En dos frentes externos hay movimientos de interés para la Argentina.
Cabe a la inteligencia competitiva de las empresas decodificar sobre cómo
pueden impactar en sus negocios.
Uno es el hemisférico. Más allá de la hibernación
del ALCA, la entrada en vigor del Cafta -acuerdo de libre comercio de
Estados Unidos con América central y República Dominicana-
abre posibilidades a seguir de cerca. Una es que el gobierno americano
continúe impulsando estos acuerdos en la región, quizás
en primer lugar con Colombia. Otra es que ahora pueda interesar a Washington
una negociación "4+1" con el Mercosur, con énfasis
en acceso a mercados. Y otra es que las empresas del país vean
en el Cafta una vía para acceder al mercado americano. Deben estudiar
en detalle el capítulo sobre origen y las 127 páginas del
Anexo de reglas de origen específicas. Podría aprovecharse
el reciente préstamo para pymes del Banco Centroamericano de Integración
Económica.
El segundo frente es el del Mercosur y la Unión Europea. El 2
de septiembre se reúnen en Bruselas en el nivel ministerial. Se
espera un relanzamiento de la negociación estancada desde octubre
pasado. La comisario de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero Waldner,
planteó la idea de firmar el acuerdo en la Cumbre de Viena, en
mayo próximo. Debe suponerse que es la opinión de la Comisión
Europea. No parece un objetivo fácil, dada la situación
de la Rueda Doha. Pero el peor escenario sería repetir el fracaso
de octubre pasado.
La negociación requiere: impulso político -a lograrse en
Bruselas-, imaginación para una articulación razonable de
intereses en juego y, en particular, concentrar la atención en
aquello que contribuya a generar en el Mercosur inversiones en función
del mercado birregional, incluyendo la cooperación europea a los
necesarios procesos de reconversión productiva de los sectores
sensibles.
El Foro Empresarial UE-Mercosur (MEBF) ha exhortado a la reunión
de Bruselas a producir compromisos políticos sólidos y a
dar orientaciones precisas a los negociadores, a fin de cumplir con el
objetivo de cerrar en Viena un acuerdo ambicioso. Lo cierto es que los
empresarios europeos con fuertes intereses en la región y los del
Mercosur con capacidad de proyección internacional de sus actividades
tienen mucho que aportar para que el camino hacia Viena sea transitado
con éxito.
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