Tras casi diez años de inicio del proceso que debía conducir
a la firma del acuerdo de asociación estratégica entre el
Mercosur y la Unión Europea, se ha constatado que tal resultado
no era factible en el plazo previsto y que será preciso seguir
negociando. Esfuerzos y expectativas han quedado, por el momento, en el
aire.
Es oportuna la pausa para reflexionar sobre las causas que contribuyan
a explicar tal resultado. Además de las conocidas diferencias en
relación con el comercio agrícola -que en buena medida debían
ser resueltas en la Organización Mundial del Comercio (OMC)-, pueden
identificarse por lo menos tres causas sustantivas y tres de orden metodológico.
Las causas sustantivas podrían tener que ver, en primer lugar,
con la baja importancia relativa del Mercosur para la Unión Europea
en comparación, por cierto, a otras prioridades de mayor valor
estratégico y económico, como las resultantes de la ampliación
-incluso, los incentivos para negociar podrían haber disminuido
al estancarse las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA)-.
En segundo lugar, podrían tener origen en el impacto en las negociaciones
de las profundas asimetrías de dimensión económica
y grado de desarrollo entre una región y otra.
Y en tercer lugar, su razón podría asociarse con la percepción
europea de un Mercosur poco creíble y que, en ciertos temas, habría
puesto de manifiesto dificultades de articulación en torno de la
agenda negociadora -como por lo demás también ocurrió
en algunas cuestiones en la propia Unión Europea-. En cuanto a
las causas metodológicas, las principales podrían relacionarse,
en primer lugar, con la falta de sincronía en los avances en los
otros dos frentes negociadores importantes para la Unión Europea
y el Mercosur, esto es, la OMC y el ALCA. Recordemos que en los tres casos
se había previsto concluir al final de este año. En segundo
lugar, podrían tener que ver con discontinuidades y fragmentaciones
en la conducción de las negociaciones, especialmente del lado del
Mercosur, como consecuencia de su perfil institucional.
Y, en tercer lugar, con una cierta desconexión operativa entre
la visión política y estratégica de alto nivel -en
particular en el caso de la Unión Europea, tal como quedó
reflejado en las cumbres recientes- y lo que ocurría en las negociaciones.
Ha flotado la sensación de un insuficiente oxígeno político
para las negociaciones por la parte con más responsabilidades políticas
debido a su mayor dimensión y grado de desarrollo relativo.
Lo recomendable ahora es que, al continuar negociando, ambas regiones
evalúen y capitalicen la experiencia acumulada en los años
recientes.
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