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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 3 de julio de 1971

La Argentina ante el replanteo de la integración de América Latina


La Argentina ha mantenido frente a la idea de la integración económica de América Latina una actitud ambivalente. Si por un lado es el país que mas aporta al comercio intrarregional, y el que ejerció una influencia decisiva en la creación de la ALALC, por el otro ha mantenido una actitud escéptica, y a veces negativa, frente a todo intento de transformar el proyecto de integración en algo mas que un marco para aumentar el comercio reciproco.

En 1960 la Argentina integro la vanguardia de los países que entendían que también era posible encarar en la región un proceso de formación de un mercado común. Si bien la negociación que dio origen al Tratado de Montevideo que establece la ALALC estuvo condicionada por la necesidad e mantener y fortalecer un sistema regional de preferencias, que fuera compatible con el GATT, en los círculos empresariales y en los órganos de opinión existía una fuerte tendencia a propiciar la adopción de todas aquellas medidas en el plano regional que estuviesen de acuerdo con las tendencias a la liberalización del comercio y al multilaterismo en el sistema económico internacional, y no excluían la formación de un comercio común.

Por el contrario, el modelo europeo, al menos con idea, estaba presente en forma constante. Basta recorrer los diarios de los años 1958 a 1960 para observar cuan lejos estaba en aquella época la idea de integración de ser solo patrimonio de la CEPAL. "Clarín" , por ejemplo, en un editorial de febrero de 1960, titulado " El Mercado Común en 9 razones", daba su total apoyo a la idea de formar un mercado común latinoamericano, siguiendo el ejemplo europeo, y abogaba por la especialización industrial ínter latinoamericana, afirmando que "no es imprescindible que todas las industrias se desarrollen en todas las naciones latinoamericanas". Concluía señalando que "latino americanismo es también nacionalismo, Pero del mejor". Y el 8 de Julio de 1960 publicaba otro editorial titulado "si Europa derriba barreras aduaneras, ¿Qué espera Latinoamérica para hacerlo?", en el que reiteraba enfáticamente la necesidad de imitar el modelo europeo.

Luego las cosas se complicaron y la opiniones cambiaron. Mientras la ALALC lograba realizaciones concretas en el plano comercial y establecía una "infraestructura de conocimiento humano", imprescindible en todo proceso de la integración económica, se desarrollaba en el plano ideológico un fatigoso debate en el que se planteaban temas exóticos como "desarrollo nacional primero y luego integración regional", o "integración si, pero no súper nacionalidad". Detrás del debate existía, sin embargo, una real controversia entre dos concepciones de la integración de la integración económica , una liberal basada en la utilización de la liberación del comercio como principal instrumento para lograr las ventajas de la ampliación de los mercados nacionales, y la otra, que partiendo del supuesto de que se trata de países de desigual desarrollo económico, considera que puede ser viable, desde el punto de vista político y económico, un proceso de integración que de alguna forma utilice como instrumento la programación conjunta de ciertas inversiones.


La reunión de los presidentes en Punta del Este, en abril de 1967, fue, quizás, el ultimo acto de una etapa que algunos han denominado "romántica", de un proceso de integración asignado hasta entonces por la negación de los profundos conflictos económicos y políticos existentes entre los países latinoamericanos. Se suponía la homogeneidad y la cooperación, y sobre dichos supuestos se construyo un programa de integración que solo pudo ocultar con palabras la falta de acuerdo real.

El replanteo
En los últimos dos años asistimos a un replanteo de la idea de la integración económica regional, de sus objetivos e instrumentos. En ciertos casos, el replanteo ha sido forzado por acontecimientos políticos vinculados a su vez con las propias modalidades de la integración: es el caso del Mercado Común Centroamericano y la crisis originada en la "guerra del fútbol". En otros casos, el replanteo esta latente y se manifiesta en un tácito "no innovar" que refleja incertidumbre acerca de cómo adaptar un proyecto propio a la década del sesenta a las nuevas realidades económicas de América Latina y del mundo: es el caso de la ALALC.

Están, por ultimo, quienes ya han efectuado su replanteo de la idea de integración, y han encarado -formalmente en el marco de la ALALC- una experiencia en la que se trata de incorporar todas aquellas ideas que no prosperaron en Montevideo como consecuencia de la actitud e los países grandes.

Es el caso del Grupo Andino, ya definido ante si mismo y el resto de los países a través de su decisión de establecer un régimen común de inversión extranjera con las características conocidas, y por la incorporación del instrumento de la programación conjunta para encarar el desarrollo de ciertos sectores industriales mediante la distribución de inversiones.

El replanteo continuara, pues definir la forma y el ritmo de la integración económica es sinónimo en América Latina ed definir el modelo que se valora para las relaciones económicas reciprocas entre los países del área. Es sinónimo de definir como se imagina un sistema latinoamericano de naciones que sea funcional para el interés nacional de los Estados que lo integran.

Conflicto e integración
No es posible decir aquí si a la Argentina le conviene o no la integración. Por otro lado el interrogante aso planteado seria falso. La pregunta correcta debe estar orientada a saber que América Latina necesita el país para satisfacer en el corto, mediano y largo plazo sus objetivos nacionales. En función de la respuesta a esa pregunta será posible elaborar una estrategia en la región que satisfaga el interés nacional. Pero seria ingenuo pretender que el país puede imponer a los otros países una América Latina a su "imagen y semejanza". La integración es un proceso político, basado en el consenso de los participantes. Y solo un esfuerzo continuo de negociación, un ejercicio permanente de transar y de interpretar los intereses de las otras partes, permite avanzar y superar las crisis que de todas formas se producirán.

La historia de la integración europea así demuestra. Y encarar así la integración es signo de madurez y desarrollo.

Lo que si puede decirse es que tarde o temprano - y cuanto mas tarde mayor ser el costo - el país comprenderá que su ámbito natural es América Latina. Al definir una política en la región, y esto es valido para quien intente interpretar que puede ocurrir en los próximos años en las relaciones económicas ínter latinoamericanas, entendemos que será necesario tener en cuenta que las mismas van a estar profundamente influidas pro tres tipos de conflictos.

a) El conflicto entre los objetivos de desarrollo nacional y autónomo de los países latinoamericanos y la realidad de un sistema internacional estratificado en el cual las grandes potencias industrializadas tienden aumentar su poder económico, y a intensificar su acción en los países subdesarrollados a través de las llamadas " empresas multinacionales".

b) El conflicto entre los objetivos nacionales de desarrollo autónomo de cada uno de los países de América Latina y sus compromisos regionales, y en particular, si se tiene en cuenta el alto grado de estratificación interna que presenta este subsistema internacional. (Un ejemplo puede ser el conflicto entre políticas e instrumentos de promoción de exportaciones de manufacturas y las reglas del comercio regional; o el conflicto sobre la localización de inversiones teniendo en cuenta el interés nacional de los países menores.)

c) El conflicto derivado de la heterogeneidad ideológica, y de la pluralidad de regimenes económicos y políticos, que comienza a manifestarse en al región en forma aguda en los últimos dos años.

Puede pensarse entonces, que en los próximos años lo cooperación ya iniciada e la ultima década entre los países latinoamericanos a ser estimulada por la situación de conflicto en que se encontraran con las grandes potencias industriales (por Ej., el problema del azúcar y en general, de los productos primarios) y con sus "empresas multinacionales". Por ultimo, también va a ser dificultada por la situación de conflicto interna del subsistema regional, derivada de la desigualdad de poder económico entre los componentes del mismo; la heterogeneidad de regimenes políticos y económicos, y la voluntad de cada país de maximizar sus objetivos de desarrollo y preservar su identidad nacional.

En la medida que el país y los otros países de la región, asuman la existencia, de estos tres tipos de conflictos, y desarrollen una política orientada a maximizar la unidad regional como consecuencia de los efectos desintegradotes de los conflictos internos, es posible imaginar la concreción de un modelo de relaciones económicas reciprocas, que permite lograr algunos de los objetivos económicos perseguidos en la década anterior con los proyectos de integración.

La próxima entrevista entre los presidentes Allende y Lanusse, puede ser una excelente oportunidad de demostrar el amplio campo de cooperación e integración que se abre a países que sepan conciliar sus intereses nacionales en función de objetivo comunes, y en una mutua aceptación del pluralismo ideológico.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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