La firma del acuerdo tripartito entre nuestro país, el Brasil
y el Paraguay elimina unos de los obstáculos que impedía
que nuestra política exterior se concentrara en objetivos de mayor
alcance dentro de la región. Y ello es positivo ya que la presencia
de la Argentina en América latina no guarda relación aun
con la importancia política y económica del área
para nuestro propio desarrollo y seguridad, ni con las expectativas existentes
en los otros países a cerca de nuestros posibles aportes a la región.
Parece cada vez más urgente concentrar esfuerzos y recursos en
una política exterior hacia una América latina en rápido
proceso de cambio interno en varios de los países, y en la que
se observan los efectos de una distribución de poder entre los
distintos países diferente a la de hace no más de una década.
Dos hechos son a la vez causa efecto de una nueva configuración
del poder regional y de una tendencia incipiente pero firme a entendimientos
y tipos de acción antes inimaginables. El "hecho petróleo",
que hará que de ahora en más y por muchos años el
desarrollo nacional y la política exterior global y regional de
tres de los cuatro grandes países latinoamericanos gire en torno
de la capacidad de exportar el vital producto (México y Venezuela),
o de la necesidad de asegurarse su abastecimiento (Brasil). Y el "hecho
andino", que sobre la base de un acuerdo de integración económica
ha introducido abruptamente un nuevo factor de poder en la política
regional, y que en parte refleja una particular coyuntura política
interna de los cinco países que integran el Grupo Andino, así
como la nueva capacidad de acción internacional de Venezuela. Los
viajes del canciller Saraiva Guerrero a Venezuela, de los presidentes
Morales Bermúdez y López Portillo al Brasil, del presidente
Figueiredo a Venezuela y la invitación para que la Junta del Acuerdo
de Cartagena visite Brasilia son indicadores de las consecuencias que
el actual gobierno del Brasil ha extraído de estos dos hechos.
Si algo puede pronosticarse para los próximos años es un
aumento constante de las interacciones políticas y económicas
en el marco de un sistema regional que ha superado el "umbral de
interdependencia". Y también puede pronosticarse, observando
la realidad actual, que la energía, los alimentos y la tecnología
intermedia serán factores que impulsarán hacia una mayor
interdependencia, sea ésta de signo conflictivo o cooperativo.
En torno de los tres, la Argentina tiene mucho que decir y que aportar.
Pero otros países de la región y de fuera de ella también.
Es del interés de la Argentina que la interdependencia latinoamericana
sea organizada y de signo cooperativo. Tensiones y conflictos, cualesquiera
que sean sus orígenes, no contribuyen a los objetivos de desarrollo
e independencia en un mundo en profunda crisis. En esta perspectiva cobra
importancia política la reestructuración de la ALALC, a
fin de transformarla en un mecanismo eficaz de promoción de comercio
preferencial y de complementación industrial. La integración
económica regional sigue siendo un objetivo político de
magnitud para el país. Pero es preciso concebirla con criterios
realistas en los medios y ambiciosos en los fines. El exceso de pragmatismo
y de realismo muchas veces ha inhibido la capacidad del país a
actuar con audacia en el plano regional. Y a algunos de nuestros asociados
les ha pasado lo contrario, contribuyendo así a producir un desgaste
de la idea misma de integración.
Múltiples caminos conducen al objetivo de una mayor integración
económica en América latina. Ello explica el pluralismo
institucional existente en la región, en la que tanto la ALALC
como el SELA y el Grupo Andino son piezas claves para la construcción
de un orden latinoamericano de cooperación y solidaridad económica.
En la reciente reunión del Consejo Latinoamericano la Argentina
pudo comprobar que el SELA puede ser un instrumento de gran utilidad en
las relaciones frente a terceros países y para contrarrestar la
crecientes tendencias al proteccionismo en los países industrializados.
Y el SELA podría ser útil en muchos otros planos si el país
se propone aprovechar su potencial de cooperación multilateral.
También el Grupo Andino requeriría de una mayor atención,
tan pronto se evalué su potencial económico y su importancia
política en la configuración del poder regional. La Argentina
debe aproximarse al Grupo Andino con criterio político y con agresividad,
a fin de concretar un acuerdo de cooperación económica y
técnica. Apostar al fracaso del Grupo Andino o inhibirse ante interpretaciones
superficiales de su accionar político, puede ser contrario al interés
nacional y a los criterios pragmáticos que deben orientar la política
exterior de un país maduro.
Para que sea eficaz la ALALC debe profundizar, como resultado de la reestructuración
programada para 1980, la estrategia de aproximaciones parciales al objetivo
común. Era la estrategia original del gobierno Frondizi cuando
se creó la ALALC. Y es la estrategia iniciada años atrás
en la propia Asociación con los acuerdos de complementación
industrial, y empujada con fuerza por los países andinos tras la
firma, en 1969, del Acuerdo de Cartagena. Acciones parciales, de tipo
bilateral, sectorial o subregional, debidamente compatibilizadas entre
si y en función de objetivos globales de mayor alcance, son los
medios legítimos y realistas para construir un proceso de integración
regional. Tal es el sentido de la propuesta, que el gobierno nacional
ha efectuado con respecto a la reestructuración de la ALALC, y
que compartimos como parecen compartirla varios de los países asociados.
Pero para que sea realmente un instrumento de desarrollo nacional, "la
ALALC de las acciones parciales", debe fundarse en un mínimo
de estabilidad en sus reglas de juego. La carencia de estabilidad y de
predectibilidad, afecta la seguridad jurídica y desestimula la
adopción de decisiones de inversión en el sector empresarial.
Las preferencias comerciales deben brindar un horizonte temporal suficientemente
amplio para tener efecto en las inversiones de los operadores económicos.
En caso contrario, son intrascendentes.
La ALALC y el SELA pueden y deben complementarse en sus funciones. La
Argentina obtendría provecho participando activamente en una y
otra organización. Pero la participación activa en foros
multilaterales no es excluyente de las necesarias relaciones bilaterales.
Por el contrario debe servir para facilitar las relaciones de cooperación
estrecha con todos los países de la región. Brasil, los
otros países contiguos, los países andinos, México,
son todos socios de interés para un país que debe volcarse
a la región, sin complejos ni preconceptos, a fin de fortalecer
su propia presencia en el mundo. Atender con intensidad todos los frentes
de nuestras política regional, significa no atarse a falsas prioridades
y antinomias. No existe una limitación conceptual o estratégica
para hacerlo: solo se requiere asignar suficientes recursos humanos a
la elaboración y ejecución de la política exterior.
El país los tiene.
El "acuerdo tripartito" abre el camino a un entendimiento sin
limites de la Argentina y el Brasil. Sin dejar de tener presente los profundos
cambios operados en las realidades nacionales y externas de ambos países,
y en las regionales e internacionales quizás ha llegado el momento
de proyectar a la década del 80 el espíritu de Uruguayana.
Sumados a Venezuela y México, los dos países estarían
en condiciones de asumir iniciativas concretas en el campo de la cooperación
regional. En conjunto, los cuatro representan el 64% de la población
latinoamericana, el 75% del producto bruto, y el 55% de las exportaciones.
Sus posibilidades son tan inmensas como las energías que requerirá
la aventura de un desarrollo racional de América latina.
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