Asimetría y precariedad son rasgos que sobresalen en el Mercosur.
Asimetría de dimensión económica y poder de negociación.
Pero cada vez más de capacidad para competir y de relevancia relativa
entre los socios. Precariedad de reglas de juego y de procesos de creación
normativa que potencian los efectos de las asimetrías.
Son rasgos que contribuyen a acrecentar la brecha entre voluntad política
y retórica por un lado y la distorsión que ocurre en flujos
de comercio y en decisiones de inversión productiva por el otro.
Por ser Brasil el país de mayor dimensión y por tener más
empresas con creciente vocación a su internacionalización,
la combinación de ambos rasgos no le es desfavorable. Por el contrario,
incluso podría convenirle incentivarlos.
Con tal perspectiva, derivar aspectos centrales de la conectividad económica
entre la Argentina y Brasil al plano de las reglas de juego bilaterales
es algo que conviene examinar con cuidado por sus efectos potenciales.
Recientemente, se han dado pasos que resaltan tal plano bilateral, expresados
en el uso de instrumentos jurídicos vigentes, que son el tratado
de integración de 1988 y el denominado ACE 14 en la Asociación
Latinoamericana de Integración (Aladi). Uno se refiere al régimen
automotor. El otro, a las salvaguardias.
Son pasos provisorios. Es decir que, se supone, están orientados
a reflejarlos luego en decisiones y reglas del Mercosur. Y parecería
conveniente que así lo fueran. El interés nacional argentino,
tan pronto como se lo visualiza en una perspectiva de modernización
económica y de inserción competitiva en el mundo, torna
recomendable un Mercosur de pocas reglas -pero sólidas- y de políticas
productivas que permitan neutralizar los efectos de las asimetrías
estructurales. El actual está lejos de ofrecer tales condiciones.
El Mercosur es un proceso político que reposa sobre tres datos
de la realidad. La vecindad, la conectividad económica y, sobre
todo, la valoración de la lógica de la integración
en contraposición a la de la fragmentación entre países
vecinos. Es, en tal sentido, un bien público que nada indica que
sea conveniente dilapidar. Imaginarlo sólo como una red de relaciones,
acuerdos y reglas bilaterales podría ser conveniente al país
de mayor dimensión relativa. No a la Argentina. Pero, en realidad,
tampoco sería útil a Brasil, ya que así concebido
el Mercosur perdería credibilidad y eficacia.
|