Uno de los pocos resultados concretos de la Cumbre de Viena fue el anuncio
del inicio de las negociaciones de libre comercio entre América
Central y la Unión Europea (UE), decisión posiblemente estimulada
tanto por los progresos alcanzados en la integración de esa subrregión,
como por el hecho de que los países centroamericanos han firmado
su propio acuerdo comercial con los Estados Unidos (Cafta).
Se repite, en tal sentido, el precedente de los tratados celebrados con
México y con Chile, donde la UE parece actuar impulsada por los
potenciales efectos sobre sus empresas de acuerdos preferenciales de países
latinoamericanos con los Estados Unidos.
En cambio, tanto en el caso de la Comunidad Andina de Naciones como del
Mercosur, en Viena se pusieron de manifiesto las dificultades por las
que atraviesan sus procesos de integración.
El caso centroamericano merece ser seguido con atención. Se conciliaron
objetivos que en los otros dos casos aparecen como contradictorios: proseguir
con el proceso de integración regional y concluir acuerdos de libre
comercio con la UE pero, especialmente, con los Estados Unidos.
El Cafta tiene tres características interesantes que conviene
examinar como precedentes:
- La referencia a la preservación de los compromisos intracentroamericanos
(el artículo 1.3.2 dice que "nada en este Tratado impedirá
a las partes centroamericanas mantener sus instrumentos jurídicos
existentes de la integración centroamericana, adoptar nuevos
instrumentos jurídicos de integración, o adoptar medidas
para fortalecer o profundizar esos instrumentos, siempre y cuando esos
instrumentos y medidas no sean inconsistentes con este Tratado").
- El acuerdo se negocia y concluye simultáneamente entre los
países de la subrregión -y República Dominicana-
y EE.UU.
- El acuerdo contiene listas de concesiones y otros tratamientos para
cada país centroamericano y, además, entra en vigor en
la medida que cada país ratifique el acuerdo, una vez que también
lo haya hecho Estados Unidos.
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