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       Un nuevo club privado de comercio internacional ha sido creado. El 8 
        del presente mes se anunció la firma del acuerdo de libre comercio 
        entre Estados Unidos y Australia. Sólo un día después 
        de que los negociadores del Area de Liber Comercio de las Américas 
        (ALCA) constataran en Puebla que necesitaban más tiempo para cumplir 
        con el mandato ministerial de Miami y poco antes de que en Ginebra los 
        miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no pudieran 
        ponerse de acuerdo sobre el lugar y fecha de la próxima reunión 
        ministerial en la que, se supone, debería concluirse o avanzar 
        sustancialmente en las negociaciones iniciadas en Doha. 
      Horas antes del anuncio, se entendía que el acuerdo sería 
        difícil de lograr por diferencias respecto de las carnes, los lácteos 
        y el azúcar de Australia. Pero se logró, aun cuando el azúcar 
        quedó afuera, y las carnes y los lácteos sólo incrementarán 
        gradualmente en un período extenso su acceso al mercado americano. 
        Para cuando entre en vigor -se estima que pronto tendrá aprobación 
        parlamentaria-, el acuerdo prevé aperturas completas para la casi 
        totalidad de los productos industriales, y significativas para muchos 
        bienes agrícolas y agroindustriales. El ministro de Comercio australiano 
        señaló que el acuerdo contiene logros valiosos para el campo 
        y la industria de alimentos. Pero reconoció que habrá que 
        continuar negociando en la OMC la reforma de los cuantiosos subsidios 
        domésticos a la agricultura norteamericana. 
      Como los anteriores, el nuevo club tiene reglas propias y beneficios 
        que sólo pueden gozar sus integrantes. Todos son discriminatorios. 
        Pero por el acceso privilegiado que ofrecen para sus miembros en los ricos 
        mercados de los Estados Unidos y de la Unión Europea (UE) -y Japón 
        y China se están sumando a la tendencia- suelen significar un poderoso 
        imán de atracción de inversiones. Especialmente hacia países 
        miembros que tengan ventajas en recursos naturales, o en mano de obra 
        calificada y relativamente más barata. Se observa ello en los países 
        de Europa Central que se incorporan a la UE. 
      Para la Argentina, un mundo de preferencias exclusivas con una OMC debilitada 
        no es buena noticia. Sobre todo si no somos parte de los clubes privilegiados. 
        De allí el fuerte interés nacional en avanzar en las actuales 
        negociaciones agrícolas en la OMC y, a la vez, en concluir las 
        negociaciones con los Estados Unidos (ALCA) y con la UE. Ello sin perjuicio 
        de otros frentes negociadores en todo el mundo. Lo que está en 
        juego es el futuro del empleo y de la inversión en nuestro país. 
        En un mundo de marcadas volatilidades e incertidumbres se precisa combinar 
        legítima ambición con pragmatismo. Habrá que calibrar 
        bien cuánto se puede avanzar en los distintos frentes negociadores, 
        procurando lograr un equilibrio razonable y posible entre lo que se da 
        y lo que se recibe. No hay espacio para utopías. El caso de Australia 
        merece reflexión. 
      
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