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  Félix Peña

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  Revista Brasileira de Politica Internacional | Junio de 1985

La cooperación multilateral y la deuda, el ajuste y el desarrollo de América Latina


I. Al concluir 1984, se observa una fuerte tendencia a considerar que ha concluido una fase del llamado problema de la deuda exterrta de los países latinoamericanos. Editoriales de importantes diarios del mundo industrializado y protagonistas relevantes, asi lo han puesto de manifestó en los días siguientes al anuncio de que la Argentina y el Comité de bancos habi'an llegado a un acuerdo de reestructuración de la deuda del país.

William Rhodes, que preside los Comités de bancos referidos a algunos de los principales deudores latinoamericanos (Argentina, Brasil,. México, Uruguay y Perú), decía hace pocos días en Londres [1], en una Conferencia organizada por el "Financial Times", que "nos encontramos ahora en una nueva fase del "problema de la deuda", agregando queen muchos pa íses "hemos pasado ya la "etapa de ajuste inicial".

Algunos de los que así piensan, entienden además que se puede ser relativamente optimista en cuanto al futuro. Lo peor de la crisis habría pasado. La recuperación de las economías industrializadas estarían creando las condiciones externas para el éxito de las políticas de ajuste de los países deudores, y para su capacidad de generar excedentes en sus balanzas comerciales; e incluso para atraer inversiones extranjeras y para recuperar el crédito externo. El "modelo mexicano" demostraría, para quienes así piensan, lo acertado del camino seguido. El propio Rhodes, en la citada Conferencia de Londres, sintetizaba así esta corriente optimista: "pese a que no abunda todavía la comodidad y la alegría, podemos al menos ojear los últimos dos años y decir que no ocurrieron la media docena de desastres iminentes que amenazaron con envolver al sistema económico mundial", y comparando la actual situación con la de hace un año, constataba que "la opinión pública... ha pasado de la "desesperación en 1982 al escepticismo en 1983 y, en mi opnión, reina ahora un cuateloso optimismo". Para el, "hoy tas cosas son diferentes; los llamados casos "perdidos del año pasado han logrado claros aunque a veces- penosos avances".

Es sabido que no todos comparten este optimismo, que a veces es atribuido a la necesidad de crear una tónica similar en los accionistas de los bancos y en los bancos regionales y chicos de los Estados Unidos. Sí recientemente trabajos de economistas como William Cline [2] tienden a sustentar esta visión optimista, otros como los de Dornbusch y Fischer, Amaral y Fletcher (para citar sólo algunos de estos últimos meses) [3], ponen de manifiesto que cuanto más, se ha superado una fase de la crisis en que se podría haber producido un caos financiero internacional, un colapso del sistema de instituciones y mecanismos que intentan aún ordenar las relaciones económicas y financeiras internacionales, pero que lo esencial del problema sigue aún en pie.

A las profundas diferencias que existen aún en cuanto al diagnóstico sobre el problema concreto de la deuda externa y sus perspectivas futuras, se suman las incertidumbres sobre la evolución de las economías de los países industrializados y en particular de la de los Estados Unidos. El déficit fiscal de este país, el de su balanza comercial, el problema del "superdotar", el comportamiento de las tasas de interés y la fuerte absorción de recursos financieros externos por la economía americana, alimentan los diagnósticos contradictorios que pueblan hoy la prensa general y la especializada. Sólo pocos días atrás, Fred Bergsten planteaba la magnitud del problema, que para muchos esta detrás de las grandes dificultades que hoy están experimentando los países latinoamericanos: "más dramático aún es que los Estados Unidos han pasado, en tres años, de ser el principal país acreedor en el mundo a ser el principal deudor. Hácé justo dos años teníamos alrededor 150 billones de dólares más afuera que lo que los extranjeros tenían aquí. Ahora, tomamos prestado 100 billones de dólares ó más anualmente del resto del mundo para financiar muestras amplios déficits comerciales. En un año, nuestra deuda externa exederá la del Brasil o la de México, los principales deudores del mundo. Bajo las actuales políticas, nuestra deuda externa neta se aproximará al trillón de dólares hacia1990. Esto es mas que el total;debido hoy por .todos tos: países en desarrollo, que es lo que denominamos la "crisis de la deuda" [4].

Es mi intención detenerme a examinar utn aspecto particular del fenómeno, que nos convoca, y que es el del la cooperación multilateral en relación a la deuda, el ajuste y el desarrollo de los países latinoamericanos. Quiero poner énfasis en una perspectiva particular, que es la de la cooperación multilateral regional latinoamericana. Y quiero elaborar sobretodo en torno al interrogante que Michael Gardenswartz plantea en el número de noviembre del "Instituto Investor": "es la cooperación regional la respuesta?" [5]. Basado en la experiencia de éstos últimos dos anos, y aceptando para facilitar el analisis que efectivamente se ha cerrado una fase de este ciclo crítico, formularia mi pregunta central en .estos términos: es que, la cooperación multilateral, tanto a nivel internacional (Norte-Sur), como a nivel regional (Sur-Sur), tiene algún papel útil a desempeñar en la-estrategia para encarar la crisis de ja deuda, el ajuste ycel desarrolla de los países latinoamericanos?. Y,en caso de respuesta positiva,.cuál sería ese papel en un caso y en otro? Lo amplio y complejo del.tema me mueven a apuntar sólo algunas ideas que puedan contribuirá un- más amplio debate en el futuro.

Las perguntas me parecen pertinentes, pues en los últimos dos años hemos observado mucha confusión en la materia. La confusión se ha manifestado, tanto en cuanto al rol déla cooperación multilateral, como á sus modalidades y alcances, ya su utilidad práctica. El propio Gardenswartz considera que muchos banqueros y el gobiernos dé los Estados Unidos no valoran muy seriamente los esfuerzos de cooperación regional en este tema, y recuerda la opinión de George Clark (Vicepresidente ejecutivo de City Bank), en el sentido de que 'la mejor manera de resolver las negociaciones por la deuda de un país es sobre bases bilaterales". Evidentemente en esta expresión se establece un contraste entre negociación bilateral y " negociación multilateral, y no necessariamente tal contraste implica desconocer.úh espacio para la cooperación multilateral a fin de asegurar el equilibrio en las negociaciones bilaterales y la eficacia de los arreglos que se concreten. Esa distinción, que parece obvia, no siempre la han aceptado los distintos protagonistas de lo ocurrido en estos dos últimos años, que en el calor de debates y negociaciones han a veces incluso confundido deliberadamente los términos de lo que se discutía en una natural defensa de intereses naturales contrapuestos. Que el tema tiene importancia práctica lo indica el temor que se percibe sobre la precariedad de los acuerdos de reestructuración y los compromisos que se asumen por los países con el FMI, tan pronto se los confronta con la previsible evolución de las realidades nacionales. No indica lo que la falta de un marco de ccoperación multilateral resultante de la concertación de todos los protagonistas tiene importancia práctica?

Tres expresiones muy recientes y muy autorizadas ponen de manifiesto estos temores y remarcan la importancia práctica del tema que hemos planteado. Por un lado Kenneth Dam (Secretario de Estado adjunto de los Estados Unidos), al regresar de su último viaje a países latinoamericanos, tras constatar que se ha virtualmente completado la etapa de reestructuración de la deuda, afirma que "ahora estamos entrando en una nueva fase. El foco de nnuestra atención debe pasar de asegurar liquidez inmediata a promover crecimiento a largo plazo. Sin un renovado crecimiento real, las naciones en deuda darán tumbo de una crisis a corto plazo a otra". Agrega que "la opción no es entre ajuste hoy a ajuste manana. Es entre ajuste ordenado -amortiguado por apoyo externo- o ajuste desordenado forzado por declinación económica y tentativas de sostener políticas inefectivas". Y concluye diciendo que "he regresado de América del Sur tanto preocupado por las dificultades como convencido de que está a nuestro alcance una nueva era de cooperación, crecimiento y seguridad hemisférica [6].

Por su parte, casi al mismo tiempo, AW Clausen (Presidente dekl Banco Mundial) advierte que la carga de la deuda extrna pesa aún sobre América Latina y continua amenazando la estabilidad de las relaciones políticas y financieras internacionales. Agrega que "mucha gente de este país (EEUU) no comprende cuan gravemente la crisis de la deuda ha perturbafdo a América Latina"y subraya que "el problema de la deuda solo puede ser finalmente resuelto mediante el desarrollo. Sólo si los países endeudados reanudan su crecimiento, especialmente el de las exportaciones, podrán estar en condiciones de hacer frente a las obligaciones de sus deudas, y en debido tiempo, recuperar su crédito. [7]

Y el mismo día en Bonn, Jaime Serra Pusche (asesor del Secretario de Hacienda de México) advierte que el problema que enfrentan los países en desarrollo, por sus elevados compromisos con el exterior, "solo puede ser solucionado mediante un cooperativo acercamiento que involucre tanto a estas naciones como a los Estados desarrollados, los organismos ingternacionales y los bancos, negociando con perspectivas de largo plazo" [8].

En las tres expresiones está implícita o explícita la idea de cooperación multilateral. Pero quizás en un caso el énfasis es en cooperación con América Latina, en tanto que en otro lo que se plantea es la idea de cooperación entre todos los involucrados. Se trata de una diferencia de enfoque que ha estado presente en la experiencia de los dos últimos periodos y que refleja distintas perspectivas de poder y diferentes diagnósticos sobre la naturaleza y carácterísticas del fenómeno que se encara. Se trata de que los países sean ayudados a ajustar sus economías para superar los agudos desequilibrios internos y externos, originados en su falta de habilidad para adaptarse a nuevas circunstancias financieras internacionales (por ejemplo el alza de las tasas de interés) y el desorden de sus gestiones económicas y financieras, y aún en la tendencia a distintas formas de corruspción, tal como lo insinuan varios protagonistas y analistas, y como quizás lo imaginan muchos pequenos ahorristas del mundo industrializado? [9]. O sin dejar de reconocer muchos aspectos de la realidad que justifican la anterior pregunta, se trata de que unos y otros, acreedores y deudores, países en desarrollo y desarrollados, asuman la responsabilidad y la tarea conjunta, de encarar los desordenes colectivos de un sistema económico internacional que no ha podido ajustarse aún a las nuevas realidades de distribución de poder económico en el mundo, de ampliación del espectro de países independientes, de profundos cambios tecnológicos, de globalización de las transacciones económicas y financieras, y de carencia de una regulación adecuada para muchas de ellas? [10]. La idea que unos y otros puedan tener de la cooperación internacional que se requiere, dependerá por cierto de la definición que efectúen del problema que se encara, en definitiva de la forma en que se contesten estos interrogantes.

II. Examinemos entonces qué ocurrió en los dos últimos años en la cooperación multilateral con respecto a nuestro tema, deuda, ajuste y desarrollo en América Latina. Aclaro que al elegir el período de los dos años recientes, simplesmente lo hago puesto que existe cierto consenso en que el "caso México" inició la fase que ahora podríamos reconocer que está concluyendo. Pero para quienes consideramos que el problema de la deuda es sólo la punta de un inmenso 'Iceberg" - que es la exteriorización más espectacular y dramática en sus efectos, de una crisis estructural y compleja del sistema económico internacional de la postguerra - sin duda que el análisis debería remontarse a aquel los años en que los países en desarrollo plantearon sin éxito sus demandas de cambio de rumbo en una economía internacional que ya avanzaba hacia situaciones muy críticas. Habría que rastrear en la historia de las sucesivas reuniones de la UNCTAD desde Ginebra 1964, en la del "diálogo Norte-Sul", en la del nuevo orden económico internacional, en las de las negociaciones globales, en las de la reunión cumbre en Cancun, para encontrar prognósticos que en parte se cumplieron y reclamos que de haberse escuchado quizás hubiera evitado algunos de los problemas que ahora encaramos en la economía mundial. En nombre de realismo naufragaron muchas iniciativas. Queda por ver cuantas de las que se impusieron por realismo, por ejemplo la idea de la privatización del financiamiento internacional para el desarrollo no terminan ahora conduciéndonos auna suerte de naufragio colectivo, esta vez en aguas plagadas de radicalizaciones e irracionalidades. Y la Historia nos demuestra que el hombre tiene una firme vocación a rechazar la racionalidad y la moderación para encarar sus grandes crisis. No bastan al respecto las lecciones de la Europa de los 20 y los 30?

Evitar el caos ha sido quizás, el resultado más tangible y positivo de esta fase. Los países acreedores y los bancos, demonstraron un alto grado de coordinación, a pesar de que ias perspectivas e intereses de los distintos gobiernos, de los bancos entre sí y de los bancos con sus gobiernos, no era ni son aún, similares ni fáciles de conciliar. Tampoco era fácil para los gobiernos, por las características de los respectivos regímenes políticos democráticos, imponer pautas de conducta a los bancos y forzarlos a inyectar fondos frescos en ios países deudores. Las resultas acciones del gobierno americano, en particular del Tesoro y de la Reserva Federal, asi como la del FMI, permitieron controlar la situación originada en el "caso México", y condujeron a la fijación de un marco para encarar la situación, basado en los cinco puntos de Williansburg y en la interacción Tesoro-FMI-Comités de bancos.

En su conocido articuló en Newsweek, en enero de 1983, Kissinger alertaba sobre todo lo que estaba en juego en la crisis de ¡a deuda y planteaba con crudeza lo que muchos banqueros y economistas negaban - y aún muchos siguen negando - en público: la dimensión política del fenómeno ("the current global economic crisis is too grave to be left to financial experts"). De su análisis extraía su primer recomendación: "el primer paso debe ser el cambiar el marco de negociación; los deudores deberían ser desprovistos - en la extensión posible - del arma del no pago (default). Las democracias industriales requieren urgentemente una rede de seguridad que permita una asistencia gubernamental de emergencia para las instituciones financieras amenazadas. Esto reduciría tanto el sentido de pánico como la capacidad de los deudores de chantajear".

La experiencia política de Kissinger y su visión histórica le lleva a comprender lo esencial del problema, y con agudeza apuntaba a lo que era fundamental en la estrategia de los países industrializados, aún no recuperados plenamente del shock sufrido en 1973 con el cartel de la OPEP. Por cierto que su artículo, que hoy vale la pena releer por su vigencia, contenía un cuadro de recomendaciones más complejo que apuntaban al fondo de la crisis. También para Kissinger, "la deuda es sólo el síntoma, no la causa, de una crisis "estructural".

Dos años después, la cooperación entre los países industrializados y los bancos, ha logrado sin duda cumplir con el primer paso de las recomendaciones de Kissinger: el sistema financiero internacional ha sido preservado y se ha limitado la posibilidad de que los deudores utilicen el arma del repudio colectivo. Para ello se ha recurrido a un arsenal de medidas e instrumentos, muchos de ellos de regulación bancaria interna, y también a presiones y a acción psicológica. Quedan miles de páginas, de "papers"; informes, estudios, declaraciones, recomendaciones, cobertura de prensa, que en su análisis detenido y en su correlación con eventos e hitos del proceso vivido, pondrían dé manifiesto la trama de información y desinformación que ha caracterizado uno de los capítulos más apasionantes - y aun inconcluso - de las relaciones económicas y de poder en el mundo contemporáneo.

Pero es realmente correcto que el arma del "default" estuviera al alcance de los países latinoamericanos? Y si lo fuera, era realmente cierto que les interesaba utilizarla cómo tal? No es fácil aurr contestar con firmeza estas perguntas y este es un aspecto de la experiencia reciente que merece ser investigado con detenimiento. Habiendo participado en parte de este período, en la gestión política externa de uno de los países deudores latinoamericanos, y en tai carácter habiendo tenido un rol de responsabilidad en algunas de las principales reuniones multilateral de los anos 82 y 83 (reunión del SELA en Cartagena, febrero del 83; Grupo de los 77, Buenos Aires, abril del 83; UNCTAD, Belgrado, junio del 83; Conferencia del CIES sobre Financiamiento y Comercio, Caracas, setiembre del 83, y en todo el processo preparatorio de la Conferencia Económica Latinoamericana, celebrada en Quito, en enero del 84), puedo testimoniar que la ida de una acción colectiva de repudio de la deuda o de un enfoque de negociación colectiva de las reestructuraciones individuales, nunca fue seriamente planteada entre los gobiernos de los principales deudores. Y creo que tampoco esas ideas fueron consideradas en las reuniones que tuvieron lugar en 1984 y de las que ya no participé (Quito, Cartagena y Mar del Plata). Muchos fueron los motivos, pero destaco dos entre ellos: la consciencia de que se encaraba una situación sumamente delicada en la que ningún beneficióse percibía en la radicalización de un conflicto, que los países latinoamericanos se negaban a percibir en un esquema de confrontación, y la fuerte presión y acción psicológica ejercida desde adentro y desde afuera de nuestros países sobre los hombres responsables de las respectivas conducciones económicas y del mantenimiento del flujo de recursos necesario para el funcionamiento de las respectivas economías nacionales. Aunque hubieran querido utilizar el arma del "default" colectivo, las Cancillerías no hubieran encontrado espacio político interno para llevar adelante la idea, en particular por las posiciones de los ministerios de economía y de finanzas, asi como por las de los Bancos Centrales.

Quiero plantear la hipótesis de que si el tema del "club de deudores", entendido en esa visión más radicalizada del repudio de la deuda o de la negociación colectiva, alcanzó tanta repercusión en la prensa internacional, en particular en los días previos a la Conferencia de Caracas (y luego en ocasión de cada uno de los encuentros latinoamericanos, en especial el de Cartagena), la explicación habría que buscarla fuera de América Latina. En el caso concreto de Caracas, por ejemplo, no sólo no llevaban los países latinoamericanos tal tipo de planteo (como le constaba desde antes a la delegación americana), sino que tampoco tenían la posibilidad de influenciar la prensa internacional y la especializada de primeira linea, a fin de desarrollar un operativo "bluff" anterior a la Conferencia y destinado a presionar a los Estados Unidos. Creo que, en esta ocasión, y quizás también en otras posteriores, la explicación habría que rastrearla en el interés de los propios bancos de presionar sobre sus gobiernos para intensificar las acciones de salvataje del sistema financiero. Un efecto colateral, y quizás también buscado, fue el de intensificar la resistencia de los hombres de economía y de finanzas de los países deudores a cualquiera idea de cooperación multilateral latinoamericana, aunque fuera limitada al piano del intercambio de información, por temor a generar la imagen del "club de deudores".

Sólo la intervención personal de Jefes de Estados de prestigio internacional, como primero, el Presidente Hurtado, y luego los Presidentes Alfonsin y Betancurt, así como la indignación que a ese nivel produjo en los primeros meses de 1984 el aumento de las tasas de interés de los bancos americanos, explica que, finalmente, los hombres de las áreas económicas y financieras de los respectivos gobiernos, aceptaran la idea de una acción concertada latinoamericana, aun cuando siempre con el cuidado puesto por ellos en el sentido de no evocar la imagen de aquel "club de deudores".

Lo cierto es que con su comportamiento concreto los países latinoamericanos contribuyeron, a evitar el caos. Quizás se esperó como contrapartida una mayor comprensión del enfoque latinoamericano del problema y de la metodología de cooperación multilateral, de concertación y de diálogo, que se proponía para encararlo. Ese espíritu marcó la "Plataforma de Buenos Aires", producto de la reunión de los 77 en abril de 1983. Tres meses después, la VI UNCTAD, en Belgrado, puso de manifiesto que los países industrializados no podían, no les convenía o no que querían compartir el enfoque y el espíritu que surgió de Buenos Aires. Los resultados fueron decepcionantes. Y a quienes apostaron a la racionalidad y moderación les costó resistir la frustación. Luego en Caracas, se dio un paso concreto en la buena dirección cuando por consenso se aprobaron las "Bases para un entendimiento". La llamada "Comisión Ulloa" que resultó de Caracas, y formalmente fue estabelecida en el CIES de Asunción en octubre del 83, tenía como misión profundizar el entendimiento con propuestas prácticas. El objetivo no se consiguió y la carta con que Manuel Ulloa elevó el informe de la Comisión al último CIES en Santiago de Chile, elocuente en cuanto a la frustación producida por el ejercicio de diálogo intentado.

Quito, Cartagena y finalmente Mar del Plata, son experiencias valiosas de una coordinación latinoamericana abierta al diálogo y negociación en el marco de la cooperación multilateral con los países acreedores, que aún no ha encontrado, en la perspectiva de los latinoamericanos, el eco buscado.

Los hechos también demuestran que, al plantear los requerimientos de enfoques multilaterais que insertaran la cooperación en torno a la deuda en el marco más amplio de los problemas, estructurales que afectan el funcionamiento de la economía mundial, los países latinoamericanos no han querido desconocer el rol de los organismos financieros internacionales, en especial del FMI, o en el plano del comercio mundial, el del GATT, ni por cierto contribuir a su debilitamiento, como tampoco han desconcido la necesidad de negociaciones y acuerdos bilaterales para cada situación particular. El enfoque latinoamericano ha estado, por el contrario, dirigido a la creación de un entendimiento internacional que permita; (a) estabelecer un "dique" a toda tentación a la irracionalidad interna e internacional; (b) generar condiciones externas que tornen eficaces los ajustes internos, evitando la tendencia a transferir los costos del ajuste hacia terceros países o hacia el futuro; (c) lograr que los costos del ajuste sean asumidos por todos los protagonistas del fenómeno que condujo a la crisis de la deuda; y (d) buscar con la participación de todos los protagonistas, condiciones razonables de restabelecimiento del processo de desarrollo en los países de la región, como condición necesaria para la superación de la crisis, y de la eficacia del ajuste.

Hoy, transcurridos dos años de esta experiencia internacional, superado ei primer momento de pánico, de desconfienzas recíprocas, de desconcierto frente a lo inédito del fenómeno, el planteamiento latinoamericano parece mantener toda su vigencia y validez. Sin embargo, parecen subsistir en el mundo industrializado un profundo escepticismo y hasta rechazo a cualquier planteamiento de real cooperación multilateral entre el Norte y el Sur, y una marcada preferencia por los métodos bilateraís en el marco de una acentuada coordinación en el Norte. Conviene que exploremos una explicación para esta actitud.

III. Es que estamos enfrentando un fenómeno más profundo, cual es el de la crisis de la idea misma de cooperación multilateral internacional?. Y si ello es así, como explicar la desvalorización de la cooperación multilateral internacional?

Por cierto que me estoy refiriendo a la idea de cooperación multilateral internacional en el sentido de que un grupo de países soberanos, aunque desiguales en. poder real, operen conjuntamente con el ánimo de resolver en una visión de conjunto de escala universal, regional y sübregionai, problemas que interpretan como de interés común. Así entendida la idea de cooperación multilateral, es intimamente vinculada a la de concertación, en el sentido de orquestación de intereses distintos pero finalmente compatibles. Quizás nadie como deán Monnet, ese genial francés, captó y practicó la idea en su fecunda trayectoria dedicada a la cooperación e integración entre los pueblos, y que tanto impacto produjera en la evolución de la Europa democrática de la post-guerra.

Cabe reconocer que la cooperación multilateral internacional ha sido la excepción y no la norma en la historia contemporánea de las relaciones internacionales. Su momento de apogeo fue el de las primeras décadas que siguieron a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a pesar del impacto que en muchos casos produjo la Guerra Fría. De ese momento provienen los principales organismos internacionales de que hoy disponemos para canalizar la cooperación multilateral. Casi todos ellos reflejan un orden internacional surgido de una particular forma de distribución del poder mundial que es la que surge del resultado de la guerra.

Funcionaron con razonable normalidad, hasta los anos 60, en que el proceso de descolonización se traduce en la ampliación del número de miembros de la mayor parte de los organismos internacionales de alcance. universal. La natural tendencia a la democratización del poder mundial que surge de esta globalización de las relaciones y de los organismos internacionales, se acrecienta cuando el multipolarismo industrial y tecnológico en el mundo Norte y la crisis del petróleo, ponen de manifiesto que la distribución del poder económico mundial había cambiado con respecto a los años 50.

Dos imágenes contrapuestas, ambas sustentadas al menos parcialmente en hechos reales, debilitan desde entonces la credibilidad en la cooperación multilateral internacional y en sus organismos. Una, es la que tienen los países industrializados, que ven en la cooperación multilateral y en algunos de sus organismos, aquellos en que puede ponerse de manifiesto el poder de votación del mundo Sur, canales de confrontación y de contestación del orden mundial existente. Los ven como foros de planteamientos retóricos y maximalistas, ajenos a las realidades del poder mundial. Ante esta imagen se produce la fuga hacia aquellos organismos y formas de cooperación que no sisgnifiquem cuestionar la jeararqu ía de poder existente y que por el contrario, la reflejan. La otra imagen, es la que tienen los países en desarrollo, en especial aquellos con vocación y capacidad para subir en la escala del poder mundial, que ven en la cooperación multilateral internacional, tal como se encarna precisamente en los organismos en los que se refleja el poder de decisión de las grandes potencias, instrumentos funcionales a fo que ese gran diplomático brasileño que fue Araujo Castro, llamó con razón la tendencia al "congelamiento del poder mundial".

Frente a esa imagen el mundo en desarrollo se refugia en los ámbitos de participación internacional basados en el principio de la igualdad jurídica de los Estados, tratando a partir de ellos de forzar nuevas formas de distribución del poder mundial. El resultado ha sido un debilitamiento creciente de los grandes mecanismos de cooperación multilateral internacional, y la pérdida de su eficacia para encarar los principales problemas internacionales. Algunos mantienen su presencia técnica pagando el precio de cierto grado de irrelevancia política frente a los problemas más difíciles. Pero el. fenómeno se acentúa en los últimos anos cuando la lógica de la democratización del poder mundial es enfrentada con más fuerza, por la lógica de la estratificación, reeditando, en esta última parte del siglo XX, un fenómeno que ha sido clássico en las relaciones entre Grandes Potencias y aquella potencias emergentes que buscan ampliar el espacio para su participación en la definición de las regias de juego, que regulan la competencia por el poder en el mundo [11].

Creo que ef problema de la deuda, y más aún el del conjunto de las relaciones económicas Norte-Sur, han acentuado esta crisis de la cooperación multilateral internacional, basada en estas imágenes contrapuestas. En una perspectiva histórica y política más amplia, podemos decir que lo que ha estado en juego en el debate de estos dos últimos años entre el mundo Norte yel mundo Sur, y en lo que nos ocupa, entre los pafses deudores latinoamericanos y los acreedores industrializados, es la definición de cómo operar y con que criterios, la distribución internacional de los costos del ajuste. Esto explica los grandes debates sobre el "diagnóstico" de la crisis (quien es responsable?), sobre el "foro de negociación" (bilateralismo vs: multilateralismo, mecanismos de poder estratificado vs. mecanismos de poder democrático), y sobre el tipo de ajuste (de los deudores con ayuda externa vs. de acreedores y deudores en el marco de cooperación conjunta).

Recuerdo que en una reciente reunión sobre el tema de la deuda en el contexto de las relaciones Norte-Sur, cuando se planteó el debate sobre la distribución interna e internacional del costo del ajuste, un economista americano (y no precisamente conservador) dijo que él se iba a referir sólo a la distribución interna puesto que en relación a la distribución internacional del costo del ajuste, ella reflejaba las realidades del poder mundial y por lo tanto nada se podía hacer. Ilustra esto sobre las reales dificultades que hay para llegar a un diálogo orientado a la cooperación multilateral sobre este tema, ai menos si entendemos por tal lo que antes mencionamos.

Si se quiere crear un espacio para la cooperación multilateral internacional en la solución de la actual crisis, parece fundamental que hechos concretos permitan, si no borrar las imágenes mencionadas, al menos diluirlas. Creo que .tentó el'Grupo de los 77 en Buenos Aires, como los latinoamericanos en Caracas, Quito, Mar del Plata y Cartagena, dieron pasos firmes en tal sentido. Por ejemplo, en vísperas dé Caracas, los Estados Unidos recibieron del lado latinoamericano, la certeza de que se evitarían ejercicios retóricos qué significará sentarlos en el "banqullo de los acusados": Eso facilitó su participación a un nivel político alto.

Los hechos luego-confirmaron la madurez y responsabilidad del comportamiento latinoamericano. Si bien después la Comisión Ulloa, fracasó en su ejercicio, a pesar de que la técnica de Caracas se mantuvo, todo indica que este es el camino sobre el que debe insistirse, antes que la désvalorización de la idea de cooperación multilateral deje el espacio a la irracionalidad y la desesperación (Los puntos 7 y 8 de la Declaración de Mar del Plata, consituyen en tai sentido una exhortación e invitación a los países industrializados, que creo aún sin respuesta adecuada).

IV. Ha sido más exitosa la idea de cooperación multilateral entré los propios países deudores latinoamericanos para enfrentar la crisis? Responder a esta pregunta requiere contemplar las dos dimenciones de la cooperación regional, la referida, a las relaciones con el mundo industrializado y los acreedores, y la intra latinoamericana. Ha sido siempre mi idea, que ambas deben sustentarse recíprocamente, y que sólo aumentando la credibilidad externa en la cooperación intralatinoamericana, alimentada por hechos significativos concretos, será posible otorgar eficacia a los planteamientos colectivos dirigidos hacia los países desarrollados. Las experiencias de las Comunidades europeas por un lado, y la de la OPEP por el otro, son ilustrativas de la relación que existe entre; convergencia interna y externa, de un grupo de países que tratan de concertarse en función de afinidades geográficas o funcionales.

Ya me he referido a la primera de las dos dimenciones- de cooperación regional. Sólo quiero ahora poner de manifiesto tres aspectos salientes de la experiencia de los dos últimos años. El primero, es que en esta oportunidad, la cooperación regional latinoamericana estuvo basada en la participación activa de los principales países interesados en el problema del detonante de la crisis que fue la deuda extema. Este hecho fue aceptado como natural por los demás países, como lo puso de manifiesto tanto el trabajo preparatorio y luego el desarrollo de las Conferencias de Caracas y de Quito. Luego se formalizó en el grupo de Cartagena. Este hecho explica el segundo aspecto a destacar, qué es el del alto grado de disciplina y coherencia que el grupo latinoamericano alcanzó en las distintas reuniones mencionadas, y en especial en la de Caracas (donde también asistían los Estados Unidos), lo qué facilitó el entendimiento que se logró con el único acreedor presente. Y esté riedio a su vez se explica, por la valoración del consenso como medio de expresarse, lo que llevó en ibs distintos foros al reconocimiento de la imposibilidad de forzar la voluntad y las realidades de ninguno de los pafses participantes. Se tenía consciencia de que se estaban encarando situaciones én que estaban intereses vitales dé cada país, y que no era factible pretender qué ninguno fuera más allá de lo que entendía como conveniente para sus intereses a posible para sus realidades. De tal forma se impidió en los hechos que ningún país, con intereses menos directos en juego, se viera tentado a utilizar estos foros para introducir aspectos de las relaciones internacionales no vinculados con la crisis.

Estos tres aspectos, resultaron visibles para quienes participamos en la primer reunión en que se empezó a encarar eñ conjunto el problema y que fué la de Quito, en mayo de 1983, cuando el Presidente Hurtado recibió el informe del SE La y de la CEPAL; y lo entregó a los demás gobiernos latinoamericanos. Tanto en esta ocasión como luego én la reunión de Santo Domingo, en julio dei 83, el Presidente Hurtado jugó un papel decisivo én fijar la tónica y los alcances de la acción conjunta latinoamericana.

En cuanto a la dimensión intralatinoamericana de la cooperación regional, desde finales del 82 se tenía consciencia de que la gravedad de la crisis requería movilizar todos los recursos y energías de los latinoamericanos a fin de encararla. Esté fue el sentido de la iniciativa del Presidente Oswaldo Hurtado ai enomendár a Carlos Alzamora y Enrique Iglesias, el informe sobre el cual luego se prepararía la Conferencia Económica Latinoamericana [12]. El informe primero, y luego el "Compromiso" latinoamericano de Santo Domingo, definen los campos en que la cooperación regional debía concentrarse y en lo que respecta a los gobiernos, la voluntad de hacerlo. Luego ef Plan de Acción dé Quito, establece ía hoja dé ruta a seguir. Creo que mantiene hoy su vigencia plena.

La idea central era lograr que las relaciones económicas; ¡ntralatinoaméricans, pasaran de ser un factor "pro cíclico" a uno "anti cíclico". Sé ¿jüería revertir una situación en que los principales'deudores de la región, estaban aplicando a fas importaciones regionales el mismo trato restrictivo que as las originadas en terceros países, y a la vez todos querían aumentar sus exportaciones hacia América Latina. En lugar de servir para defenderse frente a la crisis, los mecanismos de integración y de comercio preferencial, estaban produciendo el efecto de agravar el problema. La brutal caída del comercio intraregional en 1982 había sembrado la alarma en la región y se sabía que era necesario empezar por detener y fuego revertir esa tendencia.

Casi un año después de la Conferencia de Quito, ya pesar de la reiterada voluntad política de acrecentar la cooperación interregional, se tiene la impresión que no es mucho lo que se ha avanzado. Incluso parecería existir una tendencia a concentrarse en los esquemas bilatelares ante la necesidad de recurrir a formas de comercio y de pagos basadas en la compensación, y que no son fáciles de encarrilar en los marcos multilaterales existentes.

Por otro lado muchas de las fórmulas de intensificación de la cooperación regional que se han planteado, requieren de un tiempo para demostrar su eficacia que supera la necesidad imperiosa de respuestas práticas y urgentes, que tienen ante la crisis los operadores gubernamentales y empresarios.

Creo que hoy más que nunca se requiere intensificar la cooperación multilateral regional, para tornar eficaces los necesarios entendimientos bilaterales en América Latina y para evitar competencias que debiliten la unidad regional fernte a terceros. Los principales países de la región, que a su vez son los principales deudores, deberían desempeñar un rol central en la perseverancia en el nuevo esfuerzo de cooperación multilateral regional que fuera planteado en Quito. Por lo demás, es de su interés restablecer la credibilidad externa en esta dimensión de nuestras relaciones internacionales.

Quizás la situación más apreciante de los países deudores de menor desarrollo económico relativo brinde la oportunidad de iniciativas originales para, la cooperación regional, que estén a la vez abiertas a experiencias también inéditas de cooperación multilateral con los países y con los bancos acreedores. Es posible, en algunos de estos casos concretos, identificar interesses comunes que muevan a distintos países, acreedores y deudores, a construir un sistema de cooperación multilateral, que pueda ser original y servir para probar ideas y mecanismos eventuatmente extensibles ai resto de la región. Es precisamente en algunos de estos países, donde se pone más dramáticamente en evidencia lo que la crisis del desarrollo está significando para tal estabilidad política en la región, y para las experiencias-algunas de ellas incipientes - democráticas.

Sabemos que sólo en la realidad del desarrollo, podrá sustentarse en el largo plazo la difícil convivencia democrática en nuestros países. La crisis de la deuda ha cuestionado precisamente la viabilidad del desarrollo, en plazos compatibles con las expectativas que se han generado en las últimas décadas, y las características de las políticas de ajuste que se han tenido que aplicar dentro de los rígidos parámetros existentes, están generando ya tensiones y conflictos sociales, que pueden terminar por destrozar las democracias y por arrojar países de la región a la irracionalidad.

Pienso que un esfuerzo de cooperación económica multilateral de los principales países de la región, con uno de jos países de menor desarrollo económico relativo en situación más apremiante, a fin. de crear un entorno externo favorable a la vigencia de la democracia y al restablecimiento del desarrollo, puede constituir una experiencia quedemuestre la utilidad de la cooperación multilateral, lo pertinente.de las tesis latinoamericanas sobre como encarar el problema de la deuda, y el espacio existente para una cooperación eficaz entre acreedores y deudores. Difícil sería imaginar que los países industrializados no acepten cooperar con lospaíses latinoamericanos en una estrategia regional de apoyo a la democracia y el desarrollóen ún país de menor desarrollo. Ha habido por cierto en los últimos dos años, experienciasde cooperación especial con países de menor desarrollo económico relativo. La idea es tomar un caso concreto y transformarlo en la punta de un ovillo que lleve luego a lo que podría ser una estrategia más amplia de cooperación regional vinculada a un esfuerzo de comparación entre deudores y acreedores.

Como ningún país latinoamericano está en condiciones de brindar la asistencia financiera a la altura de los requerimientos de ningún otro país deudor, por más que sea de menor desarrollo económico relativo, creo que una iniciativa de este tipo podría concretarse uniendo el interés dé los países mayores del área por encontrar mercados para sus industrias de bienes de capital y para sus servicios, y el interés del país de menor desarrollo objeto de esta cooperación regional, para encontrar mercados para sus productos. Sé por experiencia las dificuldades de un planteamiento de este tipo, pero pienso que muchas de ellas se podrían superar, si los principales países del área, toman la iniciativa y convocan a los países industrializados y a los bancos acreedores, a unirse a la iniciativa. Tres temas deberían quedar vinculados en ía impiementación de la idea en esta experiencia concreta de conciliar a través de la cooperación multilateral, democracia con ajuste y con desarrollo. Ellos son el de los mercados para exportaciones, el de los proyectos de desarrollo y el de la deuda y el financiamiento externo. Acuerdos de comercio preferencial estables y de largo plazo y alguna modalidad de reciclaje del pago dei servicio de la deuda similar a la que se planteó en la Comisión Ulloa, podrían brindar algunos de los instrumentos a elaborar para tornar operativo el esquema, y facilitar la puesta en ejecución de proyectos de desarrollo que permitan generar a la vez divisas y empleo.

V. Quiero concluir señalando que sí creo que hay espacio útil para la cooperación multilateral, tanto internacional como regional, a fin de encarar los problemas de la deuda, el ajuste y el desarrollo de los países latinoamericanos. Lo fundamental es no pretender demandar a la cooperación multilateral, más de lo que ella puede brindar. No puede sustituir los esfuerzos nacionales, pero sí facilitarlos, en primer lugar atenuando el impacto de los factores exógenos de desestabilización económica, y en segundo lugar, introduciendo elementos de disciplina en el comportamiento internacional de todos los protagonistas [13], para evitar la tentación de transferir hacia los otros los problemas de cada uno, y evadirse así del necesario ajuste colectivo. No puede sustituir tampoco a los canales bilaterales de cooperación y negociación. Pero sí puede ayudar a tornarlos más eficaces y a evitar la tentación natural de aprovechar situaciones coyunturales de debilidad de unos países, para intentar consolidar o acentuar determinadas formas de estratificación internacional. No puede, por último, sustituir la necesidad de ser pragmáticos. Pero sí puede contribuir a preservar la expectativa de tiempos que permitan tornar realidad ideales e ilusiones, y también puede contribuir a generar la realidad de una mayor justicia en la distribución de los costos del ajuste que todos Ios países tendrán que efectuar en sus economías a fin de superar la crisis.



[1] Cable de A.P. del 5 de diciembre de 1984.

[2] Ver su reciente libro "International DebtiSystemic Risk and Policy Response", Insthute for Interna-tional Economics, Washington 1984, y su artículo, "International Financial Rescue: Viability and Modalities", UNDP/UNCTAD, setiembre 1984.

[3] Ver los artículos de Rudiger Dombusch y Stanley Fischer, "The worid debt problem", UNDP/ UN CTAD, setiembre 1984; Sergio Amaral, "Dealing with the debt problem of Latín America. A view from a large country", Washington, noviembre 1984, y Richard Fletcher, "Lessons of recent
debt reorganizations", setiembre 1984.

[4] Ver Fred Bergsten, "Our trade balance: a grovwng crisis", en New York - Times, diciembre 7 de 1984, p. A. 31.

[5] Ver Michael Gardenswartz, "Is regional cooperation the answer" en Institutionai Investor, noviembre 1984, p. 233.

[6] Cable de DPA, del 5 de diciembre de1984. (Washington)

[7] Cable de DPA, del 5 de diciembre de 1984. (Washington)

[8] Cable de DPA, del 5 de diciembre de 1984 (Bonn)

[9] Ver, por ejemplo, el artículo de Larry A. Sjaastad, 'IWhere the latín americans loans went", en Fortune, noviembre 26 de 1984, p. 195, y el de George Ayittey, 'The truth in iending to third worid governments', en Wall Street Journal,-del 11 de octubre de 1984.

[10] Ver el artículo de Aibert Bressand, "Technologicalchange and financial revolution: the worid econo-my between integration and fragmentatíon", agosto de 1984, y Henry Kissinger, ''International trade: it's time to change the rules", en Washington Post, del 22 de noviembre de 1984.

[11] Sobre el tema planteado en este párrafo, ver el excelente trabajo de Celso Lafer, "Ref lexóes sobre o tema da nova ordem mundial num sistema internacional en transformacáb", en Paradoxos e Posibilidades, Colecáo Lagos, Editora Nova Fronteira, Rio de Janeiro, 1982.

[12] Sobre este tema me he detenido en mi artículo, "Y después de Quito? La Conferencia Económica Latinoamericana y sus resultados prácticos", en Integración Latinoamericana, INTAL, marzo de 1984, ps. 4 y ss.

[13] Ver al respecto el artículo de Kissinger citado en la nota 10.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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