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       A pesar de sus enormes diferencias, en vísperas de la Cumbre de 
        Viena, el Mercosur y la Unión Europea tienen ahora algo más 
        en qué coincidir. Ambas regiones confrontan hoy dos grandes desafíos: 
        el de los cuestionamientos internos y el de su adaptación a nuevas 
        realidades de la competencia económica global. Ellos generan fuerzas 
        centrífugas a veces difíciles de controlar. 
      En los dos casos los cuestionamientos internos se reflejan en fuertes 
        dudas sobre la conveniencia para los socios de aceptar en plenitud la 
        lógica de la integración. Ella implica reglas y disciplinas 
        no siempre fácilmente digeribles. En el Mercosur hay múltiples 
        ejemplos de indisciplinas que implican un rechazo tácito o explícito 
        de lo pactado. El cuestionamiento se refleja en la frase: "Tal como 
        está no nos sirve". 
      En la Unión Europea, a la revuelta que implicó el "no" 
        de franceses y holandeses a la nueva Constitución, se agrega ahora 
        la del denominado "patriotismo económico". Se manifiesta 
        en sectores sensibles como el de la energía, frente a intentos 
        de control de "empresas-símbolos" incluso por otras empresas 
        europeas. Implica cuestionar la idea misma de un espacio económico 
        común. 
      La adaptación a la nueva cara de la globalización es un 
        desafío complejo. En Europa, China e India son palabras código 
        de impacto político interno. Significan la posibilidad de perder 
        empleos y empresas. En el Mercosur suelen evocar, además, el desafío 
        de aprovechar oportunidades abiertas por la nueva competencia económica 
        global. Sumado al cuestionamiento sobre su eficacia, está impulsando 
        la búsqueda de otros horizontes, incluso si ello significa dejar 
        de lado las disciplinas de una unión aduanera que aún requiere 
        mucho trabajo para estar pulida. Uruguay ha dado señales en ese 
        sentido en sus relaciones con los Estados Unidos. Pero la tentación 
        al juego individual está presente también en los otros socios. 
      A la luz de ambos desafíos debe ser colocada la negociación 
        birregional entre el Mercosur y la Unión Europea. La Cumbre de 
        Viena, en mayo, será entonces una oportunidad para que, al más 
        alto nivel, se pueda apreciar cómo adaptar la idea de una asociación 
        estratégica a las realidades de ambas regiones y de sus, por momentos 
        comunes, desafíos externos. Implica reconocer que lo que se proyectó 
        hace unos años requiere hoy ser repensado y actualizado. 
      
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