Lula fue reelegido. Tiene ahora cuatro años de mandato, legitimidad
democrática y experiencia. Tiene, sobre todo, una oportunidad de
marcar con su liderazgo la construcción del Mercosur.
Tres pueden ser sus tentaciones. La primera es imaginar que el Mercosur
es Brasil. Esto es, que lo que conviene a su país conviene al Mercosur
y que su país interpreta y refleja el interés común
de sus socios. La segunda tentación es imaginar un Mercosur de
utilería, un proceso en el que las apariencias mediáticas
sean más importantes que las realidades. Y la tercera es reproducir
en el plano sudamericano lo que es la estrategia comercial americana en
el hemisferio: una red de acuerdos bilaterales preferenciales con epicentro
en un caso en Brasil; en el otro, en Estados Unidos.
Al menos tres son las posibilidades de marcar con su presidencia la construcción
de un espacio sudamericano de integración. La primera es plantear,
en vísperas de la cumbre de diciembre y aprovechando su presidencia
pro témpore, iniciativas fuertes y concretas con respecto al Mercosur.
Ellas podrían referirse a la transparencia en las iniciativas que
se debaten entre los socios, a una institucionalización basada
en el modelo de la Dirección General de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), y a la aceptación por los dos socios
mayores de efectivas disciplinas colectivas, tanto en materia de acceso
a sus mercados como de sus políticas públicas que inciden
en la competencia intrarregional.
La segunda posibilidad es plantear iniciativas que permitan construir
una relación funcional entre el Mercosur y la idea, un poco más
difusa, de una Comunidad Sudamericana de Naciones, sin que una licue la
otra. Y la tercera es generar un debate profundo sobre la integración
energética en América del Sur, con reglas de juego que aseguren
condiciones de inversiones y de abastecimiento entre los socios. El Tratado
de la Carta de Energía puede ser un precedente.
Pero lo fundamental será lograr articular un liderazgo colectivo,
que permita transformar el hecho ineludible de un espacio geográfico
sudamericano en un espacio de integración. Significa reconocer
que ningún país es suficientemente grande como para ejercer
un liderazgo individual y que una competencia por el liderazgo regional
puede ser la antesala para convertir tal hecho geográfico en una
realidad de fragmentación y conflictos.
|