y esto tiene que acentuar nuestra búsqueda de políticas que faciliten nuestra competitividad internacional.

Ahora, creo que puestos a competir, casi en términos deportivos, Europa del este y América Latina -para atraer capitales, para comerciar, para atraer tecnología-, los países latinoamericanos tienen ciertas ventajas comparativas: cierta tradición en economía del mercado y una fuerte experiencia empresaria. En el fondo, hay cierto paralelo entre los dos procesos, al igual que con la Europa mediterránea en los 70. El hilo conductor es cómo transformar economías y sociedades obsoletas en otras en condiciones de competir en el plano internaciona.

Disciplina en el comercio mundial
-En este contexto, la creación de magamercados en el mundo ¿es una oportunidad o una amenaza?
-Si los megamercados se cierran y hay un recrudecimiento del proteccionismo, esto sería negativo para América Latina. Por eso los países de la región deberían atribuir mucha importancia a un resultado positivo de la actual rueda de negociaciones del GATT. Porque la "Rueda Uruguay puede y debe llegar a crear condiciones para una cierta disciplina en el comercio mundial. Una de sus resultantes no va a ser solamente una liberalización de los mercados, sino un fortalecimiento del marco institucional para el desarrollo del comercio internacional, y por lo tanto, la posibilidad de tener una mayor disciplina colectiva que evite o limite las tentaciones al proteccionismo. Si los megamercados no se cierran y se acentúa un rasgo que caracteriza a esta economía mundial de fin de siglo, que es la permeabilidad de los sistemas económicos nacionales, dentro de un marco de disciplina comercial colectiva, creo que las posibilidades de competir por parte de las economías latinoamericanas es muy grande. A pesar de nuestras dificultades, hemos demostrado que tenemos ventajas comparativas no sólo en productos agrícolas y recursos naturales, sino en cierto desarrollo en el campo industrial y tecnológico, que nos coloca en condiciones de competir en los mercados mundiales.

-¿Usted prevé que se van a cerrar o no?
- Si algo se puede aprender de lo que ha pasado en el mundo en los últimos meses es que es muy difícil y riesgoso hacer predicciones. Yo creo que un país moderno, una sociedad moderna que se prepara para competir, tiene que estar abierta a todas las alternativas y tiene que desarrollar simultáneamente y con la misma eficacia sus habilidades competitivas y negociadoras. En el mundo de los 90 el tema es competir las 24 horas del día y negociar "las 48 horas" del mismo día. Y eso supone entender lo que está pasando en el mundo que nos rodea y en el de nuestros competidores. Por eso creo que hoy en día ningún país puede considerarse, a priori, marginado de la competencia internacional. El grado de marginalidad que un país tiene en la competencia internacional está dado por su propia voluntad, habilidad, capacidad para competir. Es casi una definición nacional. Lo otro que considero muy importante es que hemos aprendido, y estamos aprendiendo aceleradamente, que no hay contradicción entre competencia económica internacional y organización y solidaridad interna. Y si uno analiza el mundo de nuestros competidores, los que tienen mejores ventajas competitivas son los que han resuelto con mayor acierto el problema de organización interna y el problema de equidad social. Por eso, insisto, el tema central es organizarse y capacitarse para competir.

-¿La integración de las economías regionales deberá conducir a una redistribución del trabajo y la producción?
- La integración, definitivamente, es un proceso. Lleva tiempo. Integrar dos o más economías supone antes que nada un permanente proceso de negociación, con un alto grado de participación de los operadores económicos. Integración y concertación son casi dos palabras que van unidas entre sí. Estamos hablando de fenómenos de integración voluntaria de economías de países soberanos. No hay un país que pueda absorber a otros e imponer condiciones bajo las cuales se pueda redistribuir la actividad económica. Todo supone concertación y negociación. Por lo tanto, es muy difícil predecir cuál va a ser la resultante final de un proceso de integración en torno a redistribución de actividades productivas. Yo creo que el acomodamiento entre las distintas economías va a resultar de la habilidad negociadora de unos y otros. Yo no creo, definitivamente, que la Argentina pueda convertirse en un suministrador de productos agrícolas y Brasil de productos industriales. Eso es una visión muy simple de la integración.

-El grueso de las exportaciones argentinas lo integra el sector agrícola, en Chile y Bolivia el minero, en Venezuela el petróleo. Y así cada país tiene su sector preponderante. Estas estructuras de exportación concentradas en un rubro, ¿son un impedimento para la integración, o simplemente su ventaja comparativa de la cual hay que sacar partido?
-Yo diría que ésas son las realidades de las cuales parten los países. Ya esas realidades hay que tomarlas en cualquier estrategia de inversión como punto de partida.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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