Las negociaciones de un acuerdo bi-regional entre el Mercosur y la Unión
Europeas han sido largas, en parte por sus sucesivas interrupciones. El
contexto internacional en el que ellas se insertan ha cambiado mucho desde
que se iniciara el camino hacia lo que concluyó el 28 de junio
pasado con el anuncio de la firma del acuerdo político.
Ni el Mercosur ni la UE como procesos de integración, tienen hoy
el mismo grado de credibilidad externa del momento en que se iniciaron
las negociaciones. En el caso europeo, entre otros factores, el denominado
Brexit y la percepción de un creciente euro-escepticismo, no contribuyen
a la imagen de los compromisos de integración asumidos. En el caso
del Mercosur, se han acentuado en los últimos tiempos interrogantes
sobre los alcances reales del proceso de integración y sobre su
sustentabilidad.
Lo concreto es que tenemos ahora por delante un nuevo camino. Recorrerlo
puede llevar unos dos a tres años. Recién entonces el acuerdo
birregional Mercosur-UE estaría concluido tras las necesarias ratificaciones
parlamentarias Y sus efectos penetrarían en las realidades de ambas
regiones.
Habríamos entrado entonces en lo que sería el día
después de la negociación y de la conclusión del
acuerdo bi-regional. A partir de ese momento podrá apreciarse la
calidad de la preparación que los países del Mercosur -incluyendo
en especial sus empresas- han desarrollado en función de su decisión
de efectivamente negociar el acuerdo.
Como señaláramos en este Newsletter
de junio 2010 (ver http://www.felixpena.com.ar/),
negociar con otros países y a la vez prepararse para aprovechar
las oportunidades que resulten de los acuerdos que se concreten, son elementos
indisociables de una estrategia comercial externa eficaz. Uno condiciona
al otro, ya que los resultados de una negociación comercial internacional
no pueden dejar de tomar en cuenta el estado de preparación que
razonablemente puedan alcanzar un país y sus sectores productivos.
Ello es más complejo aún cuando una negociación involucra
a países con diversos grados de desarrollo.
Prepararse para el "día después" de la efectiva
entrada en vigencia del acuerdo bi-regional parecería ser hoy una
prioridad para nuestro país y para sus socios del Mercosur. Ello
requiere el trazado de una estrategia de inserción comercial externa
que tome en cuenta la conclusión del acuerdo bi-regional, como
también la necesidad de desarrollar capacidades por parte de sus
empresas para aprovechar las oportunidades que se supone deban resultar
del acuerdo.
Una visión pesimista sobre las posibilidades que se abrirían
por el acuerdo bi-regional, traducida en una actitud pasiva especialmente
por parte de sectores empresarios, reflejada en una falta de preparación
para navegar con éxito el "día después",
podría significar perder luego oportunidades de negocios que normalmente
requieren tiempo para ser plenamente desarrolladas.
Sin perjuicio de otros, tres frentes de acción adquieren relevancia
para el trazado de una estrategia de inserción comercial externa
en el nuevo escenario mundial, por parte de la Argentina y de sus países
socios, que implique prepararse para el "día después"
de la eventual entrada en vigencia del acuerdo bi-regional. Ellos son,
el de las diferentes modalidades e intensidades de encadenamientos productivos
a escala transnacional; el de la calidad de la conectividad entre los
distintos espacios nacionales, y el de la producción de reglas
de juego que inciden en la competencia económica global o regional.
Son estos frentes de acción relevantes, aún en el caso que
el acuerdo no se concretara tal como se ha concebido, al menos con respecto
a los países participantes por el actual Mercosur.
A su vez, por lo menos tres cuestiones sobresalen por su relevancia en
la etapa preparatoria de la efectiva entrada en vigencia del acuerdo bi-regional.
Son cuestiones que en una perspectiva argentina, requerirán atención
especial y prioritaria.
Una primera cuestión relevante será la adaptación
de políticas y de la organización del sector público
y, en particular sus modalidades de interacción con el sector empresario
y el sindical, a fin de colocar gradualmente al país en condiciones
de navegar el nuevo entorno competitivo que se está creando con
el acuerdo bi-regional y con sus múltiples posibles desdoblamientos.
Uno de esos desdoblamientos sería el vínculo entre las
preferencias que se negocien, con las que provengan de otros acuerdos
comerciales, tales como los que la UE ha concluido o concluya con otros
países latinoamericanos, por ejemplo, los de la Alianza del Pacífico
con los cuales también el Mercosur las ha negociado o que se negocien
en el futuro (ver este Newsletter
de julio pasado, en http://www.felixpena.com.ar/).
Tal vínculo permitiría desarrollar estrategias de distintas
modalidades de encadenamientos productivos de alcance transnacional..
Para ello habrá que definir una distribución inteligente
de competencias entre distintas instancias ministeriales y, a la vez,
seleccionar las políticas públicas que requerirán
mayor atención en función de los compromisos que genere
el desarrollo del acuerdo y, también, de los desafíos de
competitividad que implicará operar con éxito en los mercados
europeos.
En tal definición de competencias, tendrá que tenerse presente
que se supone que el acuerdo bi-regional debería ser visualizado,
como parte del desarrollo de una amplia red de acuerdos comerciales preferenciales
que abarque países de muy diferentes regiones en el mundo. Las
perspectivas inciertas de la OMC y de sus actuales reglas de juego, tornan
indispensable encarar negociaciones internacionales orientadas al desarrollo
de tal red de acuerdos comerciales preferenciales.
Una segunda cuestión relevante y complementaria de la anterior,
será la de desarrollar políticas y acciones orientadas a
lograr un significativo incremento del número de empresas pymes,
que estén en condiciones de proyectar al espacio europeo su capacidad
actual o potencial de producir bienes y de prestar servicios, que sean
competitivos y sustentables. Se trata, por cierto, de lograr una presencia
sostenida en mercados de la UE, algo así como un mínimo
de tres años en góndolas o en encadenamientos productivos
Ello implicará, tanto para el gobierno nacional como para los
gobiernos provinciales -en especial aquellos interesados en sacar provecho
del espacio birregional en función de la capacidad local de producir
bienes y prestar servicios-, fortalecer las instituciones dedicadas a
la promoción del comercio y de las inversiones, así como
la coordinación entre ellas.
Implicará, por lo demás, impulsar políticas públicas
orientadas a estimular el vínculo operativo entre instituciones
académicas y de investigación y desarrollo -tanto públicas
como privadas- y los respectivos operadores de los sectores productivos,
a fin de desarrollar una amplia red de inteligencia competitiva y de vínculos
entre la capacidad tecnológica y la productiva existente en el
país. Entre otras funciones, tal red debería permitir tener
un actualizado conocimiento sobre las preferencias de los distintos consumidores
europeos, y sobre los factores que inciden en sus cambios de prioridades.
Y la tercera cuestión será la de fortalecer la capacidad
del Mercosur de operar como un marco institucional, funcional a la inserción
competitiva de sus países miembros en el contexto económico
que se desarrollará como resultado del acuerdo bi-regional.
Más allá del debate, a veces un poco teórico, sobre
si el Mercosur es o debe ser una zona de libre comercio o una unión
aduanera, correspondería poner el acento en un intenso esfuerzo
por transformarlo en un mecanismo de trabajo conjunto entre sus países
miembros, que sea eficaz, que funcione en base a reglas que se cumplan,
y que contribuya a lograr claras ganancias de competitividad para sus
países miembros.
La calidad de su secretariado incluyendo la de su página web,
concebida como un instrumento clave de un esfuerzo conjunto de inteligencia
competitiva sobre los mercados internacionales, sería entonces
un eficaz aporte para la inserción internacional de los países
miembros, incluyendo la necesaria capacidad para encarar negociaciones
comerciales internacionales que efectivamente se concluyan y produzcan
resultados.
Las tres cuestiones relevantes mencionadas en los párrafos anteriores,
implican lograr desarrollar la capacidad de los países del Mercosur
de actuar como conjunto con un grado razonable de organización.
Algo así como lograr ser percibidos como un "equipo".
que suele ser un concepto más entendible en el deporte.
Un efecto de esta visión es la de concebir los acuerdos comerciales
en los que se inserta un país o un conjunto de países, como
los generadores de efectos de encadenamientos entre los distintos sistemas
nacionales -tanto en el plano económico como en el político-,
o sea como algo difícil de desatar por sus efectos positivos y
valorados por las respectivas sociedades.
Era quizás la idea que impulsó a Jean Monnet, un fundador
del proceso que condujo a la actual UE, en lo que fue su enfoque de generar
solidaridades de hecho sustentadas en visiones, reglas e instituciones
comunes. Unos setenta años después demuestra aún
sus resultados, especialmente en lo que se ha evidenciado en el caso del
Brexit, en cuanto a lo difícil que resulta desvincular un país
de las redes económicas y sociales que genera un proceso de integración
profunda como es el de la UE.
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