Desde su inicio formal en el año 1986 en la reunión de
los Presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney del Brasil,
el proceso de integración sudamericano denominado Mercado Común
del Sur (Mercosur) contó con la participación activa de
las dos mayores economías de América del Sur, que son el
Brasil y la Argentina.
Este año 2023 los dos países ejercerán la Presidencia
del Mercosur: Argentina en el primer semestre y Brasil en el segundo.
Sus Presidentes tendrán entonces una oportunidad de incidir en
la necesaria reactivación del proceso que formalmente se iniciara
hace casi cuarenta años.
Más de treinta años después de su creación
formal en 1991, el Mercosur requiere hoy de un decidido impulso político
y económico a fin de adaptarlo a las nuevas realidades internacionales
(globales y regionales), incluyendo las de sus propios países fundadores.
Los períodos presidenciales que ejercerán la Argentina
y luego el Brasil, trabajando junto con Paraguay y Uruguay, brindan entonces
una oportunidad para traducir el necesario impulso político en
decisiones y hechos concretos que permitan rejuvenecer el proyecto común
con el trabajo conjunto entre los cuatro actuales socios y que acrecienten
su credibilidad y su eficacia.. Tal impulso encarado en el marco de una
agenda conjunta para la inserción internacional del Mercosur, podría
también contribuir a acentuar la presencia internacional de los
países miembros.
Tres factores tornan recomendable y posible el esfuerzo conjunto entre
los dos países en el ejercicio de sus respectivos períodos
presidenciales del proyecto común. Ellos implican reconocer que
a los dos países les cabe una marcada responsabilidad y protagonismo
a la hora de proponerse impulsar la adaptación del proyecto común
denominado Mercosur, a nuevas realidades tanto globales como regionales.
El primer factor es que, tal como está, el proyecto original del
Mercosur ha ido perdiendo gradualmente una parte significativa de su credibilidad
y eficacia. El segundo es que todo intento de rejuvenecerlo requerirá
la concertación de esfuerzos -tanto políticos como económicos-
entre todos los países miembros, incluyendo por cierto a las dos
principales economías del área. Y el tercer factor es que
el Presidente Lula, que en sus anteriores mandatos tuvo un papel protagónico
en el impulso de un grado mayor de integración regional, ha demostrado
a través de los años su valoración de la idea del
trabajo conjunto no sólo entre los países del Mercosur,
pero incluyendo también a los demás países sudamericanos,
todo ello en el contexto más amplio -y a veces más complejo-,
del espacio regional latinoamericano.
El objetivo de rejuvenecer al Mercosur no requeriría sólo
modificar la sustancia de sus instrumentos jurídicos y de sus mecanismos
institucionales. Pero sí requiere una buena dosis de imaginación
y de capacidad técnica para lograr una efectiva concertación
de esfuerzos entre los socios, a fin de adaptar las reglas y métodos
de trabajo conjunto a las nuevas realidades regionales y globales. No
es por lo tanto una tarea fácil ni tiene necesariamente un final
asegurado.
Sin perjuicio de otros, tres frentes del trabajo conjunto entre los socios
demandarán especial atención. Cada uno de ellos requerirá
no sólo de capacidad técnica y política, pero sobre
todo de poner en práctica la vocación del trabajo conjunto
entre naciones con intereses comunes y también con intereses divergentes.
Un primer frente es el de la capacidad necesaria para tener un buen diagnóstico
sobre las reformas que se requieren en los métodos de trabajo que
utiliza el Mercosur a fin de elaborar decisiones que puedan ser efectivas
(que penetren en la realidad) y eficaces (que produzcan los efectos que
se procuran obtener).
Un segundo frente se relaciona con los procedimientos que permitieran
lograr un razonable equilibrio entre el objetivo de reglas que puedan
ser flexibles, con la necesidad de obtener una suficiente dosis de seguridad
jurídica en el trabajo conjunto entre los socios.
Y el tercer frente es el de las acciones que pueden ser necesarias a
fin de contar en la Secretaría del Mercosur con un grado de organización
que le permita cumplir con la función de preparación técnica
de decisiones que reflejen una real concertación de esfuerzos entre
los socios. Es quizás este último un frente de trabajo que
debería tener un alcance prioritario en la agenda de trabajo del
Mercosur el año 2023, esto es el período en el cual ejercerán
la presidencia, primero la Argentina y luego Brasil.
Pero en el próximo año el Mercosur requerirá además
impulsar iniciativas orientadas a concretar y sobre todo sacar provecho
de lo que finalmente resulte de las postergadas negociaciones de la asociación
con la Unión Europea. Sin perjuicio de las cuestiones que explican
las demoras incurridas en los últimos tres años, será
necesario que en la agenda birregional adquieran, entre otras, una fuerte
presencia las relacionadas con el cambio climático. Y que, además,
se profundice la vinculación entre la actual agenda birregional
y la que el Mercosur y la UE desarrollen con otros países del espacio
sudamericano.
Una prioridad especial debería tener para el Mercosur su agenda
aún incipiente de relacionamiento comercial preferencial con los
países de otras dos regiones con creciente importancia relativa
en el comercio internacional, como son las del Asia y África. Abordaremos
esta cuestión en una próxima nota.
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