REFLEXIONES CON MOTIVO DE UN ANIVERSARIO:
Los 25 años del Mercosur y opciones en el camino de su evolución
futura |
por Félix Peña
Marzo 2016
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Cumplir un cuarto de siglo de existencia es un buen
motivo para reflexionar sobre la experiencia adquirida y sobre las opciones
que se abren hacia el futuro. Es una reflexión más que necesaria
debido al hecho difícil de negar, de que el Mercosur confronta
una fuerte crisis de credibilidad. Pero también es necesaria por
el hecho que los países del Mercosur deberán encarar simultáneamente,
en este primer semestre del año, al menos tres frentes de negociaciones
y de decisiones complejas.
No es el Mercosur el único proceso de construcción
de un espacio político y económico común entre países
vecinos, que se encuentra en un cruce de caminos. La UE está transitando,
décadas después de sus momentos fundacionales, por una etapa
aún más compleja.
Los distintos momentos que se observan en un cuarto
de siglo de evolución del Mercosur, permiten identificar al menos
tres condiciones que son necesarias para avanzar hacia los objetivos pactados
en un proceso voluntario de integración entre naciones soberanas
que no aspiran dejar de serlo. Una primera condición es la de la
energía política. Esto es el hecho que la voluntad política,
que puede ser sólo aparente, se traduzca en un flujo continuo e
intenso de estímulos provenientes del más alto nivel político,
al menos de algunos de los países miembros con mayor poder relativo.
Una segunda condición es la de la solvencia técnica. Esto
es el hecho que métodos de trabajo e instrumentos para operar sobre
las realidades, reflejen análisis y contenidos que respondan a
criterios técnicos sólidos para fundar decisiones que aspiran
a ser viables. Y una tercera condición es la de la calidad de gestión,
tanto a nivel interno de cada país miembro -tanto en el plano gubernamental
como en el empresario y de los demás actores sociales- como en
el de los órganos comunes que se establezcan.
La experiencia adquirida tras los primeros 25 años
del Mercosur, permite reflexionar sobre lo que es necesario lograr en
las negociaciones que conducen a acuerdos de integración, en los
que se fijan objetivos perseguidos y se establecen mecanismos e instrumentos
principales, que se supone deben permitir alcanzarlos. Tres parecen ser
los logros esenciales de tales negociaciones. Los tres resultan de puntos
de equilibrio entre requerimientos que pueden ser contrapuestos y difíciles
de reconciliar. Ellos son equilibrios entre: requerimientos del corto
y del largo plazo; intereses económicos ofensivos y defensivos,
y demandas de flexibilidad y de previsibilidad con respecto a las reglas
de juego, especialmente las que inciden en las decisiones de inversión
productiva.
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El Mercosur cumple 25 años. El 26 de marzo de 1991 fue firmado
el Tratado de Asunción. Con cuatro países miembros continuaba
un proceso fundacional iniciado en 1986 con los acuerdos bilaterales entre
Argentina y Brasil. Fueron acuerdos, a su vez, que culminaban una etapa
preparatoria iniciada tras el acuerdo tripartito (Argentina, Brasil y
Paraguay) sobre los recursos hídricos firmado en octubre de 1979.
Lo que condujo a los momentos fundacionales del Mercosur fue, entre otros
factores, una lectura compartida sobre requerimientos resultantes de cambios
que se estaban produciendo en el entorno global, tras el fin de la Guerra
Fría y en el regional inter-americano, tras el lanzamiento por
el Presidente Bush de la idea de una gran área hemisférica
de libre comercio. No sólo no había más razones serias
que pudieran conducir a una confrontación en el Sur americano -como
consecuencia del mencionado acuerdo tripartito-, con los consiguientes
costos económicos y políticos en cada uno de los protagonistas,
originados por el curso de colisión que había predominado
en la relación entre la Argentina y el Brasil, sino que, además,
se percibían desafíos y oportunidades que provenían
del nuevo entorno económico y político, global y también
del regional. El de esos años era, por lo tanto, un contexto que
impulsaba a una acción conjunta con complejas y profundas dimensiones,
a la vez políticas y económicas, y que aspiraba a tener
proyección geográfica más amplia. Un testimonio de
ello fue el intento frustrado de que Chile accediera como país
miembro y también el texto del artículo 20 del Tratado de
Asunción.
Cumplir un cuarto de siglo de existencia es un buen motivo para reflexionar
sobre la experiencia adquirida y sobre las opciones que se abren hacia
el futuro. Es una reflexión más que necesaria debido al
hecho difícil de negar, de que el Mercosur confronta una fuerte
crisis de credibilidad. Está, en tal sentido, en un cruce de caminos
que lo podrían conducir a distintos e incluso contrapuestos, destinos.
Entre ellos está, por cierto, la posibilidad que desaparezca como
un marco relevante para el desarrollo y la inserción internacional
de sus países miembros o, al menos de algunos de ellos (ver
este Newsletter de mayo 2015, en http://www.felixpena.com.ar/).
Pero también es una reflexión necesaria por el hecho que
los países del Mercosur deberán encarar simultáneamente,
en este primer semestre del año, al menos tres frentes de negociaciones
y de decisiones complejas. Uno es, precisamente, sobre la adaptación
de la metodología de integración empleada en el Mercosur
a las nuevas realidades globales, regionales e internas de sus distintos
países miembros. Ello implica continuar con el impulso que se produjera
en la reciente Cumbre de Asunción, por iniciativa en especial de
Paraguay y Uruguay. El otro es el que se refiere a la estrategia de convergencia
en la diversidad, como forma de encarar la integración económica
en el plano más amplio de la región latinoamericana, en
especial, a través de vasos comunicantes eficaces que se establezcan
entre los países miembros del Mercosur y los de la Alianza del
Pacífico. Y el tercer frente, es el de la conclusión del
acuerdo bi-regional que se ha estado negociando en los últimos
años entre el Mercosur y la UE. Este frente necesariamente estará
vinculado a otras negociaciones comerciales bi-regionales preferenciales
-en las distintas modalidades posibles conforme a una interpretación
inteligente de los márgenes de maniobra que permiten las reglas
del GATT y de la OMC-, que se encaren en el futuro con otros grandes bloques
y países, e incluso en el plano hemisférico (ver al respecto
este Newsletter de los meses
de enero y febrero
de este año, en http://www.felixpena.com.ar/).
Pero no es el Mercosur el único proceso voluntario de construcción
de un espacio político y económico común entre países
vecinos que se encuentra en un cruce de caminos. La UE está transitando,
varias décadas después de sus momentos fundacionales, por
una etapa aún más compleja y también incierta. Ello
se refleja, entre otros planos, en los múltiples efectos de la
cuestión de los flujos de migraciones desde los entornos contiguos
y, muy en particular, en el debate sobre el "Brexit" e, incluso
sobre un posible "Grexit". La reciente reunión del Consejo
Europeo en Bruselas (18 y 19 de febrero 2016) ilustra, a la vez, sobre
las complejidades del cuadro de situación planteado por el eventual
retiro de Gran Bretaña, y sobre la imaginación y relativa
heterodoxia que se requiere para abordar, en la construcción de
una región en la que predomine la paz, la estabilidad política
y el progreso social, las crisis metodológicas (cómo trabajar
juntos) que amenazan en transformarse en crisis existenciales (porqué
trabajar juntos) (ver http://www.consilium.europa.eu/).
Los distintos momentos que se observan en un cuarto de siglo de evolución
del Mercosur, permiten identificar al menos tres condiciones que son necesarias
si se quiere avanzar hacia los objetivos pactados en un proceso voluntario
de integración entre naciones soberanas que no aspiran dejar de
serlo.
Una primera condición es la de la energía política.
Esto es el hecho que la voluntad política, que puede ser sólo
aparente o circunstancial, se traduzca en un flujo continuo e intenso
de estímulos efectivos provenientes del más alto nivel político,
al menos de algunos de los países miembros con mayor poder relativo.
Sin tal flujo, es posible que mucho de lo que se decida en las periódicas
reuniones de los principales órganos de decisión, incluso
con la participación de los respectivos Presidentes, quede sólo
como expresión de "diplomacia mediática". Tal
diplomacia ha abundado en los procesos de integración en América
Latina, y se traduce en decisiones que, si bien pueden tener repercusiones
en la prensa del día siguiente de la respectiva reunión,
nunca alcanzan el nivel de calidad jurídica que se requiere para
producir efectos reales, por ejemplo, en el plano de las decisiones orientadas
a incentiva la transformación productiva y las inversiones. Son
entonces decisiones formales, pero que no adquieren las tres cualidades
de reglas comunes de calidad en un proceso de integración multinacional,
que son la efectividad, la eficacia y la legitimidad social.
Una segunda condición es la de la solvencia técnica. Esto
es el hecho que métodos de trabajo e instrumentos para operar sobre
las realidades, reflejen análisis y contenidos que respondan a
criterios técnicos sólidos, y especialmente económicos
y jurídicos, para fundar decisiones que aspiran a ser viables.
Son criterios que no necesariamente se tienen que adaptar a modelos teóricos
provenientes de otras realidades y momentos históricos.
Y una tercera condición es la de la calidad de gestión,
a nivel interno de cada país miembro -en el plano gubernamental,
como en el empresario y en el de los demás actores sociales- como
en el de los órganos comunes que se establezcan. La calidad de
gestión tiene mucho que ver con el grado de coordinación
entre quienes participan, en distintos planos, en los respectivos procesos
de decisión, y con el grado de transparencia que permita nivelar
la información necesaria para que los múltiples protagonistas
interesados puedan incidir, de una forma u otra, en el contenido de las
decisiones que se adopten.
Pero la experiencia adquirida permite, además, reflexionar sobre
lo que es necesario lograr en las negociaciones que conducen a los acuerdos,
en los que se fijan los objetivos perseguidos y se establecen los mecanismos
e instrumentos principales, que se supone deben permitir alcanzarlos.
Tres parecen ser los logros esenciales de tales negociaciones. No son,
por cierto, los únicos. Pero de estos tres depende, en gran medida,
cuán sostenible será un acuerdo de integración y
sus principales objetivos a través del tiempo. Los tres son la
resultante de puntos de equilibrio entre requerimientos que pueden ser
contrapuestos y difíciles de reconciliar. Tales puntos de equilibrio
son: entre requerimientos del corto y del largo plazo; entre intereses
económicos y sociales, predominantemente ofensivos y defensivos,
y entre demandas de flexibilidad y de previsibilidad, especialmente con
respecto a las reglas de juego que inciden sobre las decisiones de inversión
productiva.
Conciliar demandas a veces contradictorias como las tres mencionadas
en el párrafo anterior, requiere que las condiciones de energía
política, de solvencia técnica y de calidad de gestión,
no sólo estén presente pero que, además, sean sustentables
en el apoyo que las respectivas ciudadanías otorguen a la idea
del trabajo conjunto entre naciones que comparten un mismo espacio geográfico
regional. Tal apoyo será más fácil de adquirir y
de mantener en el tiempo, en la medida que los grados de transparencia
y de participación ciudadana sean significativos; que se pueda
correlacionar un proceso de integración con horizontes de futuro
creíbles para cada una de las respectivas sociedades, y que los
ciudadanos puedan vincular su empleo y su nivel de bienestar, a la eficacia
de los objetivos y compromisos que se asuman con los otros países
participantes del respectivo proceso.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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