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  Félix Peña

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  Panel sobre relaciones hemisféricas | 17 de enero de 1990

El sistema interamericano y la integración latinoamericana en la década de los noventa


 

Panel sobre las relaciones hemisféricas, la Republica Argentina y la situación Internacional.

Este panel brinda una oportunidad para un diálogo técnico, y en mi caso a título personal. No sólo sobre el futuro de la OEA, piedra angular del sistema interamericano, pero también, y ello es quizás más importante, sobre la relevancia de las relaciones interamericanas para la agenda de cuestiones prioritarias para cada uno de nuestros países en los noventa.

En tal sentido la pregunta a formularse sería la de para qué le sirve la dimensión interamericana de sus relaciones externas a cada uno de nuestros países. Particularmente para sus relaciones económicas internacionales.

Esta dimensión interamericana cruza por cierto por la relación de cada uno de nuestros países con la principal potencia y el principal mercado del sistema regional, que son los Estados Unidos, Pero sólo puede ser captada en todo su alcance en la medida que tal relación bilateral aparezca condicionada por situaciones o relaciones que se dan con otros países latinoamericanos y que puedan incidir en la forma en que cada país y especialmente los Estados Unidos, perciben o idealizan el papel que debería tener el entorno económico regional interamericano en su propia política económica externa, global o regional. En esta perspectiva hablar de la relevancia de las relaciones interamericanas para lo que podríamos denominar la "Agenda del Fin de Siglo" de cada uno de los países latinoamericanos, significa fundamentalmente interrogarse sobre el papel que la región como un todo puede tener en la relación económica de cada uno de sus integrantes con los Estados Unidos, y sobre la forma en que los Estados Unidos, percibe o idealiza su relación con la región.

Y es que en el pasado, con frecuencia la relación bilateral con los Estados Unidos se ha visto afectada por el desencuentro, en cuanto a cómo deberíamos habernos comportado, unos y otros, frente a situaciones concretas originadas en problemas específicos planteados en la región. El ejemplo histórico más nítido ha sido por cierto la desinteligencia originada en la percepción que unos y otros tuvieron del "Problema Cuba", que incluso afectó seriamente la viabilidad de nuestras incipientes experiencias democráticas en los años sesenta. También el denominado problema de la deuda externa ha sido percibido como una fuente de frustraciones.

Creo entonces que el diálogo abierto hoy a través de este panel debería estar centrado en la relevancia de la dimensión interamericana para nuestras relaciones económicas internacionales y nuestro proceso de democratización y de transformación económica, en la década de los noventa

Quisiera referirme a tres cuestiones específicas:

  1. Como pueden incidir los dramáticos cambios internacionales actuales en el futuro de las relaciones económicas interamericanas.

  2. En qué forma nuestros actuales procesos de democratización y de transformación económica pueden afectar nuestra percepción de lo que esperamos de las relaciones económicas interamericanas y,

  3. Cómo pueden insertarse los esfuerzos de integración económica Latinoamérica, en la capacidad de nuestros países de expresarse como una región económica organizada en el marco interamericano y no solo como una red no siempre coherente de relaciones bilaterales.

En relación al primer tema, quiero resaltar aquí dos aspectos. El primero se refiere a la incertidumbre como rasgo dominante de una realidad internacional muy fluida y dinámica. Muy poca gente pudo predecir aun la evolución futura de los acontecimientos desencadenados a partir de la "Revolución del Este. Ellos nos obliga a ser muy prudentes en cualquier predicción futura. La incertidumbre domina el escenario internacional.

El segundo se refiere a tres rasgos distintivos que emergen con cierta claridad en la realidad internacional actual, y que probablemente predominen aun en las relaciones internacionales de los próximos años. Ellos son: a) la relativa desideologización de las relaciones de poder entre las grandes potencias, b) la emergencia del comercio como eje de las relaciones internacionales contemporáneas, y la ampliación del concepto de comercio para abarcar un espectro de las transacciones económicas entre naciones (esta evolución resultó muy nítida en la negociación de la agenda de las actuales negociaciones de la Rueda Uruguay), c) la creciente politización de las relaciones económicas internacionales, cada vez más administradas por actos gubernamentales de apoyo a sus operadores económicos en la competencia externa. Se observa en tal sentido, la emergencia de un sistema económico internacional en el que compiten grandes unidades económicas nacionales y también plurinacionales, los Mega-Mercados, usando a tal efecto todos los medios disponibles para competir, incluso el comercio administrado.

Creo que estamos viviendo el tránsito de un sistema internacional dominado por lo que podríamos que denominar las Mega-ideologías, expresadas de alguna manera en bloques militares, a uno centrado en la idea de Mega - Mercados. La lógica de la competencia entre Mega-Mercados tendrá fuerte incidencia en el comportamiento futuro de las naciones, y tengo la impresión traerá como consecuencia un mayor énfasis en el concepto de Socio - Competidor y no en el de Aliado - Enemigo. Nuestras políticas van a estar más dirigidas al socio-competidor, y tendrán una creciente participación junto a los gobiernos, de protagonistas económicos y sociales, tal como lo señalara en su intervención Elliott Abrams. Las relaciones van a ser más societales que gubernamentales. Emerge así el concepto de "Trading State", tal como lo planteara en su reciente libro el Profesor Rosecrance, por contraposición al "Territorial State". Sin embargo, es ahora claro que seguiremos observando la tensión constante entre las relaciones internacionales de los "Mega-Mercados" y la más tradicional dominada por factores nacionalistas, territoriales, étnicos y religiosos.

También aparece claro que el concepto de marginalidad va a tener que ser redefinido ante las nuevas realidades. Ser marginal significa hasta ahora estar fuera de lo que Stanley Hoffman denominaba la "Línea de Principal Tensión" en las relaciones internacionales, y en tal perspectiva la óptica dominante era la del valor estratégico-militar relativo de cada nación. Ser marginal en el futuro será no saber aprovechar las oportunidades originadas por la competencia entre los mega-mercados. La marginalidad relativa de una nación no dependerá tanto de su valor estratégico en la confrontación Este-Oeste. Sí dependerá de la capacidad de cada nación de encontrar ventanas de oportunidad en la competencia entre los mega-mercados. En tal sentido, el mundo de los noventa será inhóspito para los solitarios, para quienes no, sepan o no puedan tejer una red de alianzas estratégicas con otras naciones, una red de socios, para poder competir para preservar o expandir su participación en los mercados mundiales. Y el tejido de alianzas no será solamente entre naciones, pero también deberá permear al nivel societal y al mundo de los operadores económicos.

El segundo tema se refiere a lo que está pasando en nuestra América Latina. La región aparece dominada por los procesos de tránsito hacia sistemas democráticos estables y de transformación económica hacia sistemas económicos modernos y competitivos. En tal sentido lo que llama la atención es la emergencia de una nueva cultura política en la región. Yo creo que deberíamos aquí reflexionar sobre este hecho, porque está cargado de implicancias con respecto a nuestra futura inserción en el sistema internacional y en el mundo de los mega-mercados.

Percibo en tal sentido, una América Latina mucho más proclive a valores de competencia, tanto en lo económico como en lo político, consecuencia del fenómeno de la democratización, y mucho más proclive a valorar la idea de negociación, en todos los planos, en todo momento. Competir y negociar aparecen así como valores que tienden a arraigarse en nuestra cultura política. Negociar para competir mejor. Tiene mucho que ver también con la valoración del deporte en nuestras sociedades. Y especialmente en nuestras juventudes. Prepararse para competir es parte de la vida diaria de cualquier joven deportista.

Por otro lado se observa el arraigo de políticas orientadas a crear "hábitats" favorables a la competitividad externa de nuestros países.

Es como si se hubiera asimilado a nivel societal la idea de que cada uno debe defenderse por sus propios medios, y que es necesario capacitarse y organizarse para mejor competir en los mercados mundiales. El mundo de los noventa no parece dispuesto a tolerar ni solitarios ni ineficientes.

La tarea de prepararnos para competir, de movilizar nuestras energías sociales para competir como naciones, se ve dificultada por los problemas de arrastre de los años setenta. Financiamos alegremente nuestros desajustes con el crédito externo hasta que tuvimos que competir por los recursos financieros con competidores mucho más dotados para atraer el financiamiento internacional, incluso nuestros propios recursos financieros. Y al mismo tiempo tenemos que consolidar sistemas democráticos y transformar nuestras economías.

De alguna forma nuestra región esta siendo la excepción en cuanto al tratamiento que el mundo occidental ha dado en la post-guerra a los otros casos de consolidación de "Democracias Nacientes", Ellos son el de Europa Occidental en los cincuenta, el de Europa Mediterránea de los setenta y ahora, el de Europa del Este en los noventa.

El común denominador de estos casos ha sido el de la acción deliberada del mundo occidental para crear en torno a estos esfuerzos de democratización, un "friendly International economic environment" que sustentara la necesaria disciplina social que implica la transformación económica en un medio democrático. Cabe preguntarse ¿dónde están los esfuerzos del mundo occidental por crear este ambiente económico internacional amistoso o favorable para los esfuerzos de democratización y de transformación económica de la región?

El tercer tema es el de la integración económica de los países latinoamericanos. A pesar de todos los esfuerzos sigue existiendo una brecha entre la voluntad política de integrar y las realidades económicas. Y el hecho que América Latina no ha podido concretar, en la forma deseada, tales esfuerzos genera un marcado desbalance económico en el sistema interamericano.

Sin embargo en este momento se observa, como factor positivo, un nuevo planteamiento estratégico de la integración regional, que debería facilitar su valoración positiva en el sistema interamericano. En efecto, la integración regional planteada en la actualidad, por gobiernos y operadores económicos, como parte de la estrategia de transformación económica y de capacitarse para competir a escala global. La integración pierde su acento defensivo y se acentúa por el contrario en ella, las connotaciones positivas de un serio esfuerzo para organizarse para competir en los mercados mundiales, para crear un "hábitat" regional favorable a la competitividad externa de las naciones latinoamericanas.

Este replanteamiento estratégico, muy claro en las definiciones del Grupo de los Ocho, en las de la CARICOM y en las del Grupo Andino, debería facilitar en el futuro el apoyo constructivo por parte del sistema interamericano a los esfuerzos latinoamericanos, contribuyéndose así a la creación de un entorno económico regional e internacional favorable a los procesos de democratización y de transformación económica, como la integración europea apoyada por los países occidentales, lo ha sido para las democracias nacientes de Europa Occidental primero, de Europa Mediterránea luego, y ahora parece serlo para los de Europa del Este. Creo que el apoyo activo a la integración económica latinoamericana, concebida como forma de organizarse y capacitarse para competir como naciones en el mundo de los mega-mercados, puede convertirse en el eje de la revalorización de la dimensión interamericana de nuestras relaciones económicas internacionales, por encontrarse en tal apoyo la sustentación efectiva a los esfuerzos de disciplina social interna que significan encarar a la vez, los procesos de democratización y de transformación económica de nuestras naciones.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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