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ALADI, UNASUR Y EL MERCOSUR:
¿Ejes de la construcción institucional de una región
que enfrenta sus desafíos? |
por Félix Peña
Septiembre 2011
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Colocar las instituciones regionales en la onda de
la nueva realidad mundial y de los desafíos que plantea es una
prioridad para los países sudamericanos y para sus otros socios
latinoamericanos. En tal perspectiva cabe interrogarse sobre el papel
que pueden desempeñar las instituciones regionales que ya existen,
y a las que pertenecen la Argentina y sus socios sudamericanos. Especialmente
si es que ellas logran trabajar en forma articulada en el plano del diagnóstico
y de propuestas concretas para la acción.
Tres instituciones regionales que hoy existen pueden
destacarse al respecto. No son las únicas. Pero son las que, por
sus ámbitos de acción, más potencial tienen para
trabajar en forma articulada. Son la ALADI, la UNASUR y el Mercosur. Son
instituciones regionales que tienen objetivos, funciones, alcances geográficos
e incluso historias diferentes. Pero son complementarias. Pueden potenciarse
mutuamente. Hechos recientes parecen reflejar la intención de iniciar
una nueva era de estas tres instituciones regionales.
Se percibe voluntad política de coordinar a
los países de la región en sus estrategias para navegar
la nueva realidad mundial, enfrentando sus desafíos y aprovechando
sus oportunidades. Esas tres instituciones tienen un papel destacado a
cumplir al respecto. Una articulación en sus actividades, aprovechando
la reciente designación a su frente de personalidades con fuerte
experiencia política, permitiría potenciar los servicios
que ellas pueden prestar a sus países miembros.
Circunstancias externas que plantean claras necesidades
de acción concertada entre países de la región. Instituciones
regionales que existen y pueden ser utilizadas. Personalidades políticas
de amplia experiencia a cargo de ellas. Diagnósticos elaborados
por instituciones de prestigio. Todo indica entonces que están
reunidos los elementos necesarios para actuar con eficacia.
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Son estos tiempos de fuertes desafíos internacionales que hay
que saber diagnosticar y encarar. En tal perspectiva cabe interrogarse
sobre el papel que pueden desempeñar las instituciones regionales
que ya existen, y a las que pertenecen la Argentina y sus socios sudamericanos.
Especialmente si es que ellas logran trabajar en forma articulada en el
plano del diagnóstico y de propuestas concretas para la acción.
Esto es, si se transforman en los ejes de la concertación de un
esfuerzo institucional orientado a procurar respuestas eficaces a los
desafíos que se están enfrentando. Eficaces por sus resultados
y por contemplar los distintos intereses nacionales en juego. Requiere,
por cierto, que cada uno de los países miembros tenga sus propias
estrategias para navegar en las nuevas realidades globales y regionales.
Sin ellas lo que se intente realizar en el plano de la coordinación
regional podría carecer del suficiente sustento.
Colocar las instituciones regionales en la onda de la nueva realidad
mundial y de los desafíos que plantea es, entonces, una prioridad
para los países sudamericanos y para sus otros socios latinoamericanos.
Lo ponen de manifiesto las recientes reuniones realizada en Buenos Aires
por la UNASUR, primero a nivel de Ministros de Economía y Finanzas,
y de Presidentes de Bancos Centrales, y luego a nivel de los Cancilleres.
Tres instituciones regionales que hoy existen pueden destacarse al respecto.
No son las únicas. Pero son las que, por sus ámbitos de
acción, más potencial tienen para trabajar en forma articulada.
Son la ALADI, la UNASUR y el Mercosur. En las tres la Argentina tiene
notoria gravitación. Dentro de sus competencias otras, como la
CEPAL, la CAF y la Comunidad Andina de Naciones -que hoy enfrenta dificultades-,
también pueden cumplir un papel relevante. De hecho las dos primeras
lo están demostrando.
Para intentar respuestas al interrogante antes planteado, cabe partir
de la constatación de que el contexto mundial en el cual se insertan
la Argentina y los demás países de la región está
sufriendo cambios que son estructurales. Como hemos señalado en
otras oportunidades, resultan de un complejo de fenómenos, que
si se los considera en forma aislada no permiten captar en su plenitud
las nuevas realidades que ahora comienzan a ser evidentes. Por ejemplo,
si se intenta comprenderlos sólo en la perspectiva de la crisis
financiera que ha sacudido al mundo en los últimos años.
En tal sentido, todo intento de interpretar lo que está ocurriendo
dejando de lado la lógica del poder, sea a escala mundial, regional
o interna de los países, puede ser un camino seguro a no entender
lo esencial de muchos de los acontecimientos relevantes que pueblan las
noticias diarias.
Son cambios que probablemente demandarán tiempo en madurar y producir
todos sus efectos. No se expresarán a través de recorridos
lineales. Si bien es feo decirlo, cabe recordar que en la historia larga
-esa que siempre enseña mucho- transformaciones profundas y guerras
han estado con frecuencia estrechamente vinculadas. En todo caso, los
alcances de sus impactos sobre el desarrollo económico y social
de los países del "barrio" en el que vivimos -Sudamérica
en particular, pero también América Latina- son aún
difíciles de apreciar en su plenitud.
Se están manifestando en torno a dos procesos simultáneos
que son cada vez más notorios a escala global. Ambos en su interacción
tienen efectos actuales y potenciales en el intercambio mundial de bienes
y de servicios. También los tienen en las negociaciones comerciales
internacionales -especialmente en la anémica Rueda Doha en la OMC-
y en las relacionadas con el cambio climático. Y en muchas otras
cuestiones relevantes de la agenda global. Si bien conectados entre sí,
son procesos que requieren diagnósticos y abordajes a la vez diferenciados
y coordinados.
Uno es el de la actual crisis financiera y económica con las conocidas
consecuencias, entre otros, en la producción y el consumo, y en
el comercio internacional de bienes y de servicios. En los últimos
tres años, la crisis ha impactado en el nivel de empleo y en el
estado anímico de las poblaciones, transmitiendo en algunos países
sus efectos al plano social y político. Y se sabe que, según
sea la intensidad de tales efectos, una crisis internacional puede generar
problemas sistémicos que afecten la estabilidad política
de los países más vulnerables. Ello a su vez puede tener
efectos en cadena sobre otros países, especialmente de la misma
región. Se trata de un proceso con efectos inmediatos muy visibles
y con fuertes requerimientos de respuestas en el corto plazo - especialmente
en el plano nacional, pero también en el de la coordinación
entre países a nivel global y regional -, precisamente por sus
potenciales consecuencias sociales y políticas.
El otro es el de los desplazamientos del poder relativo entre las naciones.
Tiene raíces muy profundas. Se nutre en la historia larga. Es un
fenómeno que se ha acelerado en los últimos veinte años.
Se refleja en el surgimiento de nuevos protagonistas - países,
empresas, consumidores, trabajadores - con gravitación en la competencia
económica global, y también en las negociaciones comerciales
internacionales. Pero sus plenos efectos, incluso en el plano de la seguridad
internacional, probablemente sólo se observarán en un largo
plazo, a veces a través de movimientos poco perceptibles, casi
de cámara lenta.
Estamos entonces frente a una crisis sistémica mundial que recrea
la histórica tensión dialéctica entre orden y anarquía
en las relaciones internacionales. Se manifiesta en la dificultad de encontrar
en el ámbito de instituciones provenientes de un orden que colapsa,
respuestas eficaces a problemas colectivos que se confrontan a escala
global. Y el verdadero peligro es que ello se refleje -como ha ocurrido
en el pasado- en el surgimiento de problemas sistémicos en el interior
de países que han sido y son aún, protagonistas relevantes
en el escenario internacional. Crisis sistémicas que produzcan
un efecto dominó en distintos espacios regionales y, eventualmente,
a escala global. Ello puede ocurrir en la medida que en distintos países,
incluso los más desarrollados, los ciudadanos no sólo pierdan
su confianza en los mercados, pero también en la capacidad de encontrar
respuestas en el marco de los respectivos sistemas democráticos.
Entonces se "indignan". Es un peligro más tangible en
el caso de algunos países europeos. Si así fuere, los pronósticos
sombríos de algunos analistas, podrían ser pálidos
en relación a lo que habría que confrontar en el futuro.
En tal contexto mundial, desarrollar un clima de confianza recíproca
entre los países de la región y, a la vez, impulsar una
cooperación regional renovada, especialmente aquella que permita
conectar los sistemas económicos e incentivar la proliferación
de redes productivas transnacionales, parecen ser dos cursos de acción
prioritaria que las actuales circunstancias imponen en América
Latina y, en particular, en el espacio sudamericano. Ambos están
vinculados entre sí. Uno alimenta al otro generando un círculo
virtuoso entre confianza recíproca y densidad del tejido de intereses
cruzados de todo tipo.
Tales circunstancias son la resultante de los efectos sobre la región
de la crisis financiera y económica global. Pero resultan en especial
de las antes mencionadas profundas transformaciones que se están
operando en la distribución del poder mundial, con sus impactos
en la competencia económica global y en las negociaciones comerciales
internacionales. Implican transformaciones estructurales que están
generando gradualmente un amplio abanico de oportunidades para cada uno
de los países de la región, cualesquiera que sean su dimensión
económica y su poder relativo - tanto en términos de comercio
exterior como de flujos de inversiones productivas y de conocimientos
técnicos -. Pero a la vez pueden generar diferencias de perspectivas
sobre cómo aprovecharlas e, incluso, con respecto a las lecturas
que predominen sobre sus reales alcances e impactos. De ahí la
importancia del clima de confianza recíproca entre los países
de la región.
Pero si la confianza recíproca es una condición necesaria
para la gobernabilidad regional, parece existir consenso que no es suficiente
para lograr el predominio de la paz, la democracia y la estabilidad política
en el espacio geográfico sudamericano.
Es por eso que impulsar una cooperación regional renovada es un
segundo curso de acción necesario. Tiene sentido político
y no sólo económico. Si es encarada con sentido práctico,
de ella puede resultar una mayor densidad en el tejido de múltiples
intereses cruzados que sustenten, a su vez, el clima de confianza recíproca.
Tal tejido tiene entre sus protagonistas centrales a las empresas que
internacionalizan sus operaciones a escala transnacional - especialmente
articulando cadenas productivas - y que contribuyen a la conectividad
física de los respectivos mercados. Pero también se nutre
de redes en campos diversos, tales como la energía, la innovación
y el desarrollo tecnológico, la educación y la solidaridad
social. Es mucho lo que se puede aprender del Asia al respecto. La página
Web del Asian Development Bank (http://www.adb.org/), así como
la de su instituto (http://www.adbi.org/)
y su centro especializado en la integración regional (http://aric.adb.org/),
permite acceder a estudios e informes de interés al respecto.
La CEPAL en varios de sus recientes informes ha insistido en la idea
que el impulso a una cooperación regional renovada implica construir
sobre lo ya adquirido, y de aprovechar todo lo disponible en materia de
acuerdos y mecanismos regionales. Más que objetivos ambiciosos
difíciles de concertar y de alcanzar en las actuales circunstancias,
la realidad parece imponer la necesidad de reconocer diversidades y diferencias,
incluso las disonancias conceptuales - utilizando a tal fin una amplia
variedad de aproximaciones de geometría variable y de múltiples
velocidades -; de capitalizar experiencias y activos provenientes de cincuenta
años de experiencias de integración regional -muchas veces
frustrantes-, y de poner el acento en algunos ejes prioritarios referidos
a la conectividad física y económica, a la solidaridad en
todos los planos, y al otorgamiento de tratamientos económicos
preferenciales compatibles con los compromisos asumidos en el ámbito
de la OMC. Concretamente el nuevo contexto mundial demandará una
mayor cooperación regional, tanto para controlar los eventuales
efectos de la crisis financiera y económica, como para desarrollar
una estrategia asertiva de inserción en los mercados mundiales,
con todo aquello que los países pueden ofrecer en bienes y servicios
competitivos con el mayor valor agregado posible.
Es en tal perspectiva que cobra toda su importancia la articulación
entre la ALADI, la UNASUR y el Mercosur. Son instituciones regionales
que tienen objetivos, funciones, alcances geográficos e incluso
historias diferentes. Pero son complementarias. Pueden potenciarse mutuamente.
La ALADI es la más antigua. Se originó en una transformación
de la ALALC creada en 1960. En aquel momento el gobierno de Arturo Frondizi
tuvo un protagonismo central en su génesis. Respondía a
una clara visión sobre el papel de la región en el desarrollo
de la Argentina. Tanto la ALALC como ahora la ALADI tienen un acento puesto
en el comercio intra-regional, concebido en todas sus ramificaciones e
implicancias, incluso políticas. Entre otras funciones relevantes,
la ALADI permite cubrir las preferencias comerciales entre los países
miembros sin que sea necesario extenderlas a terceros países en
el marco de los compromisos asumidos en lo que es hoy la OMC. Pero siempre
tuvo en la mira objetivos más ambiciosos para impulsar la integración
regional. No es un dato menor el que incluya a México y Cuba entre
sus países miembros.
La UNASUR es la creación más reciente. Sus objetivos son
amplios y no se limitan por cierto a lo económico. Penetran hondo
en los requerimientos de gobernabilidad de un espacio geográfico
de paz y estabilidad política. Es un organismo en plena construcción
y desarrollo.
A su vez, el Mercosur tuvo desde su origen un contenido económico
que sólo cobra su pleno sentido en el marco de objetivos políticos
y sociales más amplios, que tienen sus raíces profundas
en la relación estratégica bilateral enhebrada desde la
década de los ochenta por la Argentina y el Brasil. Fue concebido,
por lo demás, con un potencial alcance sudamericano y como parte
integral del marco institucional de la ALADI.
Hechos recientes parecen reflejar la intención de iniciar una
nueva era de estas tres instituciones regionales. El primero es la creación
del Consejo Sudamericano de Economía y Finanzas en la UNASUR. Tuvo
su primera reunión en Buenos Aires en agosto pasado (ver el texto
completo del comunicado final de los Ministros de Economía y Finanzas
y de los Presidentes de los Bancos Centrales, en el n° 67 de la revista
Veintitres Internacional) y se acordó -entre otras cuestiones-
abordar en forma coordinada y concertada el actual escenario internacional
signado por la crisis en los principales países desarrollados.
Pocos días después los Cancilleres de la UNASUR, reunidos
también en Buenos Aires, avalaron la idea de impulsar el uso de
las monedas locales en el comercio interregional y de revisar el Convenio
de Pagos y Créditos Recíprocos que existe en el marco de
la ALADI. El segundo hecho, es la decisión política de designar
al frente de cada una de las tres instituciones, a personalidades de amplia
experiencia en la gestión pública de sus respectivos países.
En la UNASUR fue designada como Secretaria General, María Emma
Mejía, ex Canciller de Colombia. En el Mercosur fue nombrado Alto
Representante General, el Embajador Samuel Pinheiro Guimarães,
ex Vicecanciller y Secretario de Planeamiento Estratégico durante
la Presidencia de Lula. Y en la ALADI, fue elegido Secretario General,
Carlos Chacho Álvarez, quien además de haber sido Vicepresidente
en la Argentina se desempeñó como Presidente del Comité
de Representantes Permanentes del Mercosur.
Se percibe entonces voluntad política de coordinar a los países
de la región en sus estrategias para navegar la nueva realidad
mundial, enfrentando sus desafíos y aprovechando sus oportunidades.
Esas tres instituciones tienen un papel destacado a cumplir al respecto.
Lo planteó al iniciar su gestión el nuevo Secretario General
de la ALADI, quien se refirió a la necesidad de articular las actividades
de la organización con las de las otras instituciones regionales.
Una articulación en las funciones que desempeñarán
los tres funcionarios antes mencionados, permitiría potenciar los
servicios que ellas pueden prestar a sus países miembros. Existen
temas como, entre otros, los de la facilitación del comercio, la
conectividad física y económica, el empleo de las monedas
locales en el comercio recíproco y los mecanismos de pagos, la
articulación productiva con fuerte participación de empresas
pymes, el tratamiento de las asimetrías económicas, la coordinación
en las estrategias de negociaciones inter-regionales y la definición
de una nueva arquitectura del sistema económico y financiero global,
que cruzan por las agendas de las tres instituciones regionales.
A su vez la CEPAL acaba de producir un diagnóstico sobre el impacto
de la realidad internacional en los países latinoamericanos, incluyendo
una agenda de cuestiones que requieren acciones concertadas (ver el documento
mencionado en la Sección Lecturas Recomendadas de este Newsletter).
Pueden extraerse de tal diagnóstico hojas de ruta para nutrir las
acciones concertadas que se requieren para enfrentar la actual crisis
económica y financiera y, en general, las nuevas realidades de
la competencia económica global. Son acciones que entran en la
esfera de competencias y en las agendas posibles de las tres instituciones
mencionadas.
Concluyendo: circunstancias externas que plantean claras necesidades
de acción concertada entre países de la región; instituciones
regionales que existen y pueden ser utilizadas; personalidades políticas
de amplia experiencia a cargo de ellas; diagnósticos elaborados
por instituciones de prestigio. Todo indica entonces que están
reunidos los elementos necesarios para impulsar una concertación
eficaz de los esfuerzos regionales.
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Lecturas recomendadas:
- Archivos del Presente, "Revista Latinoamericana de Temas Internacionales",
Año 15, Número 55, Buenos Aires 2011.
- Baldwin, Richard, "Sequencing Regionalism: Theory, European Practice,
and Lessons for Asia", Asia Development Bank, ADB Working Paper
Series on Regional Economic Integration, N° 80, May 2011, en http://www.adb.org/.
- Bhattacharyay, Biswa Nath, "Institutions for Asian Connectivity",
Asian Development Bank Institute, ADBI Working Paper Series, N°
220, June 2010, en http://www.adbi.org/.
- Blainey, Geoffrey, "Uma Breve História do Mundo",
Editora Fundamento Internacional, São Paulo 2011.
- Bland, J.O.P., "Li Hung-Chang", Henry Holt and Company,
New York 1917.
- Boorman, Scott A., "The protracted game. A wei-ch'I interpretation
of maoist revolutionary strategy", Oxford University Press, London-Oxford-New
York 1971.
- Capannelli, Giovanni, "Institutions for Economic and Financial
Integration in Asia: Trends and Prospects", Asian Development Bank
Institute (ADBInstitute), ADBI Working Paper Series, N° 308, September
2011, en http://www.adbi.org/.
- CEPAL, "Panorama de la Inserción Internacional de América
Latina y el Caribe, 2010-2011", Santiago de Chile, Agosto 2011,
en http://www.eclac.org/.
- Chellaney, Brahma, "Water. Asia's New Battleground", Georgetown
University Press, Washington D.C. 2011.
- Dromi, Roberto, "Políticas para Gobernar. Programa Argentina
2011-2016", Ciudad Argentina-Hispania Libros, Buenos Aires-Madrid-México
2011.
- Friedberg, Aaron L., "The Weary Titan. Britain and the Experience
of Relative Decline, 1895-1905", Princeton University Press, Princeton-Oxford
1989.
- Friedberg, Aaron L., "A Contest for Supremacy. China, America,
and the Struggle for Mastery in Asia", W.W. Norton & Company,
New York-London, 2011.
- Gelmetti, Carlos J., "PYMES Globales. Estrategias y prácticas
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actualizada, Ugerman Editor, Buenos Aires 2011.
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- Haggard, Stephan, "The Organizational Architecture of the Asia-Pacific:
Insights from the New Institutionalism", Asian Development Bank,
ADB Working Paper Series on Regional Economic Integration, N° 71,
January 2011, en http://www.adb.org/.
- Henning, C. Randall, "Economic Crises and Institutions for Regional
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- Iglesias, Fernando, "La modernidad global. Una revolución
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2011.
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- Khadagiala, Gilbert M., "Institution Building for African Regionalism",
Asian Development Bank, ADB Working Paper Series on Regional Economic
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- Lamy, Pascal, "The Future of the Multilateral Trading System",
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- Lehmann, Jean-Pierre, "End the Charade in Talks on Global Trade",
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- Mansour Kadah, Mohamed, "Trans-governmental networks: less than
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- Mearsheimer, John J., "The Tragedy of Great Power Politics",
W.W. Norton & Company, New York-London 2001.
- Opertti Badán, Didier, "Globalización y Derecho
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Análisis del CURI N° 03/11, Montevideo 29 de agosto de 2011,
en http://www.curi.org.uy/.
- Rachman, Gideon, "Zero-Sum Future. American Power in an Age of
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- Wenqian, Gao, "Zhou Enlai. The Last Perfect Revolutionary. A
Bibliography", BBS Public Affairs, New York 2007.
- Wignaraja, Ganeshan, "The Peoples Republic of China and India:
Commercial Policies in the Giants", Asian Development Bank, ADB
Working Paper Series on Regional Economic Integration, N° 83, June
2011, en http://aric.adb.org/.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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