A cien años de la propuesta estadounidense de la Unión
Panamericana, finalmente frustrada, parecería surgir un nuevo panamericanismo
en el continente, cuyo aspecto más visible son los distintos intentos
integracionistas.
- ¿A qué se debe esto que está sucediendo?
- Casualmente, tuve la oportunidad de analizar los antecedentes de la
Conferencia Panamericana. Se habló mucho de unión aduanera,
del ferrocarril transcontinental, de transportes. Había una euforia
de progreso extraordinaria. Pero lo más importante es que el panamericanismo
surgió bajo el signo del comercio. Lo que Estados Unidos planteó
a los países latinoamericanos en la conferencia del 90 fue una
gran alianza comercial. Yo creo que 100 años después, la
propuesta del presidente Bush esta replanteando la idea de esta gran alianza
comercial de las Américas. Y esto le está dando un nuevo
contenido al sistema interamericano de relaciones hemisféricas.
Los tres pilares de la propuesta del presidente Bush son el comercio,
las inversiones y la deuda. Pero básicamente lo que está
diciendo es "hablemos de comercio".
-Pero la "pregunta del millón de dólares"
es si hay algún trasfondo detrás de la propuesta de Estados
Unidos, que de pronto recordó a sus vecinos pobres del Sur
- Yo no estoy en condiciones de responder eso. Lo que sí puedo
observar son dos cosas. En primer lugar que esta iniciativa del presidente
Bush significa mandar el mensaje a la comunidad de negocios del mundo
y de los Estados Unidos de que en América Latina sí se están
produciendo cambios muy pronunciados. Alguien lo denominó, con
mucho acierto, como "la revolución silenciosa", frente
a la revolución más publicitada de Europa del Este. Los
cambios son muy dramáticos, muy profundos, y en el lenguaje del
propio presidente Bush deben ser estimulados y apoyados. En segundo lugar,
yo creo que esta iniciativa, y el proceso que ya está abriendo
como consecuencia de la misma -la reunión entre la Argentina y
Brasil los primeros días de agosto, para iniciar un diálogo
más formal con Estados Unidos-, están reflejando también
los cambios profundos que se están produciendo en las relaciones
económicas internacionales. Estados Unidos, la Comunidad Económica
Europea y Japón, que son los protagonistas de la competencia económica
internacional de este siglo, están envueltos en un proceso de desarrollo
de grandes mercados y grandes espacios económicos. Esta es la era
de los megamercados. En ese contexto se inserta esta iniciativa.
-En un mercado de libre comercio, ¿América Latina puede
competir y ganar a una economía tan desarrollada como la de Estados
Unidos?
-Comercio significa competencia, y competencia es probablemente el
tema central de la década del 90. Todo el mundo se está
organizando, todo el mundo se está capacitando para competir. Ese
es el tema central de la perestroika, de Europa 92, y de los propios cambios
que están ocurriendo en Estados Unidos para adaptarse a las necesidades
económicas internacionales, en buena medida impulsada por la revolución
tecnológica, los cambios financieros, y por el dinamismo que ha
introducido al comercio internacional el fenómeno del Japón.
La región no puede estar ajena a esta nueva realidad internacional.
Organizarnos y capacitarnos para competir es algo que puede ser incentivado
por esta iniciativa de una relación comercial hemisférica
que planteó Estados Unidos. Pero aun si no hubiese existido esta
iniciativa, es una necesidad que tenemos. Ahora, si podemos o no competir
va a depender de hasta qué punto en cada una de estas economías,
de nuestras sociedades, podemos crear un ambiente favorable para la competitividad
internacional. Hay que tener en cuenta que quienes competirán en
el 90 no son empresas aisladas: son sociedades, naciones. Es una competencia
económica entre naciones. Y el grado de eficiencia que tenga una
nación para organizarse, para competir, es lo que va a determinar
la suerte de la competitividad de cada uno de operadores económicos
de esa nación.
-¿Cuál es su evaluación de la decisión
de la Argentina y Brasil de acelerar la conformación de un Mercado
Común e impulsar en conjunto el libre comercio con Estados Unidos?
- En lo personal, lo observo como muy positivo. También destaco
el consenso sobre el nuevo concepto estratégico de la integración.
Los países latinoamericanos conciben la integración como
un medio para capacitarse y organizarse para competir, entre nosotros
y en los mercados mundiales. En las últimas reuniones entre países
entre países latinoamericanos surge claramente este concepto, al
igual que el de integrarse para negociar en la mejores condiciones.
- Esto marca una diferencia con respecto al concepto de integración
en la década del 60, que era integrarse para, virtualmente, aislarse
de los mercados internacionales.
- Yo no diría que en los 60 el planteamiento estratégico
fuera integrarnos para aislarnos. Lo que había era una correspondencia
en relación funcional entre el planteamiento estratégico
de la integración y el nivel de desarrollo industrial que estábamos
llevando adelante los países latinoamericanos, signado por la idea
de sustitución de importaciones. Por lo tanto, el planteamiento
de la estrategia de integración en los 60 estaba adecuado a la
época. Pero al promediar los años 70, al agotarse ese modelo
de desarrollo, entra en crisis también la idea de integración.
Ahora los países latinoamericanos tienen más claro lo que
quieren hacer con sus políticas económicas y cómo
se quieren insertar en la economía internacional. También
tienen más claro que la integración debe ser un elemento
funcional a la idea de integrarse e insertarse en la economía mundial.
Esto también caracteriza la europea. Europa 92, en el fondo, es
un gran trampolín que se están creando los países
europeos para competir con los mercados mundiales.
- Así como en los 60 los países latinoamericanos basaban
su crecimiento en la sustitución de importaciones, ahora suponen
que el crecimiento puede venir a través de ajustes estructurales
de las economías, estímulo a las exportaciones y apertura
y apertura a las importaciones, desregulación y privatización
de "empresas públicas". A su juicio ¿es ése
un camino acertado?
-Yo creo que en todas partes se está dando un gran fenómeno
de liberación de energías sociales. En el caso de América
Latina, esto es consecuencia del retorno a la democracia. En el caso de
Europa, de una valoración de la libertad individual y social, y
también del retorno a la democracia en los países de Europa
del este. Esta liberación de energías esta llevando a darle
nuevamente a la sociedad civil, por lo tanto al sector privado, un rol
impulsor de las energías creativas, de la innovación, del
progreso. Yo creo que lo que está ocurriendo en América
Latina es un gran fenómeno de privatización de la economía,
en el sentido de que una vez -como lo fue a principios de siglo- se le
está dando a la sociedad civil, al particular, al individuo, un
rol motor en el crecimiento la innovación. La sociedad civil asume
todas las consecuencias de este nuevo rol que tiene en el desarrollo y
el crecimiento económico.
-¿Esto es una consecuencia de la década perdida del
90?
- En buena medida sí. La falta de opciones de alguna manera
lleva a nuestros países a redescubrir un camino que debe ser de
crecimiento, basado en la liberación de energías sociales,
y por lo tanto la privatización de los impulsos básicos
del desarrollo. A uno le cuesta imaginar en este momento economías
que se cierra; muy pocos países preservan este esquema. Mucha gente
se inclina a la apertura por convicción, pero mucha otra se inclina
simplemente porque no hay opciones. De todas maneras, no sé si
la del 80 es una década perdida, porque las sociedades aprenden
incluso en ocasiones duras. Quizás en una perspectiva histórica,
lo que se llama década perdida no lo sea; quizás haya sido
una década de largo, duro y por momentos dramático aprendizaje.
-¿Se anima a predecir algún futuro para América
Latina en la década del 90, a luz de los cambios que están
ocurriendo?
-En este momento yo soy muy optimista. Se está produciendo
un punto de inflexión, un cambio muy radical en nuestro territorio
económico. Estamos saliendo de una etapa muy complicada en lo económico
y creo que empezando a descubrir las oportunidades que se están
planteando como consecuencia de los cambios en el escenario económico
internacional. Uno nota en Europa y en Estados Unidos que se está
poniendo en relieve eso que mencioné antes, que es la "revolución
silenciosa" de América Latina. Los frenéticos cambios
que se han producido hacen que de repente la región empiece a parecer
un ámbito económico que puede llegar a tener un crecimiento
significativo en el resto de esta década.
-Pero ¿los gobiernos y empresarios del primer mundo tomaron
nota de esta "revolución silenciosa"?
-Yo veo que crecientemente se están dando cuenta, están
revalorizando a América Latina. Indudablemente los empresarios,
y en general los políticos, son gente muy concreta. Y América
Latina para ellos puede llegar a ser una abstracción. Se están
fijando en lo que está pasando en países concretos. Uno
puede observar un grado de atención para México, Chile,
y yo diría que una creciente atención para los cambios profundos
de la Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Venezuela. Todas las noticias
sobre América Latina aparecidas en las últimas cuatro semanas
están reflejando cambios dramáticos. Todo lo que ocurre
en el continente está poniendo en manifiesto que la "revolución
silenciosa" está adquiriendo una dimensión y magnitud
poco previstas hace seis meses.
- Los cambios que están ocurriendo en América Latina,
¿nos podrían dar alguna ventaja con respecto a Europa del
Este, pese a que la atención mundial está centrada allí?
- Es natural que la atención esté centrada en Europa
del este porque los cambios que allí se están produciendo
son dramáticos, como así también la reunificación
alemana. Pero además es buena noticia para América Latina,
porque el impacto de la revolución de Europa del Este puede ser
positivo en términos de crecimiento de las economías de
los países industrializados. Y eso, a su vez, es bueno para nosotros.
También desde el punto de vista del estímulo a la competencia
en la región. Europa del este va a acentuar la competencia por
mercados, va a acentuar la competencia por capitales, por recursos financieros,
por tecnología. Va a ser más difícil conseguir financiamiento,
y esto tiene que acentuar nuestra búsqueda de políticas
que faciliten nuestra competitividad internacional.
Ahora, creo que puestos a competir, casi en términos deportivos,
Europa del este y América Latina -para atraer capitales, para comerciar,
para atraer tecnología-, los países latinoamericanos tienen
ciertas ventajas comparativas: cierta tradición en economía
del mercado y una fuerte experiencia empresaria. En el fondo, hay cierto
paralelo entre los dos procesos, al igual que con la Europa mediterránea
en los 70. El hilo conductor es cómo transformar economías
y sociedades obsoletas en otras en condiciones de competir en el plano
internaciona.
Disciplina en el comercio mundial
-En este contexto, la creación de magamercados en el mundo ¿es
una oportunidad o una amenaza?
-Si los megamercados se cierran y hay un recrudecimiento del proteccionismo,
esto sería negativo para América Latina. Por eso los países
de la región deberían atribuir mucha importancia a un resultado
positivo de la actual rueda de negociaciones del GATT. Porque la "Rueda
Uruguay puede y debe llegar a crear condiciones para una cierta disciplina
en el comercio mundial. Una de sus resultantes no va a ser solamente una
liberalización de los mercados, sino un fortalecimiento del marco
institucional para el desarrollo del comercio internacional, y por lo
tanto, la posibilidad de tener una mayor disciplina colectiva que evite
o limite las tentaciones al proteccionismo. Si los megamercados no se
cierran y se acentúa un rasgo que caracteriza a esta economía
mundial de fin de siglo, que es la permeabilidad de los sistemas económicos
nacionales, dentro de un marco de disciplina comercial colectiva, creo
que las posibilidades de competir por parte de las economías latinoamericanas
es muy grande. A pesar de nuestras dificultades, hemos demostrado que
tenemos ventajas comparativas no sólo en productos agrícolas
y recursos naturales, sino en cierto desarrollo en el campo industrial
y tecnológico, que nos coloca en condiciones de competir en los
mercados mundiales.
-¿Usted prevé que se van a cerrar o no?
- Si algo se puede aprender de lo que ha pasado en el mundo en los
últimos meses es que es muy difícil y riesgoso hacer predicciones.
Yo creo que un país moderno, una sociedad moderna que se prepara
para competir, tiene que estar abierta a todas las alternativas y tiene
que desarrollar simultáneamente y con la misma eficacia sus habilidades
competitivas y negociadoras. En el mundo de los 90 el tema es competir
las 24 horas del día y negociar "las 48 horas" del mismo
día. Y eso supone entender lo que está pasando en el mundo
que nos rodea y en el de nuestros competidores. Por eso creo que hoy en
día ningún país puede considerarse, a priori, marginado
de la competencia internacional. El grado de marginalidad que un país
tiene en la competencia internacional está dado por su propia voluntad,
habilidad, capacidad para competir. Es casi una definición nacional.
Lo otro que considero muy importante es que hemos aprendido, y estamos
aprendiendo aceleradamente, que no hay contradicción entre competencia
económica internacional y organización y solidaridad interna.
Y si uno analiza el mundo de nuestros competidores, los que tienen mejores
ventajas competitivas son los que han resuelto con mayor acierto el problema
de organización interna y el problema de equidad social. Por eso,
insisto, el tema central es organizarse y capacitarse para competir.
-¿La integración de las economías regionales
deberá conducir a una redistribución del trabajo y la producción?
- La integración, definitivamente, es un proceso. Lleva tiempo.
Integrar dos o más economías supone antes que nada un permanente
proceso de negociación, con un alto grado de participación
de los operadores económicos. Integración y concertación
son casi dos palabras que van unidas entre sí. Estamos hablando
de fenómenos de integración voluntaria de economías
de países soberanos. No hay un país que pueda absorber a
otros e imponer condiciones bajo las cuales se pueda redistribuir la actividad
económica. Todo supone concertación y negociación.
Por lo tanto, es muy difícil predecir cuál va a ser la resultante
final de un proceso de integración en torno a redistribución
de actividades productivas. Yo creo que el acomodamiento entre las distintas
economías va a resultar de la habilidad negociadora de unos y otros.
Yo no creo, definitivamente, que la Argentina pueda convertirse en un
suministrador de productos agrícolas y Brasil de productos industriales.
Eso es una visión muy simple de la integración.
-El grueso de las exportaciones argentinas lo integra el sector agrícola,
en Chile y Bolivia el minero, en Venezuela el petróleo. Y así
cada país tiene su sector preponderante. Estas estructuras de exportación
concentradas en un rubro, ¿son un impedimento para la integración,
o simplemente su ventaja comparativa de la cual hay que sacar partido?
-Yo diría que ésas son las realidades de las cuales
parten los países. Ya esas realidades hay que tomarlas en cualquier
estrategia de inversión como punto de partida.
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