El ajuste de empresas a las nuevas condiciones de competencia que resultan
de negociaciones comerciales internacionales es una cuestión que
requiere especial atención.
Lo pone de manifiesto la experiencia de los Estados Unidos y de la Unión
Europea, al intentar contrarrestar los efectos que algunas de sus empresas
confrontan al tener que adaptarse a la competencia de productos -especialmente
textiles- provenientes, en particular, de China.
Se ha señalado que el problema es que, en muchos casos, las medidas
que pueden adoptarse para ayudar a empresas en su transición a
nuevas condiciones de competencia no son conciliables con las reglas vigentes
de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
De allí que, recientemente, un experto propone reformas en materia
de salvaguardias y de ayudas estatales a la reconversión industrial,
poniendo en ambos casos límites a la amplitud y duración
de las medidas, y asegurando que ellas den lugar a un efectivo plan de
reconversión por parte de las empresas que se consideran afectadas
(Richard Cunningham, en "Easing the pain of trade liberalization",
Center for European Reform Bulletin, December 2005/January 2006, www.cer.org.uk).
Reacción tardía
La lección del caso textil es que torna necesario prever la cuestión
de las sensibilidades de sectores productivos a las aperturas de mercados
resultantes de acuerdos internacionales.
No debería ser una reacción tardía, tal como ocurriera
precisamente en el sector textil, donde en muchos países no se
aprovechó el período de diez años que transcurrió
desde que se acordó en 1995 el fin del régimen de cuotas
del Acuerdo de Textiles y Vestimentas. El proceso de adaptación
debería ser, en cambio, regulado al momento de acordarse nuevas
reglas de juego o cuando las vigentes demuestran su ineficacia, como ocurre
hoy en la OMC y en el Mercosur.
Las actuales negociaciones de la Ronda de Doha, como las del propio Mercosur
y las de éste con la Unión Europea demuestran que la cuestión
de sectores y productos sensibles -sean ellos industriales o agrícolas-
es de las más difíciles que tienen los negociadores en sus
respectivas agendas. El abordar en forma explícita tal cuestión,
previendo mecanismos de adaptación y válvulas de escape
que sean aceptables puede ser clave en el éxito de una negociación.
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