Soplan vientos orientales en el Mercosur. El Uruguay aspira a ser protagonista
y no sólo socio. El presidente Tabaré Vázquez instaló
ese mensaje en su visita a Brasilia.
Es buena noticia. Si se traduce en hechos, será un valioso aporte
a la construcción del Mercosur. Al menos por tres razones. La primera
es que este "gran país pequeño" puede contribuir
a disminuir el exceso de concentración de la dinámica de
integración en la relación bilateral de los socios mayores.
La segunda es que el Uruguay ejercerá en el segundo semestre la
presidencia pro tempore del Mercosur. Luego, por dos años, los
principales socios estarán ocupados en sus respectivas elecciones
presidenciales. Y la tercera es que el Uruguay brinda una oportunidad
a los socios mayores de poner a prueba su vocación por modelos
de cooperación solidaria para el desarrollo. ¿No es eso
lo que demandan a los países industrializados?
Para el Uruguay, el Mercosur es vital. La geografía y su dimensión
económica lo explican. Carlos Amorín, nuevo responsable
de integración en Montevideo, señaló con claridad
-en el semanario uruguayo Búsqueda- lo que su país espera
del Mercosur: un mercado asegurado, sin restricciones, que es lo que permite
atraer inversiones y generar empleo.
Concretamente, la esencia de lo que requiere Uruguay es un "seguro
contra el proteccionismo" resultante de acciones unilaterales de
los socios mayores. Es lo que se le prometió en el Tratado de Asunción.
No es lo único a lo que aspira. Pero como señala Amorín,
es parte de la "agenda incumplida" del Mercosur. Es lógico
entonces que Uruguay ponga énfasis en lo institucional. Esto es,
la calidad de sus reglas de juego, su cumplimiento efectivo y, cuando
es necesario, su adaptación a nuevas realidades en forma compatible
con la previsibilidad mínima que requiere quien invierte.
Si el protagonismo uruguayo genera una dinámica de concertación
de intereses nacionales en torno de la cuestión de la calidad institucional
se estaría llegando a la médula política y económica
del Mercosur. Ello es así precisamente porque el modelo de integración
basado en reglas de juego precarias es, en buena medida, lo que explica
que tanta retórica haya quedado en el tintero. Al respecto, y en
términos futbolísticos, Tabaré Vázquez comenzó
poniendo la pelota en los pies de su colega, el presidente Lula.
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