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¿LA HORA DE MACRO-ACUERDOS PREFERENCIALES
INTERREGIONALES?
Las opciones para las negociaciones Mercosur-UE en el nuevo contexto internacional |
por Félix Peña
Febrero 2013
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El anuncio del Presidente Obama sobre la negociación
con la UE de un "Transatlantic Trade and Investment Partnership"
abre un nuevo marco internacional para analizar el futuro de las relaciones
entre el Mercosur y la UE. A tal anuncio se suma el hecho que en su Mensaje
al Congreso, el Presidente de los EEUU también mencionara el "Trans-Pacific
Partnership", pero no dijera nada sobre la conclusión de la
Rueda Doha.
En tal marco y a la luz de los resultados de la reciente
Cumbre CELAC-UE en Santiago de Chile, cabe colocar una visión sobre
las opciones abiertas para las negociaciones entre los países del
Mercosur y la UE con el objetivo de establecer una asociación bi-regional.
De hecho la reunión ministerial bi-regional en ocasión de
la citada Cumbre, parece haber abierto una especie de paréntesis
de unos nueve meses, si se toma en cuenta lo acordado según el
comunicado conjunto y las declaraciones formuladas por algunos de los
principales protagonistas y, en particular, las Presidentas de la Argentina
y del Brasil.
Los signos de vida puestos de manifiesto no excluyen
los interrogantes que plantea el futuro de estas negociaciones. Por momentos
ellos conducen a opciones reflejadas en propuestas orientadas a concretar
alguna modalidad de acuerdo con alcance bilateral, por ejemplo, entre
la UE y países individuales del Mercosur. Incluso se ha sugerido
que podría ser en el marco de un acuerdo bi-regional de múltiples
velocidades.
En cada uno de los países que integran hoy
el Mercosur, se debería aprovechar ese paréntesis para que
todos los sectores interesados examinen las opciones que puedan imaginarse
para encarar la relación con la UE, sea en el marco de un acuerdo
bi-regional, sea en el de otras modalidades que sean aceptables para todas
las partes. Sin embargo, no parece ser una opción realista la de
fragmentar, a través de acuerdos bilaterales, la relación
de la UE con cada uno de los países miembros del Mercosur.
Quizás sea el sector empresario, a nivel primero de cada país
y luego con los otros países miembros del Mercosur y a nivel bi-regional
con sus contrapartes europeas, quien podría tener más posibilidades
de encarar tal examen. El Foro Empresario Mercosur-UE aún existe.
Podría ser un ámbito para avanzar la reflexión colectiva
y proponer ideas realistas. Incluso con la participación de otros
sectores, empleando una metodología "multi-stakeholder"
que es la que más conviene para asegurar una diplomacia económica
eficaz.
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En su Mensaje al Congreso sobre el Estado de la Unión, el Presidente
Barak Obama anunció el inicio de conversaciones entre los EEUU
y la UE con el objetivo de acordar un amplio "Transatlantic Trade
and Investment Partnership". Al efectuar su anuncio el Presidente
de los EEUU también se refirió a otro pilar de su estrategia
comercial externa que es el "Trans-Pacific Partnership". En
ningún momento se refirió a la necesidad de concluir la
Rueda Doha en el ámbito de la OMC (ver el discurso del Presidente
Barak Obama, pronunciado el 12 de febrero de 2013, en: http://www.whitehouse.gov/;
ver asimismo el comunicado conjunto EEUU-UE publicado el 13 de febrero,
en: http://www.ustr.gov/
y, asimismo, en: http://europa.eu/,
donde también se publica el "Final Report - High Level Working
Group on Jobs and Growth", de Febrero 11, 2013).
Tras la experiencia vivida con las negociaciones hemisféricas
del ALCA, parece prematuro aventurar un pronóstico serio sobre
la posibilidad que las dos iniciativas antes mencionadas se puedan concretar
en los tiempos anunciados o estimados -en octubre de este año el
TPP y en unos dos años el TATIP-. Pero dado el hecho que sea difícil
imaginar que la Rueda Doha pueda concluirse en plazos razonables, parece
recomendable trabajar con la hipótesis de que se está entrando
en una era de macro-acuerdos comerciales preferenciales interregionales
que podrían tener claras connotaciones geopolíticas. Esto
es una etapa en la que por un lado existan débiles disciplinas
colectivas multilaterales y, a su vez, grandes "clubes privados"
de alcance comercial discriminatorio con respecto a los países
no participantes, no tanto por medio de los aranceles, pero sí
por otras medidas que inciden en flujos de comercio y en las inversiones,
en especial las que resultan de los diversos marcos regulatorios. En una
reciente conferencia en Delhi, el Director General de la OMC, Pascal Lamy,
se refirió al retorno de la geopolítica a la mesa del comercio
internacional (ver la sección lecturas recomendadas de este Newsletter).
Sus palabras conducen a instalar una necesaria reflexión sobre
los efectos geopolíticos de un posible escenario en el que una
multiplicidad de distintas modalidades de acuerdos comerciales bilaterales,
regionales e interregionales, coexistan con un poco eficaz marco multilateral.
Tras la reciente Cumbre CELAC-UE, realizada en Santiago de Chile los
días 26 y 27 de enero, puede sostenerse que los países latinoamericanos
y los de la actual UE siguen empeñados en construir un espacio
interregional de cooperación. Sin perjuicio de otros protagonistas
europeos relevantes, la presencia de la Canciller Angela Merkel simbolizó
la importancia relativa que países europeos le atribuyen a su relación
con América Latina.
En tal marco debe colocarse una visión sobre el futuro de las
negociaciones entre los países del Mercosur y la UE con el objetivo
de concluir un acuerdo de asociación bi-regional. Es ésta
una iniciativa que cobró impulso al comienzo de la década
de los noventa. España y Portugal jugaron un papel importante.
De hecho algunos de los principales impulsores fueron funcionarios de
Bruselas con origen Ibérico. Pero también tuvo incidencia
el hecho que los EEUU hubieran lanzado su Iniciativa de las Américas
que abrió el camino a las luego frustradas negociaciones del denominado
ALCA. Se interpretó en Europa como una señal clara de que
los EEUU procuraban tener un acceso preferencial a los mercados latinoamericanos
y, en particular, a los sudamericanos. Todo ello coincide con la iniciativa
de la Argentina y el Brasil de crear el Mercosur, concebido en su origen
como un proyecto aún más ambicioso que el de alcance bilateral
lanzado por los Presidentes Alfonsín y Sarney al promediar la década
de los ochenta.
Por diferentes razones muchas de ellas de raíces profundas, los
países europeos le atribuyeron a su relación con el espacio
subregional denominado Mercosur un alcance especial. Algo así como
el núcleo duro de una relación estratégica bi-regional
euro-latinoamericana. Afinidades culturales nutridas en la fuerte presencia
de migrantes de origen europeo, y económicas reflejadas en un importante
stock de inversiones directas, especialmente en diversos sectores industriales
entre los que se destaca el automotriz, y también en un comercio
bi-regional significativo, son algunas de las razones que se tuvieron
en cuenta, además de la idea de poder contrapesar la presencia
de las empresas americanas si es que ellas obtuvieran el acceso preferencial
a los mercados sudamericanos.
Pero otra razón de peso, de alcance geopolítico, tuvo que
ver con la idea de ser la integración "a la europea"
de un espacio geográfico sub-regional en América del Sur,
una condición importante para la gobernabilidad global. En tal
perspectiva, la UE podía tener en el Mercosur una especie de "hermano
gemelo" o, al menos, "hermanito parecido". Preanunciaba
un mundo en que la gobernabilidad global pudiera asentarse en una densa
red de regiones organizadas a través de múltiples acuerdos
de integración en el marco multilateral de la OMC.
Los años pasaron. Los sueños se diluyeron. Las negociaciones
para un acuerdo de asociación bi-regional Mercosur-UE perdieron
dinamismo. Por momentos se estancaron. Y uno de los factores que impulsaron
el momento inicial, fue desapareciendo tras el explícito naufragio
del ALCA en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata (2005).
A su vez el hecho que la Ronda Doha también entrara en un estado
de inanición contribuyó a enfriar el ánimo negociador
en ambos lados del Atlántico. Tengamos presente que las negociaciones
en la OMC eran percibidas como el ámbito que permitiría
finalmente desatar uno de los nudos más complejos de la relación
bi-regional Mercosur-UE, cual es el de la agricultura, especialmente por
los efectos distorsionantes que, con razón, se le atribuye a la
política agrícola comunitaria. A su vez, en los ojos europeos
el Mercosur fue perdiendo credibilidad y, por ende, atractividad. Hoy,
los cambios operados en el entorno económico global encuentran
a ambos protagonistas de esta relación atravesando su propia crisis
de identidad.
En Santiago de Chile, una vez más, el Mercosur y la UE reiteraron
su voluntad política de concluir un acuerdo de asociación
bi-regional (ver el comunicado final de la reunión ministerial
bi-regional realizada el 27 de enero 2013, en: http://www.itamaraty.gov.br/).
No es la primera vez que lo hacen. Antes lo hicieron en ocasión
de la Cumbre de Madrid en el 2010. Llevan trece años negociando.
Ahora han acordado que "a más tardar" en el último
trimestre de este año harán el postergado intercambio de
ofertas. Parecen seguir manteniendo la idea de que tales ofertas debe
conducir a la liberación de lo esencial del intercambio, concebido
éste a partir de una interpretación dogmática, pero
sin un sustento legal sólido en las propias reglas del GATT-OMC
y, según el cual, debería asegurarse una cobertura de al
menos el 90% del intercambio comercial bi-regional.
Los signos de vida puestos de manifiesto en Santiago no excluyen los
fuertes interrogantes que plantea el futuro de estas negociaciones. Por
momentos ellos conducen a opciones reflejadas en propuestas orientadas
a concretar alguna modalidad de acuerdo con alcance bilateral, por ejemplo,
entre la UE y países individuales del Mercosur. Incluso se ha sugerido
que podría ser en el marco de un acuerdo bi-regional de múltiples
velocidades. Tales propuestas suelen manifestarse especialmente en sectores
empresarios del Brasil. A veces provienen del lado europeo. Incluso se
reflejaron en la prensa en ocasión del 6° Encuentro Empresario
UE-Brasil realizado en la Confederación Nacional de Industrias
el pasado 23 de enero. Por ejemplo, el presidente de la Unión Brasileña
de Avicultura defendió la idea de un acuerdo progresivo entre el
Mercosur y la UE, en el caso que no todos los socios estuvieren en condiciones
de participar ya en tal acuerdo (en declaraciones reflejadas en el diario
Valor Econômico del 24 de enero 2013). Un editorial del diario Valor
Econômico del 30 de enero lo refleja explícitamente en sus
conclusiones. Entre otros factores, pesaría para ello el hecho
que el año próximo el Brasil quedará afuera del Sistema
General de Preferencias de la UE. El anuncio de un eventual acuerdo de
libre comercio entre los EEUU y la UE, puede generar más incentivos
para avanzar en tales propuestas.
La opción de un escenario de distintas modalidades de acuerdos
de bilaterales entre un país del Mercosur y un tercer país
o un grupo de países, confrontaría un obstáculo jurídico
en la Decisión 32/00 del Consejo del Mercosur, que prescribe que
los países miembros negociarán como conjunto con terceros
países. Es un argumento que fue esgrimido especialmente del lado
brasileño cuando el entonces gobierno del Uruguay intentó
encarar negociaciones bilaterales con los EEUU.
Sin embargo, es un obstáculo limitado ya que la norma se refiere
a "acuerdos de naturaleza comercial
en los cuáles se
otorguen preferencias arancelarias". Además de que ello podría
ser eventualmente contorneado si se recurre a la opción de un acuerdo
bi-regional con múltiples velocidades, es conocido que la esencia
de las negociaciones comerciales preferenciales contemporáneas
no cruza necesariamente por preferencias arancelarias. Marcos regulatorios,
acceso a compras públicas, inversiones, servicios, propiedad intelectual,
entre otros, son los ingredientes fuertes y también más
controvertidos de las respectivas agendas negociadoras comerciales internacionales.
Como se señaló antes, lo pone en evidencia, por ejemplo,
la negociación Trans-Pacific Partnership (TPP) y también
será el caso de las negociaciones de libre comercio entre los EEUU
y la UE. En tal sentido, la citada norma del Mercosur no significaría,
por ejemplo, un obstáculo insuperable -sobre todo si se recurre
a la elegancia diplomática- para un escenario de futuros acuerdos
bilaterales entre países miembros y la UE, si es que no incluyen
preferencias arancelarias. Tampoco, por cierto, con otros países,
como podrían ser, sin perjuicio de otros, los EEUU y también
China.
Pero es el mencionado un escenario que también presenta sensibles
aristas políticas. Debilitaría en grado peligroso la distinción
entre "nosotros y ellos" que desde los acuerdos Alfonsín-Sarney
ha sido un rasgo central de la relación estratégica entre
Argentina y Brasil, con todos los desdoblamientos que ella ha tenido en
su origen y que sigue teniendo en la actualidad. Son desdoblamientos por
cierto que trascienden lo comercial y lo económico. Hacen a algo
muy valioso para cada uno de los dos países que es lo que se puede
denominar "la calidad del barrio", en términos de paz,
democracia, estabilidad política, desarrollo económico y
social, de toda América del Sur. Incluye muy en especial los acuerdos
bilaterales existentes en el plano nuclear que son, sin duda, un ejemplo
de entendimiento en una cuestión más que sensible y que
trasciende a la región.
De hecho la reunión bi-regional de Santiago parece haber abierto
una etapa de reflexión sobre el futuro de las negociaciones -una
especie de paréntesis de unos nueve meses- si se toman en cuenta
lo acordado según el comunicado conjunto y las declaraciones formuladas
por algunos de los principales protagonistas y, en particular, las Presidentas
de la Argentina y del Brasil.
Podría aprovecharse tal paréntesis para repensar muchos
aspectos de la estrategia negociadora. Incluso sobre qué tipo de
acuerdo pretende lograrse. Es mucha el agua que ha pasado debajo de los
puentes desde que en los primeros años de la década del
noventa comenzara a avanzarse en la idea que condujo a esta negociación
bi-regional. El mundo, cada una de las dos regiones y las asimetrías
económicas relativas, eran muy diferentes. Hoy hay muchos más
protagonistas relevantes en la competencia económica global. Los
desplazamientos de poder económico relativo han sido fuertes y
todo indica que continuarán en el futuro. El marco multilateral
de la OMC presenta fuertes signos de debilitamiento que se pueden acentuar
como resultado de la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales
que involucren grandes espacios económicos. Todos los países
tienen múltiples opciones en su inserción en el comercio
mundial. Para los países del Mercosur, incluso en su dimensión
sudamericana, la UE ha sido y es importante. Pero indudablemente no constituye
la única opción para la agenda negociadora del Mercosur
y de sus países miembros.
En cada uno de los países del Mercosur, debería aprovecharse
este paréntesis para que en forma conjunta todos los sectores interesados
-gubernamental, empresario, sindical, académico-, examinen ventajas
y desventajas de las opciones que puedan imaginarse con realismo para
encarar la necesaria relación con la UE, sea en el marco de un
acuerdo bi-regional como el que se ha procurado negociar en los últimos
años, sea en el de otras modalidades que se puedan plantear y que
sean aceptables para los socios. Sin embargo, no parece ser una opción
realista la de fragmentar, a través de acuerdos bilaterales, la
relación preferencial de la UE con cada uno de los países
del Mercosur, tal como ha sido sugerido en varias ocasiones.
El tiempo disponible no es mucho ya que necesariamente debe efectuarse
un ejercicio similar entre todos los países miembros del Mercosur.
Quizás sea el sector empresario, a nivel primero de cada país
y luego regional con los otros países miembros del Mercosur y después
a nivel bi-regional con sus contrapartes europeas, quien podría
tener más interés y posibilidades de encarar un examen como
el sugerido. El Foro Empresario Mercosur-UE (MEBF) existe. Podría
ser un ámbito para avanzar la reflexión colectiva y proponer
ideas realistas y aceptables para todos. Incluso con la participación
de otros sectores, esto es, con una metodología "multi-stakeholder"
que es la que más conviene para asegurar una diplomacia económica
eficaz.
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Lecturas recomendadas:
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Dhabi", The London Centre of Arab Studies, London 1995.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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