La Ronda Doha está hibernada. Las negociaciones podrían
tardar meses o años en ser retomadas. La volatilidad de la política
mundial torna todo incierto, incluso los pronósticos.
Una prioridad ahora es evitar que se deteriore la eficacia y la legitimidad
de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Si la Ronda Doha
tarda en revivir, ese deterioro puede ocurrir por la acumulación
de tres factores: la carrera por concluir acuerdos comerciales discriminatorios;
la proliferación de controversias sobre subsidios agrícolas
más una tendencia a diluir en los hechos el acatamiento de los
fallos, y la creciente convicción de que es difícil articular
consensos ambiciosos entre sus 150 países miembros.
Siendo así, la Argentina debe repensar su estrategia negociadora.
Se requerirá de un diagnóstico realista sobre intereses
de largo plazo y sobre posibilidades reales de obtener lo que se necesita
en el acceso a los mercados y en las políticas comerciales externas
de otros países. En cualquier caso, buena parte del éxito
provendrá de nuestro propio esfuerzo productivo interno, lo que
supone inversión e incorporación de progreso técnico.
Pero también provendrá del acierto en las alianzas externas.
¿En qué medida y en qué condiciones un Mercosur de
cinco es una plataforma para negociar y competir en el mundo? ¿En
qué medida lo es para Brasil? ¿Coinciden los intereses de
todos los socios a la hora de negociar con los Estados Unidos y con la
Unión Europea? ¿Se intensificarán las tendencias
incipientes a buscar entendimientos bilaterales?
El Mercosur, en su nueva etapa, debe demostrar ahora que más allá
de afinidades y solidaridades, es posible construir una estrategia eficaz
de negociaciones con terceros países en función de los respectivos
intereses nacionales.
Quizá la primera prueba sean las negociaciones con la Unión
Europea. Es uno de los principales desafíos que tiene el período
de la presidencia brasileña del Mercosur.
|