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       Suponiendo que hubiera un interés real por impulsar al Mercosur, 
        colocar la inversión productiva en el centro de su planteamiento 
        estratégico es una opción recomendable. Requiere abordar 
        tres cuestiones comunes a sus socios: creación de empleo, incorporación 
        de progreso técnico y previsibilidad en las reglas de juego de 
        la economía. 
      La inversión productiva es un gran protagonista que demanda políticas 
        públicas comunes a los cuatro socios, al menos en tres planos. 
        El primero es el de la certeza en las condiciones de acceso a los respectivos 
        mercados. Implica poder tomar decisiones de inversión en función 
        del mercado ampliado, como lo hace un inversor en la Unión Europea 
        (UE) o en el Nafta, o en el marco de recientes acuerdos de libre comercio 
        de los Estados Unidos con Chile y otros países. Precisamente un 
        factor que explica el deterioro del Mercosur en Paraguay y Uruguay es 
        que hoy eso no está garantizado. Pero tampoco lo está para 
        quien invierte en alguno de los socios mayores. El segundo es el de la 
        nivelación del campo de juego en relación a los incentivos 
        a la inversión. El acuerdo de comercio interno de Canadá 
        tiene un código de conducta en la materia que le sirve de precedente 
        al Mercosur. 
      Y el tercer plano es el de la normativa específica para las inversiones 
        extranjeras, incluyendo los mecanismos de solución de controversias. 
        Son parte de la mayoría de los acuerdos de libre comercio de nueva 
        generación. El de Australia y Estados Unidos, por ejemplo, tiene 
        cláusulas interesantes que merecen ser tomadas en cuenta. El instrumento 
        previsto al efecto en el Mercosur, el Protocolo de Buenos Aires de 1994, 
        nunca entró en vigor. Un abordaje compartido en este plano -por 
        ejemplo, un modelo de acuerdo bilateral de inversiones- podría 
        ser útil a la hora de encarar futuras negociaciones en la materia, 
        con terceros países o con la UE. Son estos tres planos de acción 
        que requerirían de una atención prioritaria de la próxima 
        Cumbre del Montevideo, si se quiere colocar la construcción del 
        Mercosur en la perspectiva de algunos de los principales desafíos 
        que encaran nuestros países hacia el futuro. 
      En la idea del presidente Tabaré Vázquez de "llenar 
        al Mercosur de ciudadanía" deberían ser, además, 
        tres planos de intensas consultas con las instituciones representativas 
        de las respectivas ciudadanías. 
      
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