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       Cientos, si no miles, de chicas y chicos argentinos patean el mundo especialmente 
        en los meses de verano. Suelen ser mochileros y pueden ser una fuente 
        valiosa de información para empresas argentinas interesadas en 
        proyectarse a los mercados internacionales, incluso a los más próximos 
        de los países vecinos. 
      Ellos, así como miles de jóvenes -y a veces no tan jóvenes- 
        argentinos que estudian o trabajan en otros países pueden efectuar 
        aportes a la inteligencia competitiva de los protagonistas del comercio 
        exterior argentino. A través de ellos puede tenerse un mejor conocimiento 
        de gustos y preferencias de consumidores de muy distintos y a veces lejanos 
        países. Suelen tener un acceso privilegiado al conocimiento sobre 
        cómo viven, qué comen, cómo se visten y cómo 
        se divierten millones de consumidores de otras latitudes. 
      Incluyendo a Marco Polo -más allá de cuanto hay en él 
        de leyenda y de realidad-, el viajero ha sido tradicionalmente una fuente 
        en la que se han nutrido empresas sobre los otros mercados. Correas transmisoras 
        entre culturas y preferencias sociales diferentes, quienes viajan con 
        sus observaciones -bien aprovechadas- pueden brindar información 
        de primera mano a quienes intentan exportar. Restaurantes, supermercados, 
        ferias y mercaditos, tiendas de todo tipo, lugares de diversión, 
        son otras tantas formas de adentrarse a la cultura de consumidores de 
        cualquier país. 
      Los mochileros suelen ser estudiantes, muchas veces universitarios o 
        recién graduados. Sus instituciones académicas respectivas, 
        en conjunción con el empresariado de la ciudad o región 
        del país a la que pertenecen, pueden aportar mucho al aprovechamiento 
        de este potencial de conocimiento. Las redes de estudiantes en el exterior 
        otro tanto. 
      Cómo potenciar esa fuente de inteligencia comercial es una de 
        las cuestiones a encarar en el esfuerzo que los argentinos tenemos que 
        hacer a fin de asegurar un salto pronunciado, cuantitativo y cualitativo, 
        en nuestro comercio exterior. Pensar medios prácticos que incentiven 
        al mochilero y al residente en el exterior a contribuir con sus vivencias 
        y conocimientos es algo que vale la pena intentar. Ellos mismos pueden 
        aportar sobre cómo hacerlo. La resultante puede ser un excelente 
        complemento a la otra modalidad de patear el mundo, que es navegar con 
        inteligencia por Internet. 
      
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