Intentaremos en esta oportunidad, elaborar sobre algunas de las ideas
que fueran avanzadas en el Newsletter del mes de enero pasado en el que
abordamos el tema de "Nosotros y el Mundo".
Nos concentraremos en las que pueden ser, en nuestra opinión,
cuestiones más relevantes vinculadas con la agenda de las negociaciones
comerciales internacionales del Mercosur. Son cuestiones que, por lo demás,
están muy relacionadas con las condiciones de incertidumbre que
se han generado en el sistema internacional como consecuencia de la pandemia
del coronavirus pero, sobre todo, de los efectos de la dinámica
de cambios en las relaciones internacionales contemporáneas. Tales
cambios están exteriorizando cada vez más sus impactos en
las relaciones de poder, tanto político como económico,
entre las naciones y, en particular, entre las que pueden ser consideradas
como principales protagonistas del sistema internacional en términos
de poder relativo.
La agenda de las negociaciones comerciales internacionales del Mercosur
es la resultante de algunas de las principales cuestiones que inciden
en las relaciones entre sus países miembros y los países
del sistema internacional, incluyendo aquellas que se canalizan a través
de organismos internacionales que tienen una mayor incidencia en las prioridades
del proceso de integración, tal el caso, entre otros, de la Organización
Mundial del Comercio.
Tres parecerían ser algunas de las cuestiones más relevantes
para la agenda 2021 del Mercosur y por ende para las de cada uno de sus
países miembros. Son cuestiones que son relevantes por su impacto
simultáneo en tres dimensiones que consideramos como esenciales
para entender el desarrollo del Mercosur. Ellas son la política,
la económica y la jurídica. Como hemos señalado en
otras oportunidades, son dimensiones que desde el momento fundacional
han sido claves para interpretar la lógica del comportamiento de
sus países miembros (e incluso de países que optaron por
no acceder formalmente al Mercosur, tal el caso de Chile). De ahí
que abordar un proceso de integración como el del Mercosur sólo
desde una de esas tres perspectivas dimensionales, es correr el riesgo
de no poder interpretar bien las realidades y, por lo tanto, de formular
diagnósticos equivocados sobre ellas. Es decir, correr el riesgo
de no entender nada y, sobre todo, de no poder identificar las acciones
que puedan estar orientadas a incidir sobre tales realidades. O sea el
riesgo de la inefectividad e ineficacia de lo que finalmente se decida.
Una primera cuestión a abordar se refiere a la idea de dotar al
Mercosur de una mayor flexibilidad para encarar las negociaciones comerciales
con otros países o grupos de países, a través de
múltiples modalidades de acuerdos de cooperación.
La segunda cuestión es la de la participación de los países
del Mercosur en acciones orientadas a dotar de más eficacia al
sistema multilateral de comercio, hoy en día institucionalizado
en la OMC.
Y la tercera cuestión es la de las vinculaciones que se entablen
con otras regiones organizadas a través de distintas modalidades
de acuerdos de integración y cooperación económica,
tal los casos entre otros, de la UE y de los acuerdos regionales en el
Asia, como por ejemplo el recientemente creado Regional Comprehensive
Economic Partnership - RCEP (ver al respecto este Newsletter de diciembre
del año pasado) o en África, como por ejemplo los desarrollos
posibles del acuerdo de la Unión Africana, que nuclea 55 países
africanos y prevé la articulación de sus comunidades económicas
regionales (ver al respecto el "African Union Handbook", Addi
Ababa - Ethiopia y Wellington, New Zealand, 2019).
La primera cuestión está orientada a encarar aquello que
refleja la expresión muchas veces escuchada de que "el Mercosur
nos ata". Es decir que al ser miembro del Mercosur, un país
confronta restricciones en su capacidad de desarrollar y concluir negociaciones
comerciales individuales con otro u otros países. De ahí
las recurrentes propuestas orientadas a flexibilizar el Mercosur abriendo
el horizonte para posibles negociaciones comerciales en las que no se
requiera que participen todos sus países miembros. Tal restricción
se atribuye, en especial, al hecho que el Mercosur ha optado por la fórmula
de unión aduanera en lugar de hacerlo por una zona de libre comercio.
Pero, como ya lo hemos señalado en otras oportunidades, tal restricción
deriva no de la Decisión 32-00 del Consejo del Mercosur del año
2000, como muchas veces se ha indicado. Por el contrario, deriva de distintos
elementos incluidos en el propio Tratado de Asunción, referidos
al objetivo de "construir un Mercado Común" y, en especial,
de su artículo segundo, cuando establece que "el Mercado Común
estará fundado en la reciprocidad de derechos y obligaciones entre
los Estados Partes". Probablemente no fue una norma casual. Quizás
tuvo mucho que ver con una preocupación central para el liderazgo
político de ese momento -en especial de la Argentina y Brasil-
cuál era la posibilidad de que uno de los países miembros
del Mercosur optara luego por una alianza comercial preferencial con los
Estados Unidos, cuyo gobierno venía de lanzar formalmente en 1989
la idea de una gran zona de libre comercio de las Américas, que
incluso se podría construir a través de la incorporación
individual de países interesados. La no incorporación de
Chile al Mercosur, le permitió precisamente firmar un acuerdo de
libre comercio con los EEUU.
Si esta interpretación es correcta -y así por lo menos
lo entendemos- flexibilizar el Mercosur de manera de permitir que países
miembros pudieran concluir individualmente acuerdos de comercio preferencial
con terceros países o grupos de países, requeriría
modificar el Tratado de Asunción, y especialmente sus artículos
primero, segundo y quinto. Si ello no se visualizara como conveniente
o posible, otra opción sería que él o los países
interesados en tal ganancia de flexibilidad, optara por retirarse del
Mercosur. Podríamos denominarla como la opción "Brexit".
Y una tercera opción sería recurrir al artículo 47
del Protocolo de Ouro Preto y convocar una conferencia diplomática
que pudiera revisar la estructura institucional del Mercosur, en lo que
se refiere a las competencias para flexibilizar compromisos asumidos (ver
al respecto nuestra nota en el Suplemento Comercio Exterior de "La
Nación", del 14 de mayo 2020).
La segunda cuestión está referida al Mercosur y el sistema
multilateral de comercio internacional institucionalizado en la OMC. La
designación este 15 de febrero de Ngozi Okonjo Iweala en el cargo
de Director General de la OMC, ha resuelto uno de los factores que generaban
incertidumbres sobre la eficacia futura de la principal institución
del sistema comercial internacional. (ver su perfil y trayectoria en www.wto.org).
Su amplia y rica experiencia gubernamental en su país, Nigeria,
y en el plano internacional, especialmente en el Banco Mundial, y más
recientemente como Presidente del Consejo de Gavi -la Alianza para las
vacunas-, permiten anticipar un período marcado por la eficacia
de su gestión al frente de la OMC.
La OMC ha entrado entonces en una etapa donde se procurará activar
su papel en relación a un sistema de negociaciones comerciales
que requerirá de muchos esfuerzos para superar el relativo estancamiento
que lo ha caracterizado en los últimos años.
Dos frentes de trabajo, entre varios otros, se destacan en la actual
agenda de la OMC. Por un lado su papel para impulsar negociaciones comerciales
multilaterales, que en parte quedó afectado con la experiencia
de la Rueda Doha. Y, por el otro y no menos importante, restablecer la
eficacia de su mecanismo de solución de controversias, que fue
impactado por, entre otros factores, la posición que asumió
el gobierno del Presidente Donald Trump y que condujo a una etapa aún
no superada de relativa parálisis.
Los países latinoamericanos miembros del GATT primero y ahora
de la OMC, siempre procuraron tener un protagonismo activo traducido en
el impulso frecuente de iniciativas. Activar tal protagonismo debería
ser una prioridad del grupo latinoamericano, que puede acrecentarse en
la medida que se fortalezca la capacidad de acción conjunta especialmente
de los países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico,
con larga tradición en impulsar las agendas del sistema comercial
multilateral y, en particular, de la OMC.
Y la tercera cuestión se relaciona con las agendas de articulación
del Mercosur con otras iniciativas de cooperación regional que
tienen incidencia en el sistema comercial internacional. Ello implica,
por cierto, acentuar las experiencias de articulación y trabajo
conjunto, con otros esquemas de integración y cooperación
regional en la propia América Latina, como sin dudas son, entre
varios otros, la Asociación Latinoamericana de Integración
(ALADI), la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina, el Sistema
de Integración Centroamericano y el propio Mercado Común
Centroamericano, y la Comunidad del Caribe. La reciente designación
de Sergio Abreu, como Secretario General de la ALADI, ha abierto nuevos
horizontes en la idea de hacer de esta organización un foro de
iniciativas que faciliten el impulso de la integración regional,
con incidencia en la participación conjunta de la región
en el amplio y diverso frente de negociaciones comerciales internacionales.
Pero implica sobre todo, que los países de la región tengan
un papel bien activo en la articulación con otras regiones relevantes
para el desarrollo del comercio internacional global. Sin perjuicio de
otros frentes -incluyendo los que eventualmente se puedan desarrollar
con grandes protagonista del comercio internacional actual y del futuro
(como son entre otros China, los EEUU y la India)- en lo inmediato el
Mercosur tendrá que darle prioridad a los acuerdos que se han negociado
con la UE y que se podrían negociar con el RCEP. Otros frentes
relevantes lo constituyen las relaciones que se desarrollen con el Reino
Unido tras la conclusión del Brexit (ver al respecto este Newsletter
de febrero de este año).
La densa agenda en el plano de las negociaciones comerciales internacionales,
tanto del Mercosur como de la región latinoamericana, tornan más
necesario que nunca el asegurar una activa participación, en el
plano de la reflexión y de las ideas orientadas a la acción,
de las instituciones académicas. Pensar enfoques e ideas concretas
que faciliten la proyección al mundo de las capacidades existentes
en la región latinoamericana, será en el futuro un factor
importante para el desarrollo de estrategias efectivas y eficaces de inserción
comercial internacional de los países de la región (ver
al respecto este Newsletter de noviembre 2020).
En tal sentido cabe mencionar como un aporte a la concepción y
desarrollo de una estrategia de inserción comercial internacional
de países latinoamericanos, la realización del Segundo Congreso
del Grupo Regional de Integración y Desarrollo de América
Latina y Europa (GRIDALE), que se realizará con modalidad virtual
en Buenos Aires a partir del 8 de este mes de marzo. El primer Congreso
tuvo lugar en Bogotá en el 2018. GRIDALE es una iniciativa de la
Universidad Cooperativa de Colombia y es coordinado por Edgar Vieira Posada,
con larga trayectoria tanto en el sector público de su país
y en el Grupo Andino, como en el académico. El Congreso de Buenos
Aires es organizado conjuntamente por GRIDALE y la Universidad Nacional
de Tres de Febrero (para más información sobre GRIDALE,
y sus actividades incluyendo sus Congresos de Bogotá (2018) y Buenos
Aires (2021) y sobre sus publicaciones ver http://www.gridale.org).
|