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       Tres preguntas relevantes se pueden formular en torno del futuro del 
        Mercosur. Las plantean con frecuencia observadores, negociadores e inversores 
        de terceros países. También empresarios locales, especialmente 
        pequeños y medianos, y estudiantes y analistas. No son las únicas, 
        pero tienen importancia en la definición de su perfil político 
        y económico internacional. Serán más acuciantes en 
        la medida en que avancen las actuales negociaciones comerciales en la 
        OMC, el ALCA y con la UE. Se manifestarán en el momento en que 
        los respectivos Parlamentos traten los acuerdos que eventualmente se concluyan. 
      La primera es: ¿cuál será el alcance de las preferencias 
        económicas intra-Mercosur una vez que entren en vigor y maduren 
        los resultados de las actuales negociaciones comerciales internacionales? 
        Concretamente en el caso argentino, ¿qué ventajas mantendrán 
        en el mercado del Brasil bienes y servicios originados en empresas que 
        operan en el país, con respecto a los provenientes de otro país 
        participante en el ALCA -por ejemplo Estados Unidos- o de la Unión 
        Europea? 
      La segunda pregunta es: ¿cómo serán protegidas en 
        el futuro las preferencias económicas intra-Mercosur, asumiendo 
        que ellas se mantengan, frente a eventuales medidas unilaterales restrictivas 
        del comercio de bienes y servicios que sean adoptadas por algunos de los 
        socios? En una palabra, ¿cuán creíbles serán 
        ellas para quienes tienen que tomar una decisión de inversión? 
        Nuevamente en el caso argentino, ¿cómo se asegurará 
        que medidas unilaterales de uno de los socios no disminuyan o alteren 
        las ventajas negociadas y pagadas -bajo condiciones de reciprocidad- para 
        el acceso a los respectivos mercados? (por ejemplo, por el requerimiento 
        de licencias no automáticas como las previstas en la Portaría 
        Secex N° 17 del 1° de diciembre 2003, en cuyo marco se incluyen 
        unas 3000 posiciones arancelarias sin excluir explícitamente al 
        Mercosur). 
      Y la tercera es: ¿cómo traducir tales preferencias económicas, 
        debidamente protegidas, en un polo de atracción relevante para 
        la construcción de un espacio político y económico 
        sudamericano, idea presente en el momento fundacional del Mercosur, especialmente 
        en el Brasil? Concretamente, ¿cómo lograr que una red de 
        acuerdos preferenciales entre el Mercosur, la Comunidad Andina y Chile 
        permita darle contenido concreto de integración a un espacio sudamericano 
        diferenciado, contribuyendo así a la diseminación de efectos 
        de estabilidad política y de consolidación de la democracia? 
      Es posible que la respuesta, en la práctica, a tales preguntas 
        incida en la evaluación que ciudadanos, inversores y terceros países 
        efectúen del desarrollo de la agenda de trabajo que este año 
        lideran la Argentina y el Brasil, en el ejercicio conjunto de las sucesivas 
        presidencias pro témpore del Mercosur. 
      
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