Difícil es entender la historia económica de los países
del Mercosur -incluyendo Chile y Bolivia- sin insertarla en un triángulo
geométrico -o "amoroso" como sostiene el profesor brasileño
Clovis Brigagâo- con Europa y los Estados Unidos.
La figura triangular cobra actualidad hoy para quien quiera captar en
todos sus matices la última etapa de las negociaciones comerciales
de la Argentina y el Mercosur con los Estados Unidos y con la Unión
Europea (UE). Esta es una de las conclusiones por extraer de un seminario
de la Fundación Konrad Adenauer en Washington, realizada el 25
de noviembre último, sobre el "triálogo" multilateral
luego del revés de Cancún y de los resultados más
promisorios de Bruselas y Miami.
Por lo menos tres cuestiones requieren un abordaje triangular a fin de
lograr una conclusión razonable de las actuales negociaciones,
incluyendo las de la OMC, cuya suerte quedará más clara
tras la reunión de Ginebra el 15 de este mes.
La primera es la del futuro de la OMC. Parecería haber un interés
compartido en evitar el fracaso de las negociaciones iniciadas en Doha
y, sobre todo, en impedir un derrumbe del sistema comercial multilateral
global.
La segunda es la de la construcción de consensos en torno a tres
nudos centrales de las agendas negociadoras, esto es la agricultura, los
servicios e inversiones, y las compras gubernamentales. Difícil
sería para el Mercosur llegar a acuerdos que signifiquen una discriminación
respecto de los Estados Unidos o la UE. La realidad triangular de nuestra
inserción hemisférica y transatlántica torna tal
hipótesis inimaginable en la práctica. En agricultura, por
ejemplo, un paso en la buena dirección sería precisamente
un acuerdo triangular de "no agresión", por lo menos
en materia de subsidios a las exportaciones. Y se sabe que la cuestión
más compleja de los subsidios a la producción requiere una
solución en la OMC, que debe involucrar a las tres partes. Por
último, la tercera cuestión es la de la preparación
de los escenarios posnegociación. Lo razonable sería una
cooperación económica de los Estados Unidos y de la UE,
con la participación conjunta del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) y la Comisión Europea. Debería tener como objetivo
facilitar la reconversión productiva de empresas -especialmente
pymes- para que estén en condiciones de navegar con éxito
los espacios económicos ampliados por los respectivos acuerdos.
En este marco debería encararse, asimismo, una cuestión
central para el futuro del Mercosur, como la de las asimetrías
que afectan a Paraguay y Uruguay. Es uno de los aspectos de mayor sensibilidad
política del Mercosur.
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