Estudios económicos, incluyendo uno reciente del Banco Mundial sobre el Área de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), indican que medidas de facilitación de comercio tienen un fuerte impacto en la reducción de costos para empresas que operan en los mercados mundiales. Contribuyen al desarrollo de cadenas de valor globales y a su competitividad. Benefician a pequeñas y medianas empresas que en ellas se insertan. Incluso, en algunos casos, pueden tener un efecto similar o aún superior al de la reducción y eliminación de aranceles.
En su alcance más amplio, es decir el que cubre todo tipo de medidas orientadas a acortar la distancia económica con el destinatario de un bien que se exporta, la facilitación de comercio implica un proceso voluntario, incremental y dinámico, con fuerte densidad de tecnologías de información, producto de una eficaz sinergia público-privada. No resultan necesariamente de negociaciones internacionales. Su finalidad principal es tornar más competitivas las economías nacionales y la de las empresas que operan a escala global o regional. Por eso a los países les interesa impulsarlas. Transparencia, previsibilidad y simplificación de los procesos vinculados al comercio internacional, son un resultado principal de las medidas de facilitación de comercio. Bien concebidas y aplicadas, no deben reducir los grados de confiabilidad y seguridad que se requieren hoy en el comercio mundial.
Quizás sea por eso que en su reunión de Lisboa – el pasado 8 de octubre -, el Foro Empresario Mercosur-Unión Europea (MEBF) puso un acento especial en las medidas de facilitación del comercio en el espacio bi-regional. Apoyado en estudios técnicos de un grupo de expertos, el MEBF se ha propuesto trazar un programa de discusión y análisis – con participación de instituciones empresarias y de las respectivas autoridades competentes – de acciones prioritarias en el plano aduanero, de los estándares y normas técnicas, y en el de medidas sanitarias y fito-sanitarias, que contribuyan a facilitar el comercio entre los países europeos y los del Mercosur.
Si se pone en práctica un plan de acción en materia de facilitación de comercio, se estarán impulsando las relaciones económicas entre ambas regiones. No sustituye, pero sí potencia, los avances que se puedan finalmente lograr en las negociaciones comerciales que, desde octubre de 2004, están en la práctica estancadas.
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