LA CURVA DEL DESENCANTO:
Factores que suelen conducir a la frustración en los procesos de
integración regional |
por Félix Peña
Enero 2014
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Las altas expectativas que suelen generar en sus momentos
fundacionales los procesos de integración entre naciones soberanas
y contiguas, muchas veces se han traducido luego en tendencias a la frustración,
difíciles de superar.
Esto se refleja en lo que hemos denominado "curva
del desencanto", un fenómeno que puede ser examinado hoy a
través de las experiencias tanto del Mercosur como de la Unión
Europea. Son ellos espacios regionales, proyectos y procesos muy diferentes,
pero que recorrieron momentos tanto de fervor y entusiasmo, como de frustración
y desencanto. Parece ser, por cierto, el caso de la etapa que se viene
transitando en los últimos años. Es un desencanto que se
refleja, incluso, en debates de tipo existenciales -acerca del por qué
trabajar juntos en un proyecto común- y no exclusivamente de tipo
metodológico -acerca el cómo llevarlo adelante-.
Los momentos fundacionales son los que suelen generar
las mayores expectativas e ilusiones. Y en algún punto de la trayectoria
del proyecto y del proceso que lo encarna, no siempre fácil de
identificar, comienza la etapa del desencanto, generalmente impulsada
por cambios en las realidades, y por dilemas y premuras de las agendas
del corto plazo en los países miembros. Cuando la curva del desencanto
se evidencia, no necesariamente conduce al abandono del respectivo proyecto
de integración. Pero sí puede conducir a su pérdida
de relevancia.
Dos preguntas serán abordadas en esta oportunidad.
Ambas están referidas a procesos voluntarios de integración
entre naciones que comparten un espacio geográfico y que acuerdan
trabajar en un proyecto común a largo plazo, a través de
metodologías para las cuáles no existen modelos predeterminados
ni mandatorios.
Los interrogantes son: ¿qué explica en procesos de integración
voluntarios y profundos entre naciones soberanas las frustraciones, a
veces recurrentes, que se suelen evidenciar al avanzarse en el recorrido
trazado? Y ¿cuáles son los factores que permiten sostener
en el tiempo la voluntad política de un grupo de naciones soberanas
que comparten un espacio geográfico regional, de trabajar juntas
en el ámbito de un proceso de integración multidimensional
con vocación de permanencia en el tiempo?
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En nuestro Newsletter de junio pasado nos referimos al entusiasmo que
se observaba con respecto al posible desarrollo de la denominada Alianza
del Pacífico (ver en http://www.felixpena.com.ar/,
Newsletter de Junio 2013). Está siendo visualizada como un
proyecto novedoso e inteligente de integración profunda. Por momentos
genera un entusiasmo que, sin embargo, no siempre parecería fundado
en hechos que ya estén sólidos y que trasciendan, por lo
tanto, al ámbito de lo mediático.
Señalábamos entonces que las altas expectativas que suelen
despertar las distintas modalidades de procesos de integración
muchas veces se han traducido luego en tendencias a la frustración,
difíciles de superar. Utilizábamos al respecto la idea de
"curva del desencanto" y mencionábamos el caso de la
ALALC como uno de los ejemplos latinoamericanos que permiten ilustrar
lo afirmado. Pero un ejemplo más interesante es el del original
Grupo Andino, transformado luego en la Comunidad Andina de Naciones. En
ambos tuvieron participación destacada Chile, Colombia y Perú
que son, junto con México, los actuales impulsores e integrantes
de la Alianza del Pacífico.
El fenómeno de la curva del desencanto, sin embargo, puede ser
examinado hoy a través de las experiencias que están transitando
tanto el Mercosur como la Unión Europea. Son espacios geográficos
regionales, proyectos y procesos muy diferentes entre sí. Pero
en los dos casos se ha observado el tránsito de momentos de fervor
y de entusiasmo, a otros de frustración y de desencanto. Parece
ser, por cierto, lo que caracteriza la etapa que se viene recorriendo
en los últimos años. Es un desencanto que tiende a reflejarse,
incluso, en debates de tipo existenciales -acerca del por qué trabajar
juntos en un proyecto común- y no exclusivamente de tipo metodológico
-acerca del cómo llevarlo adelante-.
Observábamos asimismo que la curva del desencanto, cuando se evidencia,
no necesariamente conduce al abandono del respectivo proyecto de integración.
Pero sí puede conducir a una creciente irrelevancia. Los momentos
fundacionales son los que suelen generar las mayores expectativas e ilusiones.
Y en algún punto de la trayectoria del proyecto y del proceso que
lo encarna, no siempre fácil de identificar, comienza la etapa
del desencanto, generalmente impulsada por cambios en las realidades,
y por dilemas y premuras de las agendas del corto plazo en los países
miembros.
Recordemos al respecto que, más allá de la voluntad de
los protagonistas, los tiempos políticos en la mayoría de
los países tienden a estar dominados por cuestiones del corto plazo.
Por ende, en un marco estratégico que es por definición
de largo plazo, se suceden momentos en los que predominan requerimientos
de corto plazo como aquellos determinados, por ejemplo, por los efectos
y demandas originados en un cambio de contexto global, en una crisis económica
o en algún proceso electoral de resultados inciertos. Es en tales
momentos en los que se empieza a dudar sobre la razonabilidad de los objetivos
fijados o, al menos, sobre la posibilidad de alcanzarlos en tiempos razonables.
Tales dudas se traducen en una erosión, en general gradual, de
la relevancia que se le atribuyó al proyecto de integración
en su etapa fundacional. Se debilita entonces la voluntad de cumplir con
los compromisos asumidos con los socios. Y todo esto es más agudo
en aquellos casos en los que se combina un eventual recambio de personal
político como resultado, por ejemplo, de un nuevo gobierno y, simultáneamente,
una caída del impulso originado en empresas con intereses ofensivos
resultantes, por ejemplo, de su participación en redes de comercio
y producción de alcance regional.
Para seguir avanzando en el análisis del fenómeno de la
curva del desencanto, conviene precisar qué entendemos en esta
oportunidad por "integración" entre naciones. Es un concepto
que se presta a muchas definiciones basadas en teorías y en realidades
históricas diferentes. Incluso se observan confusiones en torno
a las diferencias entre "integración" y "cooperación",
que por momentos conducen a debates de tipo semántico, ricos para
el mundo académico, pero con poca relevancia en la gestión
de las realidades.
Por integración nos estamos refiriendo a un proyecto y proceso
deliberado, voluntario e institucionalizado, entre naciones que comparten
un mismo espacio geográfico. Y que persiguen como objetivo alcanzar
dentro de algún tipo de marco común, grados crecientes de
articulación entre sus sistemas políticos, económicos
y sociales, sin implicar necesariamente el resignar su identidad nacional
ni su soberanía. Para lograr con el tiempo los fines perseguidos
se suelen fijar metas e incluso plazos que pueden ser largos; se crean
instituciones y marcos jurídicos -para lo cual no existe ningún
modelo que sea mandatorio- y se utilizan en el plano de las preferencias
comerciales algunos de los instrumentos que las tornen compatibles con
los requerimientos del sistema comercial multilateral (especialmente los
del artículo XXIV, párrafo 8 del GATT, los de la denominada
"Cláusula de Habilitación", y los del artículo
V del GATS). Éstos son suficientemente ambiguos, en algunos de
sus detalles fundamentales, como para brindar un margen de maniobra más
que razonable para una ingeniería jurídica válida
e inteligente. Son procesos y proyectos que pueden generar ámbitos
superpuestos y no necesariamente complementarios de acción de los
países participantes. Elaborando en base a lo que plantea Luuk
Van Midderlaar en su estimulante libro incluido en la Sección Lecturas
Recomendadas de este Newsletter, podríamos señalar que tales
ámbitos pueden ser, a la vez, individuales (cada nación
por las suyas), colectivos (las naciones actuando juntas pero sólo
en ciertas cuestiones) y comunes (el denominado, en el caso europeo, "espacio
comunitario").
¿Qué explica en este tipo de procesos de integración
las frustraciones que se suelen evidenciar al avanzarse en el recorrido
trazado? Lo más común es que la curva del desencanto resulte
de haberse fijado objetivos muy ambiciosos y, además, de haberse
generado expectativas públicas muy altas con respecto a tales objetivos.
Se definen objetivos muy ambiciosos, sea por los compromisos concretos
asumidos, sea por la forma como se los promociona. Puede darse también
una errónea medición, en el momento del lanzamiento y durante
el proceso negociador, del peso relativo de los intereses ofensivos y
defensivos al interior de los países. Se utilizan entonces conceptos
e instrumentos operativos no siempre adaptados a las realidades concretas,
ni a las necesidades de los países participantes, que tienden a
ser asociados con determinadas modalidades históricas y que muchas
veces provienen de visiones teóricas y académicas de las
realidades económicas, políticas o jurídicas. Como
resultante de ello no siempre se logra el necesario -casi indispensable-
equilibrio entre flexibilidad (para adaptarse a los continuos cambios
en las realidades contextuales y de intereses concretos) y previsibilidad
(para constituirse en un incentivo de decisiones de inversión productiva
en función de los mercados ampliados y de la articulación
de redes de producción). Al no lograrse tal equilibrio se observa
luego, muchas veces en cámara lenta, una erosión en la efectividad,
eficacia y legitimidad de las reglas pactadas. Si no hay respuesta adecuada,
se acentúa la inexorable marcha del proyecto y del proceso común
hacia la irrelevancia o, peor aún, hacia el fracaso.
Cuando se creó el Mercosur, por ejemplo, algunos protagonistas
del momento solían afirmar que sus países miembros harían
en cuatro años (el período de transición establecido
en el Tratado de Asunción para el comienzo de la unión aduanera
con la aprobación de un arancel externo común -sin que se
definiera en qué debía consistir tal instrumento-) lo que
a los europeos les había demandado medio siglo. Había un
entusiasmo que el tiempo demostró exagerado. Quizás ingenuo.
Estaba basado en el predominio de factores que luego se fueron diluyendo,
tales como la necesidad de encarar juntos -especialmente la Argentina
y el Brasil- las negociaciones del ALCA; las coincidencias relativas en
los ciclos económicos y en las respectivas políticas macro-económicas
y comerciales -coincidencias que empiezan a evidenciar signos de agotamiento
en la segunda mitad de la década de los noventa-, y la necesidad
de abordar con la Unión Europea una negociación bi-regional
que permitiera diversificar las relaciones económicas internacionales,
ante el evidente interés de los EE.UU. de ganar espacios comerciales
preferenciales en Sudamérica.
A su vez, el peso del "modelo" europeo fue uno de los factores
que incidió en el grado de ambición del Grupo Andino, al
menos en su etapa inicial. Se reflejó, especialmente en el plano
institucional, con el papel impulsor que se atribuyó la Junta del
Acuerdo de Cartagena y luego con la creación del Tribunal Andino
de Justicia. Es probable que la intensa cooperación técnica
europea haya finalmente inclinado la formulación de tal órgano
sobre el modelo de la Corte de Justicia de Luxemburgo, a pesar de propuestas
alternativas que tomaban en cuenta las enormes distancias existentes entre
las regiones europea y andina, y sus respectivos procesos de integración.
En otros casos, los objetivos fijados iban más allá de
los intereses de los países, reflejando demandas exógenas,
como fuera el caso de la creación en 1960 de la ALALC. El instrumento
de zona de libre comercio -previsto en el artículo XXIV del GATT-
con la liberación de lo esencial del intercambio en un plazo de
doce años, se demostró sumamente rígido para la región.
Condicionó la construcción de un sistema de integración
comercial que ajeno a realidades y necesidades regionales. Lo que se procuraba
originalmente era una zona de preferencias comerciales que permitiera
poner en común y así sustituir, la red de acuerdos preferenciales
bilaterales enhebrada desde la crisis económica mundial de los
años 30. Fue la presión de los EEUU la que introdujo una
figura difícil de poner en práctica. De allí que
luego fue necesario sustituirla con la creación de la ALADI, veinte
años después. Pero el daño ya estaba hecho: quedó
el sabor de un primer y notorio fracaso en el logro del objetivo de una
mayor integración de los mercados latinoamericanos. Y quizás
se encuentre en tal experiencia una tendencia que ha perdurado hasta el
presente en la integración regional. Ella consiste en darle más
peso a las apariencias que a las realidades y, en particular, a desarrollar
una cultura de precariedad en las reglas de juego en el comercio inter-regional,
las que muchas veces fueron concebidas como de cumplimiento sólo
en la medida que ello fuera posible. Sin duda que tal tendencia puede
haber tenido una incidencia, incluso fuerte, en el impacto de los compromisos
de integración sobre la adopción por parte de las empresas
-especialmente pequeñas y medianas, y de los países de menor
desarrollo relativo- de decisiones de inversión productiva que
computaran como un dato cierto el acceso a los mercados prometidos por
los gobiernos, y en particular por los países con mercados internos
de mayor dimensión relativa.
La asimilación del concepto de integración con la creación
de una nueva unidad -sea ella una nueva Nación o un nuevo espacio
económico común similar a los de los espacios nacionales
pre-existentes- también ha contribuido a la sensación de
frustración que suelen producir los intentos de distintos países
de avanzar hacia metas comunes. Se instala la idea de un producto final
que de una manera u otra implica superar la idea de naciones soberanas.
De allí la importancia que se le atribuyó en el relato integracionista
al concepto confuso y discutible de "supranacionalidad". Y además,
se entendió que tal producto final podía ser alcanzado en
un tiempo que se consideraba razonable y, por ende, factible.
Lo planteado otorga importancia a una pregunta que requiere reflexión
colectiva: ¿cuáles son algunos factores que permitirían
sostener en el tiempo la voluntad política de un grupo de naciones
de trabajar juntas en el ámbito de un proceso de integración?
Sin perjuicio de la necesidad de una mayor elaboración posterior,
podemos plantear que, tal como lo señaláramos en el antes
mencionado Newsletter de junio pasado, son tres los factores que merecerían
mayor atención: a) el de la capacidad de adaptación del
proyecto original y del respectivo proceso, a los cambios que continuamente
se operan en las realidades de los países participantes, de su
entorno regional, y del propio entorno global; b) el de la densidad y
calidad de la conectividad en todos los planos, pero en especial en el
de la producción, a través de redes desarrolladas como resultante
de los compromisos asumidos en el marco del proceso de integración,
y c) el de la calidad institucional y, en especial, de las reglas de juego
medida según su efectividad (capacidad de penetrar en la realidad),
su eficacia (capacidad de producir los resultados que les dieron origen)
y su legitimidad social (capacidad de contemplar, gracias al proceso de
producción normativa, intereses sociales de todos los países
miembros reflejando así un cuadro dinámico de percepción
de ganancias mutuas). Sin la suma de esos tres factores, resulta difícil
que un proceso voluntario de integración -en el sentido de trabajo
conjunto sistemático entre naciones soberanas que no aspiran a
dejar de serlo- perdure en el tiempo, al menos sin sufrir profundas alteraciones.
¿Cuáles son los riesgos de la curva del desencanto por
sus eventuales efectos sobre los factores que indujeron a un grupo de
países a intentar desarrollar un proyecto de integración?
Sobre esta pregunta retornaremos en nuestro Newsletter de este mes de
febrero.
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Lecturas recomendadas:
- Altenberg, Per, "Global Value Chains and the Transatlantic Trade
and Investment Partnership", Kommerskollegium, National Board of
Trade, Stockholm, May 2013, en: http://www.kommers.se/.
- Chang, Jung, "Empress Dowager Cixi. The concubine who launched
modern China", Alfred A. Knoff, New York 2013.
- Evennet, Simon; Jara, Alejandro (edts.), "Building on Bali: A
Work Programme for the WTO", CEPR, A Vox-Eu org. e-Book, London
2013, en: http://www.voxeu.org/.
- Gunnarsson Ljungkvist, Malin, "Global Value Chains and Developing
Countries: An Introduction", Kommerskollegium, National Board of
Trade, Stockholm, November 2013, en: http://www.kommers.se/.
- Jenks Andrew; Persson, Sofía, "Global Value Chains and
Services: An Introduction", Kommerskollegium, National Board of
Trade, Stockholm, February 2013, en: http://www.kommers.se/.
- Kasteng, Jonas; Prawitz, Camilla, "Eliminating Anti-Dumping Measures
in Regional Trade Agreements. The European Union Example", Kommerskollegium,
National Board of Trade, Stockholm, November 2013, en: http://www.kommers.se/.
- Kasteng, Jonas; Prawitz, Camilla, "Effects on Trade and Competition
of Abolishing Anti-Dumping Measures. The European Union Experience",
Kommerskollegium, National Board of Trade, Stockholm, November 2013,
en: http://www.kommers.se/.
- Le Goff, Jacques, "La nascita del Purgatorio", Einaudi,
Torino 1996.
- Lehmann, Jean Pierre, "Bali Boost: WTO Lives, Snatched for Now
from Jaws of Defeat", YaleGlobal Online, Lausanne, 10 December
2013, en: http://yaleglobal.yale.edu/.
- Primo Braga, Carlos, "The WTO Bali Package. The Doha Development
Agenda (DDA) is (still) alive", IMD Challenges, Lausanne, December
2013, en: http://www.imd.org/.
- Meller, Patricio (editor), "Recursos Naturales y Diversificación
Exportadora. Una mirada de futuro para América Latina",
CIEPLAN-CAF, Santiago de Chile 2013.
- Morse, Hosea Ballou, "The Trade and Administration of the Chinese
Empire", Longmans, Green and Co., London 1908 (Published by Forgotten
Books, London 2012).
- Morse, Hosea Ballou, "The International Relations of the Chinese
Empire", vol. I, Longmans, Green and Co., London 1917 (Published
by Forgotten Books, London 2012).
- Morse, Hosea Ballou, "The International Relations of the Chinese
Empire", Vol. III, Longmans, Green and Co., London 1918 (Published
by Forgotten Books, London 2012).
- Richelot, Henri, "L'Association Douaniére Allemande, Ou,
Le Zollverein. Son histoire, son organization, ses relations avec l'Autriche,
ses résultats, son avenir, avec des Annexes", 1859 (RareBooksClub,
Memphis, USA 2013).
- Van Middelaar, Luuk, "El paso hacia Europa. Historia de un comienzo",
con Prólogo de Josep Ramoneda, Galaxia-Gutenberg, Barcelona 2013.
- Worms, Émile, "L'Allemagne Économique: Ou, Histoire
Du Zollverein Allemand", Paris, A.Marescq Ainé, Libraire-Éditeur,
Paris 1874.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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