"Tener una unión aduanera consolidada es fundamental. Pero
¿qué representa eso para el ciudadano común?... Es
preciso llevar el Mercosur al pueblo y arraigarlo en nuestras sociedades."
Son conceptos centrales del discurso del presidente de Brasil, Luiz Inacio
Lula da Silva, en la reciente Cumbre del Mercosur en Montevideo.
Lo son también en el enfoque privilegiado por el presidente Tabaré
Vázquez, que se traduce en su iniciativa "Somos Mercosur"
(www.somosmercosur.org)
y en el Proyecto de Decisión que su gobierno presentó para
fortalecer los mecanismos de participación ciudadana y la transparencia
en el Mercosur.
La idea era establecer como principio general el carácter público
de reuniones y documentos. No fue aprobada y la propuesta fue calificada
como reservada. Toda una paradoja.
"No hay auténtica integración sin ciudadanía".
Es otro concepto acertado del presidente Lula. La experiencia europea
demuestra lo peligroso que es para la legitimidad social de un proceso
de integración el que los ciudadanos no se identifiquen con sus
principales decisiones. Lo probó el "no" de franceses
y holandeses al proyecto de Constitución Europea.
Y es que integrar implica, ante todo, conectar. Conectar mercados por
cierto, en forma estable y con protección jurídica, a fin
de que las empresas inviertan y generen trabajo en función del
espacio económico ampliado. Conectar pueblos -lo decía Jean
Monnet en su genial inspiración que desencadenara la integración
europea-, como condición necesaria para generar "solidaridades
de hecho", que tornan irreversible la idea ambiciosa de lograr que
las relaciones entre naciones vecinas estén orientadas por la lógica
de la integración y no por la de la fragmentación.
En el Mercosur será necesario también mejorar la conexión
entre la voluntad política de los gobernantes y las decisiones
de sus órganos. A veces parece que la acción pública
transcurre en dos andariveles no suficientemente vinculados entre sí:
el discurso político basado en los ciudadanos y el de las acciones
que llegan a ellos.
Bien interpretada, la idea de conectar integración y ciudadanía
es una de las razones que justifican la creación del Parlamento
del Mercosur. Lograrlo en los hechos es un desafío del cual dependerá
en mucho la credibilidad interna y externa del Mercosur y, por sobre todo,
su legitimidad social.
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