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NEGOCIACIONES COMERCIALES INTERNACIONALES
DEL MERCOSUR. Consideraciones sobre algunos impactos de la crisis del Covid-19. |
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El de las negociaciones comerciales internacionales
es uno de los planos más expuestos al impacto cambios que se producen
en el entorno del Mercosur. Desde antes que se desatara la actual pandemia,
la agenda 2020 de sus negociaciones internacionales ofrecía aspectos
complejos, en los cuales era factible observar diferencias de criterios
entre los cuatro países miembros.
Uno de los aspectos en los que podían percibirse tales diferencias,
era el de que fuera posible negociar acuerdos comerciales preferenciales
en los que no todos los países miembros participaran, pudiendo
por lo tanto generar impactos en el comercio intra-Mercosur y sobre todo
en el valor relativo de las respectivas preferencias comerciales.
El debate que se ha observado al respecto, suele no tener presente
que el Tratado de Asunción establece formalmente un mercado común,
con una unión aduanera y con un arancel externo común. Ello
implica el reconocimiento de que aquello que un país otorgó
a otro país miembro -por ejemplo, el arancel cero para el comercio
recíproco- no se lo puede licuar dándole unilateralmente
la misma ventaja a un país no miembro. Sólo se puede hacer
a través de un acuerdo internacional negociado y firmado por todos
los socios. De ahí la necesidad de negociar como conjunto los acuerdos
comerciales preferenciales con terceros países.
Si no se pudiere concertar una modificación del Tratado de
Asunción, y un país o varios quieren readquirir la libertad
para definir individualmente sus compromisos comerciales internacionales,
¿qué alternativas tendrían por delante? En la experiencia
internacional en materia de integración, hay varios precedentes
de lo que un país puede hacer si los compromisos adquiridos con
sus socios en un acuerdo de integración, no le convienen más.
Por ejemplo, se puede retirar del acuerdo.
Es ya evidente la conveniencia de adaptar métodos empleados
para construir el Mercosur, a nuevas realidades globales, regionales y
de sus propios países miembros. Es mejor que abandonar objetivos
políticos y económicos, que condujeron a su creación,
como resultante de la iniciativa de la integración entre Argentina
y Brasil, a la que se sumaron luego Uruguay y Paraguay.
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A medida que pasan los días se aprecian efectos globales que
la pandemia del Covid-19 está desatando en el mundo y en muchos
países, incluyendo los socios del Mercosur.
Como en toda crisis internacional de la magnitud que tiene la actual,
es difícil prever su verdadera dimensión y el alcance de
todos sus efectos. Se caracteriza por tornar precarios diagnósticos
y pronósticos. Por ello no es fácil predecir cuáles
serán sus impactos profundos en el desarrollo del Mercosur (como
tampoco lo es en el caso de la UE). Sobre todo por los múltiples
efectos que ya se están observando en cada uno de sus países
miembros, tanto en el plano político como en el económico
y social, e incluyendo por cierto en el de su inserción comercial
internacional.
Los actuales son entonces tiempos que exigen mucha prudencia, tanto en
el plano de los diagnósticos como en el de las estrategias y acciones
que se emprendan. En particular por los protagonistas que tienen responsabilidades,
entre otros, en el plano gubernamental, empresario, sindical, social,
periodístico y académico. Leer al mundo que nos rodea con
enfoques propios del pasado, incluso el inmediato, no parece ser hoy lo
más recomendable.
El de las negociaciones comerciales internacionales parecería ser
uno de los planos más expuestos al impacto de los cambios que se
están produciendo en el entorno del Mercosur. Desde antes que se
desatara la actual pandemia, la agenda 2020 de sus negociaciones internacionales
ofrecía aspectos complejos, en los cuales era factible observar
diferencias de criterios entre los cuatro países miembros. Algunos
de ellos parecen haberse acentuado en el contexto de la actual crisis.
Uno de los aspectos en los que podían percibirse tales diferencias,
era el de que fuera posible negociar acuerdos comerciales preferenciales
en los que no todos los países miembros participaran, pudiendo
por lo tanto generar impactos en el comercio intra-Mercosur y sobre todo
en el valor relativo de las respectivas preferencias comerciales.
El debate que se ha observado al respecto, suele reflejar un no reconocimiento
de que el Tratado de Asunción establece un mercado común
con una unión aduanera y un arancel externo común. Más
aún, en su artículo 2° establece que "el mercado
común estará fundado en la reciprocidad de derechos y obligaciones
entre los Estados Partes" (hemos analizado este tema en anteriores
Newsletters incluyendo el de marzo de este año).
Implica por ejemplo, el reconocimiento de que aquello que un país
otorgó a otro país miembro -por ejemplo, el arancel cero
para el comercio recíproco- no se lo puede luego licuar dándole
unilateralmente la misma ventaja a un país no miembro. Sólo
se puede hacer a través de un acuerdo internacional negociado y
firmado por todos los socios. De ahí la necesidad de negociar como
conjunto los acuerdos comerciales preferenciales con terceros países.
¿Puede este compromiso diluirse o cambiarse sin modificar el Tratado
con el acuerdo explícito de todos los socios? Desde el punto de
vista jurídico la respuesta es no. No podría ser sólo
por medio de una Decisión del Consejo del Mercosur, tal como resultaría,
por ejemplo, de una modificación de la Resolución 32/00
del año 2000, como a veces se ha sugerido. Y se sabe que lo jurídico
puede tener una clara implicancia política.
En el caso del Mercosur la restricción pactada en el Tratado de
Asunción no deriva necesariamente de consideraciones teóricas.
Es resultado del contexto en el cual se negoció el Tratado de Asunción.
Además del peso que tuvo el "modelo europeo", recordemos
que un telón de fondo fue la preocupación de los socios
-en especial de la Argentina y del Brasil- con la posibilidad que uno
u otro estuviera tentado a abrir una negociación comercial bilateral
con los EEUU, que había ya lanzado su Iniciativa de las Américas
orientada a negociar acuerdos bilaterales de libre comercio con países
de la región.
Incluso, podría ser esa una de las razones que explicarían
por qué Chile prefirió no acepto ser miembro del Mercosur,
a lo que estaba invitado. Luego concretó su acuerdo bilateral de
libre comercio con los EEUU.
Si eventualmente no se pudiere concertar una modificación del Tratado
de Asunción, y un país o varios quieren readquirir la libertad
para definir individualmente sus compromisos comerciales internacionales,
¿qué alternativas tendrían por delante?
Tal como lo hemos señalado en otras oportunidades, en la experiencia
internacional en materia de integración, hay varios precedentes
de lo que un país puede hacer si los compromisos adquiridos con
sus socios en un acuerdo de integración, no le convienen más.
Se puede retirar del acuerdo. El Brexit es una experiencia reciente al
respecto. Obvio, que tiene ello consecuencias económicas y, eventualmente,
también políticas. Para unos y otros, o sea para él
o los que se van, o él o los que se quedan. Pero es una mejor alternativa
a seguir siendo parte de un club que eventualmente se entiende que ha
dejado de ser conveniente.
Lo concreto ahora es que una vez más el Mercosur está atravesando
un momento difícil. Es algo recurrente en procesos similares, incluso
en el europeo. Son procesos que se supone que son para siempre. Pero que
continuamente requieren ser actualizados y adaptados a realidades cambiantes.
Incluso por los efectos producidos por el propio proceso.
Una pregunta recurrente en estos procesos es si tienen futuro. Es posible
formularla con respecto al Mercosur. Y se la ha formulado muchas veces
en el caso de la UE. Incluso también se observa que se la formula
hoy, como consecuencia de los efectos que en Europa está produciendo
la crisis del Covid-19. Y una de las razones por las que tal pregunta
se plantea con frecuencia, se debe al hecho que son procesos que siguen
siendo voluntarios en cuanto a la participación de un país
concreto. Quien considera que el proceso como tal no le conviene, puede
retirarse, siguiendo al respecto las reglas que se hubieren pactado.
La interpretación de la decisión de la Cancillería
argentina de no seguir participando en el momento actual, en las negociaciones
de nuevos acuerdos de libre comercio que se están desarrollando
entre el Mercosur y un grupo de países (entre otros, Corea del
Sur, Canadá, y Líbano), ha producido diversas reacciones,
incluso críticas, en el país. Tuvo un fuerte impacto mediático
en los cuatro países miembros. Se la consideró como confusa.
Incluso al más alto nivel gubernamental fue necesario aclarar que
el país no se retiraba del Mercosur.
Todo se originó en la reunión virtual del Comité
de Coordinación del Mercosur el 24 de abril pasado. Por lo que
ha trascendido de la presentación que hiciera Jorge Neme, actual
Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, tras plantear
su visión sobre cuestiones relacionadas con los orígenes
y la evolución del Mercosur, puso énfasis en algunos puntos.
En ellos se encuentra la esencia de la posición de la Cancillería
argentina con respecto a la situación en la actual coyuntura de
la crisis de la pandemia, de la idea de acelerar las nuevas negociaciones
comerciales encaradas con un grupo de países incluyendo, entre
otros, a Corea del Sur.
Los puntos relevantes de la mencionada presentación fueron tres:
- el primero se refiere a que la crisis internacional desatada por el
Covid-19 con sus múltiples impactos, hacen que en la perspectiva
del gobierno argentino, no sea el momento oportuno para dedicar esfuerzos
del Mercosur a fin de acelerar el avance en otras negociaciones comerciales.
Tales esfuerzos deberían seguir concentrados en completar el
proceso negociador con la UE y la EFTA;
- el segundo, se refiere a que esa posición no significa que
la Argentina se retire para siempre de las nuevas negociaciones; y
- el tercer punto, es que nuestro país aceptaría que otros
socios del Mercosur puedan preferir acelerar el avance de negociaciones
ya iniciadas, especialmente con Corea del Sur. Pero en tal caso una
conclusión lógica es que los cuatro socios deberán
avanzar en la búsqueda de soluciones, tanto políticas
como institucionales, a fin de compatibilizar los eventuales futuros
acuerdos que se negocien con las disposiciones del Tratado de Asunción.
Recordemos que sus normas, tal como están, impiden negociar y
concluir acuerdos de libre comercio que no incluyan a todos los países
miembros del Mercosur.
Una lección a extraer de esta reciente experiencia es que el Mercosur
seguirá requiriendo mucha atención de todos los sectores
de sus países miembros. La calidad de la información y de
los análisis sobre su desarrollo, seguirán siendo factores
esenciales. Sobre todo a la hora en que ya es evidente que estamos entrando
en un período de fuertes turbulencias, que acrecentarán
las dificultades que los países puedan tener para entender sus
respectivos entornos internacionales. Cuando tales dificultades se manifiestan
en las relaciones con el vecindario, sus consecuencias en el plano interno
de cada país, sean ellas económicas o políticas,
pueden incluso acentuarse.
En el plano latinoamericano, la reforma del Mercosur y su articulación
con la Alianza del Pacífico, es hoy prioritaria. Parece conveniente
alcanzar tal objetivo sin que sea necesario introducir en lo inmediato
reformas de fondo en el Tratado de Asunción, ya que podría
plantear dificultades internas en países miembros.
Sería ello factible si no se introducen enfoques dogmáticos
sobre lo que debe ser una unión aduanera o una zona de libre comercio.
La combinación entre sentido político, pragmatismo económico
y flexibilidad jurídica, permitiría lograr resultados concretos,
asegurando a la vez la necesaria previsibilidad de las reglas pactadas.
En todo caso, está siendo evidente la conveniencia de adaptar
los métodos empleados para construir el Mercosur, a nuevas realidades
globales, regionales y de sus propios países miembros. Ello sería
mejor que abandonar objetivos políticos y económicos, que
condujeron en 1991 a su creación, como resultante de la iniciativa
fundacional de la integración entre Argentina y Brasil, a la que
se sumaron luego Uruguay y Paraguay.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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