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  Félix Peña

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  Revista Redacción - Edición especial: Argentina Económica | Noviembre de 1997

Dificultades para la integración económica de América Latina


INVENTARIAR las dificultades para la integración económica latinoamericana podría ser tan complejo cómo inventariar las que presenta el proceso de desarrollo de cada uno de nuestros países. Quizás tampoco sea demasiado práctico hacerlo. Quienes se detienen minuciosamente en enumerar dificultades pueden perder la perspectiva y olvidar de inventariar las posibilidades y ventajas. En el fondo, todo depende de que se encare el tema con mentalidad defensiva en la que predominan los temores, o con mentalidad agresiva en la que predominan las ambiciones y la voluntad de riesgo. Lo afirmado no implica negar ni desconocer las dificultades reales. Implica evitar que la percepción de las mismas lleve a inhibir la capacidad de acción, y en particular, la imaginación. En la noche de la firma del programa automotriz, el ministro Galo Montaño, de Ecuador, señalaba con razón que lo más fácil hubiera sido no hacer nada. Si horas antes, en solemne ceremonia en el Palacio de Gobierno de Quito, la Comisión del Acuerdo de Cartagena con la presencia del Consejo Supremo de Gobierno del Ecuador, clausuraba su XIX Período de Sesiones Extraordinarias, con la firma del programa sectorial de la industria automotriz, era porque, por encima de las evidentes dificultades técnicas y políticas, se había impuesto la voluntad de acción -diría de creación de futuro- de quienes concibieron el citado programa y de los gobernantes de los respectivos países.

Sólo muy pocos creían durante meses, semanas, días y aún horas antes, que las evidentes dificultades serían superadas. Como era natural, había todo tipo de intereses contrapuestos. Y estaba en juego un sector fundamental del desarrollo industrial de los países. El programa implica inversiones del orden de los 2.000 millones de dólares hasta 1985. La Decisión 120 que lo aprueba es sumamente compleja, y sus 85 artículos y 10 anexos deben ser todavía complementados por una serie de acuerdos bilaterales y multilaterales. Para algunos, la aprobación del Programa implica una revitalización del Grupo Andino y el inicio de una nueva etapa en la integración sub-regional y en la de toda América latina. Por un lado, será factible encarar ahora la aprobación de otros programas sectoriales que se encontraban congelados como consecuencia de las dificultades del automotriz. Por otro lado, será posible encarar, sobre bases más firmes, negociaciones con los otros países miembros de la ALALC, y en particular, con Argentina, Brasil y México.

Si me detuve en el reciente caso del programa automotriz del Grupo Andino es porque creo que es un buen ejemplo de que las principales dificultades para la integración -y para el desarrollo en el plano interno-- se encuentran en el ámbito de las actitudes. La integración concebida como rechazo a la fragmentación latinoamericana y concebida como la creación de un ámbito de interdependencia regional.

En tal sentido es importante insistir en la distinción entre crisis de conceptos y esquemas formales de integración, surgidos de realidades históricas distintas a las actuales, y crisis de las realidades de integración. Si bien es posible y necesario constatar las primeras, también es necesario constatar cuánto se ha avanzado en los últimos años en el segundo plano. Es absurdo hablar de crisis de las realidades de integración si se observa cuánto se ha avanzado en las interacciones latinoamericanas. Estas se miden, en términos de cantidad y calidad de" comercio, de inversiones y transferencia de tecnologías intrazonales, de desarrollo de importantes proyectos de infraestructura, de conexiones empresariales y humanas de todo tipo. Es un hecho que la región se ha revalorizado y ha perdido marginalidad para los países de la región. Es posible hablar ahora, y ello gracias a lo que se ha hecho en los últimos veinte años, de la emergencia de un sistema de interdependencia regional.

La distancia entre esta interdependencia incipiente y un verdadero sistema de interdependencia de cooperación e integración supone por cierto, superar cuantiosas dificultades técnicas y políticas ¿como organizar un sistema eficaz de preferencias comerciales en la región, que atienda tanto a las necesidades de expandir el comercio en condiciones de eficiencia como a las de contemplar los desequilibrios intrarregionales e internos de cada país?

Realismo, conocimiento técnico, imaginación y voluntad de acción, parecerían ser ingredientes imprescindibles para la tarea de construcción regional. Y principalmente fe en la capacidad creadora del hombre. Muchos concordaran que no son ingredientes diferentes á los que se necesita en cada país para la tarea y desafío de construcción nacional.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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