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       Su fortaleza es su sentido político. Mercosur significa el predominio 
        de la lógica de integración donde durante mucho tiempo predominó 
        la fragmentación. Para cada socio, implica un entorno contiguo 
        de paz y estabilidad política. Para Brasil abarca casi toda Sudamérica. 
      Ello contribuye a fortalecer la democracia y a facilitar la transformación 
        productiva. Abandonar las hipótesis de conflictos bélicos 
        es, en definitiva, el gran aporte de la integración en Europa. 
        Y también lo es en el Mercosur. Esta fortaleza tiene valor económico: 
        por ser innecesaria la competencia armamentista y nuclear; por tornar 
        creíble la puesta en común de mercados, en aras a una transformación 
        productiva conjunta. 
      Su principal debilidad es el alcance limitado y decreciente de la preferencia 
        económica entre los socios del Mercosur. Es la que se supone que 
        puede brindar un estímulo a la inversión productiva para 
        el mercado ampliado, al generar empleo. 
      Reglas 
      Eso es así, si es que el inversor percibe que el mercado prometido 
        es efectivo y no está expuesto a restricciones discrecionales. 
        El inversor sabe que las reglas de juego previsibles dependen de muchos 
        factores; entre otros, estabilidad económica y de políticas 
        públicas. 
      Pero en particular, de la percepción de ganancias mutuas entre 
        los socios. En tal perspectiva, cobran importancia los efectos sobre decisiones 
        de inversión, de asimetrías que desnivelan el campo de juego 
        en el seno del Mercosur. 
      Sin plan B 
      En el nuevo mapa de la competencia económica global, todo socio 
        del Mercosur tiene opciones. La geografía, sin embargo, introduce 
        dos elementos de reflexión. 
      El primero es que difícilmente exista un "plan B" para 
        el bloque regional. Esto no excluye la necesidad de su continua adaptación 
        a nuevas circunstancias, preservando los activos acumulados hasta el momento. 
      El segundo es que sí existe la posibilidad de una "realidad 
        B" en la región. Esto es, un retorno a un espacio sudamericano 
        en el que predomine la lógica de la fragmentación. 
      No parece ser la intención de ningún país semejante 
        retroceso. 
      Pero la historia enseña que si la lógica de la integración 
        no es cimentada con sentido político y contenido económico, 
        puede esfumarse aun cuando nadie lo desee. 
      Incluso ello puede resultar de imaginar que un "plan B" al 
        Mercosur sea viable o conveniente para uno de los socios, cualquiera que 
        fuere su dimensión. 
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