El telón de fondo de nuestro tema es la de las conocidas consecuencias
de una crisis económica internacional profunda. Consecuencias que
no son aún definitivas en el propio sistemas internacional global,
pero que ya están operando una redistribución de poder económico
y político sobre todo en los escalones intermedios de la estratificación
internacional. Y que están conduciendo al surgimiento de un nuevo
orden económico internacional, que será el producto de la
transición de unba etapa a otra en la evolución mundial.
Pero resulta difícil predecir ahora cuánto durará
la transición ni cómo será el mentado nuevo orden.
No necesariamente será una transición fácil, si es
que creemos en lo que nos enseña la historia. Ni necesariamente
será "el" nuevo orden económico internacional
proclamado y reclamado por países en desarrollo.
También se han producido consecuencias en la evolución
interna y externa de las economías latinoamericanas. Son conocidos
los efectos de una crisis internacional como la reciente en nuestras economías.
Más difícil es predecir los efectos de mediano y largo plazo
de los cambios profundos que la crisis está operando día
a día en el sistema internacional. Los acontecimientos externos
que afectan la vida interna y externa de los países latinoamericanos
son escasamente controlados e influenciados por los mismos.
Sólo con este telón de fondo presente es posible abordar
el tema de las relaciones económicas intralatinoamericanas. Lo
primero que sorprende al observador es la riqueza e intensidad de las
interacciones entre los países de la región y su contraste
con la imagen de "crisis" de los llamados procesos de integración.
Lo que parece una paradoja puede tener una explicación relativamente
sencilla. La crisis se refiere a mecanismos y programas de integración
imaginados en un contexto histórico diferente. Se refiere amás
a un "debe ser" de la integración que a una realidad
posible y necesaria.
La intensidad de la vida interlatinoamericana, más visible en
las áreas contiguas de cada país, se manifiesta en distintos
campos en lo económico. Y también en lo político.
Si es prematuro hablar de un sistema de interdependencia, sí se
puede decir en cambio, que existen indicios sumamente claros de una interdependencia
que está surgiendo.
El resultado más evidente de la etapa que hemos vivido a partir
de los años 60, en materia de integración latinoamericana,
es que se ha producido el grado mínimo de interdependiencia real
entre los países de la región como para aspirar ahora a
construir un sistema que permita aprovechar y organizar dicha interdependencia.
Organizar la interdependencia es, en la actualidad, un problema central
tanto en el nivel global internacional como en el regional. La interdependencia
puede ser predominantemente conflictiva y producir la fragmentación
política y económica. Puede ser, también, predominantemente
cooperativa y aún solidaria. Y producir, en una escala muy superior
de su evolución, uniones económicas y aún políticas.
Sería la "integración máxima". Pero el
solo hecho de que la interdependencia tenga un carácter cooperativo
y se evite la natural tendencia a la fragmentación permite hablar
de una "integración mínima". Es lo que lograron
Monnet-Schumann-Adenauer, al revertir el ciclo del "conflicto secular".
Abrieron un período en que la fuerte interdependencia europea -muy
superior a la latinoamericana actual- comienza a caracterizarse más
por la cooperación que por el conflicto. Se revierte así
la tendencia histórica a la fragmentación europea. Es una
"integración mínima" dentro del ropaje de una
"integración máxima".
La "integración mínima" es en sí un objetivo.
No un "second best". Es un objetivo pobre si se piensa en la
"integración máxima". Lo es de primera magnitud
si se piensa en la altenrativa de la fragmentación. O si se recuerda
cómo se construyen las comunidades de pueblos. En esta perspectiva
los múltiples medios que utilizan gobiernos y operadores latinoamericanos
para vincultase y actuar en común son válidos y bienvenidos.
Como se ha dicho, con razón, la integración es una práctica,
no una teoría. Se la construye gradualmente a través de
una metodología de trabajo en común. Las formas del trabajo
en común van surgiendo de la realidad. Son en la América
Latina actual, múltiples y diversas. Multilaterales y bilaterales.
De simple cooperación o de integración en el sentido de
abarcar formas tanto de unión económica así como
de coordinación de políticas.
La multiplicidad de medios en función de una interdependencia
organizada y de una "integración mínima" requiere
de una visión de conjunto. En esta perspectiva es importante observar
la evolución del SELA y el fortalecimiento de los esquemas subregionales
de integración. Y en esta perspectiva cobra sentido el objetivo
proclamado al más alto nivel político por la mayoría
de los países miembros: "revitalizar" la ALALC. El sistema
de interdependencia latinoamericana requiere de un foro de negociación
y promoción del comercio regional que contemple y asimile las múltiples
formas de acción parcial que en la actualidad utilizan y valoran
gobiernos y operadores.
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