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       Ya no caben dudas. China se ha transformado en un protagonista mayor 
        de la competencia económica global. Incluso significa un desafío 
        serio a la competitividad americana. Conviene leer el informe publicado 
        por Business Week el 6 de diciembre (www.businessweek.com). 
        Es la radiografía de una revolución comercial con profundas 
        implicancias políticas.  
      El 29 de noviembre en la capital de Laos firmó un acuerdo de libre 
        comercio con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático 
        (Asean). Para 2010, habrán liberado el comercio recíproco. 
        El acuerdo no es sólo comercial. Apunta a la cooperación 
        en seguridad, política, salud y transporte. A su vez, la Asean 
        acordó acelerar su propia liberación comercial. Ya hay unos 
        230 acuerdos regionales preferenciales. Un reciente informe del Banco 
        Mundial (www.worldbank.com) 
        analiza la tendencia al regionalismo y los desafíos que significa 
        para el sistema comercial global multilateral. Es la tensión entre 
        la discriminación comercial que resulta de "clubes comerciales 
        privados"-sea por medio de aranceles diferenciales o por reglas de 
        origen restrictivas, entre otros instrumentos- y el principio de no discriminación, 
        eje vertebral del "club global" de la OMC. Fue éste un 
        tema central en una mesa redonda organizada por el Evian 
        Group y la Fundación Friedrich Ebert.  
      El debate permite extraer conclusiones de validez para la Argentina. 
        La principal es que la conciliación entre los múltiples 
        acuerdos preferenciales y la OMC debe alcanzarse por dos medios. El primero 
        y más importante es el trazado de estrategias nacionales de aprovechamiento 
        del mayor número de espacios preferenciales posibles. Sólo 
        sabiendo qué es lo que necesita de ellos, un país como la 
        Argentina puede participar con más posibilidades de ser ganador 
        que perdedor (el caso de Chile es un ejemplo). El segundo es lograr en 
        las negociaciones de la Rueda Doha un fortalecimiento del sistema global, 
        y de los mecanismos disponibles para asegurar la transparencia y compatibilidad 
        entre el creciente número de acuerdos preferenciales, entrecruzados 
        y complejos.  
      No tener una estrategia nacional o marginarse de la tendencia actual 
        al regionalismo multipolar es correr el riesgo de ser un perdedor. Es 
        en esta perspectiva que cabe colocar la acción de nuestro país 
        en los múltiples tableros comerciales internacionales, comenzando 
        por el necesario aggiornamiento del Mercosur. 
      
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