El francés Jean Monnet (1888-1979) "inspiró"
el momento fundacional de la integración europea. No fue, por cierto,
el único "fundador" de una experiencia histórica
cuyos efectos fueron más allá de Europa. Pero, como en su
momento dijo el General De Gaulle, fue "el inspirador".
Setenta años después del lanzamiento del Plan Schumann,
el 9 de mayo de 1950, los efectos de integración que entonces se
originaron aún perduran y se han profundizado en la actual Unión
Europea (UE).
Monnet nunca realizó estudios universitarios. Según él
mismo cuenta en sus "Memorias", tras sus estudios secundarios,
su padre -un empresario de Cognac (Francia)-, lo envió a vender
su coñac en distintos países. Se formó entonces en
el terreno y en la acción. No fue un teórico, ni un académico.
Pero siempre se rodeó y se nutrió de la gente con experiencias
y conocimientos. Antes de su etapa en la Comunidad Europea del Carbón
y del Acero (CECA) y luego en la Comunidad Económica Europea (CEE),
tuvo experiencias valiosas en el plano de la concertación de esfuerzos,
sea en la Sociedad de las Naciones y luego como Comisario del Plan en
Francia.
También podríamos decir que Monnet, además de "inspirador"
se destacó por ser un "constructor". Es decir que sus
inspiraciones apuntaban a generar acciones orientadas a construir realidades
de trabajo conjunto entre personas y, especialmente, entre naciones.
De ahí que, el familiarizarnos hoy con el pensamiento de Monnet
y, en particular, con sus ideas centrales sobre las razones que impulsan
a un trabajo conjunto e institucionalizado entre naciones -que, además,
comparten historia y un espacio regional contiguo-, puede ayudar a repensar
tanto la dimensión existencial como la metodológica de los
denominados procesos de integración regional.
Para familiarizarnos con los aportes de Jean Monnet a la construcción
europea, son recomendables tres libros. Uno, y el principal, es el que
escribió al final de sus días, casi al cumplir 90 años,
narrando sus memorias sobre sus ricas y variadas experiencias: ver Monnet,
Jean, "Mémoires", Fayard, Paris 1976 (edición
en español, "Memorias", Encuentro-CEU, Madrid 2010, y
edición en inglés, "Memoirs", Third Millenium
Publishing, London 2015). Los otros dos son, Duchene, François,
"Jean Monnet. The First Statesman of Interdependence", W.W.Norton
& Company, New York-London 1994, y Roussel, Eric, "Jean Monnet,
1888-1979", Fayard, Paris 1996.
¿Cuáles fueron algunas de las ideas centrales que impulsaron
las iniciativas de integración que desarrolló Jean Monnet
y que hoy están poniendo de manifiesto su actualidad, tanto en
Europa como en el ámbito del Mercosur?
Sin perjuicio de otras, tres ideas centrales se destacan en el método
Monnet para construir espacios de integración entre naciones contiguas
que sean sostenibles en el tiempo. Ellas son: poner en común recursos,
especialmente los que han dado o podrían dar lugar a escenarios
de confrontación, incluso violenta; generar solidaridades de hecho,
que permitan desarrollar efectos de encadenamientos entre los respectivos
sistemas políticos, económicos y sociales; y, encarar las
relaciones de cooperación en base a reglas jurídicas e instituciones
comunes.
A fin de ser efectivo, tal método requiere un pacto institucional
permanente y sin plazos, impulsado al más alto nivel político
de los respectivos países, que enmarque la voluntad de trabajo
conjunto entre las naciones involucradas, y que permita generar los efectos
de encadenamientos necesarios para sostenerla a través del tiempo.
No hay modelo único para tal pacto institucional que, por lo demás,
puede de hecho ser desarrollado en varios pasos y etapas.
El haber revertido la tendencia a la confrontación en Europa,
especialmente entre Alemania y Francia en el sector del carbón
y del acero, fue el efecto más claro que se logró con el
Plan Schumann, justo en un momento -1950- en que en el contexto internacional
empezaban a prevalecer factores, que tendían a reconstruir el curso
de colisión entre las naciones que habían protagonizado
en las décadas años anteriores guerras sangrientas, dos
ellas de alcance mundial.
Si algo sobresale de la metodología de integración inspirada
por Jean Monnet, es que su formulación y su traducción a
la realidad, requiere operar simultáneamente en tres dimensiones.
Tales dimensiones son, en primer lugar, la política y en base
a ella, las otras dos son la económica y la jurídica. Imaginar
un proyecto de integración entre naciones soberanas -que no aspiran
a dejar de serlo-, contiguas y con poder relativo desigual, sin tener
el consentimiento y apoyo de los ciudadanos (dimensión política),
así como una articulación sostenible de sus sistemas económicos
y productivos (dimensión económica), y sin que esté
basado en reglas e instituciones comunes (dimensión jurídica),
sería condenarlo o a un fracaso o -lo que sería casi lo
mismo- a tener un efecto sólo coyuntural.
Algo que surge claro de esa primera experiencia europea, es que lograr
neutralizar los efectos más complejos de la desigualdad de poder
relativo entre las naciones participantes, es un factor central para lograr
la sustentabilidad del proyecto a través del tiempo.
En tal perspectiva, las instituciones comunes y las reglas de juego,
permitieron, entre otros resultados, generar expectativas efectivas de
ganancias mutuas; proteger los intereses de los socios de menor poder
relativo; y, a la vez, generar un equilibrio razonable entre dos requerimientos
que pueden ser contradictorios: el de la previsibilidad necesaria para
incentivar inversiones productivas, y el de la flexibilidad que se requiere
para que las reglas de juego se adapten a realidades muy dinámicas
y a veces, imprevisibles.
Casi 70 años después del lanzamiento del Plan Schumann,
lo que se puede denominar "método Monnet" de integración
regional sigue poniendo de manifiesto su vigencia actual, incluso para
países de otras regiones y, por cierto, de América Latina.
No está centrado en un producto final pre-determinado, consistente
en la transformación de unidades autónomas de poder en una
nueva unidad "supranacional", aunque ese haya sido un aparente
objetivo de los momentos iniciales. No está, por lo tanto, basado
en el objetivo de superar los espacios nacionales independientes pre-existentes,
incluyendo los respectivos mercados, por ejemplo, a través de fórmulas
a veces rígidas en su concepción, sea ella la de una "unión
aduanera" o una "zona de libre comercio". No supone la
desaparición de las identidades nacionales.
Por el contrario, la puesta en común de recursos y de mercados,
con vocación de permanencia; las disciplinas colectivas producto
de la vigencia efectiva de reglas e instituciones comunes; los efectos
de encadenamientos que tornan costoso -no imposible- el retirarse del
pacto de trabajo conjunto entre un grupo de naciones (tal como se ha puesto
en evidencia en la experiencia reciente del denominado "Brexit"
por parte del Reino Unido); y la realidad de un poder acrecentado para
operar con eficacia en el sistema internacional, son sólo algunos
de los principales efectos positivos que pueden explicar por qué
el "método Monnet" de integración, tiene hoy una
vigencia que supera a su espacio y a su momento original europeo.
El hecho que no haya fórmulas únicas de cómo lograr
los efectos positivos que puedan generarse del trabajo conjunto, voluntario
y sostenido en el tiempo, entre un grupo de naciones, que ponen en común
sus recursos, sus soberanías y sus identidades, pero que no necesariamente
renuncian a readquirir sus respectivas independencias, es un factor significativo
para explicar la vigencia actual de esta metodología, en un mundo
donde todos los países aspiran a potenciar sus múltiples
opciones para su inserción internacional.
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