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¿HACIA UN NUEVO DISEÑO DE LA
INTEGRACIÓN SUDAMERICANA?
Factores que inciden en su trazado y criterios para apreciar su sustentabilidad |
por Félix Peña
Diciembre 2012
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El diseño de la integración sudamericana
se está modificando. Esto ha sido algo común en la trayectoria
de más de seis décadas de iniciativas orientadas a generar
marcos institucionales que han tenido como objetivo facilitar la integración
regional. Pero si bien parece cierto que el diseño anterior está
sufriendo un nuevo proceso de cambio, difícil sería predecir
por cuánto tiempo se mantendrá vigente el que está
ahora comenzando a delinearse. La experiencia de las últimas décadas
sugiere gran prudencia en los pronósticos optimistas respecto a
su eventual longevidad.
Varios factores están contribuyendo al rediseño
que se observa. Algunos son externos a la región, en tanto que
otros son endógenos. La combinación de estos factores exógenos
y endógenos incidirá en el futuro diseño de la integración
sudamericana. Si se capitalizan bien las lecciones del pasado y se saca
provecha de los márgenes de maniobra que abre un sistema internacional
descentrado y con múltiples opciones, es posible prever que predominarán
en la región acuerdos de integración multidimensionales
(a la vez con objetivos políticos y económicos), y con membrecías
y compromisos cruzados.
Si así fuere, su impacto real en la gobernanza
regional, en la integración productiva y social, en la inserción
competitiva a escala global, dependerá en gran medida de: la calidad
y sostenibilidad de la estrategia de desarrollo e inserción internacional,
global y regional de cada país; la combinación entre grados
razonables de flexibilidad y previsibilidad en los compromisos que se
asuman y en sus respectivas reglas de juego y, la densidad del tejido
de intereses cruzados que se logre incentivar como resultado de los respectivos
acuerdos de integración regional, reflejados ellos en múltiples
redes transnacionales sociales y de producción.
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En ocasión de la reciente Cumbre del Mercosur realizada en Brasilia
el 7 de diciembre (ver el texto del Comunicado Conjunto de los Presidentes
en: http://www.itamaraty.gov.br/),
se firmó el Protocolo de incorporación de Bolivia al esquema
subregional de integración originado en el Tratado de Asunción
de 1991 (ver el texto del Protocolo en: http://www.itamaraty.gov.br/;
ver un comentario en el Boletín del INAI mencionado en la sección
"Lecturas Recomendadas" de este Newsletter).
Desde 1997 Bolivia ha estado vinculada al Mercosur por un Acuerdo de
Complementación Económica (ACE n° 36) (ver su texto
en: http://www.aladi.org/).
En el 2011 el valor de sus exportaciones a los países del Mercosur
fue de 4.120 millones de dólares. Sin embargo, si se excluye el
gas natural, el valor fue de sólo 232 millones de dólares
(ver el Boletín Electrónico Bisemanal n° 178 del 29
de noviembre 2012 publicado por el IBCE, en: http://www.ibce.org.bo/).
Asimismo en la Cumbre de Brasilia se anunció que continúan
las conversaciones con Ecuador a fin de explorar la concreción
de su incorporación como miembro pleno. Está unido al Mercosur
por el ACE n° 59 (ver su texto y el de los protocolos adicionales
en: http://www.aladi.org/).
Cuando entre en vigencia el Protocolo firmado con Bolivia en Brasilia
y si culminaran las negociaciones para la incorporación del Ecuador,
el Mercosur tendría siete países miembros.
A su vez, Colombia (vinculada al Mercosur por el ya mencionado ACE n°
59), Chile (con significativos flujos de comercio e inversión,
especialmente con la Argentina y el Brasil, y con vínculos comerciales
preferenciales con el Mercosur a través del ACE n° 35; ver
su texto y el de los 56 protocolos adicionales en: http://www.aladi.org/)
y Perú (con vínculos comerciales preferenciales con los
países del Mercosur a través del ACE n° 58; ver su texto
y el de los protocolos adicionales en: http://www.aladi.org/),
tienen una intensa relación económica con los países
del Mercosur y comparten con ellos tanto la membrecía en la ALADI
como en la UNASUR.
En todo caso, parece un hecho que la incorporación de Bolivia
al Mercosur -como también antes la de Venezuela- pone de manifiesto
que el diseño de la integración sudamericana se está
modificando gradualmente. El hecho que Bolivia considera que puede mantener
a la vez su membrecía en la CAN y en Mercosur, si bien anticipa
problemas técnicos complejos dada la naturaleza de ambos acuerdos,
también puede ser un anticipo de los tiempos futuros.
A ello se suman los avances -aún difíciles de apreciar
en la densidad de compromisos reales- en el desarrollo de la Alianza del
Pacífico, en la cual participa México, además de
Chile, Colombia y Perú, lo cual le otorga un alcance latinoamericano
que potencia su indudable proyección al Asia y el Pacífico
a través de la membrecía de los cuatro países al
acuerdo comercial que se está negociando bajo el liderazgo americano
(el TPP).
Las mencionadas parecen ser modificaciones profundas y que continuarán
produciéndose en el futuro. No es algo que haya adquirido ya un
perfil estable. Esto ha sido algo común en la trayectoria de más
de seis décadas de iniciativas orientadas a generar marcos institucionales
que han tenido como objetivo el facilitar la integración regional.
Integración entendida como algo más complejo que el incremento
del comercio recíproco. Entendida, por lo tanto, como una resultante
posible -al menos deseable- de un proceso voluntario desarrollado entre
naciones soberanas con objetivos multidimensionales. Son ellos objetivos
referidos a asegurar la paz y estabilidad política entre las naciones
participantes -como condición necesaria para la gobernanza del
espacio geográfico regional-, así como a conectar sus mercados
a través de distintos tipos de medidas preferenciales -compatibles
primero con las reglas del GATT y luego con las de la OMC y, en particular,
con las reglas de la ALADI, principal marco del comercio preferencial
en la región latinoamericana- orientadas a incentivar, además
del comercio recíproco, la inversión productiva en cada
país en función de los mercados ampliados por el respectivo
acuerdo y, en particular, a estimular las redes transnacionales de integración
productiva.
Algunos de tales marcos institucionales han tenido un alcance latinoamericano,
tales los casos de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC) y luego de la Asociación Latinoamericana de Integración
(ALADI), esta última aún vigente. Otros han tenido un alcance
subregional, sea en Centroamérica, el Mercado Común Centroamericano
(MCCA) y luego el Sistema de Integración Centroamericana (SICA),
o en el Caribe, especialmente la Comunidad del Caribe (CARICOM), sea en
el espacio sudamericano, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y luego
el Mercosur.
Precisamente la licuación gradual de la CAN -que antes había
sido el Grupo Andino- y ahora la metamorfosis del Mercosur, están
contribuyendo a delinear lo que probablemente será el nuevo diseño
de la integración en el espacio regional sudamericano. A ambos
esquemas debe agregarse, por cierto, la UNASUR que, junto con la ALADI
y la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) podrán contribuir
a potenciar los acuerdos de integración, como también a
contener eventuales efectos de fragmentación que pudieren surgir
en la región.
Pero si bien parece cierto que el diseño anterior de la integración
sudamericana está sufriendo un proceso de cambio, difícil
sería predecir por cuánto tiempo se mantendrá vigente
el que está ahora comenzando a delinearse. La experiencia de las
últimas décadas sugiere gran prudencia en los pronósticos
optimistas respecto a su eventual longevidad.
Varios factores están contribuyendo al rediseño que se
observa de la integración sudamericana. Algunos son externos a
la región, en tanto que otros son endógenos.
En cuanto a los factores exógenos, tres merecen destacarse sin
ser ellos, por cierto, los únicos:
" La parálisis que han sufrido desde hace un tiempo las negociaciones
comerciales multilaterales de la Ronda Doha en el ámbito de la
Organización Mundial del Comercio (OMC). Por más que en
Ginebra se siga manteniendo vivo el fuego existe un marcado escepticismo
en que se logre restablecer pronto este proceso negociador multilateral
de alcance global. No se observa al respecto una suficiente voluntad política
en países que son relevantes por su incidencia en el comercio mundial
en el sentido de relanzar tales negociaciones, tal el caso en particular
de los Estados Unidos.
- La proliferación creciente de negociaciones orientadas a la
creación de nuevos "clubes privados" del comercio internacional
que son la resultante de distintas modalidades de acuerdos preferenciales,
todo ellos con un alcance discriminatorio para los países que
no son miembros, aunque sí lo sean de la OMC. Ejemplos recientes
son el Trans-Pacific Partnership (TPP), liderado por los Estados Unidos
que nuclea hasta el momento a 11 países incluyendo a Chile, Perú
y México de América Latina, y al cual ya han anticipado
su intención de incorporarse Japón y Tailandia (se espera
que las negociaciones concluyan en octubre 2013); el Regional Comprehensive
Economic Partnership (RCEP), que el 20 de noviembre de 2012 fuera anunciado
el comienzo de su negociación entre los países miembros
de la ASEAN y los seis países con los cuáles ya tienen
distintas modalidades de acuerdos de libre comercio y que son: China,
Japón, Corea del Sur, India, Australia y Nueva Zelandia, y que
aspiran a concluir la negociación en el 2015; el acuerdo de libre
comercio entre China, Japón y Corea del Sur, cuya negociación
comenzaría al inicio del 2013. A ello deben sumarse, entre otros,
los acuerdos de libre comercio que está negociando la Unión
Europea con el Canadá, la India, y ahora también Japón,
al que hay que agregar el demorado y eventual acuerdo de asociación
con el Mercosur. En los últimos meses, por lo demás, se
ha instalado nuevamente -de un lado y del otro- la idea de un posible
acuerdo de libre comercio entre la UE y los Estados Unidos.
- El hecho que la creciente tendencia al desarrollo de cadenas transnacionales
de valor genera una mayor demanda de facilitación del comercio
y de inversiones -en todos los desdoblamientos posibles de este concepto-
y de reglas de juego favorables al desarrollo de estrategias de negocios
transnacionales que involucran inversiones productivas en múltiples
países.
La percepción de que sea difícil imaginar avances rápidos
en las negociaciones de la Ronda Doha, estaría incentivando el
desarrollo de nuevas modalidades de acuerdos entre grupos de países,
todas ellas orientadas a lograr objetivos en el plano del comercio y de
las inversiones que vayan más allá de lo que se ha alcanzado
-o se pudiera alcanzar- en el ámbito de la OMC. Como hemos señalado
en otras oportunidades, el problema es que de tal forma podría
acentuarse la fragmentación del sistema multilateral del comercio
mundial y que la consiguiente erosión sistémica podría
también tener connotaciones geopolíticas que no faciliten
asegurar la gobernanza global, entendida como el predominio de condiciones
favorables a la paz y la estabilidad política entre las relaciones
internacionales (ver al respecto este Newsletter del mes de diciembre
2011, en: http://www.felixpena.com.ar/).
Y en cuanto a los factores endógenos a la región sudamericana,
los siguientes son algunos de los más relevantes:
- La acumulación de experiencias frustradas, más ricas
en expectativas generadas e incluso en retórica, que en el cumplimiento
de compromisos asumidos. Quizás el que resulte difícil
para los ciudadanos de un país sudamericano -lo mismo es válido
para el espacio más amplio de América Latina- relacionar
sus niveles de bienestar y, en particular, sus empleos con los efectos
generados por un acuerdo de integración, sea la CAN o el Mercosur,
sea el hecho que más cabe destacar a la hora de buscar explicaciones
para la baja credibilidad que despierta hoy la idea de integración
económica entre países de la región. La fragilidad
de las reglas de juego relacionadas con la apertura de los respectivos
mercados al comercio recíproco -especialmente del de los países
de mayor dimensión económica- puede ser un factor que
contribuya a explicar el débil impacto en la integración
productiva de la región que han generado los principales acuerdos
que han existido. Se traduce ello en el diferencial que se observa en
relación al desarrollo de cadenas de valor transnacionales entre
países del Asia y los de América del Sur.
- La mayor libertad que se observa para desarrollar acciones conjuntas
entre países de la región con el objetivo, a la vez, de
asegurar una razonable gobernabilidad del espacio sudamericano -en términos
de paz y estabilidad política- y una intensificación de
la articulación de los sistemas productivos en torno a inversiones
cruzadas orientadas a mejor proyectar en el mundo la capacidad existente
en cada país para desarrollar bienes y servicios que sean competitivos.
Es una libertad que se nutre de la erosión de modelos rígidos
de integración económica y de una apreciación más
fundada de los alcances reales de uno de los únicos condicionamientos
legales internacionales a la hora de seleccionar métodos de integración,
que es el que deriva del artículo XXIV, párrafo 8 del
GATT.
- El hecho que todos los países de la región, cualquiera
que sea su dimensión económica, grado de desarrollo o
poder relativo, tienen en el mundo actual múltiples opciones
en cuanto a su inserción económica -e incluso política-
en el sistema internacional. Ello favorece estrategias de múltiples
alianzas con membrecías y compromisos incluso superpuestos, como
se está observando hoy en el caso de los acuerdos antes mencionados
que se negocian entre los países del Asia y el Pacífico.
A su vez, ello torna poco imaginable una construcción regional
sudamericana centrada en el hipotético liderazgo hegemónico
de un solo país. Inclina más el cuadro hacia pautas de
liderazgos regionales colectivos, que probablemente también serán
de geometría variable, como lo serán los propios acuerdos
regionales que se enhebren. Tanto la experiencia europea, como la actual
asiática, tienen mucho que ilustrar sobre la dinámica
de tales tipos de liderazgos regionales colectivos.
La combinación de estos factores exógenos y endógenos
incidirá en el futuro diseño de la integración sudamericana.
Si se capitalizan bien las lecciones del pasado y se saca provecho de
los márgenes de maniobra que abre un sistema internacional descentrado
y con múltiples opciones, es posible prever que predominarán
en la región acuerdos multidimensionales de integración
(a la vez con objetivos políticos y económicos), y con membrecías
y compromisos cruzados. En la perspectiva de la ortodoxia de integración
regional dominante en estas últimas seis décadas, en cualquiera
de sus distintas modalidades de "cerradas" o "abiertas",
es posible prever en el futuro el predominio de modelos heterodoxos.
¿Con que criterios sería posible apreciar la sustentabilidad
del nuevo mapa de integración sudamericana que está ahora
emergiendo? ¿Cómo podrán los ciudadanos por un lado
y, por el otro, quienes deban adoptar decisiones de inversión productiva
para aprovechar las ventajas abiertas por los respectivos acuerdos de
integración, confiar en que lo prometido será efectivamente
cumplido? ¿Cómo evitar que cuando ciudadanos e inversores
analicen los anuncios que se efectúen sobre acuerdos muchas veces
calificados de "históricos", lleguen a la conclusión
que en realidad son "más de lo mismo" (es decir, una
especie de "déjà vu")?
A la luz de la experiencia acumulada en la región sudamericana,
pero también en otras regiones incluyendo la europea, es posible
considerar que el impacto real de los acuerdos regionales que se lleven
adelante, sobre la gobernanza regional, la integración productiva
y social, y la inserción competitiva a escala global -tres objetivos
que parecen ser algunos de los más privilegiados- dependerá
en gran medida de tres factores: de la calidad y sostenibilidad de la
estrategia de desarrollo e inserción internacional, global y regional,
de cada país; de la combinación entre grados razonables
de flexibilidad y previsibilidad de los compromisos que se asuman y de
sus respectivas reglas de juego y, de la densidad del tejido de intereses
cruzados que se logre incentivar como resultado del respectivo acuerdo
de integración regional, reflejados ellos en redes transnacionales
sociales y de producción.
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Lecturas recomendadas:
- Berggruen, Nicolas; Gardels, Nathan, "Intelligent Governance
for the 21st Century. A Middle Way Between West and East", Polity
Press, Cambridge-Malden 2013.
- Brown, Matthew (ed.), "Informal Empire in Latin America. Culture,
Commerce and Capital", Blackwell Publishing - SLAS, Society for
Latin American Studies, Malden-Oxford-Carlton 2008.
- Cairncross, Frances, "The Death of Distance. How the Communications
Revolution is Changing our Lives", Harvard Business School Press-Texere
Publishing, Boston, Mass.-London 2001.
- Enzensberger, Hans Magnus, "Brussels, the Gentle Monster or the
Disenfranchisement of Europe", Translated by Martin Chalmers, Seagull
Books, London-New York-Calcutta, 2011.
- Ferreira, Francisco H.G.; Messina, Julián; Rigolini, Jamele;
López-Calva, Luis-Felipe; Lugo, María Ana; Vakis, Reno,
"Economic Mobility and the Rise of the Latin American Middle Class",
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2012, en: http://ussc.edu.au/.
- Lamy, Pascal, "Regional Integration in Africa: ambitions and
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- Liu, Xinru, "The Silk Road in World History", Oxford University
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- Rainey, Lee Dian, "Confucius & Confucianism. The Essentials",
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- Taleb, Nassim N., "Antifragile. Things that Grain from Disorder",
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- WTO, "International Trade Statistics, 2012", WTO, Geneva
2012, http://www.wto.org/.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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