Resumen
Los profundos cambios políticos y económicos de los últimos tres años abren nuevas posibilidades para la integración. Ha aumentado sustancialmente la conciencia del valor de América Latina para los países de la región. Los cancilleres y presidentes se reúnen con facilidad y frecuencia. La restauración de la democracia en varios países contribuye a este clima porque implica una mayor vocación por el diálogo y una gran homogeneidad de valores y regímenes políticos.
Por otro lado, el ajuste estructural que de hecho aplican los países latinoamericanos podría,encontrar en la, integración una opción para hacer menos doloroso y más eficaz el sacrificio. Asimismo, la mayor permeabilidad y conciencia del problema que comienzan a exhibir los países acreedores crea un contexto internacional que podría ayudar a poner en marcha una estrategia de desarrollo regional que contribuya a solucionar el problema del endeudamiento.
Sin embargo, el comercio intrarregional ha retrocedido y las instituciones y los acuerdos de integración se, encuentran en dificultades, lo que pone en evidencia que el proqeso de integración no es simple ni lineal. La ronda multilateral de negociaciones de la ALADI, prevista para principios de 1986, podría constituir la oportunidad apropiada para conjugar de' modo positivo aquellos hechos y tendencias, potencialmente propicios para la integración. Por otra parte, se observa una creciente complementariedad de intereses entre los países más desarrollados de la región y los de menor desarrollo relativo, que constituye un factor dinámico adicional. La diferencia del desarrollo ha dejado de ser un obstáculo para la integración. Los países de, mayor desarrollo e intermedios se han transformado en exportadores de equipo y tecnología y servicios, y tienen dificultades para expandir sus colocaciones en el mundo industrializado. Los países de menor desarrollo tienen una gran necesidad de proyectos y a su vez requieren mercados externos preferenciales, para cuya atención necesitan de inversiones y tecnología. Los países de mayor desarrollo .en compensación por su participación con equipamientos y servicios podrían abrir sus mercados en condiciones similares a las de la iniciativa de la Cuenca del Caribe o las del reciente acuerdo comercial entre Argentina y Uruguay. La clave para que este enfoque se traduzca en un cambio defectivo en el modelo de relaciones económicas intrarregionales, es que los países de mayor desarrollo, con apoyo financiero adicional de los países industrializados, encaren como parte del ajuste que les impone la crisis de la deuda y la competencia internacional una política de apertura con un tratamiento efectivamente preferencial para los países, de menor desarrollo de la región. Supone además que adopten una actitud compradora.y que establezcan estructuras comerciales.apropiadas para este intercambio tales como “trading companies” (compañías comercializadoras) especializadas.
Los profundos cambios políticos y económicos que se produjeron en América Latina en los últimos tres años a partir de la guerra de las Malvinas y de la crisis del endeudamiento externo ¿contribuyeron a mejorar la situación actual y el, potencial de los esfuerzos de integración económica regional? ¿Es posible que los países latinoamericanos, cooperen más intensamente entre sí como respuesta a la crisis de la deuda y como consecuencia de la restauración democrática? ¿Qué tipo de políticas, económicas domésticas pueden conducir a una mayor integración económica regional?
1. En relación con los interrogantes que se acaban de plantear, deseo anticipar mí opinión en el sentido de que la crisis de, la deuda y la restauración democrática en América, Latina han dado, un nuevo sustento a la; idea de que los países latinoamericanos, pueden encontrar, en la propia región, mercados y recursos que faciliten sus estrategias de desarrollo y de respuesta a los grandes desafíos económicos externos que enfrentan, sin que ello implique, necesariamente, un debilitamiento, de los esfuerzos por competir en todos los mercados del mundo y para cooperar tanto con el mundo industrializado como con, el resto del mundo en desarrollo.
Sin embargo, esta revitalización a nivel político de la idea de cooperación regional no ha encontrado, aún un cauce que la torne plenamente operativa, en parte como consecuencia de los efectos que en las relaciones económicas intralatinoamericanas y en el comercio regional resultaron de las medidas de ajuste que se debieron aplicar, ya que ellas involucraron, por sus características, fuertes restricciones a las importaciones de todo origen e incluso de las provenientes de la región, En parte, también incidió la relativa obsolescencia de esquemas y mecanismos de integración y de cooperación regional y subregional, que fueron creados en un contexto económico internacional y latinoamericano muy distinto del actual y del futuro previsible. Y en parte, por último, fue consecuencia de la falta de un contexto de cooperación económica internacional como el que existió años atrás, primero en relación con Europa y luego con América Latina, que tienda a privilegiar y estimular la cooperación económica a nivel regional. Por lo demás, también en la región se observa un fuerte mimetismo, con la preferencia por los enfoques bilateralistas que predominan en el mundo industrializado, .y que en última instancia también debilitan los grandes esquemas de cooperación económica multilateral existentes, como es el caso de la UNCTAD y del propio GATT.
Creo que se podrían dar algunos pasos para tornar operativa la voluntad política de intensificar la cooperación económica regional. Por ejemplo, si se introduce explícitamente, como parte de las políticas de ajuste estructural que de hecho están aplicando los países latinoamericanos, la idea de un acceso preferencial real a sus mercados para los bienes y servicios originarios de la propia región, en términos que signifiquen una efectiva reciprocidad de intereses entre las distintas categorías de países y como parte de un proceso de más largo alcance de apertura comercial internacional de América Latina.
Este enfoque debería poner el énfasis en la cooperación de los países de mayor desarrollo de la región con los de menor desarrollo, y explotar al respecto la complementación de intereses que se produjo en los últimos años en la región entre estos dos tipos de países.
Y finalmente creo que los países industrializados podrían apoyar esta voluntad política de cooperación entre los países latinoamericanos facilitándola con financiamiento adicional dirigido a estimular este aspecto, particularmente significativo, del ajuste estructural de las economías regionales. Éste podría ser un componente importante de una estrategia de restablecimiento de condiciones de desarrollo económico en la región que contribuya a solucionar el actual problema del endeudamiento externo, en el que podrían desempeñar un papel concreto tanto los principales deudores como los países y bancos acreedores y las instituciones multilaterales de financiamiento.
Sin duda, estas ideas requieren un análisis más detenido que el que se puede efectuar aquí. Por lo tanto, en esta oportunidad, sólo deseo adelantar algunos elementos para un debate que involucra primordialmente a los propios latinoamericanos, pero que también debería formar parte de un diálogo regional orientado a identificar y profundizar campos de cooperación económica y política efectiva entre las naciones del hemisferio.
2. Se observan efectos contradictorios con respecto a los esfuerzos de integración regional, como consecuencia de los fenómenos políticos y económicos que a partir de 1982 se precipitaron en América Latina.
Cabe destacar que los países que la componen han tomado más conciencia del valor político y económico de la región. Tres factores contribuyeron a ello: a) el conflicto del Atlántico Sur y su impacto en el desarrollo de un sentimiento de solidaridad regional que, en algunos casos, caló muy hondo a nivel popular (por ejemplo, en Perú y Venezuela), así como en el desarrollo del concepto de seguridad económica regional y en lo que se puede denominar la "doctrina latinoamericana" de rechazo a las sanciones económicas por causas políticas (luego, esta doctrina sería aplicada, en el mismo ámbito del SELA, que es donde se originó, al caso de Nicaragua); b) la crisis del endeudamiento externo y su repercusión en el ritmo y las condiciones del desarrollo económico de la región, e incluso en su viabilidad, y c) la restauración de la democracia en casi todos los países que durante toda la década de 1970, o parte de ella, estuvieron regidos por gobiernos militares.
Los dos primeros factores inciden en el desarrollo de una identidad regional, que se sustenta en la percepción de desafíos externos comunes y en una más nítida diferenciación entre "nosotros" y "ellos". En ambos casos se reconoce que responder a los problemas planteados por "ellos", requiere elaborar la relación entre "nosotros". Aun cuando esta elaboración no ha" trascendido, a veces, el plano de lo retórico o del compromiso nominar ha dejado en los gobiernos y la opinión pública, la sensación de que su traducción a las realidades, la efectividad del "discurso latinoamericanista", no sólo es un imperativo sino que es factible en la medida en que haya voluntad y tiempo.
Los dos factores, han jugado entonces a favor de la revalorización de la propuesta "integracionista" en la región. Pero esta revalorización ha estado dirigida más hacia, la idea de "América Latiría" como un valor político y económico a elaborar -al igual, quizá, que lo fue la idea de "Europa" entre los años 1945 y 1950 en los países que la guerra había dejado sin rumbo y sin otra alternativa que los dos bloques hegemónicos- que a privilegiar determinadas formas económicas o políticas de integración. En los últimos tres años no se ha mencionado nada que se parezca a las formas de integración tan en boga en las elaboraciones teóricas, intentos vanos las más de las veces de proyectar en el mundo en desarrollo la experiencia europea.
El tercer factor mencionado, el de la restauración de la democracia ha tenido, una incidencia positiva en la intensidad, de la comunicación y el diálogo entre, los gobernantes, de la región, así como en la legitimidad del planteamiento latinoamericanista. Se ha conformado un cuadro de mayor homogeneidad de valores y de regímenes políticos, así como una percepción similar de la naturaleza dejos desafíos económicos y políticos externos que permite asemejar la situación actual a, la que caracterizaba a los países andinos al, promediar el decenio de 1960, cuando Eduardo Frei y Carlos ajeras Restrepo lanzaron la idea del Grupo Andino.
También se puede observar que los presidentes y los cancilleres se consultan, y se reúnen con mayor facilidad. Provienen los primeros, al menos en el caso de los que Gobiernan los llamados "principales deudores", de partidos políticos que tuvieron tradicionalmente actitudes muy favorables a la, integración latinoamericana y en algunos casos, los propios presidentes se destacaron por su actuación previa en la promoción, de esta idea fuerza. Varios de los actuales cancilleres del mismo grupo, de países, cuentan con una reconocida trayectoria internacional y nacional que los identifica con la idea de la cooperación y la unidad regional. Además, predomina un estilo proclive a la informalidad y a la comunicación directa, lo que sin duda ha introducido formas nuevas de diálogo y de relaciones entre los gobiernos de la región.
Todo esto conduce a una recuperación del papel protagónico de los gobiernos en las relaciones económicas internacionales de la región y, en particular, en la diplomacia multilateral, muchas veces, en desmedro del papel de organismos como el SELA. A veces, a los propios organismos multilaterales les ha costado adaptarse la una situación, totalmente distinta de las que predominó en el primer momento de la, crisis cuando por ejemplo, los secretarios del SELA, y de la CEPAL desempeñaron un papel relevante, por lo menos en la primera etapa del camino que condujo a la Conferencia de Quito (recordemos el informe Zamora iglesias en el primer semestre de 1983), tanto en el diagnóstico del problema de la deuda como en la propuesta de estrategias y fórmulas para encajarlo.
Pero si es cierto que en los tres últimos años, se incrementó, sustancialmente la conciencia sobre el valor de América Latina para los países de la propia, región y que a ese respecto se alcanzó un nivel sólo comparable al del decenio de 1960, por otro lado también es posible observar un marcado retroceso en el valor del intercambio comercial regional, en el funcionamiento de los esquemas subregionales de integración y, en general, en la práctica de la cooperación económica multilateral institucionalizada.
Entre 1981 y 1984, las exportaciones intrarregionales en la ALADI disminuyeron de 11,187 millones de dólares, a 7.106 millones de dólares. En buena medida esta disminución refleja la de la actividad económica en los principales deudores, así como la aplicación indiscriminada de restricciones a las importaciones resultantes de las políticas de ajuste. Además, los tres esquemas subregionales de integración han sufrido un profundo y negativo impacto como consecuencia de la crisis económica, y no sólo el comercio intrasubregional ha disminuido drásticamente, sino que los mecanismos de integración o han dejado de funcionar con eficacia o, directamente, han sido cuestionados en forma abierta por los propios países miembros. En casi todos ellos se ha generalizado la impresión de relativa obsolescencia de mecanismos e instrumentos, aun cuando muchas veces su ineficacia se podría explicar por la indiferencia de, los gobiernos para el cumplimiento de lo pactado, o por la proyección en el plano subregional de las inestabilidades políticas y económicas de los propios países.
Por lo demás, tanto en el funcionamiento práctico de la ALADI como del SELA se observan dificultades derivadas de una marcada preferencia de los gobiernos por la cooperación, multilateral no institucionalizada (como es el caso del Consenso de Cartagena), o por los acuerdos y mecanismos bilaterales, y también se percibe la enorme brecha que se abre en épocas de crisis entre el nivel retórico (el discurso, el acuerdo formal) y el de la realización efectiva. Esto último es evidente en lo difícil y lento que resulta en el marco de la ALADI traducir a los hechos la idea planteada al más alto nivel político en el "Encuentro de Montevideo" (marzo de 1985): lanzar una ronda de negociaciones comerciales multilaterales tendiente a reducir, a través de mecanismos bilaterales y multilaterales, la brecha existente entre el comercio intralatinoamerica-no actual y el potencial (tomando en cuenta la capacidad instalada existente, de producción de bienes y de servicios, y las importaciones actuales de tales bienes y servicios defuera de la región).
Sin embargo, no creo que los, retrocesos y las dificultades apuntados, estén indicando que la valoración política de la idea de. Integración regional es sólo, retórica, y que por lo tanto nada serio cabe esperar en términos de progresos sustanciales en las realidades de la integración. Considero que más bien están indicando que ha sido errónea la ilusión de que integrar las economías latinoamericanas sería un proceso lineal, simple y de efectos espectaculares en el corto o mediano plazo. Por el momento, creo que lo que se ha logrado, es recuperar espacio para la idea de que es en América Latina donde los países de la región pueden encontrar sustento político y económico para sus propios procesos de desarrollo y para enfrentar desafíos políticos y económicos externos. No creo que hoy en día esta idea se plantee como excluyente del desarrollo de otras afinidades económicas y políticas externas de los países de la región. Lejos están los días en que se podían imaginar alianzas económicas exclusivas y excluyentes, o visiones unidimensionales de la inserción internacional de cualquier país latinoamericano. Tampoco creo que esta idea se formule o que se pueda plantear asociada con formas específicas de integración económica, tales como la del mercado común o la unión aduanera. Sin perjuicio de las técnicas de integración que se puedan emplear finalmente, y que es probable serán heterodoxas desde el punto de vista de enfoques teóricos o ideológicos que han predominado en el mundo industrializado," lo que sí parece claro es que la idea de profundizar la "afinidad" latinoamericana se vincula mucho más con un rechazo instintivo de la dirigencia política y del empresariado a las tentaciones del aislacionismo o de un internacionalismo irrestricto, o inclusive de la fragmentación conflictiva de la región.
Tampoco ha sido fácil, ni lo podría ser, el camino de la coordinación latinoamericana frente a terceros en materia de relaciones económicas internacionales. Éste ha sido un campo en el que los gobiernos han tenido tradicionalmente una actitud cautelosa ante cualquier idea que pudiera significar limitaciones a su margen de maniobra para negociar frente a terceros y, en particular, con los países industrializados. En el decenio de 1960 se aceptó, con prudencia la idea de coordinar posiciones externas a través de mecanismos informales. Luego, los esquemas subregionales, y en particular el Grupo Andino, introdujeron prácticas más avanzadas de acción conjunta, en especial en relación con la transferencia de tecnología y con la inversión extranjera. Hace diez años, cuando se creó el SELA, por primera vez se aceptó a escala regional la idea de un mecanismo multilateral institucionalizado de coordinación de posiciones externas. Al principio de la crisis de la deuda, la Secretaría Permanente del SELA adelantó algunas: ideas, orientadas a una negociación conjunta con los acreedores. Tanto la Conferencia de Caracas, en septiembre de 1983, como todo el proceso preparatorio de la Conferencia Económica Latinoamericana de Quito y su propio desarrollo, así como el funcionamiento de la Comisión Especial sobre Financiamiento y Comercio de la OEA, en los primeros meses de 1984, pusieron de manifiesto lo difícil que resultaba vencerla resistencia de los gobiernos a actuar conjuntamente en temas tan delicados como el de la deuda y más aún a traducir sus declaraciones en hechos. Con el Consenso de Cartagena y con las reuniones posteriores de Mar del Plata y Santo Domingo, se logró conferir mayor impulso a la cooperación regional frente a terceros e inclusive resonancia mayor. Hasta el presente, tres hechos han caracterizado esta reciente modalidad de coordinación de posiciones externas: a) el directo interés presidencial y la participación de los cancilleres y de los ministros de Economía y Finanzas; b) la participación limitada a los países con intereses directos y sustanciales en el problema de la deuda, y c) la no participación formal de los organismos económicos regionalesEs probable que en los próximos meses observemos cómo los países latinoamericanos capitalizan la experiencia acumulada en los tres últimos años en materia de coordinación externa. Recientemente se ha advertido un estilo distinto en el funcionamiento del Consenso de Cartagena, de reuniones técnicas con poca trascendencia pública, con escaso énfasis en la diplomacia declarativa, y con marcada preferencia por las consultas informales. También en la participación latinoamericana en el Grupo de los 24, después de la reunión de abril de 1985 del Comité de Desarrollo, se ha podido observar un nuevo estilo, mucho más pragmático y business oriented. Por último, se percibe una mejor definición del espacio específico que ocupa en cada país la diplomacia económica multilateral, así como su coordinación con los esfuerzos internos de ajuste y con las necesarias negociaciones individuales con los bancos y los países acreedores. En síntesis, se observan los efectos de un aprendizaje latinoamericano en este campo, que probablemente conduzca a algún tipo de consecuencia institucional en. la que no podrá estar ausente, por cierto, la propia experiencia acumulada en la materia por los países industrializados, tanto en el papel que le cabe a la OCDE, a la Cumbre Económica, al Grupo de los Diez y a las múltiples instancias de consulta y coordinación entre los principales gobiernos y también entre los grandes bancos comerciales internacionales.
3. En este momento se están encarando esfuerzos de cooperación a escala regional, que de perseverar po drían tener un efecto positivo en, la recuperación económica de los países latinoamericanos y contribuir al ajuste estructural de sus economías. Los principales están orientados a revertir la tendencia al deterioro del comercio intralatinóamericáno, a través de aperturas comerciales efectivas y estables que se negocien, tanto por pares dé países como para el conjunto de países miembros y aun para los no miembros en el marco de la ronda multilateral de negociaciones comerciales que se iniciarían en el primer trimestre de 1986 en la ALADI. A ellos se suman esfuerzos significativos, en el campo bilateral, con un claro contenido de cooperación económica, como los que emprenden Brasil y Argentina con Uruguay. Ellos se complementan con los que se están encarando para replantear los esquemas subregionales de integración y, en particular, los que se planean para resolver los problemas que afrontan los mecanismos de pagos regionales y subregionales, y para mejorar sustancialmente las condiciones de financiamiento del cómerio intrarregional.
La agenda actual de cooperación e integración económica regional, se podría enriquecer fácilmente si se tomara en cuenta el potencial que existe, por ejemplo, para la produccion y comercializacion intrarregional de alimentos para la complementacion en materia energética y de hidrocarburos, para la producción y comercialización de bienes de capital y de tecnologías intermedias, e incluso para .el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías.
En las áreas señaladas en los dos párrafos anteriores se abre también un vasto espacio para la cooperación del mundo industrializado, con los procesos de desarrollo y ajuste estructural de América, Latina, mediante el aporte de financiamiento adicional, de inversiones y de tecnologías que contribuyan a consolidar un autoesíuerzo regional, que tiene la virtud de ser percibido por los propios países latinoamericanos como deseable y por las opiniones , públicas como un modo legítimo de abrir, gradualmente las economías a la competencia internacional.
4. Se observa una creciente complementariedad de intereses entre los países más desarrollados de la región y los de menor desarrollo económico relativo. Creo que esta complementariedad de intereses pqdría ser transformada en un factor dinámico de las relaciones comerciales y de integración en la región y, por ende, del desarrollo económico de los países latinoamericanos.
Hasta hace poco tiempo, la disparidad en el desarrollo económico regional era percibida como una fuente de dificultades casi insuperables para cualquier proceso de integración regional o subregional. Creo que estamos frente a una nueva realidad económica, que puede cambiar los términos del problema y que aún no ha sido explorada en todas sus consecuencias. Por un lado, los países, de mayor desarrollo, y en cierta medida los intermedios, se transformaron en exportadores de bienes de capital, de tecnología y de servicios. En la actualidad, tienen serias dificultades para expandir esas exportaciones a los países industrializados y al resto del mundo en desarrollo. El proteccionismo creciente amenaza con aumentar en el futuro esas dificultades. Por otro lado, en términos relativos, el conjunto de países de menor desarrollo de la región poseen un poder de compra que es de interés para los de mayor desarrollo, en particular en sus mercados de proyectos, que demanda muchas veces el tipo de bienes de capital, de tecnologías y de servicios que éstos pueden ofrecer. Pero a su vez, están ávidos de mercados externos a los cuales tengan un acceso preferencial estable que les permita estimular inversiones en nuevas actividades productivas, en términos similares, por ejemplo, a los que se han planteado en la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.
Explorar y explotar esta complementariedad de intereses puede contribuir a una revisión profunda de los términos en los que hasta el presente se ha planteado la integración y la cooperación regional. Los países de mayor desarrollo podrían, por ejemplo, abrir sus mercados para los países de menor desarrollo (miembros y no miembros de la ALADI), en condiciones similares a los de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe o a los del reciente acuerdo comercial entre Argentina y Uruguay, con las suficientes salvaguardias respecto de los requisitos de origen y de los mecanismos de. excepción. Como reciprocidad, los países de menor desarrollo interesados en participar en este esquema se podrían comprometer a aplicar una política que facilite la participación, preferencial en sus mercados de proyectos, en una forma .compatible con requerimientos de eficiencia económica, de los bienes de capital y servicios de los países que hubieran otorgado el acceso preferencial a sus mercados, al menos en una proporción similar al comercio efectivo que tal apertura genere. Se debe tener en cuenta, además, que los países de mayor desarrollo poseen estructuras de comercialización externa que les permitirían recanalizar hacia terceros mercados productos originados en los de menor desarrollo que no estén en condiciones de absorber en su mercado interno.
La clave para que este enfoque se traduzca en un cambio efectivo en el modelo de relaciones económicas intrarregionales puede consistir en que los países de mayor desarrollo encaren su política de apertura preferencial hacia los países de menor desarrollo de la región como parte del ajuste estructural que les está imponiendo la crisis de la deuda y las nuevas realidades de la competencia económica internacional.
Además, supone que adopten una actitud compradora frente a esos países e incluso que desarrollen estructuras de comercialización que contribuyan a la adquisición de bienes en ellos y que faciliten su recanalización hacia el mercado internacional. Una “trading company” multinacional, en las líneas de la empresa “Latinequip” -recientemente creada por Argentina, Brasil y México para facilitar la comercialización de sus bienes de capital- podría significar un aporte positivo para el logro del objetivo del “compre latinoamericano”, al que se refirió el presidente de Argentina, Raúl Alfonsín.
Un enfoque de estas características presenta dificul tades fáciles de imaginar, y no es la menor que se considere que los países de mayor desarrollo no están en condiciones de abrir sus economías a los de menor desarrollo y que los productos que éstos podrían ofrecer son, por lo general, competitivos con los que ellos producen. Sin embargo, hay que tener en cuen ta que el impacto inmediato de tal apertura sería mínimo, precisamente por la limitada capacidad de ofer ta existente en los países de menor desarrollo, y que los efectos del mediano y largo plazo se insertarían en la necesaria política de ajuste estructural que dt hecho implicaría una mayor apertura comercial al res to del mundo. Por otro lado, tales efectos deberían quedar compensados por la participación de la indus tria y los servicios de los países mayores en el futuro desarrollo de los de menor desarrollo. Por,cierto esta idea requiere que se efectuen algunas proyecciones que, permitan cuantificarla y conocer su impacto potencial en el desarrollo económico de cada uno de los países involucrados. Pero sí, parece posible imaginar, un potencial significativo, si es que, los países, industrializados cooperan con ella, canalizando financiamiento adicional para lo que podría ser una de las modalidades más interesantes del ajuste estructural de las economías latinoamericanas. También parece posible sostener que este enfoque redundaría beneficiosamente en el comercio de América Latina con el mundo industrializado, por el efecto de reactivación económica que podría tener sobre la región.
La rueda, multilateral de negociaciones .comerciales, que se ha previsto iniciar en el primer trimestre de 1986 en la ALADI, podría constituir una oportunidad apropiada para encarar estas negociaciones entre países de mayor y menor desarrollo económico de la región, ya que incluso se contempla la posibilidad de que en ella participen los países de,menor desarrollo que hoy en día no son miembros de la Asociación, o sea los del Caribe y Centroamérica. Hay un mecanismo en la ALADI que podría ser utilizado:, es el de los programas de cooperación económica con los países de menor desarrollo, que pueden ser negociados por éstos con cada uno de los países miembros de la Asociación. Existe un órgano en la Asociación, que es láa Unidad de Promoción Económica, qué está especialmente orientada a estudiar los problemas de los países de menor desarrollo y a facilitar su participación en el comercio y la integración regional.
Ella podría ser utilizada para la preparación de cada programa de cooperación económica concreto. En el marco de las negociaciones de los países deudores latinoamericanos con los países y bancos acreedores se podrían plantear los requerimientos de financiamiento adicional, necesarios para que este enfoque sea eficaz. El enfoque sugerido tendría así la ventaja de ser un esfuerzo latinoamericano de cooperación en función del ajuste estructural, del desarrollo y de la integración, que no requeriría instituciones nuevas ni alcanzaría un carácter global, sino que se negociaría caso por caso en el marco de instituciones y mecanismos existentes. No perjudicaría la necesaria apertura latinoamericana al comercio internacional, ni significaría una desviación artificial de comercio, sino que podría tener un claro efecto de creación de comercio a escala regional y también con el restó del mundo. Su puesta en práctica no excluye la aplicación de otros mecanismos de integración ni genera obstáculos a la expansión del comercio entre los países de mayor desarrollo y los de mercado intermedio. Por el contrario, sería un medio idóneo para estimular la competencia económica regional, generando un sistema de igualdad de oportunidades para los de menor desarrollo económico relativo.
5. Las ideas antes,expuestas, preliminares y tentativas en su mayoría, tienden a ilustrar las perspectivas que. ofrece nuevamente, la integración económica de América Latina, incluyendo en este concepto todo aquello que contribuya a la puesta en común de recursos y de mercados entre los países de la región en lina forma sistemática y estable, y a señalar el campo que se abre para una actitud más constructiva e imaginativa de los países industrializados que se oriente a sustentar el esfuerzo propio de los latinoamericanos para modernizar sus economías y complementar e integrar sus espacios económicos, a fin de poder mejorar sus condiciones para competir en el sistema internacional. Creo que ahora, quizá más que en el pasado, los enfoques que se están desarrollando en materia de integración y cooperación económica regional dan por supuesto un activo papel protagonice de los gobiernos nacionales y de los empresarios, y una función de apoyo y técnica para los mecanismos regionales. |