El actual es un mundo más poblado y conectado. Como hemos señalado
en otras ocasiones, son rasgos que tenderán a acentuarse en el
futuro. En un mundo con esas características la Argentina puede,
si se lo propone, desarrollar relaciones comerciales normales y eventualmente
intensas con todos los países, especialmente aquellos con los cuales
se comparten intereses concretos. En tal perspectiva, interrogarnos sobre
nosotros (los argentinos) y el mundo que nos rodea adquiere hoy una importancia
creciente.
Una estrategia de inserción activa en todos los ámbitos
del sistema comercial internacional -esto es, de alianzas múltiples-
requiere de un diagnóstico de factores que anticipan cambios significativos,
tanto globales como en las diversas regiones. Y en especial, requiere
de una eficaz organización, tanto en el plano gubernamental y en
el de la sociedad en su conjunto, y de una activa política de cooperación
con otras naciones, en especial las de la región latinoamericana.
Entre otros, cambios tecnológicos, climáticos, y culturales,
incidirán en los desplazamientos de ventajas competitivas y, por
ende, en el desarrollo del comercio de bienes y de servicios entre los
países y regiones. Es además un mundo de diversidad de consumidores
empoderados, como resultado de la creciente población en muchos
países, y de una clase media bien informada sobre sus múltiples
opciones para obtener recursos, bienes y servicios que eventualmente necesite
o prefiera.
Como en toda crisis internacional de la magnitud de la originada por
la pandemia 2020, es difícil anticipar el alcance futuro de sus
efectos. Precisamente se ha caracterizado por tornar precarios diagnósticos
y pronósticos, que requieren de renovación constante. No
es fácil al comienzo del año 2021 predecir cuáles
serán sus impactos en el desarrollo económico, el comercio
exterior y la estabilidad política de los países latinoamericanos.
Son tiempos, que exigen tener mucha prudencia, tanto en el plano de diagnósticos
de renovación continua como en el de las estrategias y acciones
que se emprendan.
Al menos en lo que se pueda suponer que será el período
post-pandemia, tres cuestiones aparecen relevantes para el comercio exterior
argentino. No serán las únicas, pero en la perspectiva actual,
están entre las que mayor atención demandará de protagonistas
interesados en la futura inserción argentina en el mundo.
La primera cuestión se refiere a fijar metas ambiciosas y a la
vez flexibles, para el desarrollo de nuestro comercio exterior y procurarlas
con una buena organización institucional, que involucre al gobierno
nacional, a los gobiernos provinciales y locales, y a todos los sectores
de la sociedad, en especial el empresarial, el laboral, y el de las nuevas
generaciones, es decir aquellos más sensibles a la creación
de condiciones razonables y sustentables de futuro. Metas ambiciosas,
tanto cuantitativas como cualitativas. Esto es, que impliquen saltos significativos
en la cantidad y en la calidad de bienes y servicios que se pueden vender
al mundo, Pero a la vez, que reflejen una incorporación también
significativa de inteligencia y de tecnología en los procesos productivos
de bienes y servicios que se exportan. Y que requieren una buena organización,
que conduzca a saltos de eficacia y efectividad, para la gestión
de todos los estamentos involucrados con la concreción de una estrategia
de inserción argentina en el comercio internacional.
La segunda se refiere a que el país efectúe aportes que
contribuyan al fortalecimiento del sistema multilateral del comercio mundial,
incluyendo su capacidad para facilitar mecanismos innovadores con respecto
a iniciativas regionales de cooperación, comercio e integración
en los que la Argentina pueda tener capacidad de influencia, especialmente
en la región latinoamericana y entre los países en desarrollo.
Y la otra cuestión prioritaria, debería ser contribuir
a que el conjunto de países latinoamericanos miembros de la OMC,
puedan tener un papel activo y relevante en la continua tarea de construir
un sistema comercial internacional que sea eficaz y efectivo y, a la vez,
funcional a los intereses de la región. Se vincula con la necesidad
de impulsar distintas modalidades de acuerdos de asociación con
países relevantes para el comercio exterior argentino, tales como
el que estaría en su fase final de concreción entre el Mercosur
y la UE, y los que están en la agenda pendiente de desarrollo con
otros países y regiones. Y, a la vez, lograr que la próxima
Conferencia Ministerial de la OMC permita concertar en acuerdos viables
y eficaces, los intereses marcados por las crecientes y significativas
divergencias entre sus países miembros y, en particular, entre
sus protagonistas más relevantes tanto en el comercio mundial como
en la geopolítica global.
El acuerdo de asociación bi-regional entre el Mercosur -concebido
como una unidad negociadora- y la UE, requerirá una atención
prioritaria en los próximos meses. No sólo por su magnitud
y su potencial impacto en las economías y en el comercio exterior
de ambas regiones. Pero sobre todo por ser un acuerdo cuya fase negociadora,
al menos en su componente comercial, concluyó hace más de
un año y que ya tendría que haber entrado en su etapa de
firma y posterior ratificación parlamentaria. En una perspectiva
argentina, como también de sus socios en el Mercosur y los de la
UE, tras casi treinta años en que comenzó a explorarse la
idea de un acuerdo y veinte años de negociaciones, a los respectivos
liderazgos políticos les sería difícil explicar a
sus ciudadanías, las consecuencias de un eventual fracaso. Como
hemos señalado en otras oportunidades, a partir de su entrada en
vigencia se inicia la etapa principal del acuerdo de asociación
birregional. Es la del "día después", o aquella
en la que gobiernos y empresas deben hacer lo requerido para cumplir con
compromisos asumidos en los plazos previstos, y lo necesario para sacar
provecho de la ampliación de los respectivos mercados.
Certeza en el diagnóstico y eficacia en los cursos de acción
que se tracen, así como su renovación continua, son condiciones
requeridas para enfrentar la actual crisis sistémica global. Son
necesarias para cada uno de los países afectados por la crisis
-que probablemente sean todos-. Y ellas tienen que abordarse, a su vez,
en la perspectiva de cada protagonista ya sea, por ejemplo, un gobierno,
una empresa, o una institución o actor social. Pero además
de enfoques y visiones nacionales, se imponen otras de alcance global
-por ejemplo, en el caso de organismos internacionales-y, a su vez, de
cada una de las regiones -por ejemplo la UE, el Mercosur, la Alianza del
Pacífico, o la ASEAN.
Entender los factores que han conducido a la actual crisis sistémica
de alcance global es esencial cuando se aspira a superarla. Difícil
sería limitar la génesis del proceso a un solo factor. Para
encararla en la perspectiva de un país en forma oportuna y con
éxito, es necesario tener acceso a información correcta
y de calidad, por lo tanto confiable, de cómo lo están haciendo
otros países y regiones. Y reconocer, además, que tal información
probablemente refleje diferentes perspectivas, resultantes de la rica
diversidad cultural, política y económica que es hoy un
rasgo ineludible de la realidad internacional. Implica tener una gran
capacidad de concertación de intereses que se exteriorice en todos
los niveles involucrados en una crisis como la actual, que son el global,
el regional y el propio de cada país. Cada uno de ellos puede requerir
diversos desdoblamientos, si es que se aspira a entender los desarrollos
actuales de esta crisis sistémica y, en particular, los futuros.
No es, por lo tanto, una crisis que se preste a enfoques simplistas,
uni-dimensionales y estáticos. Su abordaje requerirá entender
todas sus múltiples y profundas complejidades, aun cuando ellas
requieran dejar de lado conceptos y marcos teóricos provenientes
de otros momentos históricos. Implica, por lo tanto, colocar el
análisis de la actual crisis global y los cursos de acción
que eventualmente se privilegien, en el marco de una interpretación
correcta de los profundos cambios que se están produciendo en el
sistema internacional.
Es posible que la actual pandemia torne necesarias innovaciones en las
instituciones (sistemas de decisión, gestión y producción
de reglas) de la gobernanza tanto global como regional, cuyos alcances
se irán definiendo en base a la experiencia acumulada. Esto es
también válido en el caso de los procesos de integración.
Si algo sobresale de la metodología de integración aplicada
originalmente en Europa, es que se requiere operar simultáneamente
en tres dimensiones. Son, la política, la económica y la
jurídica. Imaginar un proceso de integración entre naciones
soberanas -que no aspiran a dejar de serlo-, contiguas y diversas, y con
poder relativo desigual, sin el consentimiento y apoyo de la gente (dimensión
política); sin una articulación sostenible de sus sistemas
económicos y productivos (dimensión económica), y
sin que esté basado en reglas e instituciones comunes (dimensión
jurídica), sería condenarlo a un fracaso, o a un efecto
sólo coyuntural.
Procesos de integración como el europeo o el del Mercosur, no
están necesariamente centrados en un producto final pre-determinado,
consistente en la transformación de unidades autónomas de
poder en una nueva unidad "supranacional", aunque ese haya sido
un aparente objetivo de los momentos iniciales. No están basados
en el objetivo de superar espacios nacionales independientes pre-existentes,
incluyendo sus respectivos mercados, a través de fórmulas
rígidas en su concepción, como la de una "unión
aduanera" o una "zona de libre comercio". No suponen la
desaparición de identidades nacionales. Suponen sí mayor
conectividad, valoración de la diversidad cultural y de intereses
entre los socios y, mayor solidaridad colectiva. O sea, lograr condiciones
para el predominio de prosperidad y paz entre naciones contiguas. Por
el contrario, la puesta en común de recursos y de mercados, con
vocación de permanencia; disciplinas colectivas producto de la
vigencia de reglas e instituciones comunes; encadenamientos que tornan
costoso el retirarse del pacto de trabajo conjunto entre un grupo de naciones;
y un poder acrecentado para operar con eficacia en el sistema internacional,
son algunos de los efectos positivos que explican por qué ese método
de integración, ha tenido una vigencia que supera a su espacio
y a su momento original.
En la perspectiva planteada, varias cuestiones se destacan en la agenda
de prioridades para el comercio exterior argentino. Suponen renovar estrategias
de proyección al mundo de bienes y servicios que el país
pueda producir con calidad y eficacia, por su dotación de recursos
naturales, talentos y creatividad. Es una renovación necesaria
por cambios que se están operando a nivel global y latinoamericano.
Reflejan una época que se destaca por un elevado número
de protagonistas -países, empresas, consumidores, trabajadores
y organizaciones sociales- en la competencia por mercados mundiales, con
múltiples opciones sobre a quienes vender y comprar bienes y servicios,
que necesitan y valoran. Son cambios, que tornan más intensa la
interacción entre diversas culturas que caracterizan países
y, por ende, el comercio internacional. Entender alcances y efectos de
las diversidades culturales, con su impacto en prioridades de ciudadanos
y consumidores, es un factor crucial para la competitividad internacional
de nuestro país y de sus empresas.
La integración económica entre naciones soberanas implica
el desarrollo de una construcción permanente de condiciones y reglas,
que permitan e incentiven el trabajo conjunto. Son los casos de la UE
y del Mercosur, a pesar de las diferencias metodológicas que tienen.
En este tipo de proceso, el semestre en el que un país ejerce la
presidencia de sus órganos de representación gubernamental
brinda una oportunidad para un liderazgo a través de iniciativas
relevantes de una agenda de trabajo conjunto. Este año, en el caso
del Mercosur tal oportunidad le corresponde a la presidencia que ejercerá
Argentina y luego Brasil. Es un momento propicio entonces para reafirmar
la idea de que los dos países puedan tener un papel relevante en
la construcción del Mercosur, en la medida que efectivamente compartan
diagnósticos y estrategias sobre cómo hacerlo.
Entre otros factores, al menos tres incentivan a procurar un liderazgo
estratégico del Mercosur impulsado por Argentina y Brasil (como
lo fuera en el momento fundacional el entendimiento entre los Presidentes
Alfonsín y Sarney), y con una participación incluso entusiasta
de Paraguay y Uruguay. Ellos son: la renovación presidencial en
los EEUU; la creación del RCEP en el Asia-Pacífico, y la
necesidad que en la UE parecería percibirse de tener un papel protagónico
en el restablecimiento de un orden internacional debilitado.
El hecho que Joe Biden será el próximo ocupante de la Casa
Blanca no es un dato menor. Quizás sea el factor principal. Puede
implicar un cambio profundo en la visión y en el estilo de la estrategia
internacional de Washington. Es posible entonces anticipar un momento
más positivo para la construcción de un orden mundial que
requerirá mucha acción conjunta, especialmente entre grandes
y medianas potencias. La Presidencia de Biden, podría facilitar
una concertación estratégica sostenible con países
latinoamericanos, incluyendo los del Mercosur, en la medida que se afirme
la idea de procurar construir un orden internacional basado en la solidaridad
y en la cooperación entre todos.
A su vez la reciente firma del RCEP, que implica desarrollar un proceso
de comercio e inversiones preferenciales compatible con las reglas de
la OMC, entre 15 países del Asia Pacífico (los diez del
ASEAN y China, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda, abierto
a la incorporación de la India), genera un precedente de trabajo
conjunto entre países con una pertenencia regional común
y, también, con un enorme potencial para desarrollar cadenas de
valor que incidan en el comercio y las inversiones recíprocas.
Y el tercer factor, es el interés que se observa en una UE que
percibe el potencial de acción conjunta que están abriendo
los antes mencionados factores. En tal perspectiva deberían evaluarse
los costos de un fracaso del acuerdo de asociación con el Mercosur.
Un planteamiento estratégico común del Mercosur, a fin
de encarar en función de sus intereses la nueva etapa de relaciones
comerciales internacionales que los factores antes mencionados, entre
otros, estarían anticipando, requeriría por cierto interrogarse
acerca del potencial de acción conjunta que pueden resultar de
ámbitos institucionales internacionales a los que pertenecen y
que son, entre otros, la ALADI y la OMC.
Trabajar juntos es un desafío para países de la región
latinoamericana, que se ha acrecentado por la experiencia acumulada en
el período de la pandemia COVID-19. En un mundo más poblado
y conectado, la Argentina y los países de la región estarían
en condiciones de desarrollar, en base a la experiencia acumulada y a
sus ventajas competitivas, estrategias de alianzas múltiples con
todos los países del mundo, especialmente con aquellos con los
cuales se comparten intereses concretos. ¿Es tan así? Y,
en tal caso, ¿cuáles serían los pasos a dar que permitirían
tener una participación más activa y eficaz en el desarrollo
de un comercio mundial funcional a sus necesidades e intereses? ¿Qué
aportes podríamos hacer para acrecentar la solidaridad y eficacia
en el funcionamiento de los acuerdos comerciales de alcance global y en
especial de la OMC? La OMC está en crisis, entre otros factores,
por la situación que atraviesa su mecanismo de solución
de controversias. ¿En qué forma los países de la
región miembros de la OMC, podrían acrecentar la efectividad
y eficacia del sistema multilateral de comercio mundial?
El regionalismo es visualizado en el plano comercial y del desarrollo
económico como un complemento del multilateralismo comercial global,
y también como resultado de esfuerzos entre países de una
región para adelantar procesos que sean convergentes con el fenómeno
global. ¿Es ésta una visión realista sobre la integración
regional? Si lo fuere ¿cómo tornarla efectiva? ¿Cómo
lograr una articulación eficaz de los distintos procesos de integración
latinoamericana, con una estrategia de "convergencia en la diversidad",
que tome en cuenta diferentes realidades, visiones e intereses que se
observan entre los países de la región? ¿Qué
papel pueden desempeñar al respecto los organismos de alcance regional
existentes, tales como, entre otros, la ALADI, el SELA y la CELAC?
Tanto desde el punto de vista de la organización de la producción
y del comercio (cadenas regionales de valor y también las globales),
como desde el del fortalecimiento de los espacios institucionales de negociación
comercial, existiría cierto consenso respecto a que en el escenario
post COVID-19, lo "regional" tenderá a profundizarse.
¿Es ésta una visión realista? Si lo fuere ¿cuáles
son pasos que habría que dar para fortalecer, tanto de un punto
de vista existencial (porqué trabajar juntos) como metodológico
(cómo trabajar juntos), los procesos de integración regional
en América Latina, en una forma compatible con las reglas de juego
del sistema multilateral del comercio global, especialmente del artículo
XXIV del GATT OMC y de la Cláusula de Habilitación de la
OMC?
¿Cómo acentuar los necesarios esfuerzos para el desarrollo
de la conectividad física entre los países de la región
y de cada una de sus subregiones, especialmente en función de las
estrategias de conexión de los diferentes mercados nacionales y
de sus respectivos sistemas productivos? ¿Qué papel pueden
seguir desempeñando los organismos de financiamiento internacional
en los que participan los países latinoamericanos?
Una estrategia de inserción activa en el sistema comercial internacional
requiere de un diagnóstico permanentemente actualizado de factores
que permiten anticipar cambios que puedan ser significativos, tanto en
el plano global como en los múltiples y diversos planos regionales.
¿Cómo podría desarrollarse una cooperación
más eficiente entre las instituciones que en la región están
en condiciones de ofrecer tales diagnósticos? ¿Qué
papel pueden desempeñar los diferentes espacios de pensamiento
orientado a la acción?
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